Instituto de Investigación de Recursos Biológicos
Alexander von Humboldt

Investigación en biodiversidad y servicios ecosistémicos para la toma de decisiones

conexion vital
Nota de actualidad | Por: María Camila Méndez | 12/10/2022

Si no hubiese conocido las aves, yo no sé qué sería de mí




Ramón Montes

Mi nombre es Ramón Montes, soy técnico en gestión ambiental del SENA y terminé una licenciatura en ciencias sociales en la Universidad del Atlántico, también hice una maestría en historia. Me dedico a investigar sobre temas de historia ambiental y me siento feliz con lo que me apasiona, que es enseñar, dar clases, guiar e investigar. Nací en Barranquilla, mi papá vino de un municipio de Bolívar llamado El Carmen de Bolívar buscando una oportunidad laboral como obrero. Acá en Barranquilla conoció a mi mamá, que se dedica a la repostería, y nos establecimos en un barrio del sur de la ciudad. Desde niño disfruté de los animales. Veía programas de televisión en canales como Animal Planet y Discovery Channel. Hay un personaje que a mí me inspiró en uno de esos canales por la manera en la que él transmitía el conocimiento. Era un conocimiento técnico, pero él lo hacía ver fácil. Eso me inspiró a mí para ser guía. Y yo cuando posteriormente trabajé en el zoológico haciendo recorridos, trataba de copiar ese ejemplo, de copiar esa manera de hablarle a las personas tan fácil sobre los animales que veía. Jeff Corwin en Acción se llamaba su programa. Otro programa que me marcó fue Exploradores por Naturaleza. Después pasé a la lectura. Mi papá me llevaba impresiones que sacaba del trabajo sobre los animales y yo ahí fui leyendo.

En 2004 y 2005 yo era un lector de temas de animales y en el 2006 vi la oportunidad de ingresar como voluntario al zoológico de Barranquilla. Pero ahí no tenía todavía un vínculo con las aves, sino con los animales en general. Con las aves, en vida silvestre, por primera vez tuve una relación gracias a una salida que hice en el año 2009, en diciembre, con dos amigos biólogos que me llevaron a observar aves en campo, en una zona que se llama el Corral de San Luis en Tubará. Ahí, por primera vez, vi aves en libertad y no olvido esa salida. Mis amigos biólogos estaban haciendo el Censo Navideño de Aves, que es una actividad de ciencia ciudadana, que organiza una entidad dedicada a la investigación de Estados Unidos que hace muchos proyectos aquí en Colombia. En diciembre censan aves, por eso se llama censo navideño. Es el censo más antiguo del mundo y aquí en Colombia lo están haciendo desde hace unos 30 años y en el departamento del Atlántico como desde hace cinco. Uno de los puntos de censado era el Corral de San Luis en Tubará. Los biólogos estaban buscando gente interesada y me vieron un interés porque yo participaba en temas ambientales y me propusieron que participara.

Yo tenía un libro que me había regalado mi mamá en enero del 2009, cuando cumplí años, que era la Guía de las Aves de Colombia. Yo las veía ahí de manera ilustrada, pero tenía ese interés por conocerlas en libertad y yo vi esa oportunidad. Entonces, me alegró muchísimo que varias de las aves que yo había visto en ese libro las pude ver ese día cuando estaban en libertad. Y fue una salida que no olvido porque vi por primera vez esas aves, las conocí, y aprendí mucho de ellos en ese momento. Esa experiencia fue importante porque yo estaba acostumbrado en el zoológico al tema de conservación ex situ, es decir, con los animales fuera de su medio ambiente, enseñando a las personas en los recorridos sobre educación ambiental. Entonces, verlas en libertad fue algo sorprendente y me hizo feliz ver a unas aves a las que estaba acostumbrado a verlas en jaulas, verlas viviendo en bosque seco. No he olvidado algunas de las aves que vi ese día: la oropéndola crestada, un ave que no olvido, vi uno que se llama Cyanocorax affinis o chau cha. Vi, por ejemplo, un ave que no volví a ver más después de esa salida que es un hormiguero, que anda a ras del suelo. Vi una curruca, que son aves pequeñitas que cantan muy bien. Vi el barranquero, que culturalmente es muy indicativo de la salud de los ecosistemas, porque donde está él, hay bosque y, si hay bosque, hay vida para las personas que viven a los alrededores. Entonces, hay un vínculo bien importante entre el barranquero y la comunidad.

observación de aves
Los mejores horarios para hacer avistamiento de aves son muy temprano en la mañana (entre las 5 y las 8 a. m.) y hacia el final de la tarde (entre las 4 y las 6 p. m.). Foto: Jeison Fandiño


En esa salida conocí esas aves, lo que me apasionó más por el tema del medio ambiente. Curiosamente, después del 2009, yo seguía leyendo de aves, pero no volví otra vez a hacer una salida específicamente para eso, porque me dediqué a otras actividades. Me dediqué a estudiar en el SENA, a comenzar la carrera, pero paralelamente yo seguía trabajando en temas ambientales, como guía en el Museo del Caribe, en la Fundación Proyecto Tití, donde trabajaba con primates, de educador ambiental. Posteriormente entré a trabajar con agencias de viaje. Me ponía a hacer recorridos de historia, tours aquí en la ciudad. Y todavía lo hago. Porque ya yo quería ver una forma de aplicar lo que yo estaba aprendiendo en las ciencias sociales. Entonces, me gustaba mucho la historia de Barranquilla, la historia del Atlántico, y hacía ese tipo de recorridos. Todavía los hago, desde esa época.

Cuando pienso en el momento de mi encuentro definitivo y permanente con las aves, tengo que recordar ese momento en el que empecé a trabajar haciendo tours por la ciudad. La vida mía había dado un giro hacia la rebeldía, las malas compañías, cosas que no me aportaban y yo me sentía como mal y mi familia estaba muy triste por eso. Yo igual seguía haciendo mis actividades, pero no estaba teniendo un comportamiento adecuado en mi casa y en mi entorno barrial. Entonces, en el 2016, yo iba a la Universidad del Atlántico y ya me iba a graduar de ciencias sociales y una vez me encontré con el profesor Rafael Borja por los pasillos de la universidad. Le pregunté que si había algo sobre aves en la universidad. Me había acordado de lo que había hecho en esa visita, y le pregunté: "profe, ¿qué hay por ahí de grupos de aves?". Y él me dijo: "hay un semillero". Y empecé a asistir al semillero, porque vi a personas que estaban interesadas por las aves. Y entonces volví a interesarme en el tema de las aves. Me apasionaba hablar sobre el tema. En ese año, el profesor Borja estaba haciendo un festival de aves migratorias y yo asistí a ese festival, que era una charla que hicieron un viernes y al día siguiente había una salida de campo que fue en San Juan de Tocabo, en el Urhuaco, al sur del Atlántico. Era un cuerpo de agua, una ciénaga, un área abierta donde se ven bastantes aves. Fui a esa salida y ahí otra vez me enganché con las aves. Ese día logré ver un buen número y ahí otra vez volví, ahí volví, ahí recordé todo, me metí de lleno y desde ese momento, desde junio del 2016 hasta ahora, no hay un solo día que yo no piense en aves, que no esté haciendo algo sobre aves, inventándome un proyecto, una guía, algo qué hacer.

En el semillero, había una compañera que estaba haciendo una tesis sobre las aves de la Ciénaga de Mallorquín. Ella me pidió ayuda con la identificación de las aves. Ahí volví también a la Ciénaga de Mallorquín porque recuerdo que la primera vez que fui a la Ciénaga de Mallorquín fue cuando estaba estudiando en el SENA, por allá a finales de 2009, comienzos de 2010. Esa fue la primera vez que un profesor del SENA nos llevó a Mallorquín. Esa vez hicimos un reconocimiento. Después volvimos con un grupo porque teníamos que hacer un trabajo. Ha cambiado mucho la Ciénaga desde ese momento hasta ahora. Por ejemplo, en la playa de Puerto Mocho, ahora hay unas casetas. Se trata de una invasión que ha crecido considerablemente desde el año 2018. Pero bueno, yo volví con mi compañera del semillero en el 2016 a la Ciénaga. En esa jornada vimos flamencos.

He pajareado mucho en la Ciénaga y eso tiene que ver con varios aspectos: desde el punto de vista ecosistémico, es el lugar de Barranquilla donde mejor se expresa la naturaleza y donde hay más naturaleza, entonces disfruto estar ahí porque es de Barranquilla, tiene mucha biodiversidad, cosa que no veo en otros espacios de la ciudad. El lugar donde puedo ver aves en un buen número es la Ciénaga de Mallorquín. Además de eso hay una conexión interesante que me gusta, entre el río y el mar y la Ciénaga, que genera paz, tranquilidad, libertad, un ambiente despejado que me gusta. Y, desde el punto de vista ecológico, es un lugar donde tú siempre vas a encontrar cosas interesantes en cuanto a aves. Por ejemplo, las migratorias. Cada vez que vienen, verlas aquí año tras año, me alegra. Ver la garza esta que está amenazada, la rojiza, el Conirostrum manglero.

foto de garza en mangle
La ciénaga es el hábitat de 146 especies de aves y recibe 64 especies con alguna condición migratoria. Foto: Felipe Villegas.


En el segundo semestre de 2016 yo fui a la Ciénaga de Tocagua, acompañé a mi compañera a hacer su tesis. En diciembre volví al censo navideño a otras partes del Atlántico y ahí conocí otras aves. Fui a Piojó. Recuerdo que fui a Sabanagrande. Y en el 2017 me decidí a crear Atlántico Birding con un compañero, un muchacho de biología que conocí en ese semillero. Lo cree porque aquí no había empresas de aviturismo. En el 2018 empecé a hacer tours, me contrataron unos estudiantes que estaban haciendo una tesis de ingeniería ambiental en la Ciénaga. Ellos me buscaron para que acompañara sus recorridos. Atlántico Birding es una iniciativa para hacer ciencia ciudadana, para participar en los censos de aves, para hacer aviturismo, ecoturismo también, porque a mí me gusta guiar grupos de senderistas por bosques y para explicarles de la naturaleza, del bosque seco y eso. Lo que hago en Atlántico Birding es una motivación personal. Con Atlántico Birding yo tuve la iniciativa de revivir censos de aves que estaban perdidos en el departamento, como el censo de acuática, el October Bird Day.

Pienso que en ese segundo semestre de 2016, cuando empecé a interesarme más seriamente por las aves, tomé una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, porque si yo en ese momento no hubiese conocido las aves de nuevo, como me enseñó el profesor Borja, yo no sé qué sería de mí. Entonces, esa fue una muy buena decisión y me ha generado satisfacciones personales, he podido ganar un dinero con eso, he ido a otras ciudades, he estado en proyectos que me alegran. He estado en los censos de aves, he conocido a nuevas personas. En ese momento las aves representaron para mí un espacio para meterme de lleno en la naturaleza y para olvidarme de situaciones pasadas. Por eso digo que el avistamiento de aves para mí es una actividad de meditación, que en la medida en la que tú la haces, la practicas, tú te olvidas un poco de la realidad y vives un momento único. Yo estaba buscando en esos momentos esos espacios y los encontré con las aves, porque me alegraba escuchar el canto de ellas, verlas en libertad, y era algo que enriquecía mi acervo sobre temas de la biología. Me generaba tranquilidad, conocía nuevas personas y buscaba una manera de ser útil, de aprender algo nuevo y, a través de las aves, replicarlo.

Ya he dicho que desde el 2016 no hay un día en el que no piense en aves. Siempre prefiero observar aves con personas porque aprendo de ellas, conozco nuevas personas en esto del pajareo, me relaciono con ellos y ellos me comparten información sobre las aves. Es jodido ir a un lugar de naturaleza y ver las aves solo. O sea, es mejor verlas en compañía y compartir con la gente y tener ese contacto. Para mí eso es importante. Disfruto observar aves con personas experimentadas y con no experimentadas porque a estas últimas les puedo enseñar y, de las primeras, puedo aprender. De pronto ellos tienen detalles de las aves que yo no tenga y puedo conocerlos en esos momentos.

Hay una frase: "por las aves, con la gente". A mí me gusta mucho la lectura y leo mucho sobre la historia colombiana y su geografía. Entonces salir a observar aves a otro departamento de la región o el interior del país es un pretexto también para tener un aprendizaje significativo acerca de lo que ya he leído previamente y verlo reflejado en la cultura, en la geografía, en su historia, en su gente. Para mí es una ganancia nada despreciable. Y en los recorridos que hago en Mallorquín y en otras partes del departamento, no solamente hablo del tema de aves, sino que también lo relaciono con la cultura de los territorios. Estoy muy interesado, además de la historia ambiental, en conocer las aves en la cultura popular del Caribe porque nosotros acá tenemos el vallenato de antes, la literatura, tenemos las danzas del carnaval, la tradición oral de los campesinos, los pescadores, y siempre están presentes las aves en los grupos indígenas. Los pescadores y los campesinos tienen una relación muy importante y siempre tienen historias relacionadas con las aves. Es una tradición oral que hay que compilarla, documentarla y plasmarla a través de trabajos investigativos. Hay que unir sociedad y ecosistema, y empezar a hablar de socioecosistemas, donde los seres humanos ya están inmiscuidos de manera fuerte en los procesos naturales y ellos tienen que generar un desarrollo sostenible para la conservación del medio ambiente.