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Nuevos datos sobre la tortuga sabanera o galápago llanero, un reptil único de la Orinoquia colombo-venezolana

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 18 de agosto de 2021

Nuevos datos sobre la tortuga sabanera o galápago llanero, un reptil único de la Orinoquia colombo-venezolana




Tortuga sabanera o galápago llanero (Podocnemis vogli) Río Dagua, Vichada. Foto: Mónica A. Morales-Betancourt


  • •  Durante cuatro meses, justo en la estación seca, cinco científicos evaluaron el uso del hábitat y las características poblacionales de 149 tortugas sabaneras o galápagos llaneros en la Reserva Natural Privada Bojonawi, ubicada en el Vichada.
  • •  Los investigadores evidenciaron que esta especie es abundante y parece ser generalista de ecosistemas como los grandes ríos y la planicie inundable, un hallazgo pionero en el estudio de este reptil endémico de Colombia y Venezuela.
  • •  Las hembras, que presentaron tamaños más grandes, marcaron la parada en la laguna El Pañuelo, mientras que los machos abundaron en las inmediaciones del río Orinoco.


Una tortuga pequeña, con un caparazón liso y aplanado de color café, un hocico puntiagudo, una cola corta y algunas manchas amarillas en su cabeza, permanece oculta en algunos cuerpos de agua de la cuenca del río Orinoco, un vasto ecosistema ubicado en la extensa Orinoquia colombo-venezolana y decorado por extensas sabanas y morichales.

La ciencia la nombró en 1935 como Podocnemis vogli, pero es más conocida como tortuga sabanera, galápago llanero, galapaguita o gurruña. Alcanza tamaños cercanos a los 30 centímetros y un peso de más de cuatro kilogramos, y todo indica que es un reptil omnívoro con preferencia por las plantas y semillas, aunque también come insectos, pequeños invertebrados, peces y carroña.

Es un animal único o endémico de Colombia y Venezuela. Según Carlos A. Lasso, investigador del programa de ciencias de la biodiversidad del Instituto Humboldt, en el territorio nacional ha sido reportada en un área de 304 kilómetros cuadrados, que abarca varias subcuencas del Orinoco como las de los ríos Arauca, Casanare, Guaviare, Meta, Tomo, Bita, Inírida y Vichada.

“En Colombia, las hembras anidan entre octubre y enero, en la sabana y durante el atardecer y la noche. Allí primero expulsan un líquido por la cloaca con el que humedecen el terreno, y luego cavan con las patas traseras, ponen los huevos, los tapan y sellan la entrada con la presión de su peso. Realizan tres posturas, donde alcanzan a poner 42 huevos que tardan más de tres meses en eclosionar”.

Según el libro “Biología y conservación de las tortugas continentales de Colombia” del Instituto Humboldt, en el país el galápago llanero está clasificado como una especie de menor preocupación debido a su aparente abundancia. Pero Lasso y otros investigadores han evidenciado que su población está disminuyendo en algunos lugares debido a la caza.


La ciencia la nombró en 1935 como Podocnemis vogli, pero es más conocida como tortuga sabanera, galápago llanero, galapaguita o gurruña. Cría, Reserva Natural Bojonawi, Vichada. Foto: Mónica A. Morales-Betancourt.


“Los habitantes de la Orinoquia la cazan durante dos épocas del año: en sus meses reproductivos y en la Semana Santa debido a la prohibición del consumo de carne roja. La disminución de las tortugas charapa (Podocnemis expansa) y terecay (Podocnemis unifilis) ha generado que se capturen más galápagos llaneros, mientras que los juveniles son capturados ocasionalmente para su venta como mascotas en el mercado”.

Aunque la tortuga sabanera es endémica de la Orinoquia colombo-venezolana, en el territorio nacional hay varios vacíos sobre su información, como observaciones puntuales de su alimentación, comportamiento, estructura de las poblaciones e historia natural.

“Recientemente se han realizado estudios sobre poblaciones colombianas relacionadas con crías en cautiverio, taxonomía y biometría. Sin embargo, en las últimas décadas no se han adelantado investigaciones centradas en el uso del hábitat o la demografía de esta especie, tampoco sobre genética, un tema de gran interés, apunta Lasso.

Sabaneras en una reserva

Con el objetivo de llenar los vacíos respecto el uso del hábitat y poblaciones de esta especie, cinco científicos se adentraron en lo más profundo de la Reserva Natural Privada de Bojonawi (BPNR), ubicada en el departamento de Vichada, entre el enero y abril de 2017, justo en la temporada reproductiva de la sabanera.

Ana M. Sepúlveda Seguro, Vivian P. Páez y Marley T. Gómez Rincón, del Grupo Herpetológico y la Universidad de Antioquia, y Mónica A. Morales Betancourt y Carlos A. Lasso del Instituto Humboldt, fueron los encargados de liderar el estudio, que también contó con el apoyo financiero y logístico de la Fundación Omacha.

“Bojonawi está dentro de la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Natural Tuparro y la Reserva de la Biosfera de la Unesco. Es una reserva ubicada a 15 kilómetros al suroeste de de Puerto Carreño que está relativamente bien conservada y protegida, lo que nos permitió documentar aspectos sobre la población de la tortuga sabanera”, mencionó Lasso.

Los investigadores seleccionaron tres macrohábitats acuáticos de la reserva para estudiar a las sabaneras: el cauce principal del río Orinoco, la laguna El Pañuelo y el caño El Tesoro, ecosistemas separados por aproximadamente 1,5 kilómetros.

“Cada uno de estos lugares cuentan con diferentes características fisicoquímicas, niveles de sedimentación, nutrientes, flujo de corriente, transparencia del agua y profundidad, aspectos esenciales para estudiar mejor el uso del hábitat de las tortugas”, precisó el investigador del Humboldt.

Para analizar a las tortugas, los expertos utilizaron métodos como trampas de embudo, redes de trasmallo y captura manual.

“Hicimos tres muestreos en los macrohábitats seleccionados. En cada uno instalamos 15 trampas de embudo en lugares poco profundos cerca de los sitios donde las tortugas toman el sol, las cuales fueron cebadas con pescado, carne, maíz, plátano y racimos de hojas de chigo”, cita el estudio publicado en la revista Latinoamericana de Herpetología.

Algunas tortugas detectadas visualmente entre las nueve de la mañana y las 11 de la noche, fueron capturadas de forma manual. “En la laguna El Pañuelo, esta captura se realizó en agua poco profunda desde un pequeño bote y en el canal El Tesoro cuando algunas personas practicaban snorkel o buceo. Por medio de redes de trasmallo fueron capturadas varias tortugas en la laguna”.


Tortuga sabanera o galápago llanero (Podocnemis vogli) Caño Cristales, Meta. Foto: Mónica A. Morales-Betancourt


Más de un centenar

En Bojonawi fueron capturadas 149 tortugas sabaneras: tres jóvenes, tres varones subadultos, 34 hembras subadultas, 67 machos adultos y 42 hembras adultas. De este total, solo 11 fueron recapturadas.

81 tortugas fueron capturadas por medio de trampas de embudo, su mayoría en la laguna El Pañuelo. “No encontramos diferencias en las distribuciones de tamaño de las tortugas con estas trampas en los tres macrohábitats”, revela el estudio.

La captura manual arrojó 28 tortugas y 40 con la red de trasmallo en la laguna de El Pañuelo. Según los científicos, las proporciones de sexos difirieron entre los macrohábitats: abundancia de machos en el río Orinoco y de hembras en la laguna.

Lasso apunta que por primera vez se corroboró un marcado dimorfismo sexual en esta especie: las hembras capturadas fueron más pesadas, grandes y anchas que los machos, con un tamaño máximo de 30 centímetros y un peso corporal de tres kilogramos.

El libro de las tortugas continentales del Humboldt aseguraba que el dimorfismo sexual de esta especie era poco aparente, aparte de una mancha amarilla en el hocico de los machos. “En nuestro estudio el tamaño de las hembras fue mucho mayor: 30 centímetros frente a los 27 de los machos”.

Nueve hembras de 22 centímetros tenían huevos en diferentes etapas de calcificación. En cuanto a los recorridos de la especie, los expertos identificaron una distancia lineal media de 380 metros, siendo los machos los que se movieron más, hasta dos veces más que las hembras.

Todas las tortugas identificadas fueron marcadas, pesadas, medidas, sexadas y fotografiadas antes de su liberación en los hábitats naturales. El sexaje se determinó analizando la forma de la placa ósea anal, con una forma de "V" típica en las hembras y una "U" en los machos, quienes además cuentan manchas amarillas en la cabeza.

“Para este estudio inspeccionamos la reproducción de las hembras por medio de la ecografía de Bondway, que con una sonda examina la región inguinal para detectar la presencia de huevos en desarrollo”, dice el artículo de la revista Latinoamericana de Herpetología.


Todas las tortugas identificadas fueron marcadas, pesadas, medidas, sexadas y fotografiadas antes de su liberación en los hábitats naturales. Tortuga sabanera o galápago llanero (Podocnemis vogli) Río Tomo, PNN El Tuparro, Vichada. Foto: Mónica A. Morales-Betancourt


¿Qué dicen los resultados?

Para Lasso, Morales, Sepúlveda, Páez y Gómez, este estudio durante la temporada reproductiva de 2017 en la reserva no mostró una marcada segregación en términos de uso del macrohábitat para la tortuga sabanera.

“Otros estudios informan que esta especie tiene preferencia por lagunas y canales poco profundos, algo que no evidenciamos en este estudio. Esta discrepancia puede estar relacionada con causas como la época del año del trabajo de campo, los métodos de captura y el muestrear diferentes hábitats”.

Por ejemplo, por primera vez fue reportada una relativa abundancia de la especie en un cuerpo de agua grande como el río Orinoco, un hallazgo pionero en el estudio de esta tortuga en Colombia y Venezuela.

“Los estudios basados en otros métodos de muestreo no detectaron a esta tortuga en hábitats de aguas corrientes, lo que podría dar una impresión errónea de que evita grandes ríos. Esto se debe a que las otras investigaciones se realizaron en sitios como los llanos de piedemonte o llanuras inundadas estacionalmente, mientras que nuestro estudio fue en la planicie aluvial del río Orinoco.

Según Lasso, este estudio también es pionero en mostrar que en algunos lugares las tortugas sabaneras pueden estar presentes en cantidades sustanciales y grandes hábitats ribereños. “La especie es abundante dentro de la reserva y parece ser generalista de hábitats, incluyendo el uso de grandes ríos”.

Sin embargo, el investigador del Humboldt aclara que el bajo número de recapturas alcanzadas durante el reciente estudio, impidió la estimación de las densidades reales en cada macrohábitat.

Respecto a la preferencia de los machos por ecosistemas como el río Orinoco y de las hembras por la laguna, los expertos consideran que puede estar relacionada por los sitios ideales para la anidación de este último lugar.

“Las trampas de embudo capturaron con éxito tortugas de gran tamaño pero pocos juveniles. La red de trasmallo fue más eficiente, ya que solo en la laguna, durante seis horas de muestreo, capturamos aproximadamente 50 por ciento del número total de individuos muestreados, su mayoría juveniles y pocos adultos”.

Aunque la ciencia ha demostrado que esta tortuga está principalmente activa durante el día, el reciente estudio mostró por primera vez un forrajeo nocturno de la especie, hallazgo evidenciado por medio del método de captura manual.

Los cinco científicos concluyen que se necesita un monitoreo más extenso e intensivo para documentar las tasas específicas de supervivencia de las diferentes clases, detectabilidad y dinámica de la población.

“Un conocimiento básico de las características del ciclo de vida y la población es esencial para predecir cómo los cambios en la población debido a impactos naturales o humanos pueden afectar su distribución, uso del hábitat y permanencia”.


Tortuga sabanera o galápago llanero (Podocnemis vogli) Río Bita, sitio Ramsar, Vichada. Foto: Mónica A. Morales-Betancourt


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¿Cómo restaurar los páramos afectados por el pino pátula?

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 27 de julio de 2021

¿Cómo restaurar los páramos afectados por el pino pátula?




Las plantaciones forestales de especies exóticas como el pino Pinus patula, pueden generar limitaciones en la regeneración natural de la vegetación nativa de los páramos. Foto: Mauricio Aguilar.


  • •  Las plantaciones forestales de especies exóticas como el pino Pinus patula, pueden generar limitaciones en la regeneración natural de la vegetación nativa de los páramos.
  • •  Sin embargo, aún se desconocen las medidas de gestión necesarias para desarrollar un proceso de restauración ecológica exitoso en las zonas paramunas afectadas por plantaciones forestales de este árbol.
  • •  Tres investigadores del Instituto Humboldt y la Universidad de Nariño, hicieron varios experimentos y tratamientos en el páramo de Rabanal, ubicado en Boyacá, uno de los más perjudicados por este pino.
  • •  Eliminar los residuos post aprovechamiento forestal del pino pátula de los páramos incrementa la riqueza relativa de las especies nativas, ya que esta acción libera espacio sobre el suelo, proporcionando áreas donde las plantas nativas pueden llegar, germinar y establecerse.


Los páramos colombianos, reservorios hídricos que abarcan más de 2.9 millones de hectáreas y están distribuidos en 36 complejos, no se han salvado de la llegada de plantaciones forestales exóticas que han deteriorado sus recursos naturales.

Por ejemplo, en el páramo de Guacheneque, ubicado en el municipio de Villapinzón y donde nace cristalino el río Bogotá, fueron sembrados varios pinos en la década de los 90, árboles foráneos que no hacen parte de los ecosistemas de alta montaña del país y causaron una pérdida de vegetación nativa como los frailejones.

Estas especies exóticas generan transformaciones en los páramos andinos como: pérdida de la biodiversidad, acidificación de los suelos, alteración del régimen hídrico, disminución de oferta de hábitat para la fauna y una reducción de germinación, establecimiento y crecimiento de las plantas nativas.

Sin embargo, aún se desconoce la respuesta de los sitios paramunos después del aprovechamiento forestal de las especies exóticas. Este efecto ha sido estudiado en sabanas, bosques, ecosistemas costeros y piedemontes, donde se reportan procesos erosivos, inundaciones, alto riesgo de mortalidad sobre la vegetación e incendios.

Este panorama llevó a Edinson Sesquilé Escobar y Mauricio Aguilar Garavito (Instituto Humboldt) y Sebastián Ruiz Santacruz (Universidad de Nariño), a estudiar con mayor detalle cómo se puede realizar una restauración ecológica en las zonas paramunas afectadas por las plantaciones de pino pátula (Pinus patula).

Los investigadores realizaron experimentos dentro del Parque Natural Regional Páramo de Rabanal, área protegida del departamento de Boyacá que figura entre las más afectadas por la plantación de este pino. Por ejemplo, en el predio Peña de la Virgen, se aprovecharon estos árboles de la manera tradicional por más de 27 años.


Eliminar los residuos post aprovechamiento forestal del pino pátula de los páramos incrementa la riqueza relativa de las especies nativas, ya que esta acción libera espacio sobre el suelo, proporcionando áreas donde las plantas nativas pueden llegar, germinar y establecerse. Foto: Mauricio Aguilar




Dos áreas específicas dentro del páramo Rabanal, con cinco años y 10 años de post-tala de esta especie de pino, fueron los lugares seleccionados para realizar diversos ensayos como ver el los efectos en la eliminación de los residuos del aprovechamiento forestal del pino y la remoción de la vegetación preexistente.

“También analizamos cómo sería el panorama después del aprovechamiento forestal en cinco y 10 años; la aplicación de una enmienda orgánica al suelo; plantación del ciro, un arbusto nativo (Baccharis bogotensis); y los impactos sobre la riqueza de especies y la cobertura del estrato herbáceo en estas áreas de Rabanal”, cita el estudio publicado en la más reciente edición de la revista Biodiversidad en la práctica.

Esta investigación fue realizada en el marco del Proyecto “Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte”, que fue financiado por la Unión Europea y ejecutado por el Instituto Humboldt.

Experimentos

La primera área del páramo estudiada abarcó 2044 metros cuadrados y tenía plantaciones de pino con un tiempo de aprovechamiento de cinco años. La segunda fue de 656 metros cuadrados y árboles de esta especie aprovechados hace 10 años.

Los investigadores hicieron experimentos en un diseño factorial con bloques de parcelas en la primera zona, con los siguientes tratamientos: no aplicar ningún tratamiento, eliminar los residuos post-aprovechamiento forestal del pino (troncos, cortezas, ramas, palos, aserrín y acículas), la aplicación de enmienda orgánica al suelo y remover la vegetación preexistente.

En la segunda, los científicos experimentaron en zonas con plantaciones de pino y ciro Baccharis bogotensis, donde se realizaron tratamientos como eliminar o no los residuos del aprovechamiento.

“Hicimos un tercer experimento con el establecimiento de un nuevo set de bloques de parcelas establecidas en un área con 5 y 10 años post aprovechamiento forestal, dónde se utilizaron los mismos tratamientos que en las otras áreas”, cita el artículo de la revista del Instituto Humboldt .

En estas zonas, los expertos midieron índices como riqueza, abundancia y cobertura relativa de la vegetación herbácea y arbustiva, y establecieron 120 subparcelas para realizar la evaluación y seguimiento de las áreas experimentales.

El monitoreo a la vegetación en los tres experimentos dentro del páramo de Rabanal fue realizado en dos etapas: la primera entre octubre y noviembre de 2017, a 10 meses de los tratamientos, y la segunda en agosto de 2019, a los 30 meses.


Aunque eliminar los residuos de pino y remover la vegetación preexistente puede favorecer la riqueza de especies propias de páramo, esta acción conjunta no mejora el porcentaje de cobertura porque genera pérdida de vegetación. Foto: Mauricio Aguilar.


Resultados

Los investigadores evidenciaron que eliminar los residuos del aprovechamiento forestal del pino, no remover la vegetación preexistente y aplicar una enmienda orgánica al suelo, es un tratamiento adecuado para mejorar la riqueza relativa de especies en áreas con cinco años de post aprovechamiento forestal.

“Sin embargo, el solo hecho de eliminar los residuos del pino y no realizar ninguna otra acción, es un tratamiento básico que repercute en el incremento de la riqueza de especies”, revela el estudio.

Aunque evidenciaron una mayor cobertura de la vegetación en parcelas con el residuo del pino, los patrones de vegetación no son los mismos porque la cobertura es dominada por muy pocas especies herbáceas generalistas como Phytolacca bogotensis, y otras que no son necesariamente especies de páramo o nativas.

Por otra parte, las parcelas donde se eliminaron los residuos post aprovechamiento del pino están asociadas a especies propias del páramo, como Carex bonplandii, Espeletia argentea, Espeletiopsis rabanalensis (fraylejón endémico del páramo de Rabanal), Paspalum bonplandianum, Agrostis scrabifolia, Paepalanthus columbiensis, Arcytopllylum nitidum, entre otras.

“Hay un efecto positivo en eliminar los residuos del pino, aplicar enmienda orgánica y la combinación entre ambas acciones. Por lo tanto, estas acciones contribuyen al aumento de la cobertura de herbáceas, frailejones y arbustos nativos del páramo luego de cinco años de aprovechamiento forestal”, revelan los investigadores.

En los sitios con 10 años post aprovechamiento del pino, eliminar el residuo es clave para mejorar la riqueza relativa luego de 30 meses con una cobertura dominante de especies herbáceas, frailejones y rosetas de páramo.


Paepalanthus columbiensis, Foto: Mauricio Aguilar.


La gran conclusión del estudio es que eliminar o retirar los residuos del pino pátula de los páramos incrementa la riqueza relativa de las especies nativas. Esta acción libera espacio sobre el suelo, lo que proporciona una mayor área efectiva para que puedan llegar, germinar y establecerse los propágulos que se están dispersando. Además es una acción muy económica y que permite recuperar cierta parte del material vegetal que se deja en campo como residuo.

“Esta actividad de restauración puede ejercer efecto sobre la riqueza y la cobertura incluso 10 años después del aprovechamiento forestal. Corroboramos que las parcelas sin eliminación del residuo de pino tienen la menor riqueza de especies”.

Por otra parte, aunque eliminar los residuos de pino y remover la vegetación preexistente puede favorecer la riqueza de especies propias de páramo, esta acción conjunta no mejora el porcentaje de cobertura porque genera pérdida de vegetación.

“Las acciones de remoción de la vegetación en páramo deben focalizarse sólo en remover las gramíneas exóticas y otras plantas potencialmente invasoras, así como los residuos del aprovechamiento forestal”.

En los tratamientos donde se aplicó la enmienda orgánica al suelo, los investigadores evidenciaron una ligera mejora en cobertura y riqueza. “El Fertisol TM es un agregado que incentiva la formación radicular en las primeras etapas de crecimiento, aporta fosfatos, nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y boro”.

La plantación de ciros (B. bogotensis) no presentó un efecto estadísticamente significativo ni en la riqueza o cobertura relativa, y además se evidenció el 100 % de mortalidad de los individuos sembrados, concluyendo que las condiciones actuales de este páramo no son aptas para plantar esta especie.

“Para las acciones de restauración que incluyan revegetación, se recomienda comprobar que las especies a plantar tengan los rangos ambientales del área experimental, sean del paisaje actual, cuenten con los atributos para superar las condiciones tensionantes y provengan de viveros ubicados de áreas cercanas y con condiciones de páramo”.

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Viveros comunitarios, aliados para restaurar los páramos de Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 16 de junio de 2021

Viveros comunitarios, aliados para restaurar los páramos de Colombia




Las bolsas deben llenarse antes de realizar el trasplante para asegurar que las plantas no duren mucho tiempo por fuera de la tierra. Foto: Ledy Trujillo


  • •  En cinco páramos del país, las comunidades locales se han encargado de propagar y sembrar especies de plantas nativas para después utilizarlas en procesos de restauración ecológica en sus ecosistemas de alta montaña.
  • •  Viveros de páramos para la restauración ecológica es una herramienta de consulta para la propagación de estas especies vegetales.
  • •  En esta nueva publicación encontrará los pasos para diseñar e implementar un vivero de páramo y lograr la propagación de plantas adecuadas para este territorio.


Cuando los páramos son sometidos a procesos de degradación continuos es necesario intervenir para acelerar o iniciar el proceso de recuperación. Una de las estrategias para la restauración de los ecosistemas es la revegetalización mediante la siembra de plantas que permitan restablecer la funcionalidad y los servicios que presta el páramo como la regulación hídrica y el almacenamiento de carbono del suelo, entre otros. Este manejo de la vegetación requiere de la propagación de plantas nativas, a través de lo que se conoce como viveros.

Los viveros son el lugar adecuado para propagar, multiplicar y lograr que las plantas que serán usadas en el proceso de siembra, se adapten y sobrevivan durante los primeros meses o años de crecimiento antes de ser llevadas al lugar en donde se plantarán definitivamente. Aunque pareciera que un vivero es fácil de mantener, estos deben ser creados pensando en las condiciones ambientales de su entorno y en las especies de plantas que requiere un proceso de restauración. Las plantas de alta montaña crecen muy lento debido a las bajas temperaturas, por lo que el tiempo transcurrido desde la germinación de las semillas hasta tener una plántula puede ser entre uno y cuatro años.

La implementación de acciones de restauración ecológica contribuye a la disminución de los efectos ocasionados por disturbios en el páramo como la ganadería, la agricultura, las plantaciones forestales de pino y eucalipto, así como la colonización de especies invasoras y la minería.

En las pasadas décadas se ha evidenciado la necesidad de desarrollar proyectos de restauración ecológica cada vez más integrales en donde se involucren viveros principalmente de plantas nativas de la alta montaña. Es por esto que el Instituto Humboldt por medio del Proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte financiado por la Unión Europea presenta la publicación Viveros de páramo para la restauración ecológica.


Plántula de Retrophyllum rospigliosii creciendo en un sustrato de cascarilla de arroz.
Foto: Ledy Trujillo. Archivo: Bosques & Semillas.


“Este libro es una construcción de conocimiento a través del intercambio de saberes entre investigadores y viveristas comunitarios, en el que se aborda el paso a paso a la hora de poner en marcha un vivero de alta montaña”, aseguró Patricia Velasco-Linares, directora de Bosques & Semillas y autora principal del libro.

Además, es una herramienta de consulta para los habitantes de los páramos, estudiantes, profesionales e investigadores enfocados a la propagación de especies nativas, con el objeto de mejorar las practicas de reproducción de plantas de alta montaña necesarias para la restauración de este ecosistema.

El Proyecto antes mencionado ha impulsado la labor de los viveristas comunitarios que, además de ser líderes locales en la protección de sus territorios y el mantenimiento de los servicios ecosistémicos, son emprendedores que lideran viveros de alta montaña como alternativa económica. Aquí compartimos algunas de sus historias:

Algunos rostros de la restauración ecológica de los páramos


Mireya Pérez

Vivero Guardianes de la Montaña, Batallón de Alta Montaña Nro. 2. Ejército Nacional, vereda Tobal, municipio El Espino, Boyacá.

El interés de Mireya por el viverismo nace de la curiosidad de saber cómo germinar frailejones. Pronto se convirtió en una pasión y en un camino de formación constante. Los cursos de viverismo tomados en el Proyecto Páramos cambiaron su perspectiva en relación con las actividades que venía desarrollando en el vivero.
Actualmente, quiere incursionar en los negocios verdes, estableciendo una red de viveros al interior del departamento de Boyacá enfocados en la propagación de especies vegetales de páramo.

Andrés Ospina

Vivero Asogrigan, vereda La Nevera, municipio de Palmira, Valle del Cauca.

La curiosidad de Andrés lo llevó a interesarse por aprender sobre las plantas frutales de clima frío y así empezar a ensayar la propagación. “Comenzamos con uchuvas y papayuelas. Pero también me interesaba conocer la mayor variedad de plantas posible, que pudieran servir de alimento para las personas, sobre todo en una región donde ya nadie siembra nada”. Luego, y con el espacio del vivero, empezó a hacer ensayos de propagación de plantas del bosque y del páramo, prestando atención a las especies y sus ciclos de reproducción.

Al ver que era posible propagar plantas del bosque, y dada la demanda de insumos para proyectos de restauración, vio una oportunidad para generar empleo remunerado pero, además, un espacio para reconocer el territorio y compartir experiencias con otros interesados.

Sus expectativas se centran en la propagación y cultivo de la diversidad de plantas del páramo y el bosque alto andino, para que puedan tener uso alimenticio, medicinal, forestal y estético. Además, se propone transformar dos hectáreas de potreros en un ecosistema que incluya una composición de plantas seleccionadas, para entender mejor el proceso de desarrollo en condiciones similares a las que se enfrentan en procesos de restauración.

Los viveros de páramo tienen la potencialidad no solo de suministrar material de calidad para la restauración ecológica, sino de ser centros de encuentro, educación ambiental y emprendimiento para las comunidades rurales.

El sueño de los viveristas de alta montaña es continuar con sus iniciativas que preservan estos ecosistemas claves en la lucha contra el cambio climático.

Descarga aquí Viveros de páramos para la restauración ecológica.



Las plantas se pueden agrupar por la forma en la que se desarrollan durante su ciclo de vida:

Rosetas con tallo: Las hojas se distribuyen de forma circular en el tallo, como es el caso típico de frailejones grandes. Rosetas sin tallo: Sus hojas también salen de forma circular, pero como no presentan tallo salen al nivel del suelo. Usualmente estas plantas tienen estructuras subterráneas, protegidas del frío donde almacenan agua y nutrientes. Arbustos: Plantas leñosas que alcanzan hasta los cinco metros de altura y se ramifican cerca de la base.

Arbolitos: Individuos leñosos con tallo claramente definido, que superan los cinco metros. Pueden formar pequeños bosques localmente.

Hierbas: Plantas de bajo porte, no leñosas o poco lignificadas, de manera que tienen consistencia blanda.

Bejucos o trepadoras: Plantas con un tallo largo y flexible que les permite crecer entre los árboles para alcanzar la luz. Pueden ser leñosas o herbáceas.

Bambusoides: Especies cuyas plantas tienen forma de bambú, lignificadas, de poca altura y clonales.

Cojines: Plantas que crecen a ras del suelo, forman un colchón o tapete que puede verse plano, convexo o semiesférico. Macollas: Las hojas son planas semejantes a penachos o grupos densos de tallos con hojas rígidas, puntiagudas, tubulares o enrolladas.

Para conocer más sobre las plantas de páramo puedes consultar Bitácora de Flora. Segunda edición.

Galería de Víveros


Preparando los esquejes de las plantas que se van a propagar.
Foto: Bosques & Semillas.



Siembra de semillas de plantas nativas en canaletas
Foto: John Bernal




Marcaje de plántulas con palillo que indica que ya se contabilizó su germinación.
Foto: John Bernal.

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Instituto Humboldt presenta claves para la gestión local de los páramos en Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 11 de mayo de 2021

Instituto Humboldt presenta claves para la gestión local de los páramos en Colombia



El manejo de los páramos ha dejado de ser un asunto meramente técnico y los pobladores exigen, con más fuerza, su participación en la toma de decisiones. Foto: Paola Sánchez (Instituto Humboldt).

  • •  Colombia alberga la mitad de los páramos del mundo, más de 2,9 millones de hectáreas distribuidas en 36 complejos de páramos
  • •  Si bien la administración de estos ecosistemas está a cargo de las Autoridades Ambientales, otros actores públicos, como alcaldes y gobernadores, también deben aportar y actuar de manera articulada con las comunidades
  • •  El Instituto Humboldt, en su publicación ‘Claves para la gestión local del páramo’, ofrece algunas recomendaciones para que los involucrados se vinculen en procesos de conservación, investigación, educación, restauración, reconversión productiva y gobernanza de estas esponjas hídricas desde lo local.


  • Los páramos son uno de los ecosistemas estratégicos del país, de ellos nacen las principales estrellas fluviales y abastecen de agua a 17 millones de personas, permiten el desarrollo de actividades agropecuarias e industriales en la región Andina, por lo que su adecuada gestión debe ser prioridad para las autoridades locales y departamentales.

    Más de 2,9 millones de hectáreas del territorio nacional, distribuidas en 36 complejos de páramos albergan estos reservorios hídricos. Estas cifras convierten a Colombia en el territorio con mayor extensión de páramos en el mundo, donde está concentrada la mitad de estos ecosistemas.

    De los 1.123 municipios del país, 400 tienen jurisdicción en los páramos. De este total, 10 cuentan con más del 70% de su área. Esto indica que es necesario adaptar las directrices nacionales a las realidades locales, construyendo con las instituciones y sus habitantes formas de acercarse a los territorios.

    Según datos de la ‘Caracterización poblacional de áreas de páramo’ del DANE, publicada en 2018, se estima que en los páramos habitan al menos 76.218 personas. Sin embargo, la población que deriva su sustento de este ecosistema es de 113.114, entre trabajadores permanentes y temporales.

    El proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte, coordinado por el Instituto Humboldt y financiado por la Unión Europea, da a conocer una nueva publicación sobre su adecuada gestión en la que se ofrecen recomendaciones y destaca los aprendizajes de cinco años de acompañamiento en la gestión a 11 Corporaciones Autónomas Regionales y 50 entes territoriales vinculados al Proyecto.

    Algunas de las claves son: desarrollar procesos de conservación, investigación, educación, restauración, reconversión productiva y gobernanza de estos ecosistemas estratégicos desde lo local.

    De acuerdo con la publicación, resulta determinante conocer cuáles son las fuentes financieras disponibles para la puesta en marcha de estrategias de gestión del páramo y cómo se pueden articular para tener un mayor alcance entre varias instituciones.



    Los páramos son el hogar de comunidades étnicas y locales como indígenas, afrocolombianos y campesinos, lo que genera una diversidad de usos y costumbres frente al ecosistema. Foto: Corporación Autónoma del Valle del Cauca (CVC).



    Es de suma importancia incluir a las comunidades locales mediante acuerdos voluntarios de conservación, pago por servicios ambientales y alternativas económicas sostenibles como los negocios verdes que se consolidan como una opción para reemplazar y sustituir actividades agropecuarias de alto impacto.

    ‘Claves para la gestión del páramo’ precisa que se deben priorizar programas de educación ambiental que sensibilicen a los habitantes sobre la importancia del ecosistema y complementar los programas de reconversión de actividades agroproductivas mediante la asistencia técnica.

    “Las medidas que se lleven a cabo en los páramos solo tendrán el impacto esperado si se logra llegar a los territorios de manera articulada y con una visión a largo plazo, que plantee una continuación entre periodos de gobierno y logrando convocar a los entes territoriales, los habitantes rurales y urbanos y el sector privado”, manifestó Hernando García, director del Instituto Humboldt.



    En los páramos colombianos se han identificado al menos 90 especies de anfibios. Una de ellas es Pristimantis boulengeri, registrada en el complejo Las Hermosas, Valle del Cauca. Foto: Sebastián Duarte Martín.



    Aunque la administración de estos complejos está a cargo de las Autoridades Ambientales, otros actores públicos también deben aportar y actuar de manera articulada. En este escenario, los alcaldes y gobernadores cumplen un papel fundamental en su gestión.

    Páramos: ecosistemas estratégicos

    Los páramos colombianos abastecen de agua a 17 millones de personas y permiten el desarrollo de actividades agropecuarias e industriales en la región Andina, por lo que su adecuada gestión debe ser prioridad para las autoridades locales y departamentales. También agua en cantidad y calidad a 16 de las principales ciudades del país como Bogotá, Cali, Medellín, Pasto, Neiva, Manizales, Bucaramanga, Pereira, entre otros. Y además nutren a 73 hidroeléctricas.

    En estos ecosistemas se encuentran cerca de 4.000 especies de plantas (734 son endémicas), 70 de mamíferos, 154 de aves y 90 de anfibios. La diversidad de plantas representa el 17 % de la diversidad florística de Colombia, concentrada en apenas 2,5% del territorio nacional. Cuando los páramos son transformados se ven afectadas las especies emblemáticas como el oso de anteojos, la danta o el puma, y los beneficios que estos ecosistemas le prestan a la sociedad.



    Ubicación: Gámeza, Boyacá. Complejo de páramo de Pisba. Foto: Camilo Rodríguez



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    Primer diálogo virtual con las comunidades del Pacífico: un homenaje a Juana Perea

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    Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 26 de marzo de 2021

    Primer diálogo virtual con las comunidades del Pacífico: un homenaje a Juana Perea




    El Instituto Humboldt realizó el primer diálogo de saberes sobre biodiversidad con las comunidades del Pacífico de manera virtual debido a la pandemia del coronavirus. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    Corrían los primeros días de diciembre de 2019. Mientras la mayoría de los colombianos armaban sus árboles de Navidad y le daban forma al pesebre para rezar la Novena de Aguinaldos, Carolina Soto, Sindy Martínez y Talia Waldron investigadoras del Instituto Humboldt, tenían la mente en el Pacífico colombiano, una de las regiones más biodiversas y a su vez olvidadas del país.

    Las tres investigadoras soñaban con escuchar las voces e historias de varias de las comunidades y líderes ambientales y sociales del Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño que han dedicado sus vidas a cuidar los recursos naturales, además de recorrer los diversos ecosistemas que alberga la zona más lluviosa del territorio nacional, como las selvas húmedas y los manglares.


    El Pacífico colombiano es una de las regiones más biodiversas del país que alberga la zona más lluviosa del territorio nacional. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    “El propósito era visitar la región para realizar un diálogo de saberes sobre biodiversidad con las comunidades del Pacífico y varios talleres para realizar un proceso de fortalecimiento de capacidades en ciencia participativa. Nos imaginábamos estar en diversos sitios conversando largas horas con la gente de la región”, aseguran las investigadoras de ciencia participativa del Humboldt.

    El primer paso fue crear una ruta de trabajo con el Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP) para identificar las comunidades y los escenarios de los diálogos, que en su inicio no fueron concebidos como los tradicionales salones de clase sino como aulas abiertas en el bosque.

    “Convocar a las personas fue todo un reto, ya que nunca habíamos realizado un diálogo de saberes en el Pacífico. Además de incontables llamadas a conocidos que han trabajado en la región, como WWF, lanzamos piezas de comunicación en redes sociales para convocar a la gente y que se inscribiera en un formulario. Queríamos contar tanto con personas del Chocó como de los otros departamentos”, recuerda Soto.


    Mientras las investigadoras cuadraban detalles para el primer diálogo de saberes con las comunidades del Pacífico, la pandemia hizo tambalear el evento. Fuente: Instituto Humboldt.


    Llega la pandemia

    Durante los primeros meses de 2020, Soto y Martínez, con el apoyo de otros investigadores del Humboldt, estuvieron dedicadas de lleno a identificar a las comunidades y pensar en los posibles escenarios para realizar los encuentros presenciales sobre biodiversidad.

    A finales de marzo, el esquema original de los eventos y talleres se vino al piso por la llegada del covid-19 a Colombia y las medidas del Gobierno para contener los contagios, como el inicio de la cuarentena obligatoria a nivel nacional.

    “La pandemia nos hizo replantear todo, ya que éramos conscientes que un evento presencial con las comunidades en el Pacífico sería casi que imposible y un gran riesgo para todos. Los diálogos debían ser virtuales, algo que es bastante complicado en una región donde el acceso a internet y los medios de comunicación son escasos”, precisan las investigadoras.


    Las investigadoras soñaban con escuchar las voces e historias de varias de las comunidades y líderes ambientales y sociales del Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    El coronavirus no desmotivó a las expertas para escuchar los relatos biodiversos de los habitantes del Pacífico. Con la meta de realizar tres talleres a finales de noviembre, siguieron en la búsqueda de las comunidades y empezaron a buscar alternativas para que la población pudiera conectarse a través de sus celulares o computadores.

    “Como ya teníamos claro que no íbamos a ir a terreno, decidimos invertir esos recursos en estrategias que permitieran garantizar el acceso a internet de las comunidades. Talia, una de nuestras investigadoras en ciencia participativa, tuvo la brillante idea de destinar dinero para la compra de recargas de internet”, dijo Soto.

    La seguridad de la población era uno de los problemas que les robaba horas de sueño a las biólogas. “Estábamos haciendo una convocatoria para líderes en una región con graves conflictos socioambientales, como el caso de la construcción del puerto de Tribugá en Nuquí (Chocó)”, complementó la experta.

    Juana Perea, la primera en confirmar

    A pesar de la zozobra por la inseguridad de la zona y lo novedoso de un evento virtual, las investigadoras siguieron difundiendo el formulario de inscripción con sus conocidos y por medio de las redes sociales. La fecha del diálogo de saberes sobre biodiversidad quedó para los días 11, 18 y 25 de noviembre.

    Juana Perea, una colombo-española que estaba radicada hace dos años en el municipio de Nuquí (Chocó), donde trabajaba en temas como el ecoturismo y alzaba su voz en contra de la construcción del puerto de Tribugá, fue la primera en inscribirse en el formulario del diálogo de saberes del Humboldt.


    La pandemia no desmotivó a que Carolina Soto (izquierda) y Sindy Martínez (derecha) escucharan las historias sobre biodiversidad de las comunidades del Pacífico. Foto: archivo particular Carolina Soto y Sindy Martínez.


    “Nos llenó de alegría ver el nombre de Juana en el formulario, ya que sabíamos del trabajo que realizaba con las comunidades del Pacífico y su lucha por la protección de la naturaleza. Su inscripción llegó a mediados del mes de octubre”, recuerdan ambas con nostalgia.

    El correo de Juana motivó mucho más a las investigadoras. Según Martínez, decía que, aunque no era chocoana, se sentía como si lo fuera. “Nos dijo que quería hacer de Nuquí una región sostenible a través del trabajo con las comunidades, por lo cual creía que nuestros talleres le iban a servir mucho en su proyecto”.

    Días después, Martínez le envió un correo a Perea confirmando que había sido seleccionada para participar en el diálogo de saberes, el cual nunca pudo ser contestado. El 29 de octubre, el cuerpo de la mujer de 50 años fue encontrado sin vida a orillas del mar por un disparo en su cabeza.


    Aunque la pandemia evitó que las investigadoras fueran a campo a recorrer las selvas húmedas, la virtualidad permitió que realizarán el primer diálogo de saberes en el Pacífico. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


    “Sindy me escribió al celular en la noche. Cuando vi una carita triste con lágrimas me imaginé que había problemas de logística, pero cuando me contó que Juana había sido asesinada enseguida me puse a llorar. Fue un golpe muy duro para todos los que trabajamos por la naturaleza”, afirma Soto.

    Con el corazón adolorido por el asesinato de Juana Perea, las biólogas decidieron rendirle un homenaje a la líder ambiental a través por medio del diálogo de saberes.

    “Esta tragedia nos hizo reflexionar sobre la seguridad de los líderes ambientales que querían participar en el encuentro, los cuales día a día arriesgan sus vidas para defender los recursos naturales del Pacífico”, dijo Sindy.


    Juana Perea, líder ambiental que se opuso a la construcción del puerto de Tribugá, fue la primera en inscribirse en el diálogo de saberes del Instituto Humboldt. Foto: Facebook Juana Perea.


    Participación masiva

    Martínez, Soto y Waldrón definieron un tope de personas para el diálogo de saberes: máximo 30 líderes ambientales de los departamentos del Pacífico, una cifra ambiciosa debido a los problemas de conectividad y seguridad.

    “Al comienzo teníamos dudas de que la comunidad participara. Pero pasó todo lo contrario, ya que la convocatoria superó el número trazado, más de 50 personas entre afrodescendientes, indígenas y campesinos”.

    Sin embargo, debido a lo complejo de la virtualidad y el miedo por la seguridad, seleccionaron solo 30. “Muchos nos decían que estaban dispuestos a desplazarse hasta sitios como Quibdó para conectarse, pero no podíamos correr el riesgo de que algo malo pasara”, apuntó Soto.


    30 líderes ambientales de los departamentos del Pacífico se inscribieron en el diálogo de saberes sobre biodiversidad. Fotos: Instituto Humboldt.


    Los 30 líderes ambientales seleccionados habitan en 12 municipios del Pacífico: Bahía Solano, Bajo Baudó, Buenaventura, Dagua, Juradó, Lloró, Medio Atrato, Nuquí, Quibdó, Riosucio, Timbiquí y Tumaco.

    El diálogo de saberes se dividió en tres módulos: el primero sobre lo que es la ciencia participativa, el segundo de inventarios participativos y el tercero de monitoreo participativo como una estrategia de gestión del territorio.

    “Quedamos sorprendidas con las ganas de la comunidad por participar. Por ejemplo, Anderson, un chocoano amante de la naturaleza, asistió a las clases con su bebé en brazos, y una vez nos mostró con el celular cómo se había inundado su casa por los fuertes aguaceros de noviembre; parecía un río”, comenta Soto.


    Por un grupo de WhatsApp, las comunidades del Pacífico enviaban fotografías de sus territorios. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    La lluvia fue uno de los comunes denominadores durante los tres días del diálogo. Según Martínez, la gente decía a través de su celular o portátiles que llevaban tres semanas inundados, “pero aquí estamos para aprender”.

    Un grupo de WhatsApp fue el principal medio de comunicación para difundir la agenda de los talleres y conocer un poco más sobre la vida de los participantes. “Durante todo noviembre nos conocimos a través del celular”.

    Rompiendo barreras

    Los diálogos de saberes sobre biodiversidad del Instituto Humboldt distan de las clases magistrales de los colegios y universidades, ya que las comunidades son las protagonistas y las que más conocen sobre los ecosistemas.

    “Son espacios donde el diálogo siempre está abierto para que cuenten sus experiencias y formas de pensar. Los investigadores no tenemos el objetivo de evangelizar a los participantes, sino de aprender de su conocimiento; la gente nos da sopa y seco, son increíbles”, anota Soto.


    Las comunidades hablaron de la biodiversidad presente en los principales platos típicos de la región. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    Por ejemplo, en uno de los talleres del encuentro virtual, que fue realizado a través de la plataforma Zoom, un grupo de profesores alzó su voz porque no escuchaban nada de las charlas e intervenciones de los demás.

    “Eran tres maestros de Timbiquí conectados en un solo celular que tenían problemas de audio por los audífonos. Les dimos la palabra a Domansio, Licenia y Marila, quienes nos contaron todo lo que están haciendo con los estudiantes para que se enamoren de la naturaleza”, dice Sindy.

    ¿Qué es la ciencia participativa?

    Cuando la conexión era buena, los 30 líderes ambientales prendían la cámara para mostrar sus rostros sonrientes. “Así lo hicieron todos antes del inicio de los talleres. Para romper el hielo, les dijimos que nos contaran sobre los platos típicos en cada una de sus regiones”, afirma Martínez.

    La comida tradicional causó una algarabía en el encuentro virtual porque todos querían intervenir. “Con la comida entra cualquiera y se rompe la timidez. Esto saca tanto sonrisas como experiencias e historias, ya que cada plato representa la biodiversidad de las regiones. El chontaduro y el pescado fueron protagonistas en este ejercicio”.


    Los habitantes del Pacífico también mostraron varias especies de animales que habitan cerca de sus viviendas. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    Con la timidez en el olvido, las expertas dieron inicio al primer taller del diálogo de saberes, que empezó con preguntarle a la comunidad a qué les sonaba el término de ciencia participativa.

    A la mayoría les sonaba a conocimiento y construcción, pero ninguno lo aterrizaba. María Paz, una docente de Bahía Málaga en Buenaventura, tomó la vocería y nos contó una experiencia cien por ciento enmarcada en ciencia participativa.

    “Esta mujer lleva años trabajando con niños y jóvenes en el monitoreo comunitario de tortugas y piangua, una concha que crece debajo de los mangles y que en el Pacífico solo es cosechada por las mujeres. Cuando terminó le dijimos que eso es ciencia participativa, algo que dejó perplejos a los participantes porque todos de alguna manera lo han realizado”, dice Sindy.


    Varios proyectos que tienen a la biodiversidad como protagonista, fueron presentados por las comunidades del Pacífico. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    El intercambio de platos típicos y acciones de ciencia participativa duró aproximadamente tres horas, un espacio en donde las comunidades empezaron a construir lazos para trabajar mancomunadamente.

    “Algo muy bonito del primer taller es que la comunidad empezó a enlazar sus proyectos con los de los demás, una sinergia que podría arrojar trabajos a futuro. Algo que les llamó mucho la atención fue el cultivo de naidí que algunas poblaciones trabajan desde hace varios años”, menciona Soto.

    Al final del primer taller, las investigadoras del Humboldt les pusieron una tarea a los participantes: tomar fotografías de alguna especie o un ecosistema cercano a sus casas, la cual debía ser enviada al grupo de WhatsApp.


    Foto 13: La comunidad del Pacífico es una gran conocedora de la biodiversidad de su región. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    Biodiversidad en el plato

    Durante toda una semana, las comunidades del Pacífico inundaron el chat grupal con imágenes de la vasta biodiversidad que habita cerca de sus viviendas. “Fotos de rayas, tortugas marinas, armadillos y el naidí mandaron la parada, las cuales sorprendieron a todos porque muchas no las conocían”, dice Martínez.

    Según Soto, este ejercicio fue el abrebocas para empezar a hablar de los inventarios participativos. “Primero les presentamos algunas cifras de la biodiversidad de la región, los datos de los BioModelos del Humboldt e incluso un mapa de vacíos de información en la región, de diferentes grupos biológicos”.


    En el diálogo de saberes, las comunidades escribieron sobre la biodiversidad que conforma los platos típicos de sus municipios. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    La comunidad empezó a charlar sobre la flora y fauna presente en cada una de las regiones. “Resaltaron que los principales investigadores de la biodiversidad son las comunidades, algo que se complementa con el trabajo de los investigadores”.

    La biodiversidad en los platos típicos fue retomada en el segundo taller a través de un ejercicio que consistió en desmenuzar detalladamente lo que conforma una de sus comidas más tradicionales: el encocado de camarones.

    “Klaudia Cárdenas, antropóloga del Humboldt, les mostró una foto de langostinos con plátano y hierbas de azotea, bañados con leche de coco (Camarón munchillá) para que los participantes compartieran de dónde venían los recursos para preparar el plato y describieran los espacios de uso”.


    Con los platos típicos es posible construir inventarios de biodiversidad. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    Según Soto, el mensaje de Klaudia era: “un plato nos permite hablar de la cultura, de los recursos, de las prácticas, de los espacios de uso, de las festividades y de los medios de vida de las personas de nuestras comunidades. Por esto debemos ser conscientes y responsables de lo elegimos para comer, porque desde esta decisión estamos transformando nuestros modos de vida y nuestros paisajes. La fuerza de la boca transforma los paisajes”.

    La nueva tarea fue dibujar todo el proceso que conlleva preparar un plato típico, desde que son extraídos los ingredientes hasta que está servido en la mesa. “Dibujaron plátanos, pescados, camarones y las hierbas para sazonarlos. La profesora María Paz fue una de las más juiciosas, ya que dibujó hasta las artes de pesca en su municipio”, complementó Martínez.


    La cocina es una perfecta representación de la biodiversidad que encontramos en los diferentes ecosistemas del país. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    Las expertas recuerdan la descripción de un ceviche típico del Pacífico. “El plato contiene biodiversidad como el camarón mochila que se captura con ganchos artesanales; plátano que crece en la sombra; hierbas, condimentos, cilantro, orégano y poleo, especies que las matronas siembran en las azoteas; y verduras, cebolla, ajo y coco”.

    Para Soto, luego de estos relatos las comunidades empezaban a cuestionarse sobre varios aspectos de los ingredientes, como que el plátano no es de la región o que algunos recursos están sobreutilizados. “Fue muy bonito ver cómo desde la cocina podemos meternos en el mundo de los inventarios y hacer un rastreo de la biodiversidad y la cultura de la zona”.

    Monitoreos desde la nevera

    El último día del diálogo de saberes, realizado el 25 de noviembre, estuvo enfocado en el monitoreo participativo de la biodiversidad, un tema que las investigadoras también abordaron a través de los alimentos que hay en la cocina.

    “Arrancamos con hacer un inventario de lo que tenemos en las neveras, un ejercicio que revela aspectos como cada cuánto debo hacer mercado, ir al río o a la selva por alimentos y los recursos que me hacen falta para preparar la comida y por qué está escaseando”, menciona Martínez.


    Varios habitantes del Pacífico ya realizan monitoreos de la biodiversidad con las comunidades. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    Las biólogas, con el apoyo virtual de Yenifer Herrera otra experta del Humboldt, contaron varias experiencias de monitoreo comunitario, como en el bosque seco tropical de los Montes de María en el Caribe donde la comunidad trabaja con aves y cultivos.

    “Las comunidades del Pacífico afirmaron que ya trabajan en monitoreos comunitarios de especies como el naidí y la piangua, y en algunos proyectos de ecoturismo con las aves que habitan en la región”, recalca Soto.

    Los tres talleres fueron realizados los días miércoles, fechas en las que algunas comunidades no podían asistir debido al trabajo o compromisos familiares. “No podíamos quedar mal con la gente, como algunos miembros de los Guardianes del Atrato, por lo cual decidimos cuadrar un combo para dos sábados, una versión compacta del diálogo de saberes”.

    En esas jornadas extra apareció una profesora de la Universidad del Valle con un proyecto de monitoreo comunitario sobre insectos enfocado en enfermedades tropicales. “Un profesor de Dagua se conectó desde un bus en las charlas, algo que nos demostró el gran interés que tienen las comunidades por ser escuchadas”.


    Los participantes evidenciaron que cada uno de los platos típicos reúne gran parte de la biodiversidad del Pacífico. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    Cosechas biodiversas

    El 2 de diciembre, los 30 líderes ambientales del Pacífico participaron en un intercambio de experiencias sobre los tres días del diálogo de saberes, algo que Soto y Martínez definen como una sesión de cosecha, es decir lo que recoges y te llevas.

    “Dialogamos sobre cuál fue la cosecha de este encuentro y las semillas que arrojó. La comunidad concluyó que siguiéramos con el chat grupal para seguir intercambiando información sobre la biodiversidad, y así en el futuro poder cocrear proyectos de ciencia ciudadana”.

    Reconocieron que la defensa de los recursos naturales del territorio debe ser una prioridad, pero no hay muchas garantías para el trabajo de los líderes por los problemas de inseguridad que hay en todo el país.


    En varios escritos, las comunidades plasmaron lo que representa la biodiversidad para cada uno de ellos. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


    “Les encantó conocer cosas de su propio territorio a través de las historias de sus compañeros, por lo cual forjaron lazos que se están convirtiendo en una red comunitaria. El ponerle nombre a lo que hacen les permitió saber que llevan años haciendo ciencia, pero recalcaron en que su trabajo es poco valorado”.

    Las comunidades del Pacífico aseguraron que se llevaban muchos conocimientos sobre la investigación participativa y que todo se debería hacer en trabajo de equipo. “Hicieron énfasis en que el Instituto Humboldt puede ser la sombrilla para seguir conectados y que esperan participar en otros encuentros que sean presenciales cuando mejore la situación de salud pública.

    Todos los participantes recibieron un kit de regalo de parte del Instituto Humboldt como reconocimiento a todas las experiencias contadas, que incluyó la publicación impresa del Animalario, una agenda, una botella de aluminio y una bolsa de tela.


    Los participantes recibieron un kit de regalo que incluyó la publicación impresa del Animalario, una agenda, una botella de aluminio y una bolsa de tela. Foto: Instituto Humboldt.


    Para las biólogas, las principales lecciones vinieron por parte de las comunidades. “No solo en todo el conocimiento que tienen sobre biodiversidad, sino en esas ganas de sacar a flote sus iniciativas a pesar de las adversidades. La sonrisa de la gente del Pacífico no se marchita”.

    En el corto tiempo, las investigadoras del Humboldt tienen pensado hacer una publicación con todas las historias recopiladas en este diálogo de saberes, un documento con crónicas, imágenes, fotografías y relatos biodiversos.

    “En el repositorio del Humboldt están publicadas las memorias del evento, pero queremos ir mucho más allá y llevarles la publicación didáctica a las comunidades del Pacífico, donde sin lugar a duda vamos a seguir trabajando. Las 30 personas del diálogo serán nuestros investigadores potenciales”.
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    Instituto Humboldt lanza bitácora de las plantas que embellecen los páramos de Colombia

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    Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 19 de marzo de 2021

    Instituto Humboldt lanza bitácora de las plantas que embellecen los páramos de Colombia




    El Senecio formosoides, más conocido como “Arnina”, es una hierba de hasta un metro de altura con flores fucsias y violetas.


    Además de los emblemáticos frailejones, en los páramos de Colombia habitan cerca de 4.000 especies de plantas, una magia biodiversa que corresponde al 15 por ciento del total de especies registradas en el territorio nacional.

    Sin embargo, reconocer las plantas del páramo no es una tarea sencilla, por lo cual el Instituto Humboldt elaboró una herramienta de fácil consulta y acceso para que aficionados, expertos y ciudadanía puedan acercarse más al universo de la botánica.

    Se trata de la segunda edición de la Bitácora de Flora de los páramos colombianos, una guía visual de esos cuadernos en donde los científicos anotan avistamientos de especies, características del espacio, los objetos que están analizando o incluso como una guía de datos e ideas para sus investigaciones.

    En este caso, en la Bitácora de Flora se presentan fichas con información sobre las diversas plantas de páramo, sus formas de crecimiento, familia, especie, autor que describió la planta por primera vez, nombre común con el que se conocen en los territorios, una breve descripción física que permite hacer la correcta identificación, su distribución geográfica y categoría de amenaza - un dato adicional para esta edición.

    Según Hermando García Martinez, director del Instituto Humboldt, esta guía es un insumo clave para consulta de investigadores, autoridades ambientales, turistas y población local interesada en profundizar su conocimiento acerca de la flora del páramo, su distribución e interacción con otras plantas y animales.

    "Incluye además las principales especies de plantas invasoras, con el ánimo de que sus usuarios puedan dar alertas tempranas sobre su presencia e iniciar las labores de control y posterior mantenimiento de la regeneración vegetativa".


    Roseta acaule (Paepalanthus lindenii) con inflorescencias alargadas y flores de color blanco, grisáceo. Foto :César Marín


    Las plantas de páramo, por las bajas temperaturas y alta radiación solar, han desarrollado estrategias de adaptación como vellosidades para mantener el calor y reducir la pérdida de humedad, así como la producción de ceras o pequeñas escamas.

    "La mayoría tiene hojas pequeñas y rígidas y son comunes las formas como rosetas o individuos leñosos, muy eficientes al capturar la niebla e infiltrar el agua que va a alimentar los nacimientos de quebradas y ríos de las que se surten poblaciones que habitan en las partes bajas de la montaña", precisó García.

    Esta biodiversidad se ve amenazada a escala local, principalmente por la expansión de la frontera agrícola, la minería, la aplicación de agroquímicos, la introducción de especies de plantas invasoras como el pino, la acacia, el retamo, y por fenómenos globales como el incremento de temperaturas debido al calentamiento global.


    Retamo liso o blanco (Genista monspessulana) es una arbusto de hasta tres metros de alto que se le conoce como una especie invasora por su rápido crecimiento y expansión que inhibe el desarrollo de las plantas nativas. Foto: César Marín


    ¿Cómo se usa la Bitácora de Flora ?

    La bitácora está disponible para descarga libre en el portal del Repositorio del Instituto Humboldt; puede visualizarse sin ningún problema en el celular o tableta y así llevarla en las salidas al páramo.

    En su versión impresa, la Bitácora de Flora, segunda edición, cuenta con un pequeño cuadro de texto en el que se puede hacer anotaciones para que luego el usuario pueda retomarlas en casa y complementar los datos que obtuvo en campo.

    Para ampliar esta información y conocer la guía de lectura, haz clic en este enlace “Paso a paso de Bitácora de Flora”



    “Esperamos que esta publicación siga contribuyendo a una mayor apropiación social de este ecosistema y a qué todos los interesados, especialistas y aficionados se enamoren del páramo. Esperamos que esta guía se convierta en una herramienta útil para los diferentes actores que trabajan en pro de su conservación y desarrollo sostenible”, dijo César Marín, autor de la Bitácora de Flora.

    Esta segunda edición fue lanzada con el apoyo del proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte, financiado por la Unión Europea y coordinado por el Instituto Humboldt.

    Para consultar y descargar esta publicación haga clic en el enlace “Guía Visual de Plantas de Páramos. Segunda edición”.
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    Turismo sostenible y comunitario, alternativas económicas para los habitantes de la alta montaña

    Nota de actualidad | Por: Instituto Humboldt

    Turismo sostenible y comunitario, alternativas económicas para los habitantes de la alta montaña




    Foto: Yovani Giraldo García-Carder


    Con la participación de 32 habitantes de la vereda El Bosque, municipio de Pereira, académicos, funcionarios y equipo técnico de las autoridades ambientales de la zona, se realizó el primer diplomado en Turismo Sostenible con énfasis en experiencias turísticas de alta montaña y patrimonio natural, programa académico pensado y dirigido a los habitantes del páramo Los Nevados, con el ánimo de fortalecer sus capacidades para el desarrollo y operación de actividades enfocadas al turismo.

    Durante cuatro meses, los asistentes reforzaron sus conocimientos sobre sostenibilidad, patrimonio y turismo de alta montaña; atención al cliente y buenas prácticas manufactureras; operación e interpretación; asociatividad, emprendimiento y guianza como parte de los contenidos que la Universidad Tecnológica de Pereira – UTP entregó a los participantes en el desarrollo de tres módulos teóricos y uno práctico realizados en el Santuario de Fauna y Flora Otún Quimbaya, con el apoyo y experiencia de la Asociación Comunitaria Yarumo Blanco.

    Este diplomado, desarrollado como parte del Proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte, financiado por la Unión Europea y coordinado por el Instituto Humboldt, buscó contribuir a la generación de medios de vida para las comunidades locales a través de los negocios verdes, desde el turismo de naturaleza en alta montaña, que incluye componentes de aventura, senderismo, avistamiento de especies, entre otros, y que representa una oportunidad económica para los habitantes del páramos Los Nevados.

    “El turismo de naturaleza es una estrategia de conservación en donde las comunidades son aliadas de este objetivo. Mediante la creación de rutas turísticas basadas en el ecosistema de páramo que incluya además, tradiciones, modos de vida…es posible generar medios de vida para las comunidades que habitan la alta montaña.” Cristina Aristizábal, funcionaria del PNN Los Nevados.


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    Foto: Yovani Giraldo García-Carder


    Con una metodología lúdica y participativa fue posible que los asistentes al diplomado finalizaran sus estudios. En este caso, la Universidad adaptó los módulos para que las sesiones se hicieran en la misma vereda y así evitar deserción por el desplazamiento a la ciudad, pero en especial garantizando la presencia y participación de la totalidad del núcleo familiar, pues son replicadores del conocimiento en la Vereda.

    Por su parte, la Corporación Autónoma Regional de Risaralda – CARDER y el Parque Nacional Natural Los Nevados, autoridades ambientales en el territorio, se acercaron a la comunidad, fueron testigos de las dinámicas de relacionamiento con la alta montaña y así mismo, afianzaron los acuerdos de conservación que liberan áreas de ganadería en el páramo Los Nevados.

    “El turismo de naturaleza es una estrategia de conservación en donde las comunidades son aliadas de este objetivo. Mediante la creación de rutas turísticas basadas en el ecosistema de páramo que incluya además, tradiciones, modos de vida…es posible generar medios de vida para las comunidades que habitan la alta montaña.” Cristina Aristizábal, funcionaria del PNN Los Nevados.


    Como parte de los ejercicios de las sesiones, los habitantes junto a la UTP desarrollaron siete (7) rutas turísticas de alta montaña asociadas a sus modos de vida y la cultura de su territorio. Entre estas destacan: La ruta del queso, Arriería, Circuito del agua, La conservación y biodiversidad, Tras la huella de biodiversidad, Al calor del fuego, Tras la ruta de la danta por el camino del arriero y Travesía del Río Otún. Cada una de ellas podrá ser ofertada en los paquetes turísticos que los operadores organizan para este destino y guiadas por los habitantes de la vereda el Bosque.

    Los ejercicios de formación para las comunidades que habitan en ecosistemas estratégicos, y en este caso la alta montaña, son herramientas fundamentales para el fortalecimiento de sus capacidades en turismo de naturaleza y negocios verdes como alternativas productivas. A nivel nacional es una oportunidad para abordar el tema desde una estrategia de conservación participativa. Ver más ...

    Atlas de páramos de Colombia

    Atlas de páramos de Colombia

    Este atlas presenta una recopilación y exposición de la información disponible sobre páramos en Colombia, con el propósito de contribuir a la elaboración a corto plazo de una línea base completa sobre estos ecosistemas para avanzar en los planes de manejo de páramos. La información correspondiente a las zonas de páramos en Colombia que conforman este atlas, se expone en fichas descriptivas, cada una de ellas acompañada de un mapa y fotografías. De esta manera las fichas ilustran la ubicación, las características y las acciones relacionadas con la conservación en cada una de las zonas de páramo que se incluyeron. El atlas también contiene consideraciones acerca de las problemáticas generales que se relacionan con el estudio y las condiciones actuales de los páramos en el territorio nacional, así como datos sobre las medidas y la normatividad que se vincula con las zonas donde se presentan estos ecosistemas.

     

    La publicación se encuentra disponible para lectura en nuestro Repositorio Institucional.

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    Inicia toma científica de zona oriental del Parque Chingaza, la menos explorada

    Inicia un nuevo episodio de las Expediciones Colombia Bio. En esta oportunidad, un grupo de expertos visitará la biodiversidad de la zona menos conocida y visitada Parque Nacional Natural Chingaza: el flanco oriental, desde este 12 y hasta el 24 de 2018.

    Chingaza, que conmemora 40 años, con sus 76.700 hectáreas de ecosistemas de alta montaña, protege complejos de humedales y bosques andinos y altoandinos, así como grandes extensiones de páramos que proveen agua para el consumo de cerca del 80% de los 10 millones de habitantes de Bogotá y de 11 municipios aledaños. Hacia el costado oriental se desciende a ecosistemas de piedemonte llanero con paisajes majestuosos y quebradas de grandes caudales propios del Orinoco.

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    Foto: Parque Nacional Natural Chingaza. Felipe Villegas

    Esta expedición, al costado oriental de Chingaza, proveerá un inventario rápido de la biodiversidad en las zonas menos estudiadas con lo cual se espera llenar vacíos de información para la toma de decisiones en el territorio; también incluirán un componente de exploración social con la intención de recopilar información primaria acerca de la interacción entre los pobladores locales y su entorno, caracterizando la gobernanza, la historia ambiental y de conflicto armado.

    Un equipo conformado por 80 investigadores buscarán especies de plantas, hongos, aves, ranas, serpientes, peces, mamíferos e insectos, y realizarán encuestas, talleres y actividades participativas con las comunidades locales, en tres lugares a 700, 1700 y 2300 metros sobre el nivel del mar en los municipios de Medina (Cundinamarca) y San Juanito (Meta). 

    Adicionalmente, se recolectarán tejidos biológicos con el fin de generar información genética a partir de los códigos de barras de ADN para aportar al inventario de recursos genéticos del país. Para realizar el registro gráfico y visual de esta región, de riqueza socio-ecológica única en el país, la productora Antorcha Films será la encargada.

    En esta expedición a Chingaza, liderada por el IAVH, participan Parques Nacionales de Colombia, las Universidades Nacional de Colombia, Javeriana, Pedagógica y Tecnológica de Colombia, del Rosario, de los Andes y Jardín Botánico de Bogotá.

    Colombia Bio es un proyecto estratégico de interés nacional, liderado por Colciencias, enfocado en el fomento del conocimiento, conservación, manejo y aprovechamiento sostenible de la biodiversidad en los territorios colombianos a través de la Ciencia, Tecnología y la Innovación.

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    Extraño daño en frailejones colombianos preocupa a investigadores

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    Bogotá, D. C. 19 de febrero de 2018

     
    Espeletia lopezzi
    Espeletia lopezzi - Amanda Varela

     

    •    Varias polillas, hongos y escarabajos tienen afectadas a las especies de frailejones (Espeletia), puyas (Puya), chusques (Chusquea), uvas camarona (Macleania) y encenillos (Weinmannia) en los páramos de Chingaza, Cruz Verde, Sumapaz, Galeras y Cocuy. En páramos de Venezuela y Ecuador también hay reportes.

    •    La principal hipótesis apunta a un aumento de la temperatura en los páramos, asociado al cambio climático. Simulación en laboratorio indica probable reducción en la capacidad de captación de agua por parte de frailejones.

    •    El Instituto Humboldt, las universidades Javeriana y Jorge Tadeo Lozano, la Sociedad Colombiana de Entomología y Parques Nacionales Naturales presentarán un diagnóstico, avances y perspectivas de lo investigado hasta hoy, en un simposio internacional que se realizará en Bogotá este 21 y 22 de febrero de 2018.

    Los ecosistemas de páramo emergieron, según registran las páginas del Atlas de páramos de Colombia, por encima de los 3000 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.), hace más de cinco millones de años tras el levantamiento final de la cordillera de los Andes y la creación definitiva de los bosques andinos.

    Estos ecosistemas son exclusivos de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Costa Rica, países que cuentan con páramos tropicales ubicados, casi todos, salvo los de la Sierra Nevada de Santa Marta y los de Costa Rica, en la cordillera de los Andes. Su vegetación, condiciones climáticas, de suelos y de altitud los diferencian y hacen de ellos un sistema natural singular.

    Colombia es considerado el país núcleo de los páramos, debido a que posee más de la mitad de la superficie de estos ecosistemas a nivel mundial, casi el 60 %. En el territorio nacional, estos ecosistemas se relacionan con áreas altas, frías, húmedas, nubladas y con diversa vegetación, dentro de la cual está la representativa espeletia mejor conocida como frailejón.

    De tronco grueso, hojas abultadas (y recubiertas con una especie de pelusa) organizadas en espiral que crean una roseta en la parte superior del tallo, los frailejones, también ecosistemas en miniatura, se unen a la vegetación asociada a la alta montaña en un complejo y frágil sistema endémico.

    Así pues, dichas plantas con una forma de vida inusual, amplia diversidad morfológica, alturas de hasta más de 15 metros, foco de estudio por más de dos siglos y aún con mucho por conocer acerca de su taxonomía; capturan el agua de las nubes y la neblina que los circunda, la retienen de manera natural, hasta un 80 % de su volumen y mantienen los caudales de ríos y quebradas, un asunto estratégico para la generación, regulación y abastecimiento hídrico de los habitantes del país, según estudios de la Universidad Nacional de Colombia (UN).

    Por ejemplo, el páramo de Belmira proporciona más del 65 % del agua que abastece a Medellín, el de Chingaza provee el 65 % de este líquido vital a los bogotanos y el de Guerrero abastece a más de 1’000.000 de habitantes en el norte de Bogotá y a toda Zipaquirá.

    De 100 milímetros (mm) de agua que caen en 1 metro cuadrado de páramo, 65 mm viajan por este ecosistema a través de caudales, 3 veces más que en el bosque seco tropical y el doble de un bosque húmedo tropical.

    Incluso, en algunos páramos en Colombia y de otros países el rango de humedad es amplio: los que reciben alrededor de 4.000 mm de precipitación al año, hasta los relativamente secos con cerca de 800 mm anuales. Cabe destacar que en época de sequía, esta flora endémica retiene el líquido y lo regula de manera natural.

    Casi una década afectados

    Sumado a las amenazas causadas por actividades humanas como ganadería extensiva, agricultura en especial cultivos de papa y cebolla, minería de oro y carbón, turismo no controlado, entre otras, algunos frailejones de Colombia, en su mayoría endémicos, enfrentan un problema adicional: una afectación ocasionada por polillas, hongos y escarabajos; situación que podría comprometer a mediano y largo plazo la función de captación, regulación y suministro del agua para el consumo en las ciudades colombianas ubicada en las regiones de influencia de estos ecosistemas.

    En el 2009, re realizó el primer reporte oficial al IDEAM en el marco del Programa Piloto Nacional de Adaptación al Cambio Climático – INAPB, por parte de la ecóloga María Mercedes Medina. En aquel entonces, frailejones de la especie Espeletia grandiflora de la cuenca alta de la quebrada Calostros, en el Parque Nacional Natural Chingaza, presentaban cambios en la forma de las hojas las cuales se estaban muriendo, al parecer, por actividad de insectos (polillas y escarabajos) y hongos.

    El resultado inicial del estudio indicaba que cerca de 376.600 m2 estaban afectados, pero un monitoreo realizado 8 meses después comprobó que la cifra aumentó a más de 1’871.000 m2 de frailejones afectados e incluso muertos. El interés de la comunidad científica ante las desconcertantes circunstancias, no dio espera. Fue así como en 2011 se creó el Programa Nacional para la Evaluación del Estado y Afectación de los Frailejones en los Páramos de los Andes del Norte, conformado por las universidades Jorge Tadeo Lozano y Javeriana, la Sociedad Colombiana de Entomología, Parques Nacionales Naturales de Colombia y Patrimonio Natural.

    “Tenemos indicios de que hacia 1990 y a comienzos de 2000 hubo reportes de esta problemática. Pero aún no nos ha sido posible revisar folios y carpetas con registros de ese año. Creemos que quizá en un determinado momento se reportó la afectación, hubo un declive y al no verla más no se continuó con un seguimiento”, afirma Amanda Varela Ramírez, doctora en Ecología y profesora asociada al Departamento de Biología de la Universidad Javeriana, y miembro del comité científico que evalúa el caso.

    El equipo de investigadores realizó expediciones para toma de muestras y su análisis. En cuanto a las polillas, una de ellas especie nueva para la ciencia, se comprobó que devoran las hojas juveniles más internas de la roseta foliar del frailejón, acción que debilita la planta pues las nuevas hojas crecen con deformaciones e incluso no llegan a desarrollarse, lo que resulta en una reducción de las defensas y aumento de susceptibilidad al ataque por parte de herbívoros y hongos.
     
    Según Claudia Martínez, investigadora adscrita a la Sociedad Colombiana de Entomología (Socolen) y miembro del equipo investigador, en el tronco del frailejón hay hendiduras, como resultado de la caída de las hojas, que se convierten en hábitat, zona de reproducción y alimentación para muchos insectos, incluyendo a los escarabajos relacionados con las afectaciones. Por ejemplo, los escarabajos, de las familias Curculionidae y Scolytidae, quienes consumen esta planta sana o ya debilitada.

    Curculionido alimentandose de hoja de frailejon PNN Chingaza. Foto David MartinezCurculionido alimentándose de hoja de frailejón en PNN Chingaza. Foto: David Martínez


    Por su parte, los hongos causan cambio del color en las hojas, su desprendimiento del tallo, una deformidad conocida como entorchamiento y manchas. Según las investigaciones, entre tres y nueve meses ocurre el proceso de muerte de un frailejón enfermo.
    Al respecto, la profesora Varela cuenta que luego de la preocupación manifestada por los funcionarios del PNN El Cocuy, se realizó una visita en la cual pudo identificarse frailejones moribundos con hojas caídas, excepto las centrales. Al examinarlos para descubrir y entender lo que ocurría, el equipo de investigadores se sorprendió cuando “toda la médula de la planta, es decir aquella por la cual toma el agua y los nutrientes, estaba podrida desde las terminaciones por donde salen las hojas y de ahí hacia abajo. Allí encontramos adultos de un escarabajo parecido a la Broca del Café, sus larvas y huevos”.

    Al interior de la médula del frailejón pudieron verse especies de galerías cuyo acceso se encontraba en una perforación justo donde terminaban las hojas, por la cual se introducía el escarabajo para, al parecer, cumplir todo su ciclo de vida al interior, es decir poner sus huevos hasta que eclosionaran, dejar que las larvas crecieran y, una vez adultas, abandonar la planta.

    Este escarabajo se conoce como “de ambrosía” y de él hay reportes de uso en Brasil con fines medicinales, y ataques a plantaciones de pino en Estados Unidos y Canadá, y a cultivos de oliva en España. Estos insectos son tan voraces que pueden devastar grandes hectáreas de bosques.

    El listado de la incertidumbre

    Con respecto a la afectación en los frailejones y su probable relación con cultivos producto de la dinámica agrícola habitual en esa zona de páramo, las investigaciones realizadas han confirmado hasta el momento “que los insectos son autóctonos del páramo y, por lo tanto, no pertenecen a agroecosistemas o cultivos de papa ni otros cercanos a la zona”, según afirma Luis Beltrán, doctor en Biología y profesor asociado del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y parte del grupo de trabajo que lidera la investigación.

    Al respecto queda un estudio pendiente por realizar, el de las áreas de frailejones aledañas a actividades antrópicas para corroborar que la cercanía a cultivos o ganadería no aumenta la cantidad de plantas afectadas, pues los muestreos y análisis primarios se realizaron con distancias considerables entre unos y otros.

    Un hecho importante y que se ha confirmado oficialmente es la presencia en los frailejones de la Oidaematophorus espeletiae o polilla pluma, la cual resultó ser nueva para la ciencia.  Una situación que hasta hoy despierta suspicacias acerca de su existencia en estas plantas desde tiempo atrás, y de la cual nadie se había percatado.

    Oidaematophorus
    Oidaematophorus espeletiae. Foto: Luz Stella Fuentes
     

    Por resolver está, además, si el incremento poblacional de la polilla estaría relacionado con el aumento de la temperatura nocturna en la zona de bosque altoandino, ambiente que le permitiría salir de allí y moverse hacia el páramo. Lo que creen los investigadores es que en el páramo podría haber encontrado condiciones apropiadas para su colonización y desarrollo, particularmente abundante alimento y falta de agentes que la controlen. Aunque, otra especulación apunta a que este insecto puede ser del páramo y que, al intensificarse el calor, su tasa poblacional aumenta, por lo cual hoy vemos su efecto en gran número de frailejones, hecho que antes no podía detectarse.

    Por otro lado, cabe la posibilidad de que los escarabajos, que también atacan la planta, transporten hongos como Collectotrichum y Fusarium que enferman a los frailejones. Es de resaltar que la afectación por estos organismos está asociada a condiciones de humedad y a alto contenido de materia orgánica.

    Queda pendiente, además, avanzar en la descripción de otros síntomas de la afectación y establecer las distintas variables de su incremento para obtener datos que permitan concluir si existe o no una relación entre la afectación de los frailejones y la variabilidad climática.

    Lo que se ha podido observar con certeza es el aumento del ataque de hongos en periodos secos, una vez finaliza la temporada de lluvias pronunciadas en el ecosistema de páramo. Quizá, el aumento de la temperatura y la variación térmica promuevan condiciones óptimas que favorecen la migración de estos herbívoros hacia ecosistemas más elevados, aspecto que podría confirmarse o no con una investigación a fondo.  “Por esto necesitamos visitar los frailejones en época de lluvia y seca porque, aparentemente, hay fluctuaciones dependiendo del momento climático del año: a mayor sequía más presencia de la polilla, mientras que con más lluvia aumenta el ataque de hongos y escarabajos”, comenta la profesora Varela.

    Para los investigadores no hay lugar a dudas de la urgente necesidad de trabajar conjuntamente con las comunidades campesinas cercanas a las zonas de páramo para realizar pruebas de monitoreo, manejo y control de las especies sanas y afectadas; “aunque hemos sensibilizado a muchas de las personas de allí sobre lo que ocurre con los frailejones, no logramos que nos alerten de las afectaciones; en parte esto se debe a que los proyectos terminan y no hay manera de garantizar un seguimiento”, menciona la profesora Varela.

    Un segundo e indispensable aliado son las autoridades ambientales e incluso la inversión privada, con la intención de garantizar recursos económicos, administrativos y científicos que destraben el amplio listado de investigaciones pendientes: “el Ministerio de Ambiente sabe del tema porque respondieron a la convocatoria para la conformación del Programa de Evaluación. De nueva cuenta, hacia finales de 2016, invitamos a la Dirección de Bosques, Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos para socializarles resultados de un proyecto desarrollado en Chingaza, con apoyo del Acueducto de Bogotá, pero manifestaron no poder asistir. Hasta ahora no han vuelto a comunicarse con nosotros, así que desconozco si en este momento están al tanto de la situación y hasta qué punto esta información se mantiene en la memoria de la entidad pues los funcionarios cambian en las dependencias de estas entidades”, puntualizó Varela. Cabe destacar que por parte de Parques Nacionales se ha recibido apoyo en investigación y monitoreo de afectaciones.

    ¿Del azar al desconcierto?

    A la fecha existen reportes de afectaciones en páramos de las cordilleras oriental: Tamá, Pisba, Guasca, Guanentá; central: Los Nevados, Las Hermosas, Puracé, Nevado del Huila; y occidental: Frontino, sin que aún se confirme coincidencia entre los síntomas que presentan estos frailejones y los ya examinados en Chingaza, Cruz Verde, Sumapaz, Galeras y Cocuy.

    En Colombia, la información ha sido suministrada por población local, técnicos y profesionales de las zonas mencionadas. En Venezuela se tienen algunos reportes no oficiales emitidos por diferentes instituciones, para el páramo de Piedras Blancas en el Estado de Mérida. La misma situación se presenta en Ecuador en el páramo El Ángel de la provincia de Carchi, para la especie Espeletia pycnophylla.

    En Venezuela, los páramos ocupan 2405 km2 y se distribuyen en el occidente del país en varios complejos a lo largo de la cordillera de Mérida, la Sierra de Perijá y la Serranía del Tama, estos dos últimos complejos son compartidos con Colombia, en las últimas estribaciones de la cordillera Oriental.

    Los problemas que se han detectado hasta la fecha involucran afectaciones por larvas posiblemente de polillas y hongos que atacan especies de frailejones endémicos, especialmente en las especies Coespeletia timotensis y Coespeletia spicata, dominantes en el páramo desértico, sobre los 4000 metros de elevación. Otras especies afectadas en menor medida son Espeletia schultzii, Espeletia semiglobulata, y Coespeletia moritziana.

    El problema ha sido documentado en el páramo de Piedras Blancas, Parque Nacional Sierra de La Culata y en la cordillera de Mérida. Allí existen poblaciones con una proporción importante de individuos muertos en pie (entre 30 y 50 % en unas 10 ha de extensión). También hay evidencia de daños nuevos en hojas vivas, y ya reportados para hojas muertas adheridas al tronco de frailejones. Sin embargo, no existe información de otras localidades venezolanas que permitan evaluar la extensión espacial de la problemática en los páramos.    

    Desde el punto de vista del investigador Luis Daniel Llambí, coordinador del Postgrado en Ecología Tropical y Profesor del Instituto de Ciencias Ambientales y Ecológicas de La Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela, “estos problemas fitosanitarios actuales, al menos en la zona de Piedras Blancas, han aumentado marcadamente en los últimos años. Sin embargo, contamos con muy poca información para atribuir el aumento de este problema al cambio climático”. Dado que 2014 a 2016 fueron años particularmente secos en la cordillera de Mérida, es posible que la ocurrencia de años sucesivos de sequía esté asociada al aumento en las mortalidades. Lo interesante del caso en que ambos países coinciden con reportes de frailejones enfermos, con similares características de daño, y causados tanto por hongos como por larvas.   

    Sobre la distribución de la afectación en Chingaza se muestrearon 2833 plantas de Espeletia argentea, Espeletiopsis corymbosa y Espeletia grandiflora. Para determinar una escala de daño se propusieron cuatro niveles: en el primero la severidad está en el rango de entre el 0 y el 25 %; en el segundo es del 26 al 50%; la escala 3 va del 51 al 75%, y la escala 4 abarca del 76 al 100%.

    Los resultados obtenidos bajo esta escala demostraron que el número de plantas afectadas fue del 11 %, equivalentes a 315 plantas con daño pasado y actual; un 89 % de las plantas se encontraron sin daño alguno. De ese 11 % de plantas afectadas, el 90 % presentó daño leve; seguido por el daño nivel 2 (8 %); y finalmente daño nivel 3 (2 %). No se presentaron plantas con daño nivel 4.  

    Para entender lo anterior, y al mismo tiempo lo inconveniente de los vacíos de información científica en un tema tan sensible, Luz Stella Fuentes, magister en Bilogía Aplicada y profesora asociada al Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de la universidad Jorge Tadeo Lozano e integrante del equipo investigador de esta afectación, explica: “un nivel de incidencia del 8 % no puede explicar si nos enfrentamos a un grado alto o bajo, bueno o malo, porque faltan más estudios en el ecosistema de páramo; puede ser que este porcentaje en un ecosistema tan sensible sea de un valor considerable. Lo importante es continuar con un monitoreo para identificar si la tendencia aumenta o disminuye”.

    En cuanto a qué tanto se vería comprometido el futuro del abastecimiento de agua, el grupo de trabajo simuló, por medio de un nebulizador, una neblina para mirar qué tanta cantidad de agua captaba una hoja enferma frente a una sana. El resultado confirmó que había una reducción en la capacidad de los frailejones para recoger el líquido.

    La reducción de la recolección de agua de hojas con daño por depredación (herbivoría) es del 37 %; y con la malformación conocida como entorchamiento es del 29,7 %. Lo anterior indica que dejan de captarse 674 litros por hora (l/h) cuando el 32 % de las plantas tienen herbivoría, y 578 l/h cuando hay entorchamiento en el 35 % de estas.

    Llamado de auxilio para continuar la investigación

    A casi diez años e incluso más de conocer esta delicada afectación y sin aparentes prontas soluciones en el horizonte, Amanda Varela espera que los colombianos entiendan la magnitud de lo que está en juego: “tenemos limitaciones económicas, y cada vez que indagamos en el tema surgen nuevas preguntas, variables que nos sorprenden y a veces desconciertan. Por ahora, lo inmediato es confirmar si hay relación con el cambio climático, identificar el potencial de dispersión de la afectación, medir el impacto que esta situación pueda tener en la oferta hídrica y hacer propuestas de control o manejo”.

    Según los estudios realizados hasta el momento es muy posible que la afectación, unida al calentamiento global y el promedio de la temperatura, tienda a incrementarse y afecte a más áreas. Los investigadores no descartan que tal fenómeno pueda presentarse en este preciso momento en otros páramos y especies de plantas; de hecho, hay reportes de la existencia de 88 especies de frailejones colombianos, en los cuales ya se reportan síntomas; sin embargo no hay certezas de que se trate de la misma afectación.

    El calentamiento global y sus efectos en la variabilidad del clima demandan una intervención inminente pues como lo expresa la comunicación nacional, elaborada por el grupo de científicos del Programa para la Evaluación del Estado y Afectación de los Frailejones de los Páramos de los Andes del Norte, no todo puede dejarse en manos de los mecanismos naturales de regulación.

     

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