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Viveros comunitarios, aliados para restaurar los páramos de Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 16 de junio de 2021

Viveros comunitarios, aliados para restaurar los páramos de Colombia




Las bolsas deben llenarse antes de realizar el trasplante para asegurar que las plantas no duren mucho tiempo por fuera de la tierra. Foto: Ledy Trujillo


  • •  En cinco páramos del país, las comunidades locales se han encargado de propagar y sembrar especies de plantas nativas para después utilizarlas en procesos de restauración ecológica en sus ecosistemas de alta montaña.
  • •  Viveros de páramos para la restauración ecológica es una herramienta de consulta para la propagación de estas especies vegetales.
  • •  En esta nueva publicación encontrará los pasos para diseñar e implementar un vivero de páramo y lograr la propagación de plantas adecuadas para este territorio.


Cuando los páramos son sometidos a procesos de degradación continuos es necesario intervenir para acelerar o iniciar el proceso de recuperación. Una de las estrategias para la restauración de los ecosistemas es la revegetalización mediante la siembra de plantas que permitan restablecer la funcionalidad y los servicios que presta el páramo como la regulación hídrica y el almacenamiento de carbono del suelo, entre otros. Este manejo de la vegetación requiere de la propagación de plantas nativas, a través de lo que se conoce como viveros.

Los viveros son el lugar adecuado para propagar, multiplicar y lograr que las plantas que serán usadas en el proceso de siembra, se adapten y sobrevivan durante los primeros meses o años de crecimiento antes de ser llevadas al lugar en donde se plantarán definitivamente. Aunque pareciera que un vivero es fácil de mantener, estos deben ser creados pensando en las condiciones ambientales de su entorno y en las especies de plantas que requiere un proceso de restauración. Las plantas de alta montaña crecen muy lento debido a las bajas temperaturas, por lo que el tiempo transcurrido desde la germinación de las semillas hasta tener una plántula puede ser entre uno y cuatro años.

La implementación de acciones de restauración ecológica contribuye a la disminución de los efectos ocasionados por disturbios en el páramo como la ganadería, la agricultura, las plantaciones forestales de pino y eucalipto, así como la colonización de especies invasoras y la minería.

En las pasadas décadas se ha evidenciado la necesidad de desarrollar proyectos de restauración ecológica cada vez más integrales en donde se involucren viveros principalmente de plantas nativas de la alta montaña. Es por esto que el Instituto Humboldt por medio del Proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte financiado por la Unión Europea presenta la publicación Viveros de páramo para la restauración ecológica.


Plántula de Retrophyllum rospigliosii creciendo en un sustrato de cascarilla de arroz.
Foto: Ledy Trujillo. Archivo: Bosques & Semillas.


“Este libro es una construcción de conocimiento a través del intercambio de saberes entre investigadores y viveristas comunitarios, en el que se aborda el paso a paso a la hora de poner en marcha un vivero de alta montaña”, aseguró Patricia Velasco-Linares, directora de Bosques & Semillas y autora principal del libro.

Además, es una herramienta de consulta para los habitantes de los páramos, estudiantes, profesionales e investigadores enfocados a la propagación de especies nativas, con el objeto de mejorar las practicas de reproducción de plantas de alta montaña necesarias para la restauración de este ecosistema.

El Proyecto antes mencionado ha impulsado la labor de los viveristas comunitarios que, además de ser líderes locales en la protección de sus territorios y el mantenimiento de los servicios ecosistémicos, son emprendedores que lideran viveros de alta montaña como alternativa económica. Aquí compartimos algunas de sus historias:

Algunos rostros de la restauración ecológica de los páramos


Mireya Pérez

Vivero Guardianes de la Montaña, Batallón de Alta Montaña Nro. 2. Ejército Nacional, vereda Tobal, municipio El Espino, Boyacá.

El interés de Mireya por el viverismo nace de la curiosidad de saber cómo germinar frailejones. Pronto se convirtió en una pasión y en un camino de formación constante. Los cursos de viverismo tomados en el Proyecto Páramos cambiaron su perspectiva en relación con las actividades que venía desarrollando en el vivero.
Actualmente, quiere incursionar en los negocios verdes, estableciendo una red de viveros al interior del departamento de Boyacá enfocados en la propagación de especies vegetales de páramo.

Andrés Ospina

Vivero Asogrigan, vereda La Nevera, municipio de Palmira, Valle del Cauca.

La curiosidad de Andrés lo llevó a interesarse por aprender sobre las plantas frutales de clima frío y así empezar a ensayar la propagación. “Comenzamos con uchuvas y papayuelas. Pero también me interesaba conocer la mayor variedad de plantas posible, que pudieran servir de alimento para las personas, sobre todo en una región donde ya nadie siembra nada”. Luego, y con el espacio del vivero, empezó a hacer ensayos de propagación de plantas del bosque y del páramo, prestando atención a las especies y sus ciclos de reproducción.

Al ver que era posible propagar plantas del bosque, y dada la demanda de insumos para proyectos de restauración, vio una oportunidad para generar empleo remunerado pero, además, un espacio para reconocer el territorio y compartir experiencias con otros interesados.

Sus expectativas se centran en la propagación y cultivo de la diversidad de plantas del páramo y el bosque alto andino, para que puedan tener uso alimenticio, medicinal, forestal y estético. Además, se propone transformar dos hectáreas de potreros en un ecosistema que incluya una composición de plantas seleccionadas, para entender mejor el proceso de desarrollo en condiciones similares a las que se enfrentan en procesos de restauración.

Los viveros de páramo tienen la potencialidad no solo de suministrar material de calidad para la restauración ecológica, sino de ser centros de encuentro, educación ambiental y emprendimiento para las comunidades rurales.

El sueño de los viveristas de alta montaña es continuar con sus iniciativas que preservan estos ecosistemas claves en la lucha contra el cambio climático.

Descarga aquí Viveros de páramos para la restauración ecológica.



Las plantas se pueden agrupar por la forma en la que se desarrollan durante su ciclo de vida:

Rosetas con tallo: Las hojas se distribuyen de forma circular en el tallo, como es el caso típico de frailejones grandes. Rosetas sin tallo: Sus hojas también salen de forma circular, pero como no presentan tallo salen al nivel del suelo. Usualmente estas plantas tienen estructuras subterráneas, protegidas del frío donde almacenan agua y nutrientes. Arbustos: Plantas leñosas que alcanzan hasta los cinco metros de altura y se ramifican cerca de la base.

Arbolitos: Individuos leñosos con tallo claramente definido, que superan los cinco metros. Pueden formar pequeños bosques localmente.

Hierbas: Plantas de bajo porte, no leñosas o poco lignificadas, de manera que tienen consistencia blanda.

Bejucos o trepadoras: Plantas con un tallo largo y flexible que les permite crecer entre los árboles para alcanzar la luz. Pueden ser leñosas o herbáceas.

Bambusoides: Especies cuyas plantas tienen forma de bambú, lignificadas, de poca altura y clonales.

Cojines: Plantas que crecen a ras del suelo, forman un colchón o tapete que puede verse plano, convexo o semiesférico. Macollas: Las hojas son planas semejantes a penachos o grupos densos de tallos con hojas rígidas, puntiagudas, tubulares o enrolladas.

Para conocer más sobre las plantas de páramo puedes consultar Bitácora de Flora. Segunda edición.

Galería de Víveros


Preparando los esquejes de las plantas que se van a propagar.
Foto: Bosques & Semillas.



Siembra de semillas de plantas nativas en canaletas
Foto: John Bernal




Marcaje de plántulas con palillo que indica que ya se contabilizó su germinación.
Foto: John Bernal.

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Póngale color a la pantalla de su computador con la biodiversidad de Colombia

Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 22 de mayo de 2021

Póngale color a la pantalla de su computador con la biodiversidad de Colombia



La ciudadanía podrá tener a la biodiversidad colombiana como fondo de pantalla en sus computadores. Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

  • ●    En conmemoración del Día Internacional de la Diversidad Biológica, el Instituto Humboldt pone a disposición de la ciudadanía 15 fotografías de algunos de los ecosistemas y recursos naturales más representativos del país
  • ●    Estas imágenes, registradas en expediciones por las regiones Andina, Caribe y Orinoquia, se pueden descargar gratis para embellecer los fondos de pantalla de los computadores.
  • ●    Osos palmeros, búhos, venados, ranas, hormigas, tortugas y lagartos, además de paisajes como cavernas, morichales, humedales, ríos, ciénagas, palmas de cera y bosques endémicos, hacen parte de esta campaña sobre la riqueza natural nacional.


Diez países de tres continentes concentran la mayor biodiversidad del planeta, epicentros de flora y fauna igual de diversos que sus culturas, así: Brasil, Colombia, Indonesia, China, México, Perú, Australia, India, Ecuador y Venezuela.

Con más de 58 300 especies de animales y plantas registradas a la fecha, Colombia se ubica en el segundo peldaño de los 10 países más biodiversos del mundo. El primer lugar lo ostenta Brasil, que cuenta con una extensión siete veces mayor a la del territorio nacional.

Una ubicación geográfica privilegiada, amplia variedad de climas y relieves únicos, hacen de las tierras colombianas un sitio propicio para albergar una gran cantidad de ecosistemas como selvas húmedas tropicales, diversos bosques, sabanas, desiertos, manglares, páramos y muchos más. 



Colombia es considerado el segundo país más biodiverso del mundo. Sus diversos ecosistemas han inspirado a escritores, compositores y artistas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt)..

ELos diversos tonos de verde en Colombia están representados en más de 26 200 especies de plantas, la segunda cifra más alta en el globo terráqueo y de las cuales por lo menos 6200 son únicas. Entre los grupos de flora más representativos están las orquídeas, con 3179 especies.

La explosión de diversidad biológica de animales abarca más de 11 700 especies de insectos, casi 2000 de aves, 4000 de peces, 850 de anfibios, 740 de reptiles y 520 de mamíferos, una riqueza que engalanan los 114 millones de hectáreas colombianas.

“A pesar de representar solo un 1 % de la superficie terrestre del planeta, Colombia concentra cerca del 14 % de la biodiversidad mundial. Somos el primer país en aves y orquídeas; segundo en plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce; tercero en palmas y reptiles y sexto en mamíferos”, informó Hernando García, director del Instituto Humboldt.



Más de la mitad del país aún está cubierta por bosques de diversos ecosistemas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Entre las mayores joyas naturales de Colombia están los 36 complejos de páramos, ecosistemas estratégicos distribuidos en más de 2.9 millones de hectáreas donde nacen las principales estrellas fluviales del país.

“Somos el país con más área cubierta por páramos. Es más, albergamos la mitad de todos estos ecosistemas en el mundo. Cerca de 4.000 especies de plantas (734 endémicas), 70 de mamíferos, 154 de aves y 90 de anfibios, habitan en estos paraísos”, dijo el director del Humboldt.

Más de 48.400 humedales hacen presencia en el país, esponjas hídricas que cubren el 26 % del área nacional. “Estos ecosistemas nos convierten en un territorio anfibio, un tesoro natural que se ha visto altamente afectado por las actividades humanas”, precisó García.

Biodiversidad en los computadores


La Asamblea General de las Naciones Unidas escogió el 22 de mayo como el Día Internacional de la Diversidad Biológica, fecha que se celebra desde 2001 como un llamado planetario para proteger las plantas, animales y microorganismos del globo terráqueo.

Este año, el Instituto Humboldt decidió conmemorar esta fecha por medio de una serie de fotografías de algunos de los ecosistemas y recursos naturales de Colombia, postales que los ciudadanos pueden utilizar como fondos de pantalla en sus computadores.

“El primer paso para proteger y conservar la biodiversidad es conocer los tesoros que la conforman. Colombia, al ser el segundo país con mayor riqueza biológica, cuenta con diversas muestras de esa belleza natural que lamentablemente ha palidecido por las actividades impulsadas por el hombre”, afirmó el director del Humboldt.



En los ecosistemas colombianos han sido registradas 58 300 especies de animales y plantas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


Los ciudadanos que quieran pintar los fondos de pantalla de sus computadores con la biodiversidad colombiana solo deben ingresar en el siguiente vínculo (http://humboldt.org.co/es/actualidad/item/1646-postales-de-la-biodiversidad) y descargar alguna de las 15 fotografías de las regiones Andina, Orinoquia y Caribe, las cuales están en alta calidad.

“Estas postales de nuestra biodiversidad fueron registradas por nuestro fotógrafo, Felipe Villegas, en diversas expediciones que hemos realizamos por el país, trabajos que incrementan casi a diario las cifras sobre nuestra riqueza biológica”, apuntó García.

Animales como osos palmeros, búhos, venados, ranas, hormigas, tortugas y lagartos, además de diversos ecosistemas como cavernas, morichales, humedales, ríos, ciénagas, palmas de cera y bosques endémicos; ahora podrán inspirar el trabajo o estudio diario de los ciudadanos.

“Con estas imágenes gratuitas buscamos que más personas se enamoren de la vasta biodiversidad colombiana, además de hacer un llamado para que frenemos los diversos impactos que la hacen palidecer, como es el caso de la deforestación, la principal problemática ambiental del país”, anotó García.

Las 15 postales

    1.    Zapatosa, una joya anfibia y cultural del Caribe

Compositores y poetas han encontrado en los ríos, humedales y ciénagas del Caribe su mayor inspiración. José Barros fue uno de ellos, vio en los paisajes anfibios de El Banco (Magdalena), terruño que lo vio nacer, un tesoro biodiverso para crear su canción más emblemática: La piragua.
Sucumbia insignia no fue producto de una imaginación prodigiosa o de los relatos de sus abuelos. Cuando era pequeño, el maestro Barros quedó maravillado al ver la chalupa que partía de El Banco, viejo puerto, hacia las playas de amor de Chimichagua, navegando por las aguas carmelitas del río Cesar.

Ciénaga de Zapatosa. Municipio de Chimichagua, Cesar. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

El territorio anfibio por donde transitaba la piragua, al mando de Guillermo Cubillos, hace parte del complejo cenagoso de Zapatosa, el humedal continental más grande de agua dulce del país, con una extensión que alcanza las 70 000 hectáreas en los municipios de Chimichagua, Curumaní, Tamalameque y El Banco.

Esta postal fue captada una mañana de marzo de 2015, cuando el Instituto Humboldt daba marcha a un proyecto de planeación ambiental en las zonas operativas de Ecopetrol. Ese día, la ciénaga amaneció totalmente estática y sin una gota de brisa, formando un espejo de agua que luce inamovible.

Las playas de amor de Chimichagua, que el mayor representante de la cumbia dio a conocer en La piragua, aparecen al fondo de la imagen.

    2.    Los cuernos del páramo

A menos de una hora de Bogotá inicia uno de los principales reservorios de agua de Colombia, es el Parque Nacional Natural Chingaza, con 76 600 hectáreas de páramo distribuidas en 11 municipios de Cundinamarca y Meta.
En el pasado, este vasto ecosistema conformado por 20 lagunas, de donde proviene el 70 % del agua que consumen los habitantes de la capital, fue uno de los sitios donde los muiscas hacían sus pagamentos y rituales sagrados. En la laguna de Siecha fue extraída una de las balsas doradas de la leyenda de El Dorado.

Venado de páramo (Odocoileus goudotii). Parque Nacional Natural Chingaza, Cundinamarca. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Chingaza le sirve de hogar a diversas especies insignias del país como el oso andino, el cóndor de los Andes y el puma. Sin embargo, los animales que más hacen presencia en sus terruños paramunos son los venados de diversas especies, mamíferos saltarines que ya no le temen a la presencia humana.

Este venado de páramo macho (Odocoileus goudotii), con las astas cubiertas de pelo, fue avistado por científicos del Instituto Humboldt en 2015 durante un recorrido por el parque en compañía de representantes de la gobernación de Cundinamarca.

Esta especie habita en el norte de Sudamérica. En Chingaza convive con otros cérvidos como el venado de cola blanca y el venado colorado, mamíferos que incluso sorprenden a los turistas que acampan en esta área protegida repleta de agua.

    3.    La palma más acuática

Las sabanas inundables son uno de los ecosistemas más representativos de la Orinoquia. Sus bosques están constituidos por matas de monte, esteros y morichales, estos últimos gobernados por la palma de moriche (Mauritia flexuosa), que alcanza hasta los 25 metros de altura.

Los morichales engalanan los Llanos Orientales colombianos. Son sistemas fluviales que se forman en las zonas de corrientes tranquilas en pequeñas depresiones de planicies y valles; es decir, son palmas en medio del agua. Esta gigante está considerada como la más acuática de todas las palmas..



Morichales de la Orinoquia. Trinidad, Casanare. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt.

Estos ecosistemas, la única fuente de agua permanente para la fauna de la sabana, son indispensables para los indígenas y colonos de la región. Además de suministrarles peces y carne de monte de los animales que allí habitan, con los frutos, semillas y tallos de las palmas elaboran productos y artesanías que son parte de la economía local.

Esta postal de tonos naranjas y azules fue captada en 2016 por el Instituto Humboldt en las sabanas inundables de la reserva natural El Lagunazo, ubicada en el municipio de Trinidad (Casanare), donde se aprecia la imponencia de la palma de moriche, también conocida como aguaje, canangucha o cananguche.

4.    Una madre incondicional

Más de 34 millones de hectáreas conforman la cuenca del Orinoco en Colombia, una región con una marcada tradición llanera que abarca la totalidad de los departamentos de Casanare, Arauca, Meta y Vichada.

Es una de las zonas más biodiversas del país, con cerca de 8400 especies de plantas y animales registradas. De este total, 254 corresponden a mamíferos, los únicos con pelos y glándulas mamarias en todo el reino animal.

En 2016, el Instituto Humboldt acompañó el proceso de declaratoria de varias reservas de la sociedad civil en el municipio de Trinidad (Casanare), los investigadores quedaron maravillados con una de las muestras más tiernas de la naturaleza.



Oso palmero (Myrmecophaga tridactyla). Trinidad, Casanare. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Se trataba de una osa palmera (Myrmecophaga tridactyla) cargando a su cría en el lomo, una especie reconocida por ser una de las mejores madres del mundo de los mamíferos.

En esta postal se puede apreciar el gran tamaño de la cría sobre el lomo de su progenitora, una condición que no le parece incomodar para nada a la devota madre.

Esta especie, que habita en varios países de Sudamérica y Centroamérica, lleva a su cría en la espalda durante más de un año, tiempo en el que se desarrolla totalmente y queda lista para valerse por sus propios medios.

El hocico alargado y convexo del oso palmero, también conocido como oso hormiguero gigante, le permite encontrar su principal alimento en la tierra, hormigas y termitas. Su cola, un prensil bastante peludo, es otra de las características físicas más llamativas de esta especie.

    5.    El corazón del mundo

En Colombia se han descrito 260 sistemas cársticos, ecosistemas como cuevas, cavernas, hoyos y abrigos rocosos que albergan algunos de los representantes de la biodiversidad nacional más desconocidos.

En 2016, el Instituto Humboldt y Colciencias dieron marcha al primer estudio de la biodiversidad subterránea en el municipio de El Peñón (Santander), que a su vez fue la primera expedición del proyecto Colombia BIO



Cueva La Tronera. El Peñón, Santander. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Los hallazgos fueron catalogados como asombrosos. Un total de ocho posibles nuevas especies de insectos, una nueva especie de pez ciego que habita en las cavernas y dos especies de murciélagos, registradas por primera vez como habitantes de cavernas.

Las cavernas El Caracol, La Tronera, Las Sardinas y Los Carracos fueron los principales epicentros del estudio, ecosistemas enterrados en lo más profundo de la tierra que dejaron perplejos a los investigadores.

La Tronera fue uno de los sitios que los científicos jamás podrán olvidar. Uno de sus accesos es conocido como el corazón del mundo debido a que la roca se abre en forma de corazón, comunicando el mundo exterior con los secretos que se ocultan bajo tierra. 

Por encima permanece oculta, ya que está cubierta por los densos bosques. Pero en su interior hay una profunda caverna subterránea bañada por el agua que fluye todo el tiempo así no esté lloviendo.

    6.    Las incansables obreras del suelo


Más del 20 % de la biodiversidad conocida en Colombia corresponde a animales con tamaños diminutos, organismos que, si no fuera por los zumbidos o colores llamativos de algunos de sus representantes, pasarían totalmente desapercibidos.

Se trata de los insectos, un grupo de la fauna silvestre que en el país suma más de 11 760 especies registradas a la fecha, lo que incluye escarabajos, hormigas, mariposas, abejas y dípteros, como moscas y mosquitos.

En las expediciones del Instituto Humboldt, los investigadores agudizan sus sentidos para poder analizar y detallar a estos representantes del reino animal que gobiernan lo más profundo de los ecosistemas.



Hormigas arrieras. Aipe, Huila. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

En el municipio de Aipe (Huila), mientras el Humboldt daba marcha a un proyecto sobre parcelas permanentes de monitoreo en el bosque seco tropical, un tronco de uno de los árboles espinosos arrojó una imagen que plasma el arduo trabajo de las hormigas en horas de la noche, insectos que en el país suman más de 870 especies.

Cuatro hormigas arrieras, de diversos tamaños, cargan en sus espaldas partes de la vegetación que llevan a su hormiguero para cultivar un hongo y alimentarse de él, una postal captada en 2016 donde se aprecia el fondo naranja característico del bosque seco.

    7.    La tierna mirada de una rana de cristal


Con cerca de 850 especies registradas, Colombia ostenta el título del segundo país con mayor riqueza de anfibios, un grupo de la fauna silvestre representado por ranas o anuros, salamandras, tritones y cecilias.

En 2016, durante la primera expedición de Colombia BIO, proyecto del Instituto Humboldt y Colciencias, los investigadores lograron registrar la tierna mirada de una rana de cristal (Espadarana prosoblepon), con sus ojos negros como el ébano en dirección hacia el cielo.



Rana de cristal (Espadarana prosoblepon). Carmen de Viboral, Antioquia. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Este hallazgo se hizo en el municipio del Carmen de Viboral (Antioquia), cerca del río Melcocho. La rana, con un cuerpo pintado de verde encendido y pequeñas pecas negras en su lomo y patas, estaba sobre un helecho y al parecer se disponía a saltar.

Espadarana prosoblepon es un anfibio con un tamaño que no supera los 28 milímetros. Se distribuye en Colombia y Ecuador y algunos sitios puntuales de Centroamérica, y aunque no está catalogada como amenazada, la deforestación la está dejando sin hogar.

    8.    Tochecito: el emporio de la palma de cera


No hay otro lugar en el mundo que cuente con tanta riqueza en palmas como Colombia. Con más de 259 especies identificadas, es el país con mayor diversidad de palmas en el planeta, de las cuales el 23 % son endémicas.

Dentro del grupo de especies únicas, la más representativa es la palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense), reconocida como símbolo patrio de Colombia en 1985, una especie que fue altamente impactada por la elaboración de ramos con sus hojas para las festividades de Semana Santa.


Las palmas de cera de Tochecito (Ceroxylon quindiuense). Cajamarca, Tolima. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

La población más abundante de esta palma está en la cuenca del río Tochecito, entre Cajamarca y Salento (Tolima y Quindío), donde sobreviven cerca de 600 000 individuos en 4500 hectáreas.

El geógrafo Alexander von Humboldt describió a Tochecito como un bosque sobre el bosque, un paraíso que con el paso del tiempo se ha visto afectado por la ganadería extensiva y quemas generadas por la deforestación.

El Instituto Humboldt recorrió parte de Tochecito en 2017 en una salida exploratoria que tuvo como objetivo proponer una expedición en sus dominios y así contar con mayores insumos para lograr su declaratoria como área protegida.

    9.    El tierno currucutú en los llanos

Cerca de 2000 especies de aves revolotean por las más de 114 millones de hectáreas de Colombia, una cifra que lo convierte en el país con mayor riqueza de avifauna en todo el globo terráqueo.

Las hay de todos los colores, tamaños, formas, cantos y comportamientos. Las migratorias, 158 especies, pasan por el territorio nacional en algunas épocas del año para encontrar refugio, alimento y sitios de descanso en sus largos viajes. Por otro lado, 82 son únicas o endémicas.



Currucutú común (Megascops choliba). Cuenca del río Tomo, Vichada. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

En las expediciones de la biodiversidad del Instituto Humboldt, las aves figuran siempre entre los animales con mayores registros, hallazgos que en algunos casos sorprenden por la majestuosidad de su plumaje, las habilidades de caza o la ternura de sus miradas.

Así ocurrió con un búho currucutú común (Megascops choliba), avistado en la tercera expedición del proyecto Colombia BIO en 2017, por las tierras del Vichada, en una zona boscosa de la cuenca del río Tomo.

Esta especie habita en el centro y sur del continente americano, en ecosistemas diversos como bosques, selvas, sabanas, cerros e incluso sitios urbanos. Caza insectos y algunos roedores de noche, durante el día se queda camuflado entre vegetación.

    10.    Una noche estrellada en la Orinoquia


Los paisajes llaneros no solo muestran su belleza bajo los rayos del sol. Aunque los amaneceres y atardeceres de colores naranjas son los más llamativos en la región, las horas de la noche esconden una magia ancestral y cosmológica.

Cuando hacen expediciones sobre biodiversidad, los investigadores del Instituto Humboldt poco duermen, ya que son conscientes de que en cualquier momento la naturaleza les dará alguna muestra digna de registrar. Además, el tiempo en campo, al ser limitado, debe ser aprovechado al máximo


Colombia BIO 2017. Cuenca del río Tomo, Vichada. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Así ocurrió en uno de los campamentos de la expedición Colombia BIO por las tierras del Vichada en 2017, en la cuenca del río Tomo. Una noche, algunos investigadores interrumpieron el procesamiento de datos y muestras para apreciar un cielo repleto de estrellas que les regalaba la jornada.

En la postal, los puntos luminosos de las estrellas contrastan con las luces rojas y azules de los dos sitios del campamento, donde también aparecen algunos científicos trabajando bajo la majestuosidad de la vía láctea.

    11.    Los colorados de Belén

La deforestación sigue saciando su hambre con los árboles centenarios de los bosques y selvas de Colombia, uno de los cinco países más impactados por este flagelo impulsado por tentáculos de la ilegalidad.

En los últimos 20 años, el territorio nacional perdió cerca de 2.8 millones de hectáreas de bosque, una hecatombe ambiental liderada por motores como el acaparamiento de tierras, la ganadería extensiva y la minería ilegal.

Sin embargo, en las expediciones lideradas por el Instituto Humboldt, los investigadores se han topado con algunos ecosistemas boscosos sin muestras de alguna intervención humana, un estado virginal en el máximo tope de su majestuosidad.


Bosque de colorados (Polylepis quadrijuga). Páramo El Consuelo, Belén, Boyacá. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Así ocurrió en el páramo de El Consuelo, ubicado en el municipio de Belén, una de las zonas que abarcó la expedición Boyacá BIO de 2018, donde fue registrada una zona boscosa con árboles únicos del territorio nacional.

Se trataba de un relicto de bosque bastante extenso de árboles colorados (Polylepis quadrijuga), una especie nativa y endémica de la cordillera Oriental en Colombia que fue catalogada por los científicos como uno de los hallazgos más interesantes de la expedición.

Los colorados habitan en los ecosistemas de alta montaña, como el bosque altoandino y los páramos. Sus árboles alcanzan alturas de hasta ocho metros y cuentan con troncos retorcidos de color rojo intenso, razón de su nombre común.

En la postal del Instituto Humboldt se aprecia cómo las ramas de estos árboles forman figuras parecidas a ríos o caminos en el dosel, una característica que les permite no juntarse o enredarse.

    12.    En la piel de un lagarto

Más de 700 especies de reptiles han sido registradas hasta ahora en Colombia, una cifra que ya lo convierte en el tercer país con mayor cantidad de tortugas, serpientes, lagartos y cocodrilos en todo el mundo.

Este es un número parcial que ha venido creciendo en los últimos años a través de las expediciones científicas en sitios que el conflicto armado evitaba recorrer, donde se han registrado incluso especies desconocidas para la ciencia.


Camaleón andino (Anolis heterodermus). Páramo de Ocetá, Monguí, Boyacá. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

En la expedición Boyacá BIO de 2018, uno de los reptiles que dejó ver su belleza en todo su esplendor fue el Anolis heterodermus, llamado comúnmente camaleón andino, aunque se trata de un lagarto. Este, en particular, fue registrado en el páramo de Ocetá, en el municipio de Monguí.

La piel de este lagarto es bastante peculiar, ya que cambia de color cuando siente alguna amenaza gracias a que tiene células llamadas cromatóforos que tienen esta capacidad. Como se mimetiza entre la vegetación para despistar a sus depredadores, las comunidades lo llaman camaleón.

Las escamas agrandadas y granulares, registradas por el fotógrafo del Instituto Humboldt, es otra de las características de la piel de este lagarto que en el mundo solo habita en Colombia y Ecuador.

    13.    Tortuga sobre un colchón rosado

El río de los siete colores o el río de los dioses. Así es conocido Caño Cristales, cuerpo de agua que zigzaguea por la serranía de La Macarena, en el departamento del Meta, y que ha sido catalogado como uno de los mayores tesoros biodiversos de Colombia.

La razón de sus nombres es que las plantas acuáticas que hay en su fondo cambian de color con la exposición de los rayos del sol, pasando de verde hasta tonos rosados y rojos bastantes intensos. Sus aguas lucen como un arcoíris, pero en realidad es un efecto visual causado por la vegetación.


Tortuga hedionda (Mesoclemmys gibba). Caño Cristales, Meta. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

En 2019, cuando el Instituto Humboldt y Cormacarena realizaban una caracterización de la fauna asociada a la Macarenia clavigera, una de las plantas endémicas del río que lo hace ver de color rojo, una tortuga apareció sobre un colchón de plantas rosadas.


Se trataba de una tortuga hedionda o galápago hediondo (Mesoclemmys gibba), reptil que se distribuye en Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Perú, Surinam, Trinidad y Venezuela.

El registro de esta tortuga de cabeza angosta, caparazón ancho y aplanado y color café oscuro o negruzco, representa un gran hallazgo para los científicos ya que es uno de los reptiles de los que se tiene poca información en el país.

Se sabe que en Colombia habita en las cuencas del Amazonas y Orinoco, pero no se cuenta con información precisa sobre su hábitat, alimentación y biología. Aunque no está catalogada como amenazada, los investigadores advierten que la pérdida de hábitat la puede tener en peligro.

    14.    Cordones umbilicales de las ciénagas

Nace de la confluencia de los ríos Suárez y Chicamocha en Santander y desemboca sus aguas carmelitas en el río grande de la Magdalena. Baña a municipios como son San Vicente de Chucurí, Betulia, Los Santos, Barrancabermeja, Puerto Wilches, Sabana de Torres y Zapatoca.

Se trata del río Sogamoso, el mayor afluente del Magdalena en su tramo medio y uno de los titanes hídricos que fue recorrido por investigadores del Instituto Humboldt en 2020, cuando adelantaban un proyecto con Ecopetrol para conocer la riqueza íctica o de peces en la zona.




Caño San Silvestre. Barrancabermeja, Santander. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

El caño San Silvestre, uno de los afluentes del Sogamoso, zigzaguea con calma entre los árboles del bosque húmedo. Es un cordón umbilical que conecta las ciénagas de El Llanito con San Silvestre, en Barrancabermeja.

Este caño sale de la ciénaga San Silvestre. Luego de algunos kilómetros llega a la de El Llanito para nutrirla, pero después coge camino hacia el río Sogamoso, donde desemboca sus aguas carmelitas.

Este es uno de los sitios donde sobrevive la pesca artesanal de las comunidades locales, a pesar de que sus peces son cada vez más escasos y pequeños.

    15.    Una cuenca con corazón

La cuenca del río grande de la Magdalena surgió hace más de 80 millones de años con el levantamiento de las tres cordilleras andinas. Es un territorio con un área de drenaje superior a las 25 millones de hectáreas, de las cuales cerca de 1.2 millones son planicies inundables.

El Magdalena es sin lugar a dudas el mayor territorio anfibio de Colombia, con un corazón que late en sus 151 subcuencas tributarias, 233 especies de peces y más de 30 000 pescadores.

En la ciénaga de El Llanito, que hace parte de la subcuenca del río Sogamoso en el municipio de Barrancabermeja, las atarrayas de los pescadores decoran el panorama



Ciénaga del Llanito. Barrancabermeja (Santander). Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Esta práctica ancestral ha sobrevivido a pesar de la disminución en la talla de los peces y los impactos derivados por la llegada de la represa de Hidrosogamoso.

Esta postal, registrada por los investigadores del Instituto Humboldt en un proyecto suscrito con Ecopetrol, corrobora esa cultura anfibia que se niega a desaparecer por los azares del tiempo y las actividades económicas.

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Se da inicio a la actualización de la lista roja de los mamíferos amenazados en Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 13 de mayo de 2021

Se da inicio a la actualización de la lista roja de los mamíferos amenazados en Colombia




Colombia está catalogado como el sexto país con mayor cantidad de especies de mamíferos en el mundo. Fotos: Felipe Villegas, Jhon Barros y Fundación Wii.


  • •  El último Libro Rojo de los Mamíferos del país fue publicado hace 15 años, tiempo en el cual estos animales se han visto seriamente afectados por la transformación y deterioro de los ecosistemas, principalmente desatados por la deforestación, creciente pérdida de hábitat, sobreexplotación (uso y caza) y tráfico ilegal.
  • •  El Instituto Humboldt, la Asociación Colombiana de Zoología y la Sociedad Colombiana de Mastozoología lideran la actualización de este grupo, un trabajo en el que han participado más de 110 investigadores, 60 instituciones, profesionales y becarios.
  • •  Los científicos recopilaron información para un grupo piloto de 189 especies de mamíferos por medio de una detallada revisión de datos provenientes de colecciones biológicas y esfuerzos de fototrampeo.
  • •  A finales de este año los expertos en mamíferos del país habrán evaluado el estado de amenaza de estas especies de acuerdo con los criterios de la UICN.


  • Cerca del 10% de la biodiversidad del planeta está concentrada en Colombia, un territorio de aproximadamente 114 millones de hectáreas donde se han registrado más de 58300 especies de plantas y animales, de las cuales 8800 son únicas en el mundo.

    Es el segundo país con mayor riqueza natural en términos de biodiversidad en el globo terráqueo. Su biodiversidad extrema se debe a una ubicación geográfica privilegiada, un relieve único y una amplia variedad de climas, factores que lo convierten en un sitio propicio para albergar distintos ecosistemas y formas de vida.

    Sus dos salidas a los océanos Atlántico y Pacífico, tres cordilleras andinas, selva amazónica, el Chocó Biogeográfico, las sabanas de la Orinoquia, parte del Escudo Guayanés, desiertos, páramos y una Sierra Nevada única en el planeta son tan solo algunas de sus joyas ecosistémicas.


    El puma mide hasta 1,6 metros de largo. Es una de las especies ya catalogadas como amenazadas en Colombia. Foto: Instituto Humboldt.


    Aunque Colombia es reconocida como el principal refugio de aves y orquídeas en el mundo, los mamíferos (animales con pelos y glándulas mamarias productoras de leche), también han encontrado en sus dominios ecosistémicos un sitio ideal para establecerse, ubicando al país en un cuarto lugar a nivel global en cuanto a diversidad de especies.

    Con 520 especies de mamíferos registradas, de las cuales 58 son endémicas o únicas del territorio nacional, Colombia ostenta el título del sexto país más rico en estos animales, grupo que incluye felinos, murciélagos, marsupiales, primates, roedores, cetáceos, entre otros.

    Del total, 42 especies han sido catalogadas por los científicos como los mamíferos más amenazados: seis en peligro crítico de extinción, ocho en peligro y 24 vulnerables a desaparecer. En este listado están joyas naturales como el jaguar, el oso de anteojos, el tití cabeciblanco y el delfín rosado.


    El tití cabeciblanco, primate endémico de Colombia, figura entre los mamíferos más amenazados en todo el territorio nacional. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Sin embargo, gran parte de estos datos provienen del último Libro Rojo de los Mamíferos de Colombia, publicado en 2006 por Conservación Internacional en colaboración con otras instituciones como autoridades ambientales, ONG y el Ministerio de Ambiente, lo que significa que dicha evaluación requiere de una urgente actualización.

    La nueva Lista Roja de los Mamíferos es fundamental para múltiples procesos de conservación, planificación del desarrollo y para entender, incluso, el desempeño ambiental del país, por lo que es necesario contar con datos relevantes y actualizados para entender cómo las amenazas han afectado a estos animales y las medidas necesarias para revertir dichos procesos que amenazan su existencia en el país.

    En casi dos décadas, los ecosistemas colombianos que le ofrecen hogar a los mamíferos han cambiado radicalmente. Por ejemplo, la deforestación, la peor problemática ambiental en el país, arrasó con cerca de 2.8 millones de hectáreas de bosque entre 2000 y 2019, la mayoría en la Amazonia.

    “Los conflictos ambientales han repercutido en la fauna y flora nacional. En el caso de algunos mamíferos, como los grandes depredadores, son los primeros en verse afectados cuando los ecosistemas son alterados”, precisó Lina Marcela García L., bióloga e investigadora del Instituto Humboldt.


    La actualización del Libro Rojo de Mamíferos identificará qué tan amenazados están los murciélagos de Colombia. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Más de 180 especies con información

    El Instituto Humboldt, la Asociación Colombiana de Zoología (ACZ) y la Sociedad Colombiana de Mastozoología aunaron esfuerzos para actualizar las evaluaciones de riesgo de extinción de los mamíferos de Colombia publicadas en su momento en el Libro Rojo de los Mamíferos en 2006, además de incluir otras especies priorizadas por su endemismo y uso.

    “Tenemos un alto rezago sobre el grado de amenaza de nuestros mamíferos ya que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) recomienda actualizar las evaluaciones de riesgo de extinción por lo menos cada cinco años”, precisó la bióloga del Humboldt María Piedad Baptiste E.

    Por medio de un convenio de cooperación suscrito en noviembre de 2020, las mencionadas entidades compilan toda la información sobre los mamíferos de Colombia que reposa en sitios como las colecciones biológicas de entidades públicas y privadas, además de datos de fototrampeo de ONG, universidades públicas o privadas e investigadores independientes.


    El jaguar es el felino más grande de América, con tamaños que pueden alcanzar los dos metros de largo. Foto: Fundación Panthera.


    “Ya ajustamos una base maestra para la generación de fichas de mamíferos, insumos que incorporan la información relacionada con los parámetros ecológicos, uso y amenazas de estos animales”, precisó Baptiste en una reciente socialización del convenio.

    Según Lina García y Gabriel Pantoja, investigador de la ACZ, a la fecha se han encontrado más de 50000 registros en colecciones y fototrampeo para las 189 especies de mamíferos priorizadas correspondientes a 15 órdenes, 43 familias y 106 géneros.

    De los mamíferos identificados a la fecha, cerca del 35% corresponde a carnívoros, 30% a roedores, 15% a artiodáctilos o ungulados con dedos pares y 5% a perisodáctilos o ungulados de dedos impares.

    Con porcentajes menores están los cingulados o armadillos, pilosos (osos hormigueros, tamandúas y perezosos), lagomorfos o conejos, murciélagos, eulipotiflanos (erizos, topos y musarañas), primates y cetáceos (delfines y ballenas).


    Las nutrias también están entre los mamíferos más amenazados del país. Foto: Fernando Trujillo: Fundación Omacha.


    En cuanto a la búsqueda de información sobre la distribución, usos, amenazas y demás aspectos ecológicos de los mamíferos, los científicos se han concentrado en plataformas como Google Scholar, Ilibrary, Naturalist, Scopus Preview, Elsevier y Web of Science, junto a las revisiones de repositorios de distintas universidades del país.

    “La mayoría de recursos consultados fueron artículos científicos y recursos electrónicos. En menor medida se logró acceder a tesis de grado o reportes esporádicos debido a la inaccesibilidad y no disponibilidad de dichos insumos”, informaron los líderes del convenio.

    La meta de este año

    El primer paso para actualizar la Lista Roja de los Mamíferos de Colombia fue la recopilación de información, un trabajo que contó con la participación de 115 personas, 8 curadores de colecciones biológicas, 60 instituciones como universidades y ONG, profesionales y becarios.

    “Siguiendo todos los requerimientos y estándares de la UICN logramos gestionar, consolidar y validar la información de base. La segunda etapa, que irá hasta el mes de julio, será definir e implementar el esquema operativo para hacer las evaluaciones a través de la participación de diversos expertos”, dijo Baptiste.


    El oso de anteojos está bastante afectado por la deforestación y ataques de los humanos. Foto: Fundación Wii.


    Entre julio y octubre, el Instituto Humboldt, la Asociación Colombiana de Zoología y la Sociedad Colombiana de Mastozoología, con el apoyo de otros mastozoólogos, avanzarán en la evaluación de la categorización con la UICN y el envío de los resultados a las instancias correspondientes.

    “A finales de este año esperamos contar con la actualización de la Lista Roja de los Mamíferos de Colombia, insumo que iremos socializando en diversas instancias a nivel nacional e internacional. El objetivo es incluir todos los resultados en la lista oficial de especies amenazadas de Colombia”, informó Baptiste.

    Con los resultados de este convenio, los investigadores elaborarán un artículo científico sobre los mamíferos endémicos y amenazados del país, que espera ser publicado en la revista Biota Colombiana, promoviendo la divulgación de datos como insumo clave para la toma de decisiones.

    “También estamos subiendo los insumos en la Infraestructura Institucional de Datos del Humboldt (I2D), el Sistema de Información de Biodiversidad de Colombia (SiB) y Biomodelos, para que luego puedan ser consultados por los científicos y la ciudadanía en general”, puntualizaron las entidades.


    Los primates colombianos se están quedando cada vez más sin hogar. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Epicentros de datos

    Las colecciones biológicas, sitios donde reposan los hallazgos de la flora y fauna colectados por los científicos en las expediciones por la biodiversidad, son grandes epicentros de información para consolidar los libros rojos de los recursos naturales.

    Para la actualización de la lista roja de mamíferos, los investigadores de las tres entidades contactaron a 22 colecciones del país, de las cuales 8 decidieron participar en este ejercicio para su conservación.

    Las que acataron el llamado fueron la del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, Museo de Historia Natural de la Universidad Distrital, Universidad de Caldas, Instituto Tecnológico Metropolitano, Museo de La Salle, Universidad de Nariño, Museo de Historia Natural de la Universidad de los Andes e Instituto Humboldt.


    El delfín rosado también padece por las actividades humanas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Estos sitios aportaron más de 1300 registros de 94 especies de mamíferos, correspondientes a 31 familias, 12 órdenes y 63 géneros. La mayoría de la información proviene de departamentos como Cundinamarca, Caldas, Antioquia, Huila, Meta, Caquetá, Chocó, Arauca, Casanare, Santander, Boyacá y Tolima.

    “Las colecciones que no han participado aún nos pueden enviar su información. Es de suma importancia contar con más datos en regiones como la Amazonia, Orinoquia y el Chocó Biogeográfico, donde están los mayores vacíos”, precisaron los expertos.

    En cuanto al fototrampeo, más de 50 universidades, instituciones gubernamentales y no gubernamentales e investigadores independientes aportaron 53900 registros de 62 especies de mamíferos (10 órdenes, 27 familias y 50 géneros), información que fue organizada en 33 bases de datos.


    Colombia alberga seis especies de felinos, todas bastante amenazadas por la mano del hombre. Foto: Instituto Humboldt.


    Los roedores y carnívoros son los mamíferos con más información a partir del fototrampeo, ya que las cámaras trampa normalmente son instaladas a nivel de suelo. Cundinamarca fue el departamento con mayor cantidad de datos.

    “También tenemos información considerable en Amazonas, Caquetá, Santander, La Guajira, Vichada y Meta. Sin embargo, hay carencia de datos en sitios como Cesar, Norte de Santander, Guaviare, Guainía y la parte insular de Colombia”, indicaron los expertos.

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    Instituto Humboldt presenta claves para la gestión local de los páramos en Colombia

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    Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 11 de mayo de 2021

    Instituto Humboldt presenta claves para la gestión local de los páramos en Colombia



    El manejo de los páramos ha dejado de ser un asunto meramente técnico y los pobladores exigen, con más fuerza, su participación en la toma de decisiones. Foto: Paola Sánchez (Instituto Humboldt).

    • •  Colombia alberga la mitad de los páramos del mundo, más de 2,9 millones de hectáreas distribuidas en 36 complejos de páramos
    • •  Si bien la administración de estos ecosistemas está a cargo de las Autoridades Ambientales, otros actores públicos, como alcaldes y gobernadores, también deben aportar y actuar de manera articulada con las comunidades
  • •  El Instituto Humboldt, en su publicación ‘Claves para la gestión local del páramo’, ofrece algunas recomendaciones para que los involucrados se vinculen en procesos de conservación, investigación, educación, restauración, reconversión productiva y gobernanza de estas esponjas hídricas desde lo local.


  • Los páramos son uno de los ecosistemas estratégicos del país, de ellos nacen las principales estrellas fluviales y abastecen de agua a 17 millones de personas, permiten el desarrollo de actividades agropecuarias e industriales en la región Andina, por lo que su adecuada gestión debe ser prioridad para las autoridades locales y departamentales.

    Más de 2,9 millones de hectáreas del territorio nacional, distribuidas en 36 complejos de páramos albergan estos reservorios hídricos. Estas cifras convierten a Colombia en el territorio con mayor extensión de páramos en el mundo, donde está concentrada la mitad de estos ecosistemas.

    De los 1.123 municipios del país, 400 tienen jurisdicción en los páramos. De este total, 10 cuentan con más del 70% de su área. Esto indica que es necesario adaptar las directrices nacionales a las realidades locales, construyendo con las instituciones y sus habitantes formas de acercarse a los territorios.

    Según datos de la ‘Caracterización poblacional de áreas de páramo’ del DANE, publicada en 2018, se estima que en los páramos habitan al menos 76.218 personas. Sin embargo, la población que deriva su sustento de este ecosistema es de 113.114, entre trabajadores permanentes y temporales.

    El proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte, coordinado por el Instituto Humboldt y financiado por la Unión Europea, da a conocer una nueva publicación sobre su adecuada gestión en la que se ofrecen recomendaciones y destaca los aprendizajes de cinco años de acompañamiento en la gestión a 11 Corporaciones Autónomas Regionales y 50 entes territoriales vinculados al Proyecto.

    Algunas de las claves son: desarrollar procesos de conservación, investigación, educación, restauración, reconversión productiva y gobernanza de estos ecosistemas estratégicos desde lo local.

    De acuerdo con la publicación, resulta determinante conocer cuáles son las fuentes financieras disponibles para la puesta en marcha de estrategias de gestión del páramo y cómo se pueden articular para tener un mayor alcance entre varias instituciones.



    Los páramos son el hogar de comunidades étnicas y locales como indígenas, afrocolombianos y campesinos, lo que genera una diversidad de usos y costumbres frente al ecosistema. Foto: Corporación Autónoma del Valle del Cauca (CVC).



    Es de suma importancia incluir a las comunidades locales mediante acuerdos voluntarios de conservación, pago por servicios ambientales y alternativas económicas sostenibles como los negocios verdes que se consolidan como una opción para reemplazar y sustituir actividades agropecuarias de alto impacto.

    ‘Claves para la gestión del páramo’ precisa que se deben priorizar programas de educación ambiental que sensibilicen a los habitantes sobre la importancia del ecosistema y complementar los programas de reconversión de actividades agroproductivas mediante la asistencia técnica.

    “Las medidas que se lleven a cabo en los páramos solo tendrán el impacto esperado si se logra llegar a los territorios de manera articulada y con una visión a largo plazo, que plantee una continuación entre periodos de gobierno y logrando convocar a los entes territoriales, los habitantes rurales y urbanos y el sector privado”, manifestó Hernando García, director del Instituto Humboldt.



    En los páramos colombianos se han identificado al menos 90 especies de anfibios. Una de ellas es Pristimantis boulengeri, registrada en el complejo Las Hermosas, Valle del Cauca. Foto: Sebastián Duarte Martín.



    Aunque la administración de estos complejos está a cargo de las Autoridades Ambientales, otros actores públicos también deben aportar y actuar de manera articulada. En este escenario, los alcaldes y gobernadores cumplen un papel fundamental en su gestión.

    Páramos: ecosistemas estratégicos

    Los páramos colombianos abastecen de agua a 17 millones de personas y permiten el desarrollo de actividades agropecuarias e industriales en la región Andina, por lo que su adecuada gestión debe ser prioridad para las autoridades locales y departamentales. También agua en cantidad y calidad a 16 de las principales ciudades del país como Bogotá, Cali, Medellín, Pasto, Neiva, Manizales, Bucaramanga, Pereira, entre otros. Y además nutren a 73 hidroeléctricas.

    En estos ecosistemas se encuentran cerca de 4.000 especies de plantas (734 son endémicas), 70 de mamíferos, 154 de aves y 90 de anfibios. La diversidad de plantas representa el 17 % de la diversidad florística de Colombia, concentrada en apenas 2,5% del territorio nacional. Cuando los páramos son transformados se ven afectadas las especies emblemáticas como el oso de anteojos, la danta o el puma, y los beneficios que estos ecosistemas le prestan a la sociedad.



    Ubicación: Gámeza, Boyacá. Complejo de páramo de Pisba. Foto: Camilo Rodríguez



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    Biodiversidad en la altillanura colombiana: más de 300 especies fueron registradas en la cuenca del río Tillavá

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    Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 05 de mayo de 2021

    Biodiversidad en la altillanura colombiana: más de 300 especies fueron registradas en la cuenca del río Tillavá




    Más de 300 especies de animales fueron registradas en la primera expedición de biodiversidad por la cuenca del río Tillavá, en el departamento del Meta. Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    • •  Durante ocho días, investigadores del Instituto Humboldt y la Fundación Omacha, bajo la coordinación de Cormacarena y acompañados por la comunidad local e indígenas sikuani, estudiaron los ecosistemas de la altillanura y recorrieron 277 kilómetros del río Tillavá en el departamento del Meta.
    • •  La deforestación, transformación y degradación de los ecosistemas, contaminación hídrica y sobrepesca, tienen en alto riesgo a más de 100 peces únicos de esta zona del país. El bagre rayado ya está catalogado en peligro crítico de extinción.
    • •  Delfines rosados, nutrias gigantes, águilas harpía, peces, tortugas, serpientes, murciélagos y macroinvertebrados acuáticos, dejaron ver su belleza en la primera expedición de biodiversidad por la cuenca.
  • •  Por tratarse de un sitio donde convergen ecosistemas de la Orinoquia y la Amazonia, la fauna silvestre de este lugar del Escudo Guayanés es bastante diversa.


  • Un clima atípico puso en aprietos la primera expedición de biodiversidad por la cuenca del río Tillavá, una zona con más de 3.000 kilómetros cuadrados del municipio de Puerto Gaitán en el departamento del Meta, puntualmente en la vereda Rubiales.

    Los 14 investigadores del Instituto Humboldt, la Fundación Omacha y Cormacarena, encargados de recorrer los principales ecosistemas de la cuenca, se encontraron con un panorama gris, húmedo y lluvioso al inicio de la salida de campo, un viaje biodiverso que se extendería hasta finales del mes de abril.


    La cuenca del río Tillavá abarca cerca de 3.000 kilómetros cuadrados del municipio de Puerto Gaitán (Meta). Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Los expedicionarios tenían la certeza de que había temporada seca en la zona, como es normal durante el mes de abril y dado el seguimiento que se hizo diariamente desde finales de marzo.

    Sin embargo, el 14 de ese mes, día en el que llegaron a la finca La Elisa de la vereda Rubiales para montar el campamento, los expertos vieron que la zona estaba gobernada por las lluvias y los ríos desbordados en las sabanas y bosques de galería.

    Las cámaras trampa captaron una gran variedad de mamíferos, entre ellos este puma (Puma concolor). Créditos: Carlos Aya (Fundación Omacha), alianza Cormacarena - Instituto Humboldt.


    “Fuimos testigos de los coletazos del cambio climático. A pesar de que el mes de abril está catalogado como el más seco en este territorio de la Orinoquia, con apenas lluvias incipientes, estas se adelantaron debido a la alta precipitación en las cordilleras cuyos ríos drenan a la Orinoquia”, afirma Carlos A. Lasso, investigador senior del Instituto Humboldt y coordinador científico de la expedición.

    Según Lasso, las lluvias en las cordilleras causaron ascensos significativos en los niveles de los ríos Orinoco, Vichada y finalmente el Tillavá, “el cual, por un simple balance de flujos, aumentó considerablemente su nivel en la última semana previa a la expedición”.


    14 investigadores del Instituto Humboldt, la Fundación Omacha y Cormacarena lideraron la primera expedición por la cuenca del río Tillavá. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
    La primera noche de la salida de campo tuvo un común denominador: las lluvias y el río desbordado, lo que obligó a mudar el campamento de sitio.

    Para Lasso, la angustia en las miradas de los investigadores era evidente, ya que con estas condiciones sería muy complicado estudiar las poblaciones de la fauna que habitan en este sitio donde convergen la Orinoquia y la Amazonia.


    Los investigadores registraron tres individuos de delfín rosado (Inia geoffrensis) en el río Tillavá. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    “Con lluvia sería muy difícil instalar las cámaras trampa para monitorear los mamíferos y montar las redes para los murciélagos. Además, complicaría los recorridos en lancha por el río para observar nutrias, aves y delfines rosados”.

    El investigador del Instituto Humboldt precisó que el primer día estuvieron prácticamente encerrados en el campamento por el aguacero, “aunque esa noche empezamos a trabajar algunos grupos”.

    Una danta de la especie Tapirus terrestris fue registrada por las cámaras instaladas en varios sitios boscosos. Créditos: Carlos Aya (Fundación Omacha), alianza Cormacarena - Instituto Humboldt.


    Con el permiso de la naturaleza

    Contra todos los pronósticos, el segundo día de la expedición amaneció con un cielo azul libre de nubes, un permiso de la naturaleza para que los investigadores observaran los tesoros naturales que esconde la cuenca.

    “Este nuevo panorama nos acompañó durante la mayoría del tiempo de los ocho días de la expedición por el Tillavá, trabajo que hace parte de un convenio suscrito entre Cormacarena y el Instituto Humboldt, con el apoyo de la Fundación Omacha. Aunque no faltaron algunas lluvias tenues, eso no evitó que pudiéramos analizar la biodiversidad del territorio”, dijo Lasso.


    Más de 300 especies de animales fueron registradas por los expertos en la cuenca del río Tillavá. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Acompañados por 10 personas de las comunidades locales y de la etnia sikuani, los expertos del Humboldt y Omacha se adentraron en lo más profundo de la zona para estudiar el estado de las poblaciones de varios animales y el uso que les dan a los ecosistemas.

    “Aunque el delfín rosado (Inia geoffrensis) y la nutria gigante (Pteronura brasiliensis) son las especies que fueron priorizadas para esta alianza por la biodiversidad del Tillavá, también es necesario analizar otros animales que habitan en la cuenca y los cuales tienen relación directa con ellos, es decir que puede ser su presa o base de la cadena trófica”, apuntó el investigador del Humboldt.


    Cerca de 85 especies de peces fueron detectadas en la expedición, más del doble de lo que se conocía hasta el momento. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Además de agudizar sus sentidos para encontrar a los delfines y nutrias en el río y sus ecosistemas aledaños, los expedicionarios estaban listos para estudiar otros representantes de la fauna silvestre.
    “El ideal era registrar otros animales como peces, crustáceos, moluscos, macroinvertebrados acuáticos, serpientes, tortugas, cocodrílidos, aves y mamíferos”.


    Es la primera vez que se hace un inventario en detalle de las poblaciones de peces en la cuenca del Tivallá. En la foto un pez de la especie Apistogramma sp.. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
    Resultados que asombran

    El recorrido total por el río Tillavá y algunos ecosistemas que lo rodean fue de aproximadamente 277 kilómetros, un viaje en donde los investigadores de la Fundación Omacha realizaron 47 recorridos para estudiar los delfines y las nutrias, cada uno con un promedio de 2,5 kilómetros.

    La información recopilada durante los ocho días de la primera expedición arrojó más de 300 especies de animales en la cuenca, datos que según Lasso son preliminares porque actualmente son analizados detalladamente y además vendrán más salidas de campo.


    Carlos A. Lasso, investigador del Humboldt y coordinador científico de la expedición por el río Tillavá. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    “Sin embargo, registrar esta cantidad de especies en un tiempo relativamente corto nos revela un aparente buen estado de los ecosistemas de la cuenca del Tillavá, un territorio de la altillanura del Escudo Guayanés totalmente desconocido donde convergen la Orinoquia y la Amazonia”.

    Para analizar las poblaciones de delfines, los investigadores también recorrieron parte del caño Rubiales y lograron muestrear hasta la confluencia entre el Tillavá, Planas y Vichada. Sin embargo, solo pudieron observar tres individuos.


    En los ocho días de monitoreo se registraron cinco especies de camarones, una de cangrejo, dos de esponjas, tres de moluscos y más de 30 de insectos. Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    “Este es un resultado interesante que requiere de mayor análisis. Al parecer hay una población aislada de esta especie en el lugar, algo que los estudios de la Fundación Omacha corroborarán próximamente”, precisa Lasso.

    La comunidad de la zona manifestó que ha avistado cerca de 30 delfines rosados en la zona, un dato que será corroborado en las futuras expediciones durante épocas más secas.


    Cinco especies de tortugas fueron registradas en la expedición por el río Tillavá. Es la primera vez que es avistada la matamata del Orinoco (Chelus orinocensis) en esta zona (foto de la izquierda). Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    En cuanto a la nutria gigante (Pteronura brasiliensis), los investigadores se encontraron con un hallazgo único en todo Sudamérica: una nutria depredando a una iguana, un cuadro que la ciencia nunca había registrado.

    “Esta es la primera vez que se registra esto en Colombia y en Sudamérica. Es un avistamiento inédito que nos permite mostrar que la nutria no solo se alimenta de peces, como muchos pescadores piensan y por eso la atacan”, afirma Lasso.

    En la expedición, los investigadores trataron de buscar evidencias sobre la presencia de las nutrias gigantes en las letrinas o lagunas, algo que no llegó a buen término por el desbordamiento del río causado por las lluvias.


    Los investigadores identificaron las cuatro especies de cocodrílidos: babillas, dos cachirres y el caimán llanero. Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    La naturaleza se impone

    En la cuenca del río Tillavá, los investigadores evidenciaron una alta presencia de peces: cerca de 85 especies detectadas en la expedición, más del doble de lo que se conocía hasta el momento.

    “Es la primera vez que se hace un inventario en detalle de las poblaciones de peces en esta zona. Los primeros muestreos de peces, crustáceos y otros macroinvertebrados acuáticos se hicieron en los morichales de altillanura”, precisó Lasso.


    El balance de anfibios y reptiles en la cuenca sumó 39 especies, una de ellas la Boa constrictor. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Según el investigador, estos hallazgos le permiten considerar que en la cuenca pueden haber más de 150 especies de peces, “una hipótesis que abordaremos en las otras salidas de campo que haremos en la época de salida de aguas y/o época seca”.

    Los macroinvertebrados acuáticos no se quedaron atrás. En los ocho días de monitoreo se registraron cinco especies de camarones, una de cangrejo, dos de esponjas, tres de moluscos y más de 30 de insectos.


    Aproximadamente 120 especies de aves fueron avistadas en los ecosistemas acuáticos y terrestres de la cuenca. En la foto una arpía menor (Morphnus guianensis). Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).
    En cuanto a tortugas, la expedición arrojó la presencia de cinco especies, una de las cuales no tenía registro para esta zona del país: la matamata del Orinoco (Chelus orinocensis), uno de los reptiles más apetecidos por los traficantes de fauna silvestre.

    “Identificamos las cuatro especies de cocodrílidos: babillas, dos cachirres y el caimán llanero (por registros históricos), además de anacondas y una serpiente acuática. El balance de anfibios (ranas) y reptiles en la cuenca sumó 39 especies”, anota el investigador del Humboldt.

    El pecarí de collar (Dicotyles tajacu), una de las especies de mamíferos captada por las cámaras trampa. Créditos: Carlos Aya (Fundación Omacha), alianza Cormacarena - Instituto Humboldt.


    En los ecosistemas terrestres y acuáticos del Tillavá fueron observadas aproximadamente 120 especies de aves como el águila harpía, una cifra que los investigadores estiman podría alcanzar las 200 en las futuras expediciones.

    “Volveremos a expedicionar la zona en una época más seca, un factor que seguramente nos permitirá registrar muchas más especies de animales en la cuenca”.


    17 especies de murciélagos fueron registradas en la expedición, como Phyllostomus elongatus (derecha) y Mesophylla macconnelli (izquierda). Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    ¡Territorio de mamíferos!

    Por tratarse de un territorio con ecosistemas del Amazonas y la Orinoquia, la cuenca del río Tillavá alberga una alta diversidad de mamíferos, tanto de gran porte como medianos y pequeños.

    A través de la instalación de cámaras trampa, trabajo liderado por la Fundación Omacha, y redes en los bosques, los expedicionarios identificaron 33 especies de mamíferos como roedores, marsupiales, pumas, armadillos y murciélagos.


    La cuenca del río Tillavá alberga ecosistemas del Amazonas y la Orinoquia. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    El primer análisis de murciélagos en la cuenca arrojó como resultado 17 especies, hallazgos que fueron posibles por las colaboraciones de las comunidades locales e indígenas.

    “Rubén Darío Quiñones, un llanero de pura cepa amante de los mamíferos y quien escribe canciones y poesías dedicadas a la naturaleza, fue uno de los guías locales que más nos ayudó en el estudio de estos animales”, dijo Nicolás Reyes, curador de mamíferos del Humboldt, otro de los expertos que acompañó la expedición.


    El Instituto Humboldt, Cormacarena y la Fundación Omacha realizarán más expediciones por el río Tillavá. Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Según Reyes, este guía venció uno de los mayores miedos en la expedición. “Antes de empezar los recorridos nos contó que les tenía fobia a los murciélagos. Sin embargo, culminado el trabajo nos contó que les perdió miedo y ahora guarda una gran admiración por estos curiosos y hermosos seres”.

    Las cámaras trampa instaladas por la Fundación Omacha estarán durante dos meses más en la cuenca de Tillavá, por lo cual se espera que la cantidad de especies de mamíferos sea mucho mayor.


    Las comunidades locales fueron claves en la primera expedición por el río Tillavá. Rubén Darío Quiñones (centro), un llanero de pura cepa, apoyó el estudio de mamíferos. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    “Esta es apenas una pequeña muestra de la riqueza que alberga la cuenca. Cuando la pandemia nos permita organizar las otras salidas de campo, contaremos con muchos más insumos para elaborar un estudio más detallado sobre los delfines, perros de agua y el listado de la biodiversidad presente, los usos del hábitat e incluso las amenazas”, puntualizó Lasso.

    El convenio entre el Instituto Humboldt y Cormacarena arrojará un estudio con el listado de la biodiversidad acuática y su relación con el delfín rosado y la nutria en la cuenca del río Tillavá, además del uso de hábitat, poblacional y de amenazas de estas dos especies.

    “El objetivo es elaborar un documento detallado con el estado del conocimiento sobre el delfín rosado y la nutria en la cuenca, un trabajo que contará con los aportes de las personas locales de la zona”.


    Con redes de niebla, los expertos estudiaron a los murciélagos. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

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    Los peces del río Grande de la Magdalena: únicos y amenazados

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    Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 30 de abril de 2021

    Los peces del río Grande de la Magdalena: únicos y amenazados



    El Magdalena es el río más representativo de Colombia, un cuerpo hídrico que late y suena a cultura, música, literatura y biodiversidad. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    • •  Una nueva publicación del Instituto Humboldt, la Universidad de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín (EPM) revela que en la cuenca habitan 233 especies de peces de agua dulce, de las cuales 158 son endémicas de este territorio.
    • •  La deforestación, transformación y degradación de los ecosistemas, contaminación hídrica y sobrepesca, tienen en alto riesgo a más de 100 peces únicos de esta zona del país. El bagre rayado ya está catalogado en peligro crítico de extinción.
    • •  La cuenca del río más importante del país, una serpiente carmelita que inspira a escritores, compositores y poetas, tiene 43 especies de peces que fueron introducidas y afectan la biodiversidad.
  • •  Los investigadores proponen varias estrategias de conservación y manejo para que el recurso íctico del Magdalena no siga palideciendo.


  • Gabriel García Márquez tuvo en las aguas carmelitas del río Grande de la Magdalena, el sistema fluvial más representativo del norte de los Andes, una de sus mayores fuentes de inspiración. Lo recorrió varias veces en barco durante sus épocas de estudiante, cuando partía de Zipaquirá para regresar a Aracataca, su Macondo.

    En ‘El amor en los tiempos del cólera’, novela publicada en 1985 que narra el romance de Florentino Ariza y Fermina Daza, García Márquez plasmó a la perfección cómo la serpiente que atraviesa todo el centro del país y le entrega sus aguas al océano Atlántico, ha palidecido por la mano del hombre.

    Al final de la obra, cuando Fermina y Florentino concretan su idilio de amor en un viaje por el Magdalena a bordo de la Nueva Felicidad, el río ya había perdido la magia biodiversa que el protagonista misterioso y enamoradizo presenció en su primer recorrido por el cuerpo de agua, cuando partió de su pueblo para pasar su depresión amorosa.


    En El Banco, el río Magdalena se encuentra con el Cesar para formar un paisaje hídrico que inspiró a José Barros a componer La Piragua. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    “Fermina no vería los animales de sus sueños: los cazadores de pieles habían exterminado los caimanes; los loros con sus algarabías y los micos se habían ido muriendo a medida que se les acababan las frondas; y los manatíes de grandes tetas que amamantaban a sus crías en los playones eran una especie extinguida”, escribió Gabo.

    En los últimos 50 años, los niveles de deforestación en la cuenca del Magdalena han superado el 70 por ciento. Entre tanto, la pérdida de sus áreas de humedales y ciénagas excede el 80 por ciento, impactos que han generado un incremento del 34 por ciento en las tasas de erosión desde la década pasada.

    “El Magdalena está entre los 10 ríos con mayor tasa de erosión a nivel global, con una producción de 710 toneladas por kilómetro cuadrado al año; el cuerpo hídrico transporta cerca de 180 millones de toneladas de sedimentos anuales”, revela el libro ‘Peces de la cuenca del río Magdalena: diversidad, conservación y uso sostenible’ del Instituto Humboldt, la Universidad de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín (EPM).

    Según el documento, elaborado por 58 investigadores nacionales e internacionales, la agonía del Magdalena se debe a que el 77 por ciento de la población colombiana está asentada alrededor de la cuenca, un sitio que aporta cerca del 80 por ciento del Producto Interno Bruto nacional y genera 70 por ciento de la producción de energía hidráulica y 70 por ciento de las cosechas agrícolas nacionales.

    Los habitantes de la cuenca del río Magdalena, que alberga más de 1,2 millones de hectáreas de planicies inundables, viven de la pesca. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    “En los últimos 40 años, estos indicadores económicos han acelerado la degradación ambiental del territorio. Según el estudio global de cuencas fluviales del Instituto Mundial de los Recursos, la cobertura de bosques primarios no supera el 10 por ciento, mientras que la minería descarga 100 toneladas de mercurio cada año”, cita el libro.

    Los peces de agua dulce, presentes en los ríos, quebradas, lagos, lagunas, ciénagas, embalses y jagüeyes de la cuenca, palidecen por la acelerada intervención antrópica. “Esto fue lo que nos motivó a crear una publicación dedicada a analizar el pasado, presente y futuro de estos organismos del territorio anfibio más importante del país: el río Magdalena”, dijo Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt.

    La robusta publicación, que hace parte de la Serie de Recursos Hidrobiológicos y Pesqueros Continentales de Colombia del Instituto Humboldt (http://repository.humboldt.org.co/handle/20.500.11761/35752), aborda cómo los principales conflictos ambientales de la cuenca han impactado los peces, información que sirvió para proponer varias estrategias de conservación y manejo que requiere el recurso íctico.

    “Estamos seguros de que esta información científica les servirá a todos los sectores de la vida nacional, tanto ambiental, académico y educativo como a las diferentes instancias nacionales y regionales, para tomar medidas efectivas y así proteger al río Grande de la Magdalena, una red que recorre la historia del país, sus culturas, costumbres, idiosincrasia y riqueza de recursos naturales”, afirmó García.


    Las aves que revolotean por el imponente y carmelito río Magdalena dependen de la gran variedad de peces que allí habitan. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    Tesoros únicos

    La geografía de la cuenca del Magdalena surgió hace más de 80 millones de años con el inicio del levantamiento de las tres cordilleras andinas. Es un territorio con un área de drenaje de 257.000 kilómetros cuadrados conformado por 151 subcuencas tributarias y 1,2 millones de hectáreas de planicies inundables.

    En el mundo no hay otro río rodeado por condiciones climáticas y atmosféricas que provienen del Caribe, Orinoco, Amazonas y Pacífico, una serpiente de aguas carmelitas de 1.612 kilómetros que nace en la laguna Magdalena, en el macizo colombiano, y termina en Bocas de Ceniza, en el océano Atlántico.

    En el Magdalena habitan 233 especies de peces de siete órdenes y 33 familias, cifra que corresponde al 14,5 por ciento de la diversidad de peces agua dulce en Colombia. Es la tercera cuenca hidrográfica más rica en estos organismos, después del Amazonas y Orinoco.


    Las playas de amor de Chimichagua en el Cesar, son uno de los ecosistemas más representativos del Caribe colombiano y de la cuenca del río Magdalena. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    De este total, 158 especies son únicas de esta parte del país, es decir que el 68 por ciento de la riqueza en peces es endémica y no habita en ninguna otra parte del mundo. Según Carlos A. Lasso, investigador del Instituto Humboldt y uno de los editores del libro, el Magdalena es uno de los sitios con mayor endemismo de ictiofauna en América del Sur y el primero en Colombia.

    “Es la única cuenca con tres cordones montañosos, la cual es bañada dos veces al año por el agua que arrastran los vientos de la zona de convergencia tropical. Es un sitio que provee de escenarios climáticos y paisajísticos diversos a los que los peces han respondido”.

    Entre las especies de peces endémicos están el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum), bocachico (Prochilodus magdalenae), blanquillo (Sorubim cuspicaudus), barbul (Pimelodus yuma), rivulín del Magdalena (Rivulus magdalenae), pataló (Ichthyoelephas longirostris), Brycon rubricauda, Hemibrycon cardalensis, Chaetostoma thomsoni, Trichomycterus mogotensis, Trichomycterus banneaui, Astroblepus onzagaensis y Astroblepus grixalvii.

    “30 de estas especies nativas son migratorias. El bocachico, bagre rayado, blanquillo y barbul desarrollan desplazamientos desde las planicies o ciénagas hacia los canales fluviales. En las épocas de verano, cuando las aguas bajan de nivel, generan las conocidas subiendas de ejemplares”, dice la publicación.

    Los investigadores consideran que el alto número de peces únicos del Magdalena se debe al aislamiento y enclave entre las cordilleras andinas, fenómenos que causaron un proceso de especiación sin precedentes en Sudamérica. “La cuenca cuenta con los niveles más altos de endemismo en muchas especies de la región Neotropical”, apunta Lasso.


    233 especies de peces habitan en la cuenca del río Magdalena, de las cuales 158 son endémicas o únicas de este territorio. Una de ellas es el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum). Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Con 164 especies, la subcuenca del Magdalena medio es la más rica en peces. Le siguen el bajo-medio Cauca (118), Sogamoso (116), alto y bajo Magdalena (112 y 87 respectivamente), Cesar (76), alto Cauca (73) y San Jorge (64).

    “En el Magdalena medio está la mayor cantidad de peces endémicos, con 27 especies identificadas, seguida por la subcuenca de Sogamoso con 16 especies. Estas dos regiones concentran los mayores valores de riqueza relativa de especies únicas”, informa Lasso.

    Los ríos y quebradas son el mayor refugio para los peces, ecosistemas donde los investigadores han registrado 123 especies. Le siguen en importancia las ciénagas, embalses, jagüeyes, lagunas de montaña y finalmente algunas cavernas.

    “En las zonas por debajo de los 300 metros sobre el nivel del mar, la inundación que se presenta dos veces al año conecta lateralmente los ecosistemas y facilita la dispersión y recolonización de los peces”, afirman los investigadores.

    La cuenca del río Magdalena está catalogada como uno de los ecosistemas con mayor cantidad de endemismos en el mundo. El bocachico (Prochilodus magdalenae) es una de sus joyas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Los peces del río Grande de la Magdalena utilizan varios recursos para alimentarse, como microalgas, microcrustáceos, larvas, pupas de insectos, invertebrados, frutos, semillas, flores, anfibios, reptiles y aves.

    “La dieta de estas especies depende de características morfológicas como la posición de la boca, tipo de dientes, longitud del intestino, tamaño del estómago e incluso los ojos en posición dorsal, peces que comúnmente se alimentan de plancton”, indica Lasso.

    81 especies de peces del Magdalena son carnívoras, 53 son omnívoras y 32 son detritívoras, grupo en el que se encuentran peces chupadores de raíces sumergidas y del fango. Entre tanto, solo cuatro son peces planctófagos.

    “En las ciénagas y embalses se presentan todos los gremios tróficos. Las ciénagas de El Jobo, Luruaco y Zapatosa (bajo Magdalena) y Simití, El Llanito, Guarinocito, Canaletal y Cachimbero (Magdalena medio), se caracterizan por presentar especies omnívoras y detritívoras”, cita el libro.

    Los científicos que participaron en la publicación del Instituto Humboldt, Universidad de Antioquia y EPM precisan que hay pocos estudios sobre la diversidad genética y estructura poblacional. “Identificamos estudios solo para 14 especies nativas, pero la mayoría se centra en peces de interés pesquero. A la fecha se desconoce la distribución de la diversidad y estructura genética para la mayoría”.


    La subcuenca del Magdalena medio es la más rica en peces, con 164 especies registradas. Chaetostoma thomsoni es una de las especies típicas de este ecosistema. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Amenazados

    Lasso afirma que las especies de peces de agua dulce del Magdalena figuran entre las más amenazadas del país y en los Andes tropicales. Las razones: la acelerada degradación y transformación del hábitat, la contaminación hídrica y especies introducidas.

    “Este río ha cambiado desde la época de la conquista de América por las actividades del hombre, al igual que los pobladores ribereños, usos para cultivos, navegación y comercio. Los bienes y servicios que conforman la oferta ambiental también han sufrido drásticas alteraciones”, cita el documento.

    Los Libros Rojos de peces dulceacuícolas de Colombia catalogan a 22 especies de peces del Magdalena como amenazadas, listado que encabezan el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum), en Peligro Crítico, y el pataló (Ichthyoelephas longirostris) y Brycon labiatus, en la categoría de En Peligro.


    En todo el mundo, la arenca (Triportheus magdalenae) solo habita en la cuenca del río Magdalena. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    Sin embargo, una evaluación adicional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) reveló que 113 especies endémicas de la cuenca del Magdalena están dentro de alguna categoría de amenaza.

    En este estudio, el capaz (Pimelodus grosskopfii) figura en Peligro Crítico. Por su parte, siete especies están En Peligro (Ancistrus tolima, Ancistrus vericaucanus, Austrofundulus myersi, Brycon labiatus, Gymnotus ardilai, Parodon alfonsoi y Pseudoplatystoma magdaleniatum), 10 vulnerables y 85 casi amenazadas.

    “Las medidas de manejo para la conservación de los peces de la cuenca del río Magdalena se han centrado únicamente en 61 especies de interés pesquero de consumo u ornamental, dejando a un lado al 73,8 por ciento de esta riqueza de la cuenca”, precisa la investigación.


    Los paisajes del río Magdalena son tan mágicos y diversos como su biodiversidad. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    Varias actividades humanas son los principales motores de las amenazas de los peces de la cuenca. Además de la deforestación, el documento revela que 294 municipios vierten aguas residuales sin tratamiento, hidrocarburos, metales pesados, materia orgánica y otros contaminantes que tienen en jaque a todas sus formas de vida.

    “Por ejemplo, la industria de los hidrocarburos hace evidente la contaminación en el río desde 1922 con la construcción de la refinería en Barrancabermeja: entre 1986 y 2003 se registraron 840 derrames y 940 voladuras del oleoducto Caño Limón-Coveñas”, precisa la investigación.

    En su paso por 11 departamentos, el río Magdalena recibe vertimientos con metales pesados utilizados por la minería. El HIMAT e Ingeominas encontraron en sus aguas concentraciones altas de metales como mercurio, plomo, cadmio, hierro y cinc.

    Según el Estudio Nacional del Agua de 2019, el 52 por ciento de la cuenca presenta una mala calidad de agua mala, 40 por ciento es regular y ocho por ciento es muy mala. Es decir que los peces viven, nadan, se alimentan y reproducen en ecosistemas con una calidad bastante precaria.


    Los peces del Magdalena le brindan alimentación a sus pobladores y demás representantes de la fauna colombiana. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    Acorralados por invasores

    En Colombia han sido identificadas 43 especies de peces introducidas y todas hacen presencia en la cuenca del río Magdalena: 13 fueron trasplantadas de otras cuencas y 30 son exóticas u originarias de otros continentes.

    “Todas estas especies son de interés para la acuicultura y las pescas comercial y deportiva. Desde 2012, se han registrado 13 introducciones nuevas y casi todas ampliaron su distribución geográfica”, revela Lasso.

    En el listado de especies exóticas introducidas figuran la mojarra o guapote amarillo (Parachromis friedrichsthalii), pez luchador de Siam (Betta splendens), pez cebra (Danio rerio), carpa dorada (Carassius auratus), carpa común (Cyprinus carpio) y la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), entre otras.


    Más de 100 especies de peces endémicas del río Magdalena se encuentran dentro de alguna categoría de amenaza. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    El libro del Magdalena indica que en la actualidad se cultivan 15 especies introducidas: seis exóticas en 121 municipios y nueve trasplantadas en 92 municipios, la gran mayoría policultivos. “La falta de controles de seguridad, más la liberación intencionada, siembras y escapes, son las razones que explican la distribución actual”.

    Para los investigadores, la llegada de invasores exóticos pone el alto riesgo la biodiversidad de los peces del Magdalena. “Las especies invasoras son una de las principales causas de pérdida de biodiversidad, ya que reducen el recambio de especies nativas entre los ecosistemas y generan su extinción por depredación, parásitos, patógenos o competencia por hábitat y alimento”.

    Por ejemplo, en 2010 los científicos Caraballo y Gandara describieron cómo la pesquería artesanal del embalse del Guajaro se vio afectada por la introducción de la tilapia nilotica (Oreochromis niloticus), especie que afectó la abundancia de la arenca (Triportheus magdalenae), un pez emblemático de la zona.

    Recientemente, el pangasius (Pangasionodon hypophthalmus) prendió las alarmas debido a que podría convertirse en una amenaza para otros peces como el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum).


    La contaminación hídrica, pérdida y transformación de sus hábitats, desarrollo y especies invasoras, tienen en peligro a los peces del Magdalena como a la Argopleura magdalenensis. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Territorio anfibio

    El desarrollo de los pueblos en Colombia siempre ha estado ligado al agua. Los pobladores de la cuenca del Magdalena han sobrevivido de la pesca desde el periodo comprendido entre los siglos V y I antes de Cristo.

    “De las más de 233 especies de peces del Magdalena, 65 son usadas como fuente de alimento directo para los humanos. Sin embargo, alrededor de 40 especies son usadas en la acuariofilia y 28 para la recreación o pesca deportiva”, afirma la publicación.


    Las medidas de manejo para la conservación de los peces del Magdalena se han centrado en las especies de interés pesquero. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    La pesca artesanal en el Magdalena involucra a más de 30.000 pescadores, actividad con una amplia variedad de artes que ha sido catalogada como una sobrepesca responsable del agotamiento de los peces.

    “Esta teoría no tiene en cuenta la magnitud de los impactos que la agricultura, los sectores industriales y domésticos generan sobre los recursos. Por tanto, el no cumplimiento de la reglamentación de artes y tallas inspirados en las pesquerías hace que los pescadores artesanales estén sujetos a una imagen negativa”, dice el estudio.

    Los investigadores encontraron que entre 1975 y 2016, la producción pesquera en la cuenca del Magdalena pasó de 81.653 a 26.132 toneladas. “Estos cambios en la producción han afectado de forma directa la seguridad alimentaria de los pescadores, algo que resalta la importancia regional y local que posee la pesca artesanal en la cuenca”.


    El Magdalena está entre los 10 ríos con mayor tasa de erosión a nivel global. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    En 2019, los desembarques alcanzaron las 14.312 toneladas de peces con cinco especies dominantes, todas migratorias: bocachico, bagre rayado, blanquillo, nicuro o barbul y capaz. “Estas especies están acompañadas por una introducida ya establecida: la tilapia. Los sitios donde más es aprovechado el servicio ecosistémico asociado a la pesca son Barrancabermeja, Magangué, Plato, Caucasia, El Banco, Honda y Puerto Boyacá”.

    Sin embargo, los depredadores principales, como el bagre rayado, son cada vez más escasos y pequeños. Para los expertos, la reducción de la biomasa de los peces piscívoros y carnívoros causa un incremento en la de los consumidores secundarios y una reducción en la de la población productora (detritívoros).


    La cuenca del río Magdalena aporta cerca del 80 por ciento del Producto Interno Bruto nacional. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    “De esta forma se evidencia que la cascada trófica constituye el primer indicador de una pesquería no sostenible y conlleva a una sobrepesca del ecosistema. Las acciones clásicas de manejo pesquero dirigidas hacia una pesca selectiva, no van a resolver la sostenibilidad de las pesquerías artesanales de la cuenca Magdalena”.

    El renacer de la pesca, según los expertos, debe estar enfocado en garantizar la conectividad de los planes de inundación con los ríos y en restaurar la salud de los ecosistemas. “Esto debe involucrar a los pescadores, quienes empíricamente avalan un enfoque ecosistémico que garantice la sostenibilidad de la pesca”.

    Protección tenue

    En la década de 1970, Colombia tomó las primeras medidas para el manejo de las principales especies de peces de interés comercial, las cuales hoy se mantienen con algunas actualizaciones.

    En la última década, las acciones han tenido una orientación ligada a conservar la biodiversidad de los ecosistemas y evitar la pérdida de recursos naturales en áreas transformadas por el desarrollo, con la participación activa de las comunidades locales.

    65 especies de peces del río Magdalena son usadas como fuente de alimento directo para los humanos. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    “En cuanto a la cuenca del río Magdalena, el manejo y conservación se puede clasificar en cinco categorías: ecosistemas acuáticos y terrestres; peces con y sin interés pesquero; planificación y gestión; proporción menor al licenciamiento ambiental; y fortalecimiento de instituciones”, evidenciaron los autores del libro.

    Pero advierten que estas decisiones se han focalizado más en las especies de interés pesquero y no tanto en la conservación de la biodiversidad. “Se han centrado en 61 especies de interés pesquero de consumo u ornamental, dejando de lado el 73,8 por ciento de las especies de peces de la cuenca”.

    La creación de áreas protegidas ha permitido blindar algunas de las especies de peces del Magdalena, pero la mayoría están sobre los 2.000 metros sobre el nivel del mar, cuando la riqueza se concentra en zonas por debajo de los 1.000 metros de altura.


    La cuenca del Magdalena ya perdió cerca del 80 por ciento de sus humedales y ciénagas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    “Estas áreas tampoco incluyen zonas de importancia para la reproducción y crianza de peces y no son lo suficientemente representativas para la conservación de las especies amenazadas”, apuntó Lasso.

    Los expertos precisan que la acuicultura para el repoblamiento se ha convertido en un motor indirecto en la pérdida de biodiversidad. “Esta tiene que ser medida de última instancia y solo debería hacerse si el ecosistema está en buen estado, teniendo en cuenta la pureza y variabilidad genética de los peces y su supervivencia”.

    En cuanto a las especies de peces introducidas, Lasso alerta que Colombia no tiene ninguna política de manejo o mitigación, “cuando sus poblaciones ya se han establecido bastante en la cuenca”.


    El río Magdalena fue una de las principales fuentes de inspiración de Gabriel García Márquez. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    Nueva visión

    La nueva publicación del Instituto Humboldt y la Universidad de Antioquia indica que las figuras e instrumentos de conservación han sido insuficientes por no tomar en cuenta las dinámicas ecológicas de los peces.

    “No se ha considerado la integridad de los ecosistemas de agua dulce como la principal medida para la conservación de sus peces. En ríos de zonas tropicales con grandes planicies de inundación, deberían aplicarse mecanismos como las Plataformas Multi-Actores (PMA’s), estructuras de gobernanza formales e informales destinadas a reunir diferentes sectores y actores para abordar problemas específicos”.


    La pesca artesanal en el río Magdalena involucra a más de 30.000 pescadores. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Algunos pescadores de la cuenca del Magdalena han puesto en marcha medidas promovidas desde la gobernanza local para blindar a los peces y sus ecosistemas. Tal es el caso de La Mesa del Bagre, plataforma creada por los pescadores del bagre (Pseudoplatystoma magdaleniatum) con ayuda de una ONG.

    “Esta unión logró que la AUNAP avalara la implementación de varias medidas concertadas para conservar el bagre rayado y mejorar las condiciones de los bagreros de la cuenca media del río Magdalena”, informa el libro.

    Adicionalmente, desde las comunidades se están gestionando aproximadamente 15 Unidades Integrales de Mejoramiento Pesquero en la zona del bajo y medio Magdalena, para así manejar y regular estos recursos.

    La agonía del río Magdalena está acabando con la cultura anfibia de la cuenca. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).

    Para Lasso, además del protagonismo de las comunidades locales para conservar la riqueza en peces, es necesario generar medidas que protejan la cuenca de forma integral y que sus cuerpos de agua tengan una conectividad acuática y terrestre.

    “En Colombia es necesario que la aproximación del Sistema Nacional Ambiental se realice dentro un marco que conecte las montañas con los planos bajos inundables y el mar. La gestión de todo este territorio inundable o anfibio, como el Magdalena, no puede seguir abordándose por separado”.

    Los peces depredadores del río Magdalena son cada vez más escasos y pequeños. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    El investigador del Humboldt también considera prioritario recuperar y preservar la salud de los ecosistemas naturales, además de garantizar la conectividad entre ellos. “Más del 70 por ciento de la conectividad entre el río y las ciénagas en el bajo Magdalena se ha interrumpido en los últimos 20 años, lo que causó una pérdida en la capacidad de amortiguación”.

    Los autores creen que el manejo sostenible de los recursos acuáticos de agua dulce requiere un enfoque ecosistémico en la ordenación pesquera, ampliar los esfuerzos gubernamentales para incentivar a los pescadores a ser partícipes de la gestión de los ecosistemas e invertir en monitoreo y vigilancia con las comunidades locales.

    “Es urgente la creación de una estrategia a nivel nacional que integre y articule las diferentes medidas, instrumentos y órganos de manejo para la conservación de la cuenca y sus recursos acuáticos”.

    Pterygoplichthys undecimalis es uno de los peces que solo habitan en las carmelitas aguas del río Magdalena. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Según los expertos, esta política debe tener un enfoque ecosistémico a escala de cuenca, con un carácter incluyente y objetivos de conservación a escala regional y a largo plazo. “Esto les permitirá a todos los actores trabajar de forma conjunta y articulada partiendo de la conservación de las especies de peces y su biodiversidad”.

    También proponen la conservación de procesos ecológicos como las migraciones, captura de carbono, transporte de sedimentos, dispersión de semillas de los bosques riparios y el pulso de inundación.

    “La creación o declaración de corredores fluviales podría proteger varios ecosistemas claves y procesos ecológicos como la migración de peces, ya que la mayoría son comerciales y requieren de la gestión y manejo de estos corredores fluviales que utilizan durante todo su ciclo de vida”.

    Por último, los investigadores advierten que recuperar y preservar la salud de los ecosistemas naturales y la conectividad entre ellos, no será una tarea fácil ni traerá soluciones de corto plazo. “Pero en algún momento debemos comenzar. ¿Por qué no hacerlo ahora?”.

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    Las Robles: dos hermanas que pintan de verde Villa de Leyva con el árbol de su apellido



    Aura (izquierda) y Yaneth (derecha) Robles Pardo, dos auxiliares de investigación del Herbario del Instituto Humboldt, pintan de verde los cerros de Villa de Leyva. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    • •  Aura y Yaneth Robles Pardo, quienes llevan más de 20 años en el Instituto Humboldt, decidieron aplicar el conocimiento que tienen sobre plantas en un proyecto de restauración ecológica en su municipio natal.
    • •  En varias zonas del cerro Marmolejo, afectadas por los incendios forestales y la deforestación, las hermanas han sembrado cerca de 500 robles con semillas que ellas mismas propagan en su casa.
    • •  Las bellotas, como son conocidas las semillas de esta especie, las recogen de dos árboles grandes que tienen en su casa y de algunos que hay en el claustro de San Agustín donde funcionan las Colecciones Biológicas del Humboldt.
  • •  Hoy, en el Día Nacional del Árbol, lo invitamos a conocer la historia de Las Robles, como son conocidas estas boyacenses enamoradas de la flora colombiana.

  • Villa de Leyva es un municipio de Boyacá que parece suspendido en el tiempo. Las calles del centro histórico siguen empedradas, caminos que fueron utilizados por los españoles para el paso de sus caballos. Las viviendas, todas pintadas de blanco, conservan las ventanas y puertas de antaño.
    Este pueblo, fundado en 1572, es uno de los sitios más turísticos de todo el país. Miles de personas de todo el mundo lo visitan para conocer sus emblemáticos monumentos como la parroquia Nuestra Señora del Rosario, el museo con fósiles del periodo Cretácico o los Pozos Azules. Semana Santa y el festival de cometas en agosto, son fechas en las que no le cabe un alma más.

    Villa de Leyva aún conserva su aspecto colonial de antaño. Las calles empedradas y casas pintadas de blanco deleitan a turistas nacionales e internacionales. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).

    Sin embargo, el paso del tiempo sí ha causado estragos en parte de sus dominios, que suman 12.659 hectáreas. Desde la conquista española, sus bosques empezaron a mermar y el paisaje fue tomando forma de desierto. Aunque aún conserva tesoros naturales como el cerro Marmolejo e Iguaque, la laguna sagrada de los muiscas, las huellas humanas contra el verde son evidentes.
    Desde pequeñas, las hermanas Aura Eugenia y Alba Yaneth Robles Pardo, fueron testigos de cómo empezó a palidecer el verde de Villa de Leyva, su municipio natal. Se criaron en una casa rural de una vereda del pueblo repleta de árboles, donde sus padres, Germán María e Isabel, criaron a siete hijos en medio de la naturaleza, los cultivos y los cerdos.

    La mayoría de los bosques de los cerros de Villa de Leyva no han logrado sobrevivir al paso del tiempo. El paisaje característico de este municipio boyacense es el desierto. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).

    “Como fuimos criados en el campo, sentimos un gran amor por todo lo que tiene que ver con la naturaleza, en especial por las plantas. Salir a caminar por los cerros de Villa de Leyva a finales de los años 70 y comienzos de los 80 era algo muy bonito, porque estaban llenos de árboles y vegetación. Pero con el paso de los años, todo eso empezó a desaparecer por los incendios forestales y la deforestación”.
    Cuando terminaron el bachillerato, mientras veían como el bosque desaparecía, las hermanas Robles, como las llaman en Villa de Leyva, cogieron caminos distintos. Yaneth inició su vida laboral con un arquitecto, ya que se había graduado como dibujante técnica en el colegio. “Allí estuve dos años. Luego me fui para Guainía a trabajar en un colegio, donde estuve dos meses”.

    Las hermanas Aura Eugenia (izquierda) y Alba Yaneth (derecha) Robles Pardo nacieron en Villa de Leyva. Cuando eran pequeñas recorrían los cerros del pueblo aún llenos de verde. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    Por su parte, Aura aceptó la propuesta de una conocida para trabajar en las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt, donde reposan algunos de los mayores tesoros de la biodiversidad colombiana.
    “Entré en 1996, cuando las colecciones funcionaban en la Real Fábrica de Licores. Mi trabajo consistía en montar partes de plantas en unas cartulinas, material que conformaba el Herbario Federico Medem Bogotá. En esa época me pagaban 300 pesos por montar una planta y como 100 pesos por hacer la etiqueta”.
    El amor por las plantas que tenía desde niña le permitió hacer un buen trabajo, a pesar de que no contaba con la experiencia para montarlas. “El 1 de marzo de 1997 me dieron contrato laboral en el Instituto Humboldt, el inicio de un viaje de más de 25 años que me ha enamorado más de nuestra flora, en especial de las orquídeas”.

    Yaneth Robles lleva 20 años trabajando en el Herbario del Instituto Humboldt, colección ubicada en Villa de Leyva donde reposan las principales muestras de las plantas colombianas. Foto: Paola Sánchez (Instituto Humboldt).

    Caminos cruzados
    Aunque cada una trabajaba en un sitio distinto, ambas seguían viviendo en la misma casa paterna repleta de plantas y flores. Solo estuvieron separadas durante los dos meses que Yaneth estuvo en las selvas del Guainía.
    “Aunque no nacimos al mismo tiempo, ya que nos separan dos años (Aura tiene 46 y yo 48 años), parecemos como gemelas. Desde pequeñas desarrollamos una unión muy especial y nos apoyamos en todo lo que necesitemos”.

    Aura Robles ingresó a las Colecciones Biológicas del Humboldt en 1996, un viaje de 25 años donde se enamoró más de la flora nacional, en especial de las orquídeas. Foto: Paola Sánchez (Instituto Humboldt).

    La vida les tenía preparada una sorpresa: sus caminos laborales se cruzaron para que trabajaran en el mismo sitio: el herbario de las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt, que hoy alberga más de 114.000 ejemplares de plantas de Colombia.
    En 2001, la coordinadora de las colecciones le propuso a Yaneth un trabajo en el área de entomología, donde se estudian los insectos. “Allí solo estuve tres meses. Luego pasé al herbario a trabajar como asistente de botánica junto a mi hermana, armando las obras de arte con las plantas”.
    El Instituto Humboldt les permitió mezclar sus tres amores: las plantas, el arte y la hermandad. “Desde el colegio tuve afinidad para hacer cosas manuales, por lo cual montar plantas junto a mi hermana es un regalo de vida. Lo único que nos dio duro fue el computador para hacer las bases de datos. Nuestros compañeros nos enseñaron el manejo de la tecnología”, dice Yaneth.

    Las Robles, como son conocidas estas hermanas, han participado en varias de las expediciones de biodiversidad del Instituto Humboldt. Fotos: Felipe Villegas y Paola Sánchez (Instituto Humboldt).

    Las hermanas Robles se definen como toderas en el herbario. Ambas salen con frecuencia de Villa de Leyva para participar en las expediciones en campo y recolectar las muestras de las plantas. En la oficina las prensan, meten en el horno para se sequen y montan con hilos en cartulinas blancas de 30 por 40 centímetros.
    “También nos encargamos de sistematizar y catalogar la información, revisar que los ejemplares no estén dañados y atender a las personas que visitan el herbario”, dice Aura. Yaneth, como es costumbre, la complementa: “nos encargamos de mostrarles todos los tesoros que esconde el herbario tanto a los académicos como al público en general. Las visitas de los niños son muy especiales”.

    En 2017, Las Robles dieron marcha a un proyecto de reforestación en varias zonas de los cerros de Villa de Leyva. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).

    Curtidas de verde
    Aunque el amor por las plantas lo llevan en sus venas, las Robles empezaron a nutrirse con toda la sabiduría de los botánicos que trabajaban en la colección y de los investigadores que lideraban las expediciones por la biodiversidad colombiana.
    En una salida al Parque Nacional Natural Cordillera de los Picachos, en la vasta Amazonia, Aura aprendió bastante sobre la biodiversidad de plantas de este ecosistema y vivió en carne propia lo difícil que es estudiar la naturaleza.
    “Fue mi primera expedición, una de las experiencias más bonitas, pero a la vez duras de mi vida. Yo no sabía que tocaba llevar a campo, por lo cual llevé ropa no apta como botas bajitas. Caminamos más de 12 horas para llegar al sitio de muestreo y nos tocaba dormir en el suelo. Sin embargo, ver y analizar las plantas de la Amazonia borró el sufrimiento”.

    Con ayuda de sus familiares y amigos, estas hermanas han sembrado cerca de 500 robles en los cerros de Villa de Leyva, los cuales cuidan casi a diario. Fotos: archivo Aura y Yaneth Robles.

    Yaneth, quien ha viajado menos que Aura, recuerda una expedición en Santander. “Tenía mucho susto de no poder rendir. Por eso permanecí todo el tiempo junto a Humberto Mendoza, botánico de esa época, para aprender más sobre plantas y estar pendiente de todo lo que necesitara. El frío en los páramos fue terrible”.
    En todas las salidas y en el montaje a diario de las plantas, el amor por la flora se desbordó en las hermanas Robles. Para Aura, son los organismos que le dan vida a los demás seres. “Son las que nos permiten respirar y comer”. Yaneth la vuelve a complementar: “si no hay plantas no hay aves, mamíferos o insectos. Todo es una cadena o un ecosistema alrededor de las plantas”.
    Afirman que se complementan muy bien en el trabajo. “Siempre hemos estado muy unidas, por lo cual nos apoyamos mucho cada vez que lo necesitamos. Aunque algunos han dicho que no deberíamos andar de arriba para abajo, nuestro trabajo habla por sí solo. Nunca hemos recibido una queja por eso”.

    Las semillas o bellotas las adquieren de los robles que hay en el claustro de San Agustín y los que tienen en el patio de su casa. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).

    Robles en Villa
    Con más de 20 años de experiencia sobre el mágico mundo de las plantas, las hermanas Robles decidieron dar marcha a una iniciativa ambiental propia que deje huella en Villa de Leyva y lo pinte un poco más de verde.
    Todo empezó en 2017, cuando Tomás, el único hijo de Aura, se iba a graduar del colegio y tenía que presentar un proyecto para recibir el cartón. “Él propuso uno sobre siembra de semillas de Robles, en honor a nuestro apellido, pero no se lo aceptaron”, recuerda.

    El amor por las plantas y la naturaleza de las hermanas Robles empezó desde muy niñas, cuando recorrían los cerros de Villa de Leyva para bañarse en sus ríos. Fotos: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

    Como las dos hermanas habían recogido centenares de semillas de robles para el proyecto, decidieron escalar la iniciativa a nivel municipal. “Fuimos a donde el alcalde para que nos diera permiso de sembrar en unos predios públicos. Nos dio luz verde para iniciar nuestro proyecto de reforestación”, dice Aura.
    Las Robles, con ayuda de su familia, construyeron un pequeño vivero en el patio de la casa para empezar a propagar las cerca de 500 semillas de roble o bellotas que habían recolectado en el cerro Marmolejo, el ecosistema que las vio crecer.

    Las Robles buscan restaurar las zonas de Villa de Leyva más afectadas por incendios forestales y deforestación. Foto: archivo Aura y Yaneth Robles.

    “Las bellotas las vamos metiendo en bolsas con tierra. A medida que van creciendo, llevamos los arbolitos al cerro para sembrarlos, siempre en sitios afectados por incendios forestales o la deforestación”, apunta Yaneth.
    Las hermanas ya suman cerca de 500 robles sembrados en el cerro, individuos que hoy ya superan los dos metros de altura. “En noviembre del año pasado recogimos muchas bellotas y hoy en día estamos sembrando aproximadamente 160 arbolitos más. Todos los insumos para este proyecto vienen de nuestro bolsillo”, menciona Aura.
    Los robledales no quedan a la deriva. Cada tres días, antes de ir a trabajar, las hermanas madrugan para regar los árboles, actividad que realizan sin falta los fines de semana. Según las Robles, no pueden sobrevivir solos porque Villa de Leyva es un sitio muy seco.

    Además de trabajar juntas en las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt, Las Robles viven en la misma casa donde se criaron y ahora tienen su propio proyecto ambiental. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).

    “Sembrar no es solo ir un día y dejar los arbolitos. Necesitan de mucho tiempo y cuidado, en especial en las épocas secas. Lo bonito de estas experiencias es cuidar todo lo que se ha sembrado”.
    Además de pintar de verde el cerro de su pueblo con las siembras, las Robles están blindando varios nacimientos de agua. “La idea es regenerar los bosques para que vuelva a surgir el agua y regresen las aves. Esta iniciativa, que ha contado con la ayuda de nuestra mamá, quien adora las plantas, de la familia y algunos amigos, es nuestro granito de arena a la biodiversidad”, precisan las dos hermanas.
    Para Yaneth, este proyecto familiar es un agradecimiento a toda la naturaleza que tuvieron el privilegio de ver cuando eran niñas. “En ese cerro aprendimos a nadar y comimos las frutas nativas de los árboles. Es un agradecimiento con la naturaleza porque nos permitió vivir una vida muy bonita y sana”.

    En el Instituto Humboldt, Las Robles son conocidas como las que mejor montan las plantas del país antes de ingresar al Herbario. Foto: Paola Sánchez (Instituto Humboldt).

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    Avistan por primera vez en Colombia a una nutria gigante depredando una iguana




    Entre 1940 y 1970, las nutrias gigantes (Pteronura brasiliensis) fueron cazadas intensamente para el comercio internacional de pieles. Foto: cortesía Fernando Trujillo (Fundación Omacha).


    • •  Este hallazgo fue registrado por investigadores del Instituto Humboldt, la Fundación Omacha y Cormacarena en la cuenca del río Tillavá, en el departamento del Meta.
    • •  Según Carlos A. Lasso, investigador del Humboldt, este es un dato inédito en toda Sudamérica, único hábitat de la nutria gigante (Pteronura brasiliensis).
    • •  En algunas regiones de Colombia, los pescadores consideran a estas nutrias como una seria competencia por el recurso pesquero. En otros sitios se ven afectadas por el tráfico ilegal de fauna silvestre.


    La primera expedición de biodiversidad por los ecosistemas de la cuenca del río Tillavá en su paso por el municipio de Puerto Gaitán (Meta), arrojó un hallazgo único en Colombia y en toda Sudamérica.

    Investigadores del Instituto Humboldt, la Fundación Omacha y Cormacarena avistaron a la nutria gigante (Pteronura brasiliensis) depredando a una iguana (Iguana iguana) en el río. Algo nunca antes registrado.

    “Esta es la primera vez que registramos a este mamífero cazando y alimentándose de una iguana en Colombia, ya que es una especie que se alimenta más que todo de peces”, dijo Carlos Andrés Aya, investigador de la Fundación Omacha.

    Video: Una nutria gigante devorando a una iguana fue avistada en el río Tillavá, un hallazgo único en Sudamérica. Crédito: Carlos Aya (Fundación Omacha).


    Carlos A. Lasso, investigador del programa de ciencias de la biodiversidad del Instituto Humboldt, aseguró que este hallazgo también es único en toda Sudamérica, hábitat de esta especie de mamífero en todo el mundo.

    “Este avistamiento es un caso inédito nunca antes observado en América del Sur. Ver como una nutria gigante sale del agua y caza a la iguana es un dato de suma importancia para la ciencia”.

    Ambos investigadores afirman que esta evidencia sirve como un mensaje directo a los pescadores, quienes en algunas ocasiones atacan a las nutrias porque supuestamente se alimentan solo de peces. “Esto demuestra que también comen iguanas”.


    El río Tillavá, en el departamento del Meta, es uno de los hábitats de la nutria gigante. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


    La nutria gigante mide entre 1,5 y dos metros de largo, de los cuales hasta 65 centímetros corresponden a su cola. Su pelaje es de color café oscuro y tiene manchas de color claro amarillento en el cuello, con un patrón único por cada individuo. Sus ojos son grandes y cafés y el hocico está redondeado.

    Según la Fundación Omacha, es uno de los carnívoros más grandes de Sudamérica y se ubica en el tope de la cadena alimenticia con otros predadores, como el jaguar y el caimán. “En Colombia existe evidencia de su presencia en la mayoría de departamentos de la Amazonia y el Orinoco”.

    Estas nutrias fueron cazadas intensamente para el comercio internacional de pieles entre 1940 y 1970. “En algunas regiones, los pescadores las consideran como una seria competencia por el recurso pesquero, y en otros sitios se ven afectadas por el tráfico ilegal de fauna silvestre”, apunta Omacha.

    Biodiversidad del Tillavá

    Desde el pasado 14 de abril, 12 investigadores del Instituto Humboldt, la Fundación Omacha y Cormacarena, acompañados por personas de las comunidades, estudian la biodiversidad del río Tillavá en Puerto Gaitán.

    “Se trata de un convenio firmado entre el Humboldt y Cormacarena (con apoyo de Omacha), que tiene como objetivo estudiar las poblaciones de delfín rosado, nutria gigante y otros animales que habitan en la zona, como crustáceos, moluscos, macroinvertebrados acuáticos, tortugas, cocodrilos y mamíferos”, aseguró Lasso.


    Investigadores del Humboldt, Omacha y Cormacarena analizan la población de nutrias gigantes y delfines rosados en el río Tillavá. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


    Con los resultados de las expediciones por el río Tillavá, el Instituto Humboldt le hará entrega a Cormacarena de un estudio que contará con el listado de la biodiversidad acuática y su relación con el delfín rosado y la nutria gigante, además del uso de hábitat, poblacional y de amenazas de las especies.

    “Colombia y el departamento del Meta contarán con un documento detallado sobre el estado del conocimiento de la biodiversidad de esta cuenca, trabajo que contará con los aportes de las personas locales de la zona”, precisó el investigador del Humboldt.

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    Las seis principales amenazas de los cangrejos de agua dulce únicos de Colombia

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    Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 22 de abril de 2021

    Las seis principales amenazas de los cangrejos de agua dulce únicos de Colombia




    81 por ciento de los cangrejos de agua dulce en Colombia son endémicos. Cuatro científicos estudiaron cuáles son sus principales amenazas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).




    El levantamiento de las cordilleras andinas causó una gran explosión de biodiversidad en Colombia, constituyéndose en centro de origen de un gran número de especies. Un grupo de organismos logró colonizar prácticamente todos los ambientes de agua dulce y sus zonas aledañas, tanto los de las cumbres alto andinas, vertientes de los ríos de los Andes, Amazonia, Orinoquia, Caribe y Pacífico e incluso ecosistemas cavernícolas.

    Se trata de los cangrejos de agua dulce, organismos que a pesar de jugar un papel muy importante en la cadena trófica de los ecosistemas acuáticos al acelerar el proceso de descomposición de material orgánico y ser bioindicadores de la calidad del agua, han pasado desapercibidos y solo son vistos como materia prima para la elaboración de bebidas afrodisíacas en sitios como las plazas de mercado.

    En el mundo han sido identificadas aproximadamente 350 especies de cangrejos de agua dulce, de las cuales cerca de 111 habitan en Colombia (familias Pseudothelphusidae y Trichodactylidae), es decir que alberga el 32 por ciento de esta riqueza natural mundial.


    El cangrejo sabanero (Neostrengeria macropa) es una de las 90 especies de cangrejos de agua dulce únicas de Colombia. Foto: cortesía Darwin Ortega.


    Esta cifra convierte al territorio nacional en el segundo país con mayor cantidad de estos cangrejos en el mundo, título que ostenta China con 244 especies a nivel global. Sumado a esto, Colombia es el país con mayor número de cangrejos endémicos (90 especies), es decir que no habitan en ninguna otra parte del planeta.

    “El 81 por ciento de los cangrejos de agua dulce en Colombia son endémicos (90 especies). Estos altos niveles de endemismo se deben a que sus hábitats fueron separados mediante barreras geográficas, lo que aisló las poblaciones y produjo la especiación”, dijo Carlos A. Lasso, investigador del programa de Ciencias de la Biodiversidad del Instituto Humboldt.

    Según el Libro Rojo de cangrejos dulceacuícolas de Colombia, documento elaborado por Lasso y Martha R. Campos, docente del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional, 26 especies están en alguna categoría de amenaza: 25 En Peligro y una Vulnerable a la extinción.

    Sin embargo, el documento revela que más de 40 especies de estos cangrejos en Colombia cuentan con datos insuficientes, algo que impide conocer su grado de amenaza o estado de conservación.

    “Los cangrejos de la familia Pseudothelphusidae son los más amenazados. Esto se debe a que habitan en ríos y quebradas de piedemonte y montaña, lugares que se han visto afectados por la deforestación y contaminación causada por la agricultura intensiva, minería y desarrollo urbano”, cita el Libro Rojo.


    Neostrengeria sp. solo habita en algunos cuerpos de agua del altiplano cundinamarqués. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


    Nuevo estudio

    Los investigadores David M. Hudson, Gillian Phillips, Lasso y Campos analizaron las principales amenazas que enfrentan los cangrejos de agua dulce endémicos de Colombia, flagelos que están asociados al cambio climático y las actividades antrópicas

    Según los académicos, desde hace décadas estos cangrejos se han visto altamente impactados por flagelos como la deforestación, agricultura, acuicultura, minería y el desarrollo en sistemas ribereños impulsados por el hombre, además de las consecuencias y coletazos del cambio climático.

    “A esto se suma la introducción de especies de cangrejos exóticos, como el cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii), que ahora compiten con las especies endémicas y a que pueden ser hospedadores de parásitos como trematodos pulmonares. Tal es el caso del cangrejo de agua dulce de la sabana de Bogotá: Neostrengeria macropa y otras especies de Antioquia”.


    Los cangrejos de agua dulce endémicos de Colombia cuentan con varias amenazas generadas por las actividades humanas. Foto: cortesía Darwin Ortega.


    Aunque los científicos aseguran que Colombia ha avanzado en la protección de estas especies, advierten que una resolución aprobada en 2019 por la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP) clasifica al cangrejo sabanero (Neostrengeria macropa) como un recurso pesquero, a pesar de estar listado como una especie en peligro de extinción.

    Los investigadores aplicaron varios modelos para conocerlas principales amenazas de estas especies, hallazgos que fueron plasmados en un capítulo del libro Recent Advances in Freshwater Crustacean Biodiversityand Conservation.

    “Con estos modelos, que incluyeron altitud, precipitación y temperatura, identificamos la distribución y los hábitats de Hypolobocera bouvieri, y los relacionamos con varios escenarios futuros de cambio climático a partir de 2070”, cita el libro.

    Los verdugos

    En su estudio, los investigadores determinaron que los cangrejos de agua dulce endémicos, en particular Hypolobocera bouvieri, cuentan con enemigos poderosos detonados por la sobrepesca, pérdida de hábitat, aumento de la densidad de población humana, fragmentación de los ecosistemas, especies introducidas y contaminación.

    “Todos los riesgos pueden verse agravados por el cambio climático, en particular los relacionados con las interacciones de las especies y los micro hábitats que restringen la migración de muchos organismos aislados. En este estudio analizamos las principales amenazas”, precisan Hudson y sus colaboradores.

    1.El desarrollo

    Para los expertos, el desarrollo en los sistemas ribereños y costeros han provocado profundos cambios en el uso de la tierra, lo que a su vez ha impactado los sistemas dulceacuícolas, estuarinos y marinos.

    Un análisis de 2015 realizado por Campos y Lasso mostró que muchas especies consideradas en peligro de extinción presentaban un alto riesgo debido al desarrollo urbano y al aumento de la densidad de población humana.


    En varias plazas de mercado venden bebidas elaboradas con el cangrejo sabanero, organismo que también se ha visto afectado por la introducción de especies invasoras. Foto: Instituto Humboldt.


    “Tal es el caso de los pseudotelfúsidos y trichodactlidos que viven en áreas a lo largo de la cuenca del río Magdalena y ríos que drenan o desembocan en la costa del Caribe. Los pseudotelofúsidos están en riesgo en todas las áreas montañosas andinas que son deseables para el desarrollo”, afirman los científicos.

    El estudio revela que las áreas de alta biodiversidad en Colombia están altamente amenazadas por su posible transformación en lugares de desarrollo, algo que deja a las especies nativas vulnerables a la pérdida y extinción del hábitat.

    “En el mundo, los humanos viven desproporcionadamente cerca de los cursos de agua, modificando las zonas ribereñas y descargando nutrientes, sedimentos y contaminantes. Los arroyos y ríos son más vulnerables a estos efectos”, precisa el documento.

    2.Deforestación

    Según el estudio, la pérdida de bosque en los últimos 50 años en Colombia tiene en aprietos a los crustáceos de agua dulce que habitan en las partes altas por la disminución de las zonas de amortiguamiento ribereñas.

    “La deforestación agrava los problemas ambientales debido a la escorrentía y sedimentación de la erosión, impidiendo así los amortiguadores ribereños y los niveles de calidad del agua”, indican los académicos.


    La deforestación también genera impactos en las especies de cangrejos de agua dulce endémicos de Colombia. Foto: Jhon Barros.


    El análisis revela que la deforestación en el valle del río Magdalena ha contribuido en gran medida a la deforestación mundial, una región que también está amenazada por la minería de oro, extracción de petróleo y cultivo de aceite de palma africana.

    “La demanda mundial de aceite de palma está convirtiendo los bosques tropicales en plantaciones de este cultivo, una actividad que está programada para una expansión significativa”.

    3.Minería y petróleo

    Por albergar importantes depósitos de minerales y combustibles fósiles, los recursos hídricos de Colombia y las especies que allí habitan han sido víctimas de las consecuencias de la explotación de estos recursos. A los expertos les preocupan los efectos de esa actividad en la reproducción de los cangrejos.

    La contaminación desatada por la minería también preocupa a los científicos, ya que la extracción ilegal de oro produce a nivel regional una alta contaminación por mercurio en los cuerpos de agua dulce, elemento de alta toxicidad para los cangrejos.

    “Se estima que el nueve por ciento de la deforestación total en Colombia se atribuye a la minería de oro, que en su mayoría se da de manera ilegal. Esta actividad puede provocar un aumento del contenido de mercurio en las poblaciones de peces y crustáceos y pasar el contaminante por la cadena alimenticia a los humanos y otros vertebrados”, precisa Campos.

    La extracción de sal también afecta los recursos naturales. El estudio de los cuatro científicos asegura que la escorrentía de esta actividad puede causar un aumento de la salinidad de los suelos y el agua dulce. “Los organismos que allí habitan a menudo no están preparados para mantener un equilibrio interno si se exponen a salinidades fuera de su rango de tolerancia normal”.

    4. Agricultura y acuicultura

    El paisaje colombiano viene presentando un acelerado cambio debido a las actividades agropecuarias. Los bosques de las tierras bajas son reemplazados por plantaciones de diversos cultivos y extensas sabanas antrópicas con pastos para el ganado.

    “Los efectos históricos de la tala han dejado cicatrices en el paisaje y alterado los demás recursos naturales como el agua y suelo, es decir que también afecta las poblaciones de organismos de agua dulce”, menciona Lasso.


    La contaminación de los ríos, desatada por las actividades humanas, deja sin hábitat a los cangrejos de agua dulce. Foto: Jhon Barros.


    Por su parte, algunas granjas acuícolas están cultivando especies para ayudar a aliviar la presión de la pesca o mejorar la alimentación, lo que ha abierto la puerta a la llegada de peces e invertebrados no nativos de ciertos valles fluviales.

    “Algunas entidades gubernamentales regionales introdujeron dos crustáceos no nativos de Colombia: la langostilla de río de Luisiana (Procambarus clarkii) y un camarón de río gigante (Macrobrachium rosenbergii)”, afirma Campos.

    El estudio indica que la pesca continental cayó de 60.000 toneladas en 1975 a 10.000 toneladas en 2014 debido a la sobrepesca que actúa en sinergia con otros efectos antrópicos. “Los cangrejos son a menudo objeto de pesquerías artesanales que, según los métodos de consumo, pueden infectar con parásitos a los humanos”.

    5.Carreteras y represas

    El desarrollo de las redes de carreteras y ferrocarriles y la construcción de presas hidroeléctricas en Colombia, ha aumentado la fragmentación del hábitat y representa una amenaza adicional para las especies endémicas de los cuerpos de agua dulce.

    “Por ejemplo, la construcción del puente terrestre interoceánico (ferrocarril, carretera, canal y oleoducto) probablemente tendrá un impacto ambiental importante y resultará en una mayor deforestación”, evidencian los cuatro académicos.

    También aseguran que la instalación de tratamiento de aguas residuales subdesarrolladas en gran parte del país significa que muchas áreas tienen problemas importantes con los efluentes residuales no tratados.

    “Los desechos plásticos están inundando ríos y arroyos e introduciendo sustancias químicas que afectan la fisiología de la vida acuática”, enfatiza el documento.

    6.Especies foráneas

    Hudson y colaboradores precisan que el garantizar la seguridad alimentaria de la población humana puede producir una mayor presión sobre los crustáceos de agua dulce y otras especies.

    “La tasa de introducción de especies en ecosistemas de agua dulce ha aumentado en todo el mundo debido a la crisis alimentaria que padecen algunas regiones, algo que tiende a devaluar las acciones de conservación”.

    Otra amenaza latente es el aumento de la conectividad y las presiones antrópicas. El análisis científico encontró que estos factores presionan a las especies de agua dulce por la contaminación, destrucción de hábitats subterráneos y el turismo descontrolado.

    Caso puntual

    Hypolobocera bouvieri ocupa un amplio rango de distribución en las cadenas montañosas de las cordilleras central y oriental en Colombia. Sin embargo, los análisis mostraron que su distribución podría extenderse en el futuro.

    “El área disponible para esta especie podría aumentar por los cambios en la temperatura generados por el calentamiento global. La cordillera de los Andes se ve afectada por la variabilidad climática impulsada por la Oscilación del Sur de El Niño (ENOS), algo que afectará aún más lagos andinos”.


    Cuatro científicos evidenciaron que los cangrejos de agua dulce endémicos se ven altamente amenazados por seis actividades. Foto: cortesía Darwin Ortega.


    Para los expertos, estos cambios podrían expandir el área de distribución de Hypolobocera bouvieri si se eliminan las restricciones de temperatura de niveles más bajos, “algo que probablemente no ocurriría con especies endémicas que tienen un rango restringido”.

    Por último, los autores del estudio recomiendan que es necesario realizar otras investigaciones para especies de cangrejos ampliamente distribuidas. “Es probable que la situación sea más crítica para los organismos de distribución restringida que están en riesgo de eventos estocásticos como derrames industriales”.
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    En busca de los delfines rosados y nutrias gigantes del Meta

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    Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 15 de abril de 2021

    En busca de los delfines rosados y nutrias gigantes del Meta




    Dos de las especies más emblemáticas de Colombia serán estudiadas en el municipio de Puerto Gaitán. Fotos: Mónica Morales (Instituto Humboldt) y Fernando Trujillo (Fundación Omacha).


    Con cerca de 520 especies registradas, de las cuales 58 son endémicas, Colombia está catalogado como el sexto país en el mundo con mayor representación de mamíferos, animales que habitan en diversos ecosistemas como las densas selvas húmedas, bosques andinos y secos, sabanas, humedales e incluso mares.

    Sin embargo, este tesoro biodiverso palidece a pasos agigantados debido a las actividades impulsadas por el hombre, como la deforestación, cacería indiscriminada, pérdida y transformación de los hábitats naturales para la agricultura y ganadería y minería ilegal, acciones que detonan el cambio climático.

    Según el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SiB), más de 42 especies de mamíferos ya corren un alto riesgo de desaparecer en el territorio nacional: seis están en peligro crítico, ocho en peligro y 24 son vulnerables a la extinción. Sumando a esto, 103 especies están listadas en los apéndices Cites por el grado de amenaza generado por el comercio.


    El delfín rosado, un mamífero que alcanza a medir hasta 2,8 metros de largo, se ha visto fuertemente impactado por las actividades antrópicas. Foto: cortesía Fernando Trujillo (Fundación Omacha).


    El delfín rosado (Inia geoffrensis) y la nutria gigante (Pteronura brasiliensis), dos de los animales más carismáticos y emblemáticos que habitan en varios de los ecosistemas acuáticos más representativos del país, hacen parte de los listados de mamíferos amenazados por causa de la mano del hombre.

    Los pescadores figuran entre los principales verdugos del delfín rosado en Colombia, un mamífero que alcanza a medir hasta 2,8 metros de largo y pesar más de 220 kilos. Según la Fundación Omacha, estos animales son atrapados en los ríos por medio de mallas de monofilamento, cacería o envenenamiento, “debido a que los pescadores lo conciben como una fuerte competencia para el recurso pesquero”.

    Por su parte, las nutrias gigantes, con tamaños entre los 1,5 y 2 metros de longitud, han recibido golpes contundentes por parte de los cazadores, una hecatombe que tuvo su auge a mediados del siglo pasado para comercializar sus pieles en el mercado internacional.

    “Estas nutrias fueron cazadas intensamente entre 1940 y 1970, por lo cual la cacería figura como la causa más importante de la gran disminución de la especie. Además, en sitios como el río Mirití Paraná (Amazonas) y la parte media del río Meta (Orinoco), los pescadores las consideran una seria competencia por el consumo de peces, y en Vichada se presenta el mercado ilegal de venta de crías como mascotas”, informó Omacha.


    Las nutrias gigantes han recibido impactos por parte de cazadores y la degradación de sus hábitats. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).Omacha).


    Estudiar para conservar

    El departamento del Meta, un hervidero de biodiversidad que alberga ecosistemas amazónicos, andinos y de la Orinoquia, representa uno de los principales hogares para las nutrias gigantes y delfines rosados.

    Ante esto, el Instituto Humboldt y la Corporación para el Desarrollo Sostenible de la Macarena (Cormacarena) decidieron unir esfuerzos para estudiar las poblaciones de estos mamíferos en la cuenca del río Tillavá.

    A través de un convenio, que durará aproximadamente nueve meses de este año, las entidades aunarán esfuerzos técnicos, científicos y financieros para dar marcha a un estudio de estas especies, además de sus interrelaciones con los otros recursos hidrobiológicos y humedales de la zona.

    Los expertos elaborarán un documento detallado sobre el estado del delfín rosado y la nutria en la cuenca. Video: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


    “La nutria, también llamada perro de agua, y las toninas o delfines rosados, fueron priorizadas por Cormacarena por tratarse de especies sombrillas, emblemáticas y fundamentales para la conservación en el departamento del Meta”, dijo Carlos A. Lasso, investigador del programa de ciencias de la biodiversidad del Instituto Humboldt y coordinador científico del convenio.

    La evaluación de las poblaciones de delfines rosados y nutrias en el río Tillavá será realizada por medio de varias salidas de campo y expediciones de biodiversidad, un trabajo que contará con el apoyo de la Fundación Omacha, experta en el estudio de estas dos especies.


    La cuenca del río Tillavá en Meta será el epicentro del estudio de delfines rosados y nutrias gigantes. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


    “Esto nos permitirá recolectar datos como la presencia o ausencia de estos mamíferos, densidad poblacional y cantidad de madrigueras o letrinas (en el caso de las nutrias). Realizaremos dos grandes expediciones en distintas épocas climáticas este año por el río Tillavá: ascenso o subida de aguas y aguas altas”, aseguró Lasso.

    Además de establecer el estado poblacional de estas dos especies, los expertos determinarán cómo es la interacción con los ecosistemas y los recursos hidrobiológicos asociados. “Por ejemplo, las nutrias y delfines tienen una interacción trófica con los peces, razón por la cual estudiaremos esas relaciones”, precisó el investigador del Humboldt.

    Primera expedición

    Entre el 14 y 23 de abril, el Instituto Humboldt y Cormacarena realizarán la primera salida de campo a las zonas aledañas del río Tillavá en Puerto Gaitán, 10 días en los que esperan recolectar los primeros datos para el estudio de estos mamíferos.

    “En esta expedición participaremos 12 investigadores de las entidades del convenio y la Fundación Omacha, además de cerca de 10 personas de las comunidades quienes son grandes conocedores de la biodiversidad en la zona”, manifestó Lasso.

    Las nutrias y delfines no serán las únicas especies que serán estudiadas. Expertos del programa ciencias de la biodiversidad y de las colecciones biológicas de mamíferos, peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos del Instituto Humboldt y Fundación Omacha, irán mucho más allá.


    La nutria es una de las especies más emblemáticas y fundamentales para la conservación del departamento del Meta. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


    “Otros animales que habitan en la zona, como crustáceos, moluscos, macroinvertebrados acuáticos, tortugas y cocodrilos, serán analizados detalladamente”.

    Al final del convenio, el Instituto Humboldt le hará entrega a Cormacarena un estudio que contará con el listado de la biodiversidad acuática y su relación con el delfín rosado y la nutria en la cuenca del río Tillavá, además del uso de hábitat, poblacional y de amenazas de estas dos especies.

    “El objetivo es elaborar un documento detallado con el estado del conocimiento sobre el delfín rosado y la nutria en la cuenca, un trabajo que contará con los aportes de las personas locales de la zona”.

    Insignia de la Amazonia y Orinoquia

    El delfín rosado (Inia geoffrensis) es una de las especies más emblemáticas de las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco, únicos sitios donde habita en Colombia. Ríos como Amazonas, Caquetá, Apaporis, Mirití Paraná, Cahuinarí, Putumayo, Meta, Guayabero, Vichada, Tomo, Guaviare, Orinoco, Bita y Arauca, además de varios lagos, son algunos de sus refugios.

    Los indígenas de ambas regiones lo han bautizado con diversos nombres: los puinave lo llaman muña, los huitoto jíamana, los sikuani panabü y los tikuna omacha. Por su parte, las comunidades de colonos lo reconocen como bufeo (Amazonas) o tonina (Orinoco).


    Instituto Humboldt, Cormacarena y Fundación Omacha analizarán las poblaciones de delfines rosados y nutrias en el río Tillavá. Foto: cortesía Fernando Trujillo (Fundación Omacha).


    “Es el delfín de río más grande. Tiene un cuerpo robusto y flexible y un hocico largo y estrecho con más o menos 106 dientes, y se caracteriza por contar con una coloración gris oscura en las crías y gris con rosado en los adultos”, informó la Fundación Omacha.

    Una de las peculiaridades de esta especie es que cuando realizan actividad física, su coloración rosada se incrementa para así regular la temperatura. De acuerdo con Omacha, comienza a fluir más sangre a los vasos sanguíneos periféricos aumentando el tono rosado.

    “Esta especie se encuentra asociada con frecuencia a sistemas donde confluyen varios ríos, ya que estas áreas tienen concentraciones de peces. A diferencia de la mayoría de los delfines de mar, en el Inia geoffrensis las vértebras cervicales están libres, lo que les permite rotar la cabeza de un lado a otro”, aseguró la Fundación.


    La primera expedición por el río Tillavá contará con la participación de científicos, investigadores y comunidades locales. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


    Según Omacha, actualmente se reconocen tres especies de delfines rosados: Inia boliviensis en Bolivia; Inia araguaiaensis en el río Araguaia en Brasil e Inia geoffrensis con dos subespecies: I. geoffrensis geoffrensis en la Amazonia e I. geoffrensis humboldtiana en la Orinoquia.

    La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) tiene listado al delfín rosado como una especie amenazada En Peligro de extinción por factores como los conflictos con los pescadores y la minería ilegal en los ríos amazónicos.

    Una carnívora gigante

    Los ríos que zigzaguean por los departamentos de la Amazonia y Orinoquia colombiana le brindan refugio a uno de los carnívoros más grandes de Sudamérica, un mamífero que se ubica en el tope de la cadena alimenticia junto a predadores como el jaguar y el caimán.

    Se trata de la nutria gigante (Pteronura brasiliensis), también conocida como perro de agua, lobón y lobo colón. Según informa la Fundación Omacha, de sus casi dos metros de largo, cerca de 65 centímetros corresponden a la cola, la cual es aplanada hacia la punta.

    “Pueden pesar entre 25 y 32 kilos. Su pelaje es de color café oscuro y tiene manchas amarillentas en el cuello, con un patrón único por cada individuo. Los dedos de las manos y pies están unidos por una membrana”.


    Los expertos también analizarán la población de crustáceos, moluscos, macroinvertebrados acuáticos, tortugas y cocodrilos. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


    Es un mamífero de ojos bastante grandes y hocico redondeado ha sido reportado en varias zonas de la Orinoquia y Amazonia colombianas, como los ríos Tomo, Tuparro, Bita, Orinoco, Meta, Arauca, Caquetá, Cahuinarí, Apaporis, Inírida y Guaviare.

    La cacería indiscriminada del siglo pasado mermó bastante sus poblaciones. Hoy en día está amenazada por los pescadores, traficantes de fauna y algunas comunidades indígenas. “En la selva Mataven, al sur del Vichada, y en el bajo río Inírida en Guainía, enfrenta una amenaza directa por los indígenas de la zona, ya que afirman que las nutrias gigantes son un enemigo por comer demasiado pescado y ensucian las aguas de los ríos y caños con sus heces”, indica Omacha.

    Por eso, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza tiene listada a Pteronura brasiliensis como una especie En Peligro de extinción.

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