Instituto de Investigación de Recursos Biológicos
Alexander von Humboldt

Investigación en biodiversidad y servicios ecosistémicos para la toma de decisiones

conexion vital
Webmaster

Webmaster

MINCIENCIAS LANZA LA PRIMERA EXPEDICIÓN CIENTÍFICA DEL GOBIERNO DEL PRESIDENTE GUSTAVO PETRO

header

 

Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 13 de octubre de 2022

MINCIENCIAS LANZA LA PRIMERA EXPEDICIÓN CIENTÍFICA DEL GOBIERNO DEL PRESIDENTE GUSTAVO PETRO



montes de maria
Montes de María. Foto: Felipe Villegas


  • •   La Expedición agroBiodiversidad en Montes de María: territorios de Paz, liderada por Minciencias, busca conocer la variedad de la zona y generar apropiación social del conocimiento con las comunidades e instituciones locales para promover emprendimientos rurales innovadores, basados en el aprovechamiento sostenible del entorno.
  • •   La expedición, que se realizará en alianza con el Instituto Alexander von Humboldt, se lanzará este viernes 14 de octubre, en Ovejas, Sucre. El evento contará con la participación del presidente de la República, Gustavo Petro, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Arturo Luna, y autoridades de la región.


Sincelejo, 13 de octubre de 2022

Conocer a fondo el estado actual de los territorios colombianos, descubrir las especies ocultas de las zonas más biodiversas del país, e identificar nuevas alternativas productivas proveniente de los recursos naturales; estos son algunos de los objetivos que cumplen las expediciones científicas lideradas por Minciencias.

Precisamente, este 14 de octubre, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Arturo Luna Tapia, lanzará, en compañía del presidente de la República, Gustavo Petro, la Expedición agrobiodiversidad en Montes de María: territorios de Paz.

Esta es la primera expedición científica que realizará el Gobierno del presidente Petro, y también será el inicio de un total de tres proyectos de este estilo, que buscan descubrir aspectos claves de la biodiversidad de territorios como Sucre, Bolívar, La Guajira y el Amazonas.

La expedición de los Montes de María, que se desarrollará con el apoyo del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos, Alexander Von Humboldt, se centrará en agroecosistemas asociados al bosque seco tropical y busca generar valor agregado a partir de recursos biológicos y sus derivados, que contribuyan a la diversificación de las actividades económicas del país, y a su vez, generar oportunidades que permitan afrontar la sensibilidad de este ecosistema y de los medios de vida frente a la pérdida de biodiversidad y la crisis climática.

El lanzamiento se realizará en el municipio de Ovejas, ubicado en la región de los Montes de María, donde la comunidad estará citada a las 2:00 p.m., en el parque principal, para ser testigos del comienzo de esta iniciativa.

Participación de Asociaciones Comunitarias

La expedición contempla proyectos productivos sostenibles para la generación de ingresos a las comunidades que habitan el bosque seco tropical. Pretende resaltar, además, la importancia de los conocimientos tradicionales de hombres y mujeres en el diseño de estrategias para la conservación, aprovechamiento y enriquecimiento de la biodiversidad y el aporte de la cocina en la promoción de la diversidad local.

El proyecto vinculará a las redes comunitarias de trabajo rural en los procesos de investigación-acción participativa, de manera que se involucre a las comunidades en la co-creación de conocimiento y contribuir al fortalecimiento de cadenas productivas.

Contará con la participación del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y de importantes asociaciones regionales como la Asociación de Mujeres Unidas de San Isidro - AMUSI, la Asociación Integral de Campesinos de Cañito - ASICAC y la Asociación de Productores Agropecuarios de la Vereda Brasilar – ASOBRASILAR, entre otras.

Acuerdo de Escazú, un aliado para maximizar las oportunidades de conservación

Nota de actualidad | Por: Prensa Humboldt | 15/10/2022

Acuerdo de Escazú, un aliado para maximizar las oportunidades de conservación




campesino en el páramo
El Acuerdo de Escazú es un tratado entre países de América Latina y el Caribe que busca garantizar los derechos de todas las personas a vivir en un ambiente sano y al desarrollo sostenible. Foto: Felipe Villegas


  • •   El Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú, es histórico al ser una oportunidad única que integra la democracia, los derechos humanos y la conservación transfronteriza.
  • •   Actualmente no existen mecanismos claros para aplicar los ideales del Acuerdo de Escazú. Sin embargo, de acuerdo con el Instituto Humboldt y más de 12 investigadores de América Latina e internacionales, se cuenta con información de calidad para establecer dichos mecanismos.


América Latina y el Caribe es una de las regiones más biodiversas del mundo, pero esta diversidad biológica se ve amenazada por la sobreexplotación de los recursos naturales y los conflictos sociales internos. En 2018, 33 países de la región fueron invitados a firmar y ratificar el Acuerdo de Escazú, que es el primer acuerdo ambiental jurídicamente vinculante para integrar explícitamente los derechos humanos en asuntos ambientales. Hace cinco días, Colombia aprobó el proyecto de Ley que ratifica el tratado.

El Acuerdo plantea un enfoque para mejorar la protección de los defensores del medio ambiente, aumentando la participación pública en la toma de decisiones medioambientales y fomentando la cooperación entre países para la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, muchos se preguntan cómo esto será posible.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe lanzó un borrador de la guía de implementación del Acuerdo, no obstante, en la guía faltan algunos mecanismos claros para la aplicación de los principios del mismo. Por tal razón en 2021, Sofía López-Cubillos, investigadora del Center for Biodiversity and Conservation Science de la Universidad de Queensland en Australia, y de la Fundación Manigua desde la Tierra (Colombia), reunió a once investigadores, en su gran mayoría de la región, para identificar las disposiciones claves del Acuerdo para luego vincularlos a mecanismos concretos. La colaboración tuvo como resultado la publicación del artículo científico: “ El histórico Acuerdo de Escazú : Una oportunidad para integrar democracia, derechos humanos y conservación transfronteriza”.

Es importante aclarar que el Acuerdo de Escazú no establece objetivos de conservación prescriptivos, sino que brinda orientación sobre democracia ambiental, cooperación y derechos humanos, que pretende ser adaptable al contexto de cada país acorde a su legislación.

Lo cierto es que la biodiversidad de importancia mundial de América Latina y el Caribe está amenazada por múltiples actividades desarrolladas por el ser humano. Entre ellas están la transformación de los hábitats naturales, la contaminación y las violaciones de los derechos humanos que están obstaculizando la capacidad de los movimientos sociales para proteger el medio ambiente. Estas amenazas rara vez se limitan a un solo país, ya que muchos ecosistemas se comparten a través de fronteras políticas.

De acuerdo con José Manuel Ochoa, Coordinador del Programa de Evaluación y Monitoreo y coautor del artículo publicado hace varios meses atrás explica que: “a medida que los activos ambientales y las amenazas que pesan sobre ellos atraviesan las fronteras nacionales, las disposiciones colaborativas y parciales del Acuerdo podrían catalizar una gestión ambiental transfronteriza coordinada. El Acuerdo de Escazú surge en un momento crítico, ya que puede proporcionar herramientas clave para coordinar la gestión ambiental en la región”. Según este artículo, la débil gobernanza y la falta de colaboración entre las distintas autoridades ha permitido que estas amenazas se intensifiquen. Por lo tanto, esta región enfrenta grandes desafíos para la gestión coordinada de la biodiversidad, incluido el desarrollo de capacidades de los actores sociales para lograr el cambio.

“Es por esto que con el equipo investigador consideramos que es crucial que haya claridad en torno a los mecanismos que facilitarán la integración de los artículos del Acuerdo para avanzar en la conservación de la biodiversidad y la protección de los defensores ambientales”, indicó Ochoa.

Los investigadores proponen tres mecanismos que incluyen, por un lado, soluciones tecnológicas como los datos gratuitos en línea, como por ejemplo los que ofrece el Instituto Humboldt a través de BioTablero, una plataforma donde se pueden consultar cifras e indicadores sobre la biodiversidad de Colombia que brindan contextos específicos para dar soporte a la toma de decisiones ambientales; así como aquellas basadas en las personas, por ejemplo, el aporte de las comunidades locales y las instituciones y el capital natural como el conocimiento de la distribución transfronteriza de especies y su manejo.

Dichos mecanismos apoyan temas principales como democracia, derechos humanos y procesos habilitadores, es decir, iniciativas que ilustran la manera cómo podrían implementarse las disposiciones del Acuerdo. Según Ochoa, “identificamos iniciativas clave que ejemplifican oportunidades para implementar las disposiciones del Acuerdo. También detallamos cómo estas disposiciones tienen un enorme potencial para facilitar la conservación transfronteriza en toda la región”.

Uno de los mecanismos más eficientes son los avances recientes en la recopilación, procesamiento y resumen de grandes volúmenes de datos -big data- relacionados con muchos problemas ambientales que no solo generan información sino que mejoran los canales de acceso. El big data puede apoyar los sistemas de información ambiental que actualmente se encuentran en el país (lo cual ha sido resaltado dentro de la guía de implementación actual), que debe ser de fácil acceso a todas las regiones del país.

Por su parte, López-Cubillos indica que “nosotros nos enfocamos en los mecanismos de implementación por dos razones. Primero porque 12 países ya lo ratificaron, por lo tanto, mostrar mecanismos en una etapa temprana del Acuerdo puede facilitar su implementación a lo largo de los años. La segunda razón también era para mostrar todos los beneficios, a través de ejemplos, de iniciativas que ya están implementándose en la región, en materia de democracia ambiental y derechos humanos. Esto demuestra que no se vulnera la soberanía de los países, ya que son iniciativas que de hecho han ayudado a que se apropien de sus recursos de una manera más sostenible. De esta manera queremos mostrar que el Acuerdo no es ajeno y que puede, por lo contrario, impulsar dichas actividades a mayores escalas, buscando así inspirar a los países que faltan por firmar y ratificar”.

El artículo hace énfasis en que se requieren compromisos internacionales renovados para integrar de manera más efectiva la protección ambiental y de los derechos humanos.

“Es vital que los países restantes firmen y ratifiquen el Acuerdo para fomentar los derechos humanos y ambientales en la región y maximizar las oportunidades de conservación. Más importante aún, descubrimos que muchos países biodiversos con altos niveles de violaciones de los derechos humanos y que comparten múltiples ecosistemas/especies aún no han ratificado el Acuerdo”, aseguró Ochoa. El artículo enfatiza además que las acciones multilaterales coordinadas pueden tener inmensos beneficios para la conservación de la biodiversidad, disminuir los costos de gestión a largo plazo y mejorar las colaboraciones existentes y los mecanismos de cogobernanza que ya existen.

Algunos datos sobre el Acuerdo de Escazú:
  • •   Es el primer tratado en América Latina y el Caribe sobre derechos humanos y medioambiente
  • •   Fue adoptado en marzo de 2018 y entró en vigencia en abril de 2021
  • •   Obliga a los Estados a garantizar la protección de los defensores ambientales en América Latina y el Caribe (la región más peligrosa para esta práctica)
  • •   Colombia ratificó el Acuerdo el 10 de octubre de 2022

Las personas quieren vivir una experiencia, no escuchar recitar un guion

Nota de actualidad | Por: María Camila Méndez | 12/10/2022

Las personas quieren vivir una experiencia, no escuchar recitar un guión




Omar Gutiérrez

Mi nombre es Omar Gutiérrez, soy habitante de la comunidad del Corregimiento de Palermo. Soy hijo orgulloso de un par de campesinos de la región sur del Magdalena. Mi padre, Rafael Gutiérrez, era un campesino que cultivaba arroz. Como todos sabemos, cuando el arroz está en su cosecha, llegan muchas aves. Entonces, cuando yo tenía 6 o 7 años, veía las prácticas que utilizaba mi papá para atrapar aves: mezclaba azúcar con partes de un árbol de uvito, Cordia dentata, es el nombre en latín, para preparar una goma. Luego, buscaba una varita seca que untaba con esa goma. Cuando los pajaritos bajaban a comerse el arroz, se quedaban pegados en las varitas. Llegaban canarios, canario arrocero, rosita vieja, mochuelo, congo, papayero, degollado, yolofo, chirrío, dominicano, todos llegaban a alimentarse y quedaban pegados. Ahí mi padre aprovechaba para cogerlos y los seleccionaba. A las hembras las soltaba porque supuestamente las hembras no cantan, y se quedaba con los machos. En horas de la tarde, cuando yo veía a los animalitos todos maltratados, yo lo que hacía era que, disimuladamente, cuando mi papá se descuidaba, yo les abría la puerta y algunos se iban. Mi papá nunca me cogió en esa acción y yo dejaba la puerta abierta y los pajaritos salían pero le hacía creer que se habían escapado.

Barranquilla me acoge en el año 86. Nos vinimos porque mi papá decía que a él le hubiera dado tristeza ver a sus hijos montado en un burrito con un sombrero y un machete colgado. Mi padre nos saca del campo para brindarnos una mejor educación, para tener otra calidad de vida. Cuando llegué acá a la ciudad, empecé a estudiar. En esa época descubrí un lugar donde vendían aves. Con lo que me daban de la merienda, yo cogía e iba reuniendo plata y al cabo de dos semanas me compraba un pajarito, y lo encerraba en una jaula. Llegué a tener como 22 pájaros, tuve papayero, sinsonte, mochuelo, canarios, tuceros, rosita vieja, yolofo, pericos australianos, periquitos estos del género de las especies furpo, cotorra, también tuve turpiales. Mi casa estaba rodeada de puros pájaros, eso en la mañana era un espectáculo. Pero bueno, fui creciendo y, cuando tenía 12 años, ya estando en el bachillerato, con unos compañeros nos fuimos a jugar a un billar. En ese tiempo estaban prohibidos esos juegos para los niños. Nosotros nos fuimos uniformados con unos compañeros del colegio, pero nos cogió el Cuerpo Élite, que era una fuerza militar aquí de la ciudad. Me cogieron y me encerraron y me pusieron a lustrar botas. Lustré botas como desde la 1 de la tarde hasta las 7 de la noche, porque mi papá no quiso irme a buscar porque dijo que él no había educado delincuentes, quien me fue a buscar fue mi abuelo. Me llevé la pela del siglo. Cuando llegué a la casa, liberé los pájaros que tenía encerrados, porque yo mismo había tenido que vivir el encierro. Me tocó aguantar que me dieran la comida que a ellos se les daba la gana. Comprendí que lo mismo hacía yo con las aves al encerrarlas, porque ningún alimento que tú le des a un ave encerrada va a reemplazar los alimentos que le proporciona el mismo ecosistema. Desde ahí comencé mi actividad como pajarero.

Cuando cumplí los 13 años mi padre me llevó al Parque Isla de Salamanca. Era mi cumpleaños y mi papá me dijo que me tenía una sorpresa. Yo, emocionado con la sorpresa, como cualquier niño de esa edad, esperaba algo material. Pero no, mi papá me regaló un árbol de mangle rojo que todavía existe, está bien hermoso. Y desde ese entonces comencé a participar de grupos ecológicos. Siempre estuve en ese campo ambiental guiado por mi padre, porque mi padre fue un gran ambientalista y botánico, sabía preparar remedios con plantas. En mi familia somos 10 hermanos, el único que siguió con el legado de mi papá fui yo.

ave en árbol
La región del Atlántico cuenta con un registro de 442 especies de aves observadas en la aplicación eBird. Foto: Felipe Villegas


Yo me gradué del colegio mientras vivía en Barranquilla, pero, a partir del año 97 o 98, me vine a vivir a Palermo. Me quedé en Palermo porque me gustó la tranquilidad, había mucha naturaleza, había muchas aves. Después de graduarme, seguí trabajando con distintas fundaciones interesadas en la conservación del medio ambiente y en la investigación sobre aves como el colibrí manglero. Pese a que durante algunos periodos de tiempo tuve que alejarme de estas actividades por distintos motivos, yo siempre seguí siendo cercano al tema. Me iba para las áreas de manglar, para los humedales a observar aves, pero sin binoculares. Después de un tiempo, empecé a hacer mis observaciones de aves y ahí conocí la primera guía de aves, una guía de Proaves, Aves de Colombia, un libro muy pequeño que había traído en español. Posteriormente, comencé a guiar recorridos para observación de aves en los que participaban personas que llevaban muchos años dedicándose a observar aves y que, al notar mi interés, empezaron a compartir recursos conmigo. Uno de ellos, fue la primera persona que me regaló un binocular. Con esos recursos yo empecé a pulirme, porque yo conocía mucho el comportamiento y las actividades de las aves, pero me hacía falta el contexto científico, así que empecé a estudiar. Desde ahí comienza mi vida de pajarero, desde ese entonces no he parado, no he parado. Llevo 27 años pajareando.

Yo siempre he sido una persona que ha respetado y valorado el conocimiento local. Mis amigos, la mayoría, son viejitos. Yo pienso que es necesario escuchar al abuelo, a la persona que vivió el pasado y luego sí acudir al joven. Es importante conocer la información que puede brindar un pescador, un adulto, alguien que haya estado siempre en el lugar, pues son actores muy importantes para identificar aves. Es clave identificar a las personas adultas que estuvieron en el territorio, porque como vamos, se van perdiendo los conocimientos y se va perdiendo la información del lugar. Todos vamos partiendo, las personas van partiendo y nada queda escrito. ¿Cuánto conocimiento no se llevó mi padre a la tumba? Y yo soy de los que les gusta dar la información, porque es que uno no sabe qué pueda suceder y a mí me gusta compartirla.

Cuando vivía en Barranquilla, hacía todo lo contrario a cuidar aves. Era matarife, mataba reses en el matadero. Yo era muy joven, a los 18 años yo estaba matando reses. Estuve hasta los 22 años haciendo eso. Después dejé tirado ese trabajo, porque yo quería estudiar, quería hacer un curso en manejo de recursos naturales. En el matadero me dijeron que no me daban el tiempo para estudiar, entonces yo lo dejé tirado y pasé mucho trabajo por esa decisión. Uno busca las oportunidades, yo he sido de las personas que he buscado esas oportunidades, porque yo siempre me he movido en el campo ambiental.

En mi trabajo como guía turístico, he puesto en marcha los senderos interpretativos. Hay guías que te van recitando un guion, en cambio yo hago algo distinto. En un sendero interpretativo, por ejemplo, yo puedo partir del mangle rojo, que es salacuna de vida, resiste el impacto de las olas del mar y también entrega muchos beneficios, acoge a muchas especies en estado larvario. Allí viven los cangrejos, viven los mapaches, viven los caimanes aguja y ocurre un ciclo asociado a ese manglar. Después, llega un pajarito llamado colibrí manglero. Ese colibrí poliniza. El colibrí está garantizando el alimento para otras especies y la reproducción del mismo árbol. Entonces, si nosotros buscamos los senderos interpretativos, es para formar personas con muchos conocimientos y con valores. Si tú tienes un personal formado, que sabe la importancia de la conexión de un bosque, sea el bosque seco tropical o el bosque de manglar, un persona que reconozca el lugar primordial de las interacciones entre aves, bosque y mangle, y que parta desde lo más mínimo hasta lo último de la copa del árbol, entonces tú vas a generar una conexión dentro de un visitante. Porque al visitante puede que no le interesen las aves, pero sí le puede interesar el cangrejo o le puede llamar la atención saber que el manglar es hábitat de otras especies. Lo importante es tratar de generar la inquietud en las personas, que las personas se vayan con un interés. Las personas quieren vivir una experiencia, no escuchar recitar un guion. Esto supone escenarios muy importantes para trabajar con locales de la zona, pues con ellos podemos generar esas conexiones.

Yo creo que todo observador de aves es buena gente, porque se genera una conexión. Las aves son la mejor terapia que hay para las personas que sufren de estrés, para las personas que tienen problemas de ritmo cardiaco. Eso es una terapia super relajante. Hay otra cosa que tienen las aves, que es muy gomoso, entre tú más observas, más quieres saber, más quieres ver, y es una competencia sana y que beneficia directamente a las comunidades locales. Para avistar aves hay que tener paciencia, hay que madrugar mucho, por eso a uno le tiene que gustar. Las aves les avisan a los pescadores cuando hay recursos, cuando pasa el cardumen, porque vuelan sobre el cuerpo de agua, o llegan y se concentran. Donde está el poco de pájaros juntos, allá va a estar el pescador. Entonces es una interacción directa que hay entre el ser humano y las especies.

mercado de pescado
En la Ciénaga de Mallorquín habitan especies nativas de peces, como Mugil incilis, Cetengraulis edentulus, Diapterus rhombeus y Eugerres plumieri. Foto: Felipe Villegas


Suele suceder que, cuando vienen personas, investigadores, profesionales recién salidos de una universidad y se enfrentan con la realidad, no conocen las dinámicas del ecosistema. Entonces, ahí es donde entran los locales a hacer un aporte muy importante, los locales empiezan a hacer el aporte porque conocen la dinámica de su fauna, de su ecosistema y de sus aves. Al finalizar, cuando los científicos escriben documentos, rara vez se les reconoce a las comunidades locales sus aporte. O todavía es mucho más triste que en los documentos ni siquiera le dan la importancia a los nombres locales, que para nosotros son vitales, porque cada nombre común tiene un significado y cuando se desconocen, se desconoce la importancia cultural que tienen para la comunidad de donde extrajeron la información. Por ejemplo, la pavita de la muerte es un pájaro que canta y su canto es "pao, pao, pao, pao", y dicen que cuando ese pájaro canta, alguien se va a morir. Muchas veces no se le da el contexto cultural que debería llevar, y a mí me parece una falta de respeto con las comunidades, pues simplemente les dan un nombre en inglés y les dan un nombre en latín.

Yo siempre soñé con hacer esto, con pajarear y yo solo no lo iba a poder hacer. Yo tengo tanto conocimiento, porque yo mismo, por iniciativa propia, me tomé la tarea de conocer el entorno donde estoy. Eso es ser muy apasionado. Yo siempre quise ser reconocido en lo que hago y, cuando mi papá se me fue, para mí fue muy duro y yo le prometí que yo iba a seguir lo que él hacía. Eso como que fue una fuerza para seguir incursionando más en el tema, y para seguir conociendo sobre estos animalitos y sobre el entorno, conocer la historia de un lugar maravilloso.

Si no hubiese conocido las aves, yo no sé qué sería de mí

Nota de actualidad | Por: María Camila Méndez | 12/10/2022

Si no hubiese conocido las aves, yo no sé qué sería de mí




Ramón Montes

Mi nombre es Ramón Montes, soy técnico en gestión ambiental del SENA y terminé una licenciatura en ciencias sociales en la Universidad del Atlántico, también hice una maestría en historia. Me dedico a investigar sobre temas de historia ambiental y me siento feliz con lo que me apasiona, que es enseñar, dar clases, guiar e investigar. Nací en Barranquilla, mi papá vino de un municipio de Bolívar llamado El Carmen de Bolívar buscando una oportunidad laboral como obrero. Acá en Barranquilla conoció a mi mamá, que se dedica a la repostería, y nos establecimos en un barrio del sur de la ciudad. Desde niño disfruté de los animales. Veía programas de televisión en canales como Animal Planet y Discovery Channel. Hay un personaje que a mí me inspiró en uno de esos canales por la manera en la que él transmitía el conocimiento. Era un conocimiento técnico, pero él lo hacía ver fácil. Eso me inspiró a mí para ser guía. Y yo cuando posteriormente trabajé en el zoológico haciendo recorridos, trataba de copiar ese ejemplo, de copiar esa manera de hablarle a las personas tan fácil sobre los animales que veía. Jeff Corwin en Acción se llamaba su programa. Otro programa que me marcó fue Exploradores por Naturaleza. Después pasé a la lectura. Mi papá me llevaba impresiones que sacaba del trabajo sobre los animales y yo ahí fui leyendo.

En 2004 y 2005 yo era un lector de temas de animales y en el 2006 vi la oportunidad de ingresar como voluntario al zoológico de Barranquilla. Pero ahí no tenía todavía un vínculo con las aves, sino con los animales en general. Con las aves, en vida silvestre, por primera vez tuve una relación gracias a una salida que hice en el año 2009, en diciembre, con dos amigos biólogos que me llevaron a observar aves en campo, en una zona que se llama el Corral de San Luis en Tubará. Ahí, por primera vez, vi aves en libertad y no olvido esa salida. Mis amigos biólogos estaban haciendo el Censo Navideño de Aves, que es una actividad de ciencia ciudadana, que organiza una entidad dedicada a la investigación de Estados Unidos que hace muchos proyectos aquí en Colombia. En diciembre censan aves, por eso se llama censo navideño. Es el censo más antiguo del mundo y aquí en Colombia lo están haciendo desde hace unos 30 años y en el departamento del Atlántico como desde hace cinco. Uno de los puntos de censado era el Corral de San Luis en Tubará. Los biólogos estaban buscando gente interesada y me vieron un interés porque yo participaba en temas ambientales y me propusieron que participara.

Yo tenía un libro que me había regalado mi mamá en enero del 2009, cuando cumplí años, que era la Guía de las Aves de Colombia. Yo las veía ahí de manera ilustrada, pero tenía ese interés por conocerlas en libertad y yo vi esa oportunidad. Entonces, me alegró muchísimo que varias de las aves que yo había visto en ese libro las pude ver ese día cuando estaban en libertad. Y fue una salida que no olvido porque vi por primera vez esas aves, las conocí, y aprendí mucho de ellos en ese momento. Esa experiencia fue importante porque yo estaba acostumbrado en el zoológico al tema de conservación ex situ, es decir, con los animales fuera de su medio ambiente, enseñando a las personas en los recorridos sobre educación ambiental. Entonces, verlas en libertad fue algo sorprendente y me hizo feliz ver a unas aves a las que estaba acostumbrado a verlas en jaulas, verlas viviendo en bosque seco. No he olvidado algunas de las aves que vi ese día: la oropéndola crestada, un ave que no olvido, vi uno que se llama Cyanocorax affinis o chau cha. Vi, por ejemplo, un ave que no volví a ver más después de esa salida que es un hormiguero, que anda a ras del suelo. Vi una curruca, que son aves pequeñitas que cantan muy bien. Vi el barranquero, que culturalmente es muy indicativo de la salud de los ecosistemas, porque donde está él, hay bosque y, si hay bosque, hay vida para las personas que viven a los alrededores. Entonces, hay un vínculo bien importante entre el barranquero y la comunidad.

observación de aves
Los mejores horarios para hacer avistamiento de aves son muy temprano en la mañana (entre las 5 y las 8 a. m.) y hacia el final de la tarde (entre las 4 y las 6 p. m.). Foto: Jeison Fandiño


En esa salida conocí esas aves, lo que me apasionó más por el tema del medio ambiente. Curiosamente, después del 2009, yo seguía leyendo de aves, pero no volví otra vez a hacer una salida específicamente para eso, porque me dediqué a otras actividades. Me dediqué a estudiar en el SENA, a comenzar la carrera, pero paralelamente yo seguía trabajando en temas ambientales, como guía en el Museo del Caribe, en la Fundación Proyecto Tití, donde trabajaba con primates, de educador ambiental. Posteriormente entré a trabajar con agencias de viaje. Me ponía a hacer recorridos de historia, tours aquí en la ciudad. Y todavía lo hago. Porque ya yo quería ver una forma de aplicar lo que yo estaba aprendiendo en las ciencias sociales. Entonces, me gustaba mucho la historia de Barranquilla, la historia del Atlántico, y hacía ese tipo de recorridos. Todavía los hago, desde esa época.

Cuando pienso en el momento de mi encuentro definitivo y permanente con las aves, tengo que recordar ese momento en el que empecé a trabajar haciendo tours por la ciudad. La vida mía había dado un giro hacia la rebeldía, las malas compañías, cosas que no me aportaban y yo me sentía como mal y mi familia estaba muy triste por eso. Yo igual seguía haciendo mis actividades, pero no estaba teniendo un comportamiento adecuado en mi casa y en mi entorno barrial. Entonces, en el 2016, yo iba a la Universidad del Atlántico y ya me iba a graduar de ciencias sociales y una vez me encontré con el profesor Rafael Borja por los pasillos de la universidad. Le pregunté que si había algo sobre aves en la universidad. Me había acordado de lo que había hecho en esa visita, y le pregunté: "profe, ¿qué hay por ahí de grupos de aves?". Y él me dijo: "hay un semillero". Y empecé a asistir al semillero, porque vi a personas que estaban interesadas por las aves. Y entonces volví a interesarme en el tema de las aves. Me apasionaba hablar sobre el tema. En ese año, el profesor Borja estaba haciendo un festival de aves migratorias y yo asistí a ese festival, que era una charla que hicieron un viernes y al día siguiente había una salida de campo que fue en San Juan de Tocabo, en el Urhuaco, al sur del Atlántico. Era un cuerpo de agua, una ciénaga, un área abierta donde se ven bastantes aves. Fui a esa salida y ahí otra vez me enganché con las aves. Ese día logré ver un buen número y ahí otra vez volví, ahí volví, ahí recordé todo, me metí de lleno y desde ese momento, desde junio del 2016 hasta ahora, no hay un solo día que yo no piense en aves, que no esté haciendo algo sobre aves, inventándome un proyecto, una guía, algo qué hacer.

En el semillero, había una compañera que estaba haciendo una tesis sobre las aves de la Ciénaga de Mallorquín. Ella me pidió ayuda con la identificación de las aves. Ahí volví también a la Ciénaga de Mallorquín porque recuerdo que la primera vez que fui a la Ciénaga de Mallorquín fue cuando estaba estudiando en el SENA, por allá a finales de 2009, comienzos de 2010. Esa fue la primera vez que un profesor del SENA nos llevó a Mallorquín. Esa vez hicimos un reconocimiento. Después volvimos con un grupo porque teníamos que hacer un trabajo. Ha cambiado mucho la Ciénaga desde ese momento hasta ahora. Por ejemplo, en la playa de Puerto Mocho, ahora hay unas casetas. Se trata de una invasión que ha crecido considerablemente desde el año 2018. Pero bueno, yo volví con mi compañera del semillero en el 2016 a la Ciénaga. En esa jornada vimos flamencos.

He pajareado mucho en la Ciénaga y eso tiene que ver con varios aspectos: desde el punto de vista ecosistémico, es el lugar de Barranquilla donde mejor se expresa la naturaleza y donde hay más naturaleza, entonces disfruto estar ahí porque es de Barranquilla, tiene mucha biodiversidad, cosa que no veo en otros espacios de la ciudad. El lugar donde puedo ver aves en un buen número es la Ciénaga de Mallorquín. Además de eso hay una conexión interesante que me gusta, entre el río y el mar y la Ciénaga, que genera paz, tranquilidad, libertad, un ambiente despejado que me gusta. Y, desde el punto de vista ecológico, es un lugar donde tú siempre vas a encontrar cosas interesantes en cuanto a aves. Por ejemplo, las migratorias. Cada vez que vienen, verlas aquí año tras año, me alegra. Ver la garza esta que está amenazada, la rojiza, el Conirostrum manglero.

foto de garza en mangle
La ciénaga es el hábitat de 146 especies de aves y recibe 64 especies con alguna condición migratoria. Foto: Felipe Villegas.


En el segundo semestre de 2016 yo fui a la Ciénaga de Tocagua, acompañé a mi compañera a hacer su tesis. En diciembre volví al censo navideño a otras partes del Atlántico y ahí conocí otras aves. Fui a Piojó. Recuerdo que fui a Sabanagrande. Y en el 2017 me decidí a crear Atlántico Birding con un compañero, un muchacho de biología que conocí en ese semillero. Lo cree porque aquí no había empresas de aviturismo. En el 2018 empecé a hacer tours, me contrataron unos estudiantes que estaban haciendo una tesis de ingeniería ambiental en la Ciénaga. Ellos me buscaron para que acompañara sus recorridos. Atlántico Birding es una iniciativa para hacer ciencia ciudadana, para participar en los censos de aves, para hacer aviturismo, ecoturismo también, porque a mí me gusta guiar grupos de senderistas por bosques y para explicarles de la naturaleza, del bosque seco y eso. Lo que hago en Atlántico Birding es una motivación personal. Con Atlántico Birding yo tuve la iniciativa de revivir censos de aves que estaban perdidos en el departamento, como el censo de acuática, el October Bird Day.

Pienso que en ese segundo semestre de 2016, cuando empecé a interesarme más seriamente por las aves, tomé una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, porque si yo en ese momento no hubiese conocido las aves de nuevo, como me enseñó el profesor Borja, yo no sé qué sería de mí. Entonces, esa fue una muy buena decisión y me ha generado satisfacciones personales, he podido ganar un dinero con eso, he ido a otras ciudades, he estado en proyectos que me alegran. He estado en los censos de aves, he conocido a nuevas personas. En ese momento las aves representaron para mí un espacio para meterme de lleno en la naturaleza y para olvidarme de situaciones pasadas. Por eso digo que el avistamiento de aves para mí es una actividad de meditación, que en la medida en la que tú la haces, la practicas, tú te olvidas un poco de la realidad y vives un momento único. Yo estaba buscando en esos momentos esos espacios y los encontré con las aves, porque me alegraba escuchar el canto de ellas, verlas en libertad, y era algo que enriquecía mi acervo sobre temas de la biología. Me generaba tranquilidad, conocía nuevas personas y buscaba una manera de ser útil, de aprender algo nuevo y, a través de las aves, replicarlo.

Ya he dicho que desde el 2016 no hay un día en el que no piense en aves. Siempre prefiero observar aves con personas porque aprendo de ellas, conozco nuevas personas en esto del pajareo, me relaciono con ellos y ellos me comparten información sobre las aves. Es jodido ir a un lugar de naturaleza y ver las aves solo. O sea, es mejor verlas en compañía y compartir con la gente y tener ese contacto. Para mí eso es importante. Disfruto observar aves con personas experimentadas y con no experimentadas porque a estas últimas les puedo enseñar y, de las primeras, puedo aprender. De pronto ellos tienen detalles de las aves que yo no tenga y puedo conocerlos en esos momentos.

Hay una frase: "por las aves, con la gente". A mí me gusta mucho la lectura y leo mucho sobre la historia colombiana y su geografía. Entonces salir a observar aves a otro departamento de la región o el interior del país es un pretexto también para tener un aprendizaje significativo acerca de lo que ya he leído previamente y verlo reflejado en la cultura, en la geografía, en su historia, en su gente. Para mí es una ganancia nada despreciable. Y en los recorridos que hago en Mallorquín y en otras partes del departamento, no solamente hablo del tema de aves, sino que también lo relaciono con la cultura de los territorios. Estoy muy interesado, además de la historia ambiental, en conocer las aves en la cultura popular del Caribe porque nosotros acá tenemos el vallenato de antes, la literatura, tenemos las danzas del carnaval, la tradición oral de los campesinos, los pescadores, y siempre están presentes las aves en los grupos indígenas. Los pescadores y los campesinos tienen una relación muy importante y siempre tienen historias relacionadas con las aves. Es una tradición oral que hay que compilarla, documentarla y plasmarla a través de trabajos investigativos. Hay que unir sociedad y ecosistema, y empezar a hablar de socioecosistemas, donde los seres humanos ya están inmiscuidos de manera fuerte en los procesos naturales y ellos tienen que generar un desarrollo sostenible para la conservación del medio ambiente.

Las aves lo tienen todo, ellas tienen todos los recursos, no son como nosotros, que tenemos que trabajar

Nota de actualidad | Por: María Camila Méndez | 12/10/2022

Las aves lo tienen todo, ellas tienen todos los recursos, no son como nosotros, que tenemos que trabajar




Las comunidades de la Ciénaga de Mallorquín 1

Ese matorral de ahí, ese mangle, ese arbusto grande, era una matica muy pequeña. Ese mangle tiene una historia que yo sé. Cuando era pequeño, yo empecé a echarle la arenita que recogía cada vez que barría, y cuando venía el agua, entonces yo venía y le rociaba y él fue creciendo y creciendo. Las semillas del mangle divagan en el mar y cuando ya están a punto de arraigarse, ellas mismas vienen y se posesionan. Él solito se cimentó, él solito se cimentó, nadie lo sembró ahí. Y él está en medio de las piedras. Yo no me explico cómo llegó esa semilla ahí, pero de que llegó, llegó y solita. A veces hay personas que vienen y no piensan en lo que nosotros tenemos en el entorno, y lo que hacen es sacar, quitar, despejar el área porque es lo que necesitan para poder hacer sus proyectos. No les importa destruir todo lo que está a su paso, no les importa pasar por entre los mangles, eso me hace pensar en el futuro del cangrejo muelón, del cangrejo azul, de los cangrejos rojos, los mapaches, las culebras, y en el de todos los animalitos que tienen la costumbre de atravesar de un mangle para el río y de un mangle para el mar.

María de los Ángeles Hurtado

Las comunidades de la Ciénaga de Mallorquín vivimos de la pesca. La Ciénaga es una despensa para nuestra comunidad, es la despensa que permite que subsistamos con nuestras familias. Aquí se capturan especies como el camarón, la jaiba, el caracol, el chipi chipi y peces como el lebranche, el chivo, la mojarra, el macabí, la lisa y la anchoa. Quienes vivimos cerca de la Ciénaga hemos aprendido mucho de ella, porque la verdad es que tenemos un patrimonio invaluable dentro de esta comunidad. Hemos aprendido, por ejemplo, el tipo de artes de pesca que deben utilizarse para cuidarla. Anteriormente era con atarraya y canoa. Hay pescadores que pescan a pie, algunos en canoa, otros pescan en lancha. Sabemos que no es bueno pescar con trasmallo y chinchorro.

La pesca nació con muchos de nosotros, pues empezamos desde muy niños a hacerlo. La cercanía con la Ciénaga nos permitió conocer los animalitos que viven en ella. Gracias a nuestro trabajo como pescadores podemos conocer los hábitos de las aves de la Ciénaga y hemos aprendido mucho de ellas. Por ejemplo, dónde duermen, por qué comen aquí, por qué van a dormir a otro lado. Nos hemos dado cuenta de que de aquí se han retirado los pájaros por la bulla, por lo que están haciendo ahí para el proyecto del ecoparque. El ruido, las maquinarias, las ha alejado de ahí, ya no duermen ahí, duermen en otro lado, no comen casi ahí tampoco. Las garzas dormían allá del otro lado, ahora están durmiendo de este lado de la Ciénaga.

Cienaga de Mallorquin
La Ciénaga de Mallorquín está ubicada en el extremo norte de Barranquilla, muy cerca de la desembocadura del río Magdalena en el Mar Caribe. Foto: Felipe Villegas


Con los años, hemos podido sentir los cambios que ha tenido la Ciénaga, que antes era bastante inmensa, extendida, era mucho más grande y tenía una profundidad como casi de dos metros. Pero, en el 94, esa ciénaga se secó, sequecita, caminaba uno en el barro. Después volvió a secarse otra vez. Se hicieron unos box culvert... Pero nosotros, los pescadores, fuimos los que iniciamos eso, después se nos unió el resto de la comunidad de Las Flores y de La Playa, entre todos empezamos a covar 2. Después continuamos haciendo canales para drenar el agua de la Ciénaga, y así se mantuvo hasta que alguien buscó a los funcionarios de la alcaldía para hacer unos box culvert y así nuevamente cogió vida la Ciénaga. Pero entre más días pasan, la Ciénaga más decae. Y eso se puede ver en el comportamiento de las aves, porque se están alejando debido a que se está secando y al ruido.

Los pescadores de Las Flores y La Playa pescamos en alta mar y en río, y para desarrollar nuestra labor hemos aprendido a conocer los hábitats de todos los seres que viven en la Ciénaga. Tenemos que entender por qué a los peces y los moluscos que pescamos les gusta vivir en cierto lugar y no en otro lado. Por ejemplo, al chipi chipi le gusta los sitios donde hay más arena, como pasa aquí en la Ciénaga, que tiene más arena que otras como la Ciénaga Grande. Aquí, en la Ciénaga de Mallorquín hay más arena debido a las dos aguas que recoge, las del río Magdalena y las del mar. Al chipi chipi también le gusta un poco más el lodo del río que también hay acá. A las garzas les gustan mucho los pececitos pequeños que comen moluscos. En la noche, y dependiendo de cómo está la marea, los peces de la orilla de los mangles salen de los manglares. Si la marea está seca, los peces salen. Entonces nosotros los pescadores salimos de capturarlos en las profundidades, de donde salen del seco, de ahí de los mangles, a capturarlos afuera, con atarraya o con anzuelo, con algo que esté permitido.

Nosotros sabemos dónde duermen las garzas y las cotorras, que también llegan a dormir, a las cinco de la tarde están ahí, junticas, eso están ahí como si fueran un relojito, ahí están en un dormidero que tienen. Y en la mañana, a las cinco y media, salen. De aquí de la Ciénaga se han retirado muchas aves por el ruido, bastante aves se han retirado: flamencos, están del otro lado del río, de la Ciénaga que está allá, ese lugar al que le llaman Los Charquitos, allá hay bastante flamenco. Se han alejado de la Ciénaga por el ruido y porque se está secando, se está muriendo la Ciénaga. Y con esos trabajos que vienen haciéndole... si sacan al pescador de ahí, más se muere la Ciénaga, porque si el pescador necesita pasar para allá, él hace un caño, cualquier cosa, pero pasa, mientras los que están haciendo los proyectos no van a venir a la barra a surcar, o si lo hacen, lo harán con maquinaria. Nosotros no, nosotros surcamos con pala, y ese fluido de aquí para allá, ese movimiento de nosotros pescando, eso siempre mantiene ese canal abierto, o sea que somos nosotros los pescadores los que mantenemos ese canal abierto porque pasamos todos los días. Nos damos cuenta en dónde está tapado y lo arreglamos.

navegando la cienaga
La ciénaga es una fuente importante de recursos para las comunidades, a través del ejercicio de actividades como la pesca y el ecoturismo. Foto: Felipe Villegas


Mientras pescamos, nos damos cuenta de que las aves de la Ciénaga tapan el sol, lo tapan, hacen la sombra así donde van volando todas. Las gaviotas son blancas y cuando dan la vuelta se ven negras. Las aves lo tienen todo, ellas tienen todos los recursos, no son como nosotros, que tenemos que trabajar. Ellas lo tienen todo, ellas se mudan aquí y veo que ellas no tienen manos, no tienen nada y muy bien que se alimentan, muy bien que todo. Nosotros vemos cómo es que hacen para coger los peces. Hay una garza morena que llega y mete la patica así y sacude debajo de las hojas para ver si salen los pececitos de allá abajo, para ella comérselos. Son técnicas de pesca. Ella es pescadora igual que nosotros. Entonces hay unas que abren las alas, hacen sombra y los peces llegan a buscar la sombra y ¡tá!, los atrapan en seguida. Y así hay muchas técnicas para pescar que usan ellas. Nosotros los pescadores les hemos aprendido técnicas a las aves que pescan: por qué pescan todos los días en ciertos lugares. Nos hemos dado cuenta de que las aves son territoriales. Si siempre se hacen en un árbol a pescar, todos los días vienen a pescar ahí es porque los peces, bien sea por la corriente o por cualquier otra cosa, siempre pasan por ahí. Si hay partes a donde no llegan los peces, entonces ahí no está el ave que pesca. A veces las aves y nosotros pescamos lo mismo. Entonces cuando nos damos cuenta de que hay aves que siempre andan por un lugar pescando, eso nos da la seguridad de los lugares donde están los peces para ir a buscarlos nosotros. Porque detrás del pez que se está comiendo ella, ahí hay otro más grande. Nosotros pescamos con ellas, porque ellas son pescadoras igual que nosotros.

Pescar es nuestra vida, pero la pesca se está acabando, las industrias, todo se está acabando. Todos los recursos de pesca se están acabando. La Ciénaga cada vez da menos peces y el mar también porque las industrias pesqueras se llevan los peces. Nosotros pescando por las orillas también acabamos, nosotros también somos bastante depredadores de la situación. Por ejemplo, hay personas que vienen solamente a pescar y matan los peces y los dejan, les sacan las huevas y los dejan, de tanto que sacan millones de huevas, qué peces vamos a coger el año que viene.

Como este es un ecosistema, todo está complementado, cuando hay agua, hay vida y hay diferentes especies que están en su entorno. Por ejemplo, la zona manglárica de la Ciénaga nos sirve de protección de las fuertes brisas, pues los mangles son cortinas rompevientos. Si no tuviéramos esos manglares ahí, durante las temporadas de brisa, miles de techos no resistirían. Además, los mangles sirven de hábitat para los peces, para las aves, insectos y crustáceos. También sirven para protección de los humanos, porque proveen aire húmedo. Además, se sabe que el manglar tiene potencial en oxígeno, más que los otros árboles. Nosotros como pescadores sabemos que nuestra tarea es cuidar del mangle. Por eso, desde hace tres años nos hemos unido todas las organizaciones de pesca para gestar estrategias comunes que nos permitan establecer canales de conversación para reclamar nuestra participación en las discusiones sobre los proyectos de desarrollo que involucran a las comunidades de la Ciénaga. Nosotros sabemos que, para seguir viviendo de la pesca y del turismo acá en la Ciénaga, hace falta tener bastante conocimiento y conservar bastante la naturaleza.

manglar
Otro de los servicios ecosistémicos que presta la ciénaga es la retención de sedimentos, desechos y sustancias tóxicas que pueden llegar al mar. Foto: Felipe Villegas.


1 Este relato ha sido construido gracias a las conversaciones que mantuve con Arquímedes Barraza, Alí Pacheco, ambos pescadores de las comunidades de La Playa y Las Flores, respectivamente, y con María de los Ángeles Hurtado, una mujer que vive del turismo y es líder comunitaria del barrio Las Flores. Si bien el relato se lee como una sola voz, es la narración coral construida gracias a sus historias, a la generosidad con que compartieron su experiencia con la Ciénaga de Mallorquín.

2 Levantar y mover la tierra con la azada, el azadón u otro instrumento semejante.

A veces uno no crece en estatura, pero crece en pensamiento

Nota de actualidad | Por: María Camila Méndez | 12/10/2022

Aquí en esto uno tiene que tener sangre de gallina




Alberto Florián

Mi nombre es Alberto Florián, tengo 70 años, soy del municipio de Malambo. Me gradué del bachillerato en el 78, de un colegio de acá de Barranquilla. Mis padres eran campesinos de Malambo, trabajaron la tierra. Mi papá fue jornalero y mi mamá trabajó la alfarería, sacaba el barro de la Ciénaga de Malambo. En mi familia fuimos nueve hermanos. Casi todos mis hermanos hemos trabajado aquí en el mercado, pero ahora solo quedamos trabajando dos.

Este negocio fue una herencia que mis padres dejaron. Después de que mi padre se retiró de su trabajo en las labores del campo, buscó qué hacer y él y mi mamá se vinieron para acá y comenzaron a laborar los dos. Cuando mis hermanos y yo salíamos del colegio en Malambo, cuando todavía estábamos haciendo la primaria, nos veníamos para acá a ayudar. Desde siempre, mis papás se dedicaron a vender fríjoles, porque eso era de lo que más se daba en el campo. Unas veces le compraban los fríjoles a un vecino que cultivaba cerca a la casa donde vivíamos. En ese tiempo, lo que había acá, en este lugar, era como una especie del Playón, un espacio grande, hasta el otro sector de la calle 43B. La gente trabajaba en unas mesas, otros tiraban al suelo su mercado para ofrecerlo en unos sacos. Lo que sí había eran como unas bodegas de naranja, donde se almacenaban la naranja y las patillas. En la madrugada todo el mundo sacaba sus negocios por partes. Así era La Magola. Después fueron haciendo quioscos, fue desapareciendo eso del piso, ya todo el mundo se fue organizando, fue la misma gente que empezó a poner techo para la lluvia, a organizar los pasillos.

Cuando comencé el bachillerato, se interrumpieron un poco mis visitas al mercado, porque solo podía venir los sábados y domingos, el resto de la semana lo dedicaba a estudiar. Era más pesado y tenía que ser más responsable con el estudio. Tres años antes de graduarme del colegio, conocí a una muchacha. Para el tiempo de yo graduarme, ella quedó embarazada. Aquí en Barranquilla estaba la Universidad del Atlántico y no era tan grande como ahora, no ofrecía tantas carreras. Entonces me salió un patrocinio para ir a estudiar a Cartagena. Mi pareja me dijo que se iba conmigo a Cartagena, para que yo pudiera estudiar, pero yo decidí que no me iba, porque yo dependía de mis padres y no podía sostener a la familia allá. Yo quería estudiar medicina. Después de eso yo continué trabajando, vendía fríjoles en el mercado en un puesto diferente al de mis papás. Lo más prudente que yo podía hacer en ese momento era tener ese puesto de fríjoles, pues conseguir otro trabajo era difícil.

Cuando ya mi hijo nació, nosotros vivíamos en una finquita de Malambo. Así transcurrió el tiempo, hasta que un día ella me dijo que quería acompañarme al mercado para vender lo mismo que yo vendía. Entonces, ella comenzó a tener su propio negocio. Yo madrugaba mucho para comprar artículos para ella y artículos para mí. Y así fue creciendo, fue creciendo el negocio. Hicimos una casita que teníamos en Malambo y así nos pudimos ir de la finca de mis suegros, que era donde vivíamos antes. Durante un tiempo, antes de que compráramos nuestra casa, yo alcancé a vender frutas en Barranquilla, cerca del Paseo Bolívar. He tenido la oportunidad que Dios me ha dado de tener buena mente para hacer lo que me agrada hacer. Mi hijo ya tiene 47 años. Me dio dos nietos y dos bisnietos. Mi hijo trabaja en Soledad arreglando carros. Él vive conmigo en Malambo.

granos de plaza
Las plazas de mercado son centros de biodiversidad y de intercambio de conocimientos. Foto: Felipe Villegas


Después de un tiempo hubo un desalojo de puestos y así fue como se conformó lo que ahora llaman el mercado El Playón. Eso fue en la alcaldía del cura Hoyos, Bernardo Montoya, que era antioqueño. Él mandó a desalojar a toda esta gente, por temas que, en su momento dijeron, era ocupación indebida del espacio público, y tumbaron el mercado ese que estaba bueno. Lo que ahora es el Playón no llega ni a una quinta parte de lo que era el mercado anteriormente. Cuando sucedió ese desalojo, se perdieron los puestos. En ese momento mi pareja tomó la decisión de quedarse nuevamente en la casa. Yo seguí trabajando, aunque mi puesto también se perdió. Lo que hice fue empacar bastantes fríjoles en una cajita, en una "chacita" de madera en la que metía varias cosas para vender por el mercado. En ese tiempo no había casi tiendas, el aforo del público era impresionante. Ahora ya no, la tendencia se ha perdido. Un domingo aquí la gente se empujaba para comprar. Ahora no, ahora hay muchos supermercados. En cada barrio hay una Olímpica, las élites de la ciudad son dueñas de esos negocios.

Cuando los funcionarios de espacio público se calmaron, yo volví otra vez a este puesto, a este lugar. En ese entonces no vendíamos todavía en una mesita, sino que poníamos cajas, pensando en que, si la alcaldía nos las quitaba, pues no perdíamos mucho dinero, porque las cajas no costaban casi nada. Anteriormente aquí se pagaba una "introducción de venta", como lo denominaban. Era un tiquetico que uno tenía que comprar para poder vender acá. Después aparecieron los sindicatos. Se les pagaba 1 000 pesos o 500 pesos por semana, pero nunca vimos mucha gestión de su parte. Una vez me enfermé, me iban a operar del corazón, duré 12 días internado en un hospital y durante ese tiempo solo vi la cara de unos cuantos amigos, pero nunca vi la cara del presidente del sindicato ni del secretario, ni del tesorero.

Mis clientes dicen que es bonito comprar en el mercado porque no encuentran en otro lugar lo que encuentran aquí. Durante todo el tiempo que he vendido en este mercado y gracias a que crecí en el campo, he aprendido los secretos del cultivo de los fríjoles. Cuando yo era niño me iba para las parcelas de mis familiares y ellos nos enseñaban a sembrar. Así aprendí a sembrar yuca. En mi casa en Malambo yo tengo yuca sembrada, hay árboles de ciruela, naranja, mango, guanábana. Otras cosa que he aprendido acá es que el fríjol cabecita negra o caraota solo tarda 55 días en crecer, cuando tienen un color amarillo, es porque tienen 60 días. El zaragoza blanca se demora cuatro meses. Estos fríjoles hay que cogerlos secos, porque si se cogen verdes, después no cogen el color blanco que los identifica. Es necesario calcular los tiempos de siembra para que la cosecha pueda recogerse antes de que el invierno llegue, porque si no se hace, se pierde. Uno siembra a comienzos de enero hasta comienzos de febrero, porque ya más adelante, si se mete el invierno, se puede dañar. También comparto con mis clientes secretos para hacer recetas, por ejemplo, el arroz con coco y fríjoles cabecita negra.

Todo ese largo camino acá, todo eso lo he vivido. A veces uno no crece en estatura, pero crece en pensamiento. El tiempo me ha dado la experiencia de saber manejar esto y, sobre todo, lo que es más bonito, saber tratar a las personas que vienen a comprar lo que yo vendo. Yo siempre me mantengo aseando mi puesto de trabajo, lavando los fríjoles. No me gusta trabajar sobre el mugre. Yo disfruto lo que hago, porque es que esta es mi forma de trabajo. Para mí es garantizado mi trabajo, no dependo de nadie, dependo de mí mismo, porque nadie me va a decir a mí "¿por qué no viniste hoy a tal hora?, ¿o por qué te quedaste en la casa?". Y esto, vuelvo y lo repito, lo amo, me encanta. También me gusta porque me mantengo ocupado todo el tiempo: empacando los fríjoles, desgranando guandul, cambiando los plásticos sobre los que los dispongo. Amo lo que hago aquí, amo lo que me ha dado vida, lo que me ha dado para vivir. Tampoco es que esto me haya dado comodidades ni esas cosas, pero me ha permitido vivir. Este trabajo es duro, tenemos que aguantarnos los horarios difíciles, los desalojos frecuentes.

Aquí en esto uno tiene que tener sangre de gallina

Nota de actualidad | Por: María Camila Méndez | 12/10/2022

Aquí en esto uno tiene que tener sangre de gallina




Carlos Recuero

Son 28 años aquí. Yo llegué con un cuñado mío y nos instalamos en un puesto al frente de un centro comercial cercano. Recuerdo mucho que mientras estuve trabajando allí el dueño del centro comercial mandaba a su secretaria a pedirme fruta. Yo se la daba, porque pensaba que en algún momento me la iba a pagar, pero no lo hacía. Una vez su esposa me preguntó que si él me pagaba, yo le dije la verdad, que no lo hacía. Entonces, ella me dijo a mí: "me haces el favor, a partir de la fecha, lo que él te pida, si no te da la plata, no le entregas nada. Y como yo sepa que tú le sigues entregando, soy yo la que te va a echar de aquí". Entonces me puso entre la espada y la pared. Ella vino y reunió a la familia de él y le puso la queja de lo que estaba pasando. Eso fue peor para mí. Y fue cuando me pasé a este lugar en el que trabajo desde hace 28 años. La gente de por acá arriba es muy humillativa y lo ven a uno como poca cosa, creen que este no es un trabajo digno. ¿Y de qué se nutren ellos?, ¿no es de lo que le compran a uno?

Mi ascendencia toda es de pueblo. Mi papá era de Calamar, en el sur de Bolívar, y mi mamá era de un corregimiento cerquita que se llama Hato Viejo. Esa fue una región próspera. Allá hay ganado, hay bastante leche, queso, pero lamentablemente se metió el paramilitarismo y ocasionó que mucha gente se fuera. Allá se perdió la tierra de mi familia, la herencia de nosotros se perdió. Por la violencia, mis padres se vinieron a Barranquilla. Pero cuando eso no había eso que hay ahora de la ley de Justicia y Paz. No había ni esos documentos que se podían guardar de desplazados. Ellos empezaron a tener una familia en Cartagena y después llegaron a Barranquilla, porque la mayoría de familiares, tíos y tías habían emigrado acá, a Barranquilla. En Bolívar, la familia se dedicaba a la ganadería y a cultivar yuca, plátano, se hacía queso. Yo nací aquí en Barranquilla, en un barrio que se llama Carrizal. Yo soy el quinto hijo de 9 hermanos. Yo fui el que estrené la casa de Carrizal, yo nací ahí, estando la casa a medias, cuando estaban empezando a hacerla. Yo solo pude estudiar hasta séptimo de bachillerato, no había recursos en mi casa. En esa casa mi mamá tenía anón, níspero, maracuyá, calabaza, ñame, plátanos como el guineo, manzano, cuatro filo, había la uvita pequeñita. Allá los nísperos eran grandotes, crecían en un patio grandísimo. Eso lo consumíamos nosotros. Mi mamá también tenía cría de animales. Un día se metieron y se lo robaron todo.

señora atendiendo puesto de plaza
Las plazas de mercado son el sustento económico de miles de familias; especialmente, aquellas dedicadas a la producción y comercio agrícola. Foto: Felipe Villegas


En Barranquilla mi mamá se dedicó a ser comerciante. Yo aprendí lo del comercio por mi mamá. Desde que tenía 9 años ya yo iba a Maicao con mi mamá y viajábamos a Bocachica allá en Cartagena a buscar loza. Por eso es que yo salí aventurero, a la familia, porque yo eso lo heredé de mi madre. Me enseñó a defenderme, a trabajar. El que salió así, comerciante, fui yo. Yo me podía perder y aparecía con un camión de ñame, un camión de queso, yuca, o sea, yo no me le arrugo a lo que salga. Con esa actividad mi mamá nos sacó bastante adelante. Fue mi mamá la que nos enseñó los valores porque, gracias a Dios, en la casa nadie fuma, nadie salió de mala cabeza, gracias a la buena crianza de mi madre.

Después de que salí de estudiar, a veces me iba a trabajar en la confección, porque mi hermano tenía su microempresa de costura. A veces yo me iba a viajar con compañeros, Algunos de ellos eran relojeros, otros técnicos de radio y máquina de coser, otros eran zapateros, y yo iba vendiendo la ropa de niño que hacía mi hermano. Yo era el que más vendía en las fiestas de los pueblos a las que íbamos y yo era el más pelado del grupo. Yo a veces, al recordar lo que hacía mi mamá, que hacía trueque, entonces yo también hacía trueques con familias que no tenían plata para comprarme los vestidos para los niños. Intercambiaba esa mercancía por queso o gallinas, y luego volvía a Barranquilla y vendía eso otra vez.

Con los años tuve una microempresa de pasteles. Yo repartía de pasteles de arroz con pollo y cerdo. Entonces una señora los hacía y yo me ganaba un porcentaje. Un día dije: "pero si yo puedo hacerlos también y no tengo que estar madrugando allá, sino que madrugo para mí". Y como Dios me dio el privilegio de captar y aprender rapidito, yo veía cómo hacía ella y empecé a hacer yo mismo mi producción de pasteles. Pero, en una época, cuando ya había acá un parque, el Parque Mutis, allá hay piscinas, toboganes, yo ahí surtía. Pero eso se echó a perder ahí, lo abandonaron y después la alcaldía de Soledad mandó a quitar todos los quioscos que había, donde uno vendía. Yo le ponía a los quioscos de a 20 o 30 pasteles. Se los ponía en la madrugada y los cobraba al día siguiente. Un poco de gente quedó cesante y el principal damnificado fui yo, porque toda la plata de lo que vendía, la perdí.

También fui mayorista de queso. Viajaba a los pueblos como César, al Guamo en Bolívar, a Hato Viejo, al Carmen, a San Juan, a Pivijai y a Plato en Magdalena. Buscaba queso por todos los pueblos y también fui damnificado del paramilitarismo, me sacaron del negocio también, porque no me presté para un negocio que ellos querían. Ellos veían que cuando yo entraba al aeropuerto a mí no me requisaba la policía ni nada. Yo atendía el casino Internacional del Aeropuerto y por eso entraba tres veces a la semana a llevar cinco o seis bloques de queso. No sabía que a mí me estaban haciendo seguimiento y un día yo estoy en la bomba, tanqueando la moto y ahí había un amigo, que todavía está vivo, yo estaba cobrándole lo del negocio, porque yo le ponía pasteles y quesos y yo liquidaba con él todos los domingos. Entonces, yo estaba hablando con él, cuando llegaron cuatro tipos en una camioneta y pidieron seis cervezas. Cuando mi amigo les llevó solo cuatro, ellos dijeron que habían pedido "una para Carlos y una para usted". Cuando dijeron Carlos, yo volteo a mirar extrañado. Y mi amigo me pregunta: "¿los conoce?". Y yo le dije: "no". Y me dicen: "no se asuste, viejo Carlos, está bien recomendando". Y yo le dije: "¿y de dónde nos conocemos?". Y me dice: "no, nosotros nos conocemos desde hace tiempo, lo que pasa es que no habíamos tenido tiempo de hablar así". Y entonces mi amigo les dice: "bueno, barájenmela más despacio. ¿Qué es lo que pasa con el chino?". Entonces me dijeron: "no, no se asuste. Lo que pasa es que nosotros le vamos a proponer un negocio, hay un negocio. No se preocupe, tómese la cerveza y ahora miramos". Cuando intenté irme, me repitieron que querían proponerme un negocio y me ofrecieron otra cerveza.

A mí siempre me han gustado los negocios. Yo tenía la microempresa de pasteles, repartía 12 o 15 bloques de queso diarios, y en la tarde yo repartía unos panes especiales que me hacían unos amigos y terminaba también en el aeropuerto. Un sábado, después de ese encuentro, iba por el hipódromo y me encontré de nuevo la camioneta de los hombres que me habían abordado antes. Me entraron nervios. Se bajaron unos hombres y me dijeron: "oye, Carlos, ven acá. Es que nosotros queremos hablar contigo". Y yo les dije: "¿de qué? Si ustedes me dicen que es negocio y yo vendo pasteles y quesos. ¿Qué es lo que quieren ustedes?". Nos sentamos en una esquina y pidieron cinco cervezas. "Mira, lo que pasa es que nosotros tenemos gente allá en el aeropuerto", me dijeron, "lo que pasa es que a nosotros nos conocen. A ti te conocen más, pero no saben lo que tú vas a hacer". Yo les dije: "ahora como que les estoy entendiendo menos". "No, hombre, tú entras lunes, miércoles y viernes al aeropuerto a entregar quesos al casino. Nosotros necesitamos... ya eso, allá adentro todo está hablado. Tú vas a entrar... abajo tú no vas a llevar quesos, van a ir unas bolsas blancas como si fueran quesos y tú vas a llevar un solo bloque de queso, pero allá se te van a facturar los mismos cinco o seis bloques de queso". Yo no tenía ni idea de lo que ellos me estaban planteando. Y continuaron: "como tú entras allá como Pedro por su casa, pues tú vas a meternos unos paquetes para nosotros que allá ya saben lo que van a hacer con ellos". Yo les dije: "amigos, ustedes como que están hablando con la persona equivocada". "¿Cómo que no? Si usted lo que va a ver es plata".

Yo vivía en Carrizal y al lado había un lote de mi tío. Yo ese lote lo tenía limpiecito y ahí ponía dominó, cartas y la gente tomaba sus cervezas. Un domingo, yo estoy haciendo el aseo, cuando llegó la misma camioneta. Ese día me amenazaron con la seguridad de mis hijos. Me dijeron: "o vas a salir adelante o vas a ser un pobre diablo toda la vida". Yo les dije: "bueno, yo confío es en Dios que es el que me provee". Entonces, eso fue un domingo en la mañana. El lunes yo fui a llevar los quesos al aeropuerto y no me los recibieron. Fui a unos graneros que tenía y tampoco me recibieron. Y así, los clientes empezaron a decirme que no. Un día, la camioneta volvió a cerrarme y se bajaron los hombres: "¿no estás vendiendo quesos, verdad? Te dijimos que por no colaborar con nosotros te vas a quedar sin negocio, y te vas a morir de hambre. Y cuando quieras venir a arreglar con nosotros, ya no va a haber arreglo, pues ya encontramos quien nos haga el negocio". Entonces ahí fue cuando yo entendí que ellos eran los que me habían bloqueado. Yo tenía una clientela grande y la perdí. Me tocó retirarme del negocio del queso y empezar de nuevo.

puesto de plaza
La pandemia evidenció la importancia de las plazas de mercado como centros de abasto para las familias y negocios del país. Sus cierres, a causa del confinamiento, impactaron la seguridad alimentaria y económica de muchos. Foto: Felipe Villegas


Un amigo fue el que me trajo a mí por acá. Me dijo: "ponte ahí, vende fruta. Tú no vas a dejar morir a tus hijos de hambre". Me vine y hasta el sol de hoy. Cuando la pandemia, la alcaldía y la policía nos obligó a irnos, porque nos echaron engañados de que nos iban a ayudar, y nunca lo hicieron. Yo me fui para la casa, pero como le digo, yo siempre he sido echado pa lante y allá en la casa me la ingenié, puse este mismo negocito allá cuando cerraron, porque también cerraron por allá. Entonces, yo me fui para el mercado y traía bulto de yuca, de ñame, guineo verde, traía fruta y empecé a vender en la puerta de la casa. Mandé a hacer 4 mesas y llenaba unas canastas que tengo de papaya, de guayaba, de naranja, de toda clase de frutas. Eso también despertó envidia de los tenderos por ahí. Después me enfermé. Yo tengo problemas de columna y me enfermé. Yo tuve varias caídas en la moto y nunca le presté atención. Pero yo sí sabía de las dolencias que yo tenía. Y después se me recrudeció, porque me tocaba alzar el bulto de yuca, el bulto de ñame, el de guineo verde, el de plátano... Por eso me enfermé, en plena pandemia. Y me estaba yendo bien, mis pelaos estaban contentos porque llegué a juntar casi cuatro millones de pesos en un año, libre de todos los gastos. El negocio surtidito de todo. Yo allá en la casa vendía pescado, cerdo, queso, huevos, patilla. Después me dio COVID y fue muy grave. Me endeudé mucho. Pero bueno, logré salir de eso. Yo estoy aquí desde hace solo unos meses, volví en diciembre del 2021. Recuerdo que después de estar dos años sin ver a una amiga clienta de por acá, nuestro reencuentro estuvo lleno de abrazos y lágrimas. Ella pensaba que me había muerto, no supo nada de mí durante todo ese tiempo. Varios clientes me dijeron: "Carlos, yo te lloré, porque yo pensé que habías muerto".

Como yo siempre he sido curioso de averiguar el origen de cierta fruta, porque hay cierta fruta que se da en distintas regiones. Yo voy al mercado de Barranquilla desde hace 28 años. A veces también compraba en el Puerto de Soledad, que llegó a ser un puerto importante, porque le compraba directamente a los agricultores, a los campesinos que sembraban. Ellos venían por el brazo del río, a eso le llaman la isla de Cabica, venían en su chalupa y traían el producto que ellos mismos cultivaban. Traían habichuela, cebollín, apio. Venían del Magdalena, del Morro, de San Antonio. Yo les tenía que comprar todo el producto para justificar su viaje. Yo era un mayorista, porque yo acaparaba esas compras y después las revendía. Al mismo tiempo que vendía los quesos, vendía este tipo de mercado. Pero eso también lo tuve que dejar de hacerlo por las extorsiones que empezamos a sufrir las personas que trabajábamos allá, la corrupción empezó a ser protagonista en Soledad.

Todos los días voy a los mercados del centro a conseguir mercancía fresca. Llego al mercado a las tres de la mañana, me levanto a las dos, por eso me acuesto temprano, a eso de las siete o siete y media de la noche. Yo tengo mis proveedores específicos. Algunas frutas son de temporada, así que solo puedo irlas a buscar en unos meses determinados. Por ejemplo, el anón sale en agosto y eso en un mes tú te haces toda la plata del mundo porque ese es algo que lo pelean. El mamón también es de una época específica. El mamón que es grandísimo, es ácido, pero es muy nutritivo. Después de comprar en el mercado, le pago a un amigo que tiene una camionetica que me trae la compra desde el mercado hasta aquí. Me cobra 15 000 pesos todos los días. Yo nada más en transporte, por salir de la casa y llegar aquí, gasto 25 000 pesos, que me gasto sin tomarme un tinto, sin tomarme un café ni un jugo, nada. Aquí en mi puesto la gente se da el lujo de ver que todo está fresquecito y escoge la que le gusta. Así el cliente se va satisfecho.

Me siento feliz cuando arranco un palo de yuca que yo sembré

Nota de actualidad | Por: María Camila Méndez | 12/10/2022

Me siento feliz cuando arranco un palo de yuca que yo sembré




Alejandro Pérez Contreras 1

La vida mía ha sido bastante complicada porque yo no soy de por aquí de esta región. Yo nací en El Carmen, Norte de Santander. Mis padres vienen de familia campesina. Mi papá era albañil, pero mi madre sí provenía del campo. Mi madre perdió todo en La Violencia, sus papás fueron asesinados por ser liberales. Entonces mi madre tuvo que desplazarse al pueblo y allí se dedicó a ser ama de casa, viviendo con mi papá.

Nosotros no tuvimos una orientación sobre las labores del campo de parte de mis papás, porque ellos ya estaban en el pueblo, el pueblo de El Carmen que es un pueblo pequeño. Yo pude estudiar hasta cuarto o quinto de primaria. No pude hacer más, en aquel tiempo era muy complicado, uno no tenía para un cuaderno, una cartilla, era una pobreza muy extrema. Entonces, tuve un profesor que provenía de una familia campesina, se llamaba Reynel Quintero Chinchilla. Él tenía raíces campesinas. Nos enseñó, en una granja que era del municipio, a cultivar las hortalizas. Junto con los compañeros del curso que estábamos interesados en esas clases, comenzábamos a picar piedra, a hacer semilleros, a sembrar distintas hortalizas. Yo creo que el amor por la agricultura surgió ahí, porque aprendí a sembrar el cilantro, el rábano, la lechuga, el pepino. Entonces fui cogiendo un amor por la agricultura. Yo decía, "cuando yo llegue a la universidad, yo voy a estudiar para agrónomo”, algo así. Siempre se me metía en la cabeza eso, y mi mamá es campesina, y eso me llenaba como más de emoción. Pero creo que viene de ahí, de esa enseñanza desde la primaria. Eso debería enseñarse en los colegios. Pero usted ve que los muchachos llegan a escoger carrera y a ninguno le interesa el agro, ninguno quiere ser campesino, como si eso fuera lo peor, y resulta que ahí es donde está la vida, los alimentos. Entonces necesitamos jóvenes que estén interesados en la agricultura y que el gobierno ayude.

plaza de mercado
Según el DANE (2022), en el trimestre mayo - julio de este año, 14.454 personas se identificaron subjetivamente como campesinas. Foto: Felipe Villegas.


Desde muy niño, en compañía de mis dos hermanos mayores, nos dedicamos a recolectar café, andábamos por todas las regiones cafeteras recolectando café. Comenzamos a coger por el Cesar, por Santa Marta, por muchas partes de Colombia comenzamos a recoger café. Vivíamos de región en región, hasta que llegó el momento que nos quedamos en la Sierra Nevada de Santa Marta, por allá por el año 1970 o 1972. Yo era muy jovencito, tenía unos 14 o 15 años. En la Sierra estuvimos trabajando por Santa Clara, Sacramento, San Pedro de La Sierra, Lourdes, Minga, La Tagua, Río Piedra, todas esas regiones las conocimos. En aquel tiempo la carga de café valía 11 000 pesos y nosotros ya llegábamos a recolectar una buena cantidad de café. Teníamos casi 25 000 matas de café para sembrar unos semilleros enormes. Si hubiéramos seguido sembrando café en este tiempo, ya estaríamos cogiendo como 1000 bultos. Claro, porque éramos tres con el mismo potencial y con la misma visión, estábamos enfocados era en el café. Nosotros empezamos con el café porque éramos recolectores y veíamos que se movía la plata y había una bonanza cafetera en los años 70.

Por la región donde recogíamos café decidimos comprarle un baldío a un señor con los ahorros de los tres. En esa tierra comenzamos a sembrar semillas de plátano, de café, de caña. Con el tiempo y a medida que fue prosperando la finca, pudimos llevar a mis papás a vivir a Ciénaga, Magdalena, a una mejora que habíamos comprado y donde pudimos hacer una casita para ellos. Mientras hacíamos la finca, viajábamos para trabajar por contratos en otros lugares de la región. Con las ganancias de esos contratos, que eran pagos por trabajos como limpiar terrenos, íbamos ahorrando para poder trabajar en nuestra tierra. Le metíamos candela, comenzábamos a sembrar, pero ya íbamos preparados con comida y plata como para poder trabajar de forma continua y sin salir de la finca por unos tres meses. Cuando se acababa la compra, entonces el mayor decía: "ven, yo voy a comprar lo que hace falta". Y seguíamos sembrando otras cosas, como fríjol y arroz. Con el tiempo, ya hicimos un pilón, teníamos el plátano, la yuca, la piña. Ya había abundancia. También comenzamos a tener gallinas y dos o tres cerdos que engordábamos ahí. Así, poco a poco, fuimos haciendo la finca.

Cuando ya estábamos acomodados, la finca también comenzó a producir café, comenzamos a sacar café. Eso nos permitió comprar otra finca. Pero, al poco tiempo, la violencia que acechaba la región terminó afectando a mi familia: dos de mis hermanos fueron asesinados y yo tuve que salir huyendo. Hay que perdonar para que no haya odio, para que haya paz. Yo perdoné. Mire, después de que me hicieron daño, mire donde estoy. Después de tener comida en mi finca, ahora sigo vendiendo, sigo educando a mis nietos, ayudando a los que necesitan estudiar en la universidad. Tengo el alma en paz y le pido a Dios por una Colombia mejor.

Después de que matan a mis hermanos a mí me persiguen. Me querían matar porque como yo conocía a todo el mundo allá. Entonces me vine para acá, para otra región, escapando. Mi vida fue una agonía, como dice la Biblia: como un impío. Me tocaba correr, huir, sin deber nada, hasta que vine a Barranquilla. Llegué acá porque no tenía plata. Yo pensaba irme lejos, pero entonces el dolor de mis hermanos que estaban allá me lo impedía. Yo decía: "algún día tengo que sacarlos, no me puedo ir lejos". Como ya no tenía nada, me tocó trabajar en lo que sea. Me tocó sostener mi hogar y sostener a mi mamá y a mi papá que estaban viejos porque ya mis hermanos y la finca no existían. Para ese momento ya tenía dos hijas, que ahora viven en Bogotá y se dedican a vender cilantro en Corabastos. Esos años de persecución fueron un dolor muy grande, porque yo huía con mi familia. Arrancaba con mis hijos y me tocó dormir con ellos por ahí en la orilla del río con un nylon y como sea trabajar en construcción, albañilería, en jornadas largas hasta las once de la noche por 7 000 pesos. Tenía que pagar colectivo, comida, me daban hasta las once de la noche trabajando por ahí en casas. Una lucha muy tremenda. Además, haciendo esos trabajos, sufrí la estigmatización de las personas, que me miraban raro por ser desplazado. "Si es desplazado es porque algo hizo malo en su tierra", pensaban. Y perdí trabajos como albañil por eso, porque la gente que me contrataba se enteraba de que yo era desplazado y empezaban a sospechar de mí. Y lo que me ganaba, me alcanzaba por ahí para medio comer mis hijos.

Así estuve trabajando como por siete meses, hasta que me encontré a una persona que conocía de antes y que me invitó a que viniera al mercado a vender cilantro. Me dijo que trabajara con él. Y a lo último cogí y me independicé, comencé a trabajar por cuenta mía. Busqué unos patrones y me dijeron: "no, yo te mando de Ocaña pa'l Valle cilantro". Y dije: "bueno, listo". Y entonces a mi hijo mayorcito lo metí aquí para que fuera aprendiendo. Y se volvió mayorista, ahora es mayorista. Cuando llegué a trabajar acá en este mercado, esto no existía, estas vías las estaban arreglando. Yo trabajaba con un mayorista acá, en el suelo. En la noche tendíamos esta tarima y ahí poníamos el cilantro.

Entonces cuando ya la acababa, cogía 100 rollos, 200 rollos, los ponía en la tarima aquí, porque esto tenía que quedar el espacio abierto. Entonces ponía ahí y vendía hasta las ocho, nueve de la mañana. Después, cuando conseguí la tierra, la gente acostumbrada a verme en ese puesto me comentaba cuando lo iban a usar para vender sus propias cosas mientras yo no estaba. A lo último se quedaron con los puestos que eran míos. Para no pelear, no le paré bolas a eso. Entonces me quedé aquí, en este puesto. Y así compré la casa de mi familia y le di educación a mis hijos, porque del gobierno nunca recibí ayuda por ser parte de la población desplazada de este país. Tampoco he podido ir a recoger los cuerpos de mis hermanos, que permanecen en la finca, para darles cristiana sepultura.

hierbas y lavados
Muchas de las y los trabajadores de las plazas de mercado llevan consigo el relato de la desigualdad y la violencia en Colombia. Foto: Felipe Villegas


Sí, y entonces fui trabajando. Y entonces estando en el río, por acá cerquita, alquilé una tierra en una isla que se llama Carica, cerca de Barranquilla, pero que ya pertenece a Magdalena. Allí hice un proyecto piscícola. Llegué a tener como unos 36 000 bocachicos. Cuando vendí eso, compré la casita acá en Barranquilla. En esa tierra también comencé a sembrar fríjol, yuca, cosas así. Hasta llegué a tener ganado otra vez ahí. Pero en una crecida el río llegó y me ahogó los terneros, me ahogó los carneros, me hundió toda esa cosa. Yo me decepcioné. Los que quedaron los vendí y vendí la tierra porque no era conocedor de que allí se formaba una inundación tan grande. Entonces busqué con las escrituras públicas para que me hicieran un préstamo de siete millones de pesos para volver a salir adelante, y no me lo hicieron por las escrituras, sino por lo que yo vendía aquí en este mercado. Resulta que del préstamo ese de siete millones me entregaron seis millones porque había que sacar un seguro no sé qué cosa. Pero yo la plata no la utilicé para nada, sino que la utilicé para sembrar hortalizas: compré un motor, compré mangueras... Y en el transcurso del pago, me tocó pagar casi 13 millones de pesos. Por los seis que me entregaron, pagué como casi 13 millones. Una barbaridad. Uno qué va a sembrar yuca, maíz, todas esas cosas, si uno tiene intereses muy altos. Eso debe ser algo que el Estado debe representarlo a uno, porque uno está trabajando es para el Estado, prácticamente. Muchas personas se aburren por esas cosas. Entonces, llega un ganadero de los más ricos y le prestan grandes cantidades de plata. Llega, por ejemplo, un palmicultor para cultivar palma de aceite y le entregan una cantidad de millones. Pero uno que va a sembrar yuca, cilantro, que va a comprarse unos cerdos, unos chivos para uno salir adelante, y le prestan una miseria y tiene que hacer muchas vueltas. Mejor dicho, y a lo último le salen prestando nada.

Hace seis meses me arrendaron un pedazo de tierra con una casita en Galapa. Y ya llevo un cultivo grande de cebolllín y cilantro. Ya le estoy cogiendo el tiro, porque ahoritica esto en el transcurso de estos cuatro meses se pone super carísimo aquí, porque como hay inundaciones por la crecida del río, se pierden las cosechas. Pero como ahora estoy en tierra alta, entonces la estoy sembrando, la estoy arrancando y la estoy sembrando. Voy a ver si siembro unas dos hectáreas de esto. Entonces comienzo a cosechar en octubre, noviembre y diciembre y en esos meses comienzo a sacar la plata. Eso se pone como a 8 000 o 10 000 pesos y yo pienso sacar 4 000 o 10 000 rollos. Ahora está a 7 000 o 6 000. De aquí a allá voy a sacar esa cosecha. Es como si tuviera un ahorro, pero con intereses.

seleccionando hierbas
En el primer trimestre de 2021, el Banco Agrario prestó más de 938 mil millones al sector agropecuario, de los cuales 647.529 millones fueron demandados por pequeños productores (69%). Foto: Felipe Villegas


Cada planta es como los árboles y como las aves, tiene un misterio. Por ejemplo, las plantas de clima caliente, no sirven en el clima frío, las plantas del clima frío, no sirven aquí en lo caliente. Si siembro aquí la remolacha, aquí no me da remolacha, porque la remolacha es de clima frío. Entonces, el cilantro: aquí se da por tiempo un cilantro, pero llega un tiempo que no se da, porque tiene que ser una semilla que se adapte al clima caliente. El cebollín es del clima caliente. El culantro es del calor. Hay plantas que son de varios climas, como los árboles. Para sembrar, busco las plantas que dan en el clima caliente, como el ají topito, el cebollín, una batata. Pero no voy a sembrar plantas que son de clima frío porque salgo perdiendo. Hoy en día, la mayoría de las personas usan mucho los químicos, los venenos para las plagas, los fertilizantes para que la planta se desarrolle. Yo solamente si es una rareza los utilizo, solo si estoy muy acosado de trabajo, porque yo mismo preparo mi propio abono. Yo tengo una receta de 15 páginas, donde se prepara, por ejemplo, boñiga de vaca, el tamo de arroz, el carbón mineral, el carbón vegetal. Eso se revuelve y es el mejor abono que hay para las plantas, es natural. Ese lo aprendí a hacer con mi profesor de primaria y lo fui llevando a la práctica.

Una vez hice un curso en el SENA, en manejo de tierra, después de llegar aquí a Barranquilla, y de pronto en una clase yo le dije a un profesor: "yo sé fabricar este abono". Me dijo: "¿cómo así? ¿Cómo se hace?". Y tan tan, me acordé, me acordé perfecto. Tengo una memoria muy buena, yo recuerdo todo, desde niño todo lo recuerdo perfectamente. Entonces, el profesor me preguntó en dónde lo había aprendido a hacer y yo le eché el cuento. En aquel tiempo, resulta que al curso que hice entré como víctima del conflicto armado a hacerlo, y cuando fueron a dar la certificación, me preguntaron por el estudio que había tenido. Les dije que no tuve estudio. Entonces el que nos daba la clase a nosotros dijo: "¿cómo así? Si este curso para hacerlo la persona tiene que tener mínimo segundo de bachillerato. Tú eres uno de los mejores de la clase, pero si tú hubieras dicho que tenías esa edad, tenlo por seguro que no te hubiéramos metido". Y yo: "bueno, ya lo hice". Después quería hacer un curso de especies menores, de chivos, de cosas así, pero no me dejaron porque tenía que tener el bachillerato. Les dije: "no, pero déjenme, así no tenga los estudios. Quiero que me dejen. Yo sé de animales". No me dejaron, pero quería hacerlo.

Estoy acá, y amo tanto la tierra, que estoy trabajando a la edad mía. Mis hijos me regañan, me dicen: "papi, si tú con lo que te ganas ahí, tú vives sabroso, relajao, puedes ahorrar". Pero no, no, a mí me encanta trabajar la tierra. El amor mío por la tierra es algo que no tiene comparación. Para mí ni la plata del mundo, yo estoy feliz, me siento feliz cuando yo estoy regando las matas, cuando estoy sembrando me siento contento, como si estuviera con mi familia. Algo agradable. Y si estoy en un negocio así, como ahora, no siento la misma felicidad como cuando yo estoy sembrando. Porque, a la edad mía, soy productivo, y eso me llena de orgullo, sembrar alimentos para la gente, para mis nietos, para mí mismo. Me siento feliz cuando arranco un palo de yuca que yo sembré o una mata de ñame que yo sembré, que yo le llevo a mi familia, que mis nietos comen. Yo me siento orgulloso, feliz de ver eso. Y así ha sido desde que era niño.

1El nombre ha sido cambiado para proteger la identidad de la persona que relata esta historia.

Ciencia participativa se fortalece en la cuenca del río Claro en Antioquia

Nota de actualidad | Por: Julián Sáenz | 09/10/2022

Ciencia participativa se fortalece en la cuenca del río Claro en Antioquia




observaciones en el rio
Se presumen que hay un poco más de 75.000 hallazgos, distribuidos en 2.636 plantas nativas de la zona, 603 especies de aves, 61 de mamíferos y 80 de insectos.


  • El río Claro es uno de los lugares más singulares a nivel biológico por su alta riqueza de especies, endemismos y ecosistemas particulares como cuevas y cavernas de mármol. Allí el monitoreo participativo le ha permitido a la comunidad gestionar y apropiarse de la biodiversidad de su territorio.


La cuenca del río Claro es un territorio conformado por más de 85.000 hectáreas distribuidas en el oriente antioqueño, es uno de los ecosistemas más importantes del Magdalena Medio ya que alberga una gran cantidad de especies de plantas y animales, algunas de las cuales no habitan en ninguna otra parte del mundo.

Por está razón, investigadores del Instituto Humboldt y la Fundación Grupo Argos, en colaboración con otros expertos de diferentes instituciones, realizaron una aproximación participativa e integrada para gestionar la biodiversidad de la cuenca del río Claro.

También puede leer: Entre ruanas y frailejones: el desafío de ubicar el ecosistema de páramo

El objetivo de este proyecto es lograr que la conservación de la biodiversidad de la cuenca del río Claro se dé mediante la participación comunitaria apoyada en la investigación científica que realiza el Instituto; en donde los actores locales fortalezcan sus capacidades y participan en la toma de decisiones sobre conocimiento, uso sostenible y conservación de la fauna y la flora.

toma de notas
El trabajo comunitario se apoya de la investigación científica para obtener información que servirá para la toma de decisiones en el territorio.


“Una estrategia fundamental para lograr realmente la conservación del capital natural de Colombia, es a través del involucramiento de las comunidades y la generación de conocimiento de las posibilidades de uso sostenible de la biodiversidad”, señaló María Camila Villegas, gestora del Programa Huella Viva y Directora Operativa de la Fundación Grupo Argos.

De acuerdo con Lina Marcela García, investigadora del Instituto Humboldt, “el monitoreo participativo gana cada vez más relevancia en los procesos de investigación científica, los investigadores locales son quienes gestionan el conocimiento en sus territorios y como resultado de este rol, se logra una transición hacia formas más sostenibles de realizar sus prácticas tradicionales y en la zona, poco a poco se reconoce la posibilidad de conservar el patrimonio natural a través de su uso”, señaló.

Le sugerimos: Colombia tiene rinocerontes y los pierde a pasos agigantados

Como resultado de la intervención, participaron comunidades de 8 veredas de la cuenca del río, las cuales han fortalecido sus capacidades técnicas para el uso sostenible y conservación de la biodiversidad, con base en el conocimiento científico. Además, se han formalizado cerca de 100 acuerdos de investigación local en donde participan activamente 3 sedes educativas rurales de primaria y bachillerato, campesinos, amas de casa, líderes y lideresas, emprendedores, guías de turismo, profesores y estudiantes de la zona.

Actualmente, se registra que la riqueza natural de la cuenca comprende más de 75.000 hallazgos pertenecientes a un aproximado de 3.953 especies, de las cuales 2.636 son plantas nativas de la zona. También se han reconocido registros de 603 especies de aves, 80 de insectos y moluscos, 61 de mamíferos, 45 de anfibios y 50 de reptiles.

talleres con la comunidad
Se han formalizado 100 acuerdos de investigación local en donde participan 3 sedes educativas de primaria y bachillerato.


A partir del 2021 con la implementación del monitoreo participativo, los esfuerzos se han concentrado en 5 grupos biológicos, encontrando hasta el momento 19 especies de aves, algunas de ellas endémicas como el carpintero bonito (Melanerpes pulcher), capito (Capito hypoleucus) y Ortalis columbiana.

Le puede interesar: Las obras de arte que resguardan los mayores secretos de las plantas en Colombia

Para los mamíferos se tiene registro de 29 especies, algunas de ellas endémicas y amenazadas: marteja (Aotus griseimembra), tití (Saguinus leucopus) y el mono cariblanco (Cebus versicolor). También se han reportado algunos felinos: jaguar (Panthera onca), trigrillo (Leopardus pardalis), nutria (Lontra longicaudis) y el hurón (Galictis vittata) siendo esta última especie, junto con la chucha de agua (Chironectes minimus), especies consideradas raras para la comunidad de investigadores locales.

La riqueza de abejas y escarabajos aún es objeto de estudio; no obstante, para las abejas se estima que, en las áreas muestreadas de la cuenca se encuentra representado aproximadamente el 10% de las especies de Colombia , con unas 70 morfoespecies.

Para las plantas se tiene el dato de 56 especie registradas, de las cuales 11 son endémicas: piñuelo (Duguetia antioquensis), Aphelandra straminea, chupo (Gustavia cf. Romeroi), gualanday (Jacaranda hesperia) y ají (Pera colombiana), mamoncillo de monte (Melicoccus antioquensis), garrapata (Pseudoxandra sclerocarpa), mamoncillo de monte (Matisia serpicosata), (Rhodostemondaphne antioquensis), Duguetia colombiana y Cybianthus cogolloi. También se hace seguimiento a las poblaciones naturales y fenología de especies maderables apoyados por Fondation Franklinia, para complementar el trabajo del Instituto específicamente en árboles amenazados de la cuenca.

expedición y toma de muestras
A partir de 2021 los esfuerzos de monitoreo se han concentrado en 5 grupos biológicos.


Según Álvaro Cogollo, Biólogo-Botánico y experto en plantas de la cuenca del río Claro, este es un ecosistema por descubrir, su vegetación especial se adapta a esas condiciones. Por esta razón es necesario que los investigadores que recorren la zona transfieran el conocimiento a personas locales que tienen saberes ancestrales sobre la utilidad de los árboles y además conocen lugares a los que la ciencia no han llegado; esto es precisamente lo que incentiva el monitoreo participativo: conocer lo que debe conservarse. Hay especies que se están extinguiendo, todas ellas ubicadas en diferentes áreas de la cuenca, desde bosques húmedos tropicales conservados y cuevas de mármoles, hasta áreas destinadas para cultivos, ganadería y minería a diferente escala, actividades de las que depende la economía local.

Le puede interesar: Colección de mamíferos una forma de entender y conservar la naturaleza

El aspecto más importante de la intervención en río Claro es que todos los registros han sido liderados por las habitantes de la cuenca, con el acompañamiento de los investigadores del Instituto, son ellos quienes aprenden a identificar las especies que habitan en sus veredas.

Finalmente, el proceso de apropiación del conocimiento que comprende el aprendizaje de metodologías para registro y documentación de datos, manejo de equipos, identificación de especies a través de guías de campo o aplicaciones como Merlín o iNaturalist han tenido resultados satisfactorios. El trabajo de 1 año, que además, continúa se fortalece en la medida que la comunidad transforma su visión del territorio y las instituciones transfieren capacidades que les permitan gestionar su biodiversidad de manera autónoma a largo plazo.

El monitoreo participativo que se implementa a través de Huella Viva es una estrategia de intervención social y ambiental que “ha logrado realmente impactar de manera directa la vida de muchas personas en la cuenca del Río Claro y permite la protección de las fuentes hídricas, la educación ambiental y el desarrollo sostenible, conectando la conservación con la promoción de la bioeconomía local”, señaló María Camila Villegas.

Galería

Páramos para la Vida: una apuesta nacional por su conservación local y comunitaria

header

 

Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 5 de octubre de 2022

Páramos para la Vida: una apuesta nacional por su conservación local y comunitaria



foto de reunión en El Venado
El proyecto promueve sistemas socioecológicos que fomentan la conservación de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos, así como la agrobiodiversidad. Foto Ximena Borré.


  • •   Con una incidencia en 16 complejos de páramo en Colombia, el proyecto Páramos para la Vida recoge la experiencia del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el Instituto Humboldt y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD en Colombia para la gestión sostenible de este ecosistema estratégico para el país.
  • •   El proyecto promueve sistemas socioecológicos que fomentan la conservación de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos, la agrobiodiversidad y la gestión adecuada de los conflictos socio-ambientales en complejos de páramo en Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Nariño, Santander y Tolima.
  • •   Los páramos en Colombia albergan el 10% de la biodiversidad total de plantas y el 8% de todas las especies de plantas endémicas.
  • •   Según el libro Claves para la gestión local del páramo, de los 1.123 municipios de Colombia, 400 tienen jurisdicción en páramo, y de estos, 10 municipios tienen más del 70% de su área en este ecosistema.


Con un encuentro donde participaron más de 50 representantes de las autoridades ambientales, comunidades y socios, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el Instituto Alexander von Humboldt y la oficina de PNUD en Colombia anunciaron el inicio de Páramos para la Vida, un proyecto financiado por el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF por sus siglas en inglés) con el objetivo de promover la conservación, gestión y uso sostenible de estos ecosistemas de alta montaña en 16 complejos en Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Nariño, Santander y Tolima.

Páramos para la Vida es el proyecto más ambicioso planteado para este tipo de ecosistema en el país y se concentra en la conservación de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos, a partir del fomento de la agrobiodiversidad, la promoción de sistemas sostenibles y la gestión adecuada de los conflictos socio-ambientales.

“Este proyecto juega un papel fundamental para movilizar el conocimiento técnico, científico y biológico sobre este ecosistema y enfatiza en el trabajo en conjunto con comunidades, municipios y departamentos, y en general todos los interesados en soluciones para la gestión integral del páramo en tiempos de emergencia climática y crisis de biodiversidad”, manifestó Hernando García, director del Instituto Humboldt.

Para lograr este propósito, Páramos para la Vida se enfoca en varios componentes incluyendo la gobernanza alrededor de la biodiversidad y el fortalecimiento de capacidades de las instituciones, las comunidades locales y los pueblos indígenas; la mejora en la conectividad y los servicios ecosistémicos en los complejos de páramos; la transición hacia actividades compatibles con la conservación en los paisajes priorizados y la gestión del conocimiento. Además, se hará énfasis en la comunicación, el monitoreo y la evaluación, en donde se espera la creación de una red de intercambio de información y articulación entre los diferentes complejos de páramos del país con un enfoque étnico y de género.

El PNUD como articulador promueve la implementación de salvaguardas ambientales y sociales que buscan mitigar los potenciales impactos que podrían ocurrir durante la ejecución del proyecto y que reúnen acciones para la sostenibilidad y participación de las partes involucradas. “Páramos para la Vida involucra la conservación de los ecosistemas y la relación que existe con las personas que habitan y protegen estos espacios”, puntualizó Jimena Puyana gerente Nacional de Desarrollo Sostenible del PNUD.

“Esta articulación entre diferentes actores es necesaria, pero teniendo en cuenta la característica del enfoque diferencial. Esas dinámicas que ya hemos tenido en el territorio como autoridades ambientales del territorio y sobre las cuales es nuestro interés fundamental cuidar nuestros espacios de vida. Por eso vemos con buenos ojos el proceso de articulación, pero con criterios y respeto a la autonomía jurisdiccional de los territorios, a las estructuras que allá tenemos. Allá hay mayores, sabedores, sistemas de salud y educación muy importantes en el manejo de la conciencia ambiental” indicó Luz Estrella Topa Guauña, gobernadora del Resguardo Indígena de Paletará en el Cauca, quien además agregó que “en nuestro resguardo inicialmente hay 10.000 hectáreas de páramo. Nace el río Cauca y hay una flora y fauna diversa. Hay un ejercicio bien bonito que realizamos desde el territorio en términos del control territorial de nuestros espacios de vida bajo una orientación que se ha dado desde nuestra comunidad”.

Para María Teresa Becerra, líder de la agenda de páramos y alta montaña del Instituto Humboldt, este taller inicial es importante porque “es en este espacio donde todos los socios del proyecto comenzamos la fase de planeación y ejecución del mismo. El proyecto convoca diferentes corporaciones ambientales, las gobernaciones de Cundinamarca, Boyacá y Nariño, la empresa privada a través de Bavaria y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, así como representantes de los pueblos indígenas del Cauca y demás experiencias de gestión de páramos en Colombia”. Además aseguró que “creemos en el fortalecimiento de la gobernanza como eje fundamental en el que los diferentes actores en el territorio pueden desarrollar los procesos de gestión integral en los páramos porque están involucrados y son partícipes del mismo”.

El proyecto prevé lanzamientos regionales en los complejos de páramo priorizados en las próximas semanas.

Galería
De los 1.123 municipios de Colombia, 400 tienen jurisdicción en páramo, y de estos, 10 municipios tienen más del 70% de su área en este ecosistema.


Contacto comunicaciones:
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Contacto técnico:
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Subscribe to this RSS feed