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Así afectó el confinamiento por la pandemia los registros de biodiversidad de los ciudadanos en Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 10 de abril de 2021

Así afectó el confinamiento por la pandemia los registros de biodiversidad de los ciudadanos en Colombia




El Instituto Humboldt analizó los datos biodiversos publicados por los colombianos en dos plataformas de ciencia ciudadana durante los días de la cuarentena más estricta. Foto: cortesía Cristian Flores.


  • •  Once investigadores del Instituto Humboldt analizaron los registros de biodiversidad enviados a las plataformas Naturalista y eBird durante el periodo más estricto de la cuarentena en 2020, y el mismo período entre 2015 y 2019.
  • •  Aunque la participación fue destacada, los registros estuvieron concentrados en regiones altamente transformadas y tanto los esfuerzos de muestreo como el número de especies reportadas disminuyeron.
  • •  Más de 1.146 ciudadanos subieron sus observaciones a Naturalista entre marzo y abril del año pasado, cifra que en 2019 fue de 2.372. En el Global Big Day de 2020 participaron 2.754 pajareros, comparados con 2.313 del año anterior.
  • •  En un artículo publicado en la revista Biological Conservation, los investigadores recomiendan construir y fortalecer redes más diversas de observadores para promover la descentralización, democratización y efectividad en la investigación y monitoreo de la biodiversidad en Colombia.


La pandemia de la covid-19 pareció aumentar la conciencia pública mundial sobre la biodiversidad y la importancia de su monitoreo. Durante los confinamientos estrictos, los ciudadanos reportaron imágenes sorprendentes de mejoría en el estado de algunos ecosistemas y de animales transitando con calma por zonas urbanas, aparentemente debido a la ausencia humana.

Colombia no fue la excepción. La ciudadanía inundó las redes sociales con fotografías y videos que dejaron perplejo a más de uno, como de playas de Santa Marta y Cartagena con aguas cristalinas y delfines, zorros deambulando por Bogotá, osos mieleros por las carreteras y un revoloteo de aves; sin embargo, aún queda la duda de si estos hallazgos fueron resultado de cambios en los comportamientos de la fauna o de los observadores.

Varios de estos hallazgos fueron publicados en las dos plataformas más usadas de ciencia ciudadana sobre biodiversidad en el país: Naturalista y eBird, sitios que se han convertido en los espacios ideales para que los científicos ciudadanos hagan sus aportes para ampliar el conocimiento sobre la biodiversidad nacional.


Debido a las restricciones de la cuarentena, los ciudadanos reportaron la biodiversidad desde sus ventanas o en sitios cercanos a sus viviendas. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


En los últimos años, las plataformas de ciencia ciudadana han permitido acumular grandes cantidades de datos en lugares restringidos para muchos expertos, un panorama que ha permitido responder preguntas, apoyar la toma de decisiones e incluso describir especies hasta ahora desconocidas para la ciencia o que se creían extintas.

Once investigadores del Instituto Humboldt se dieron a la tarea de analizar los reportes publicados por los colombianos en ambas plataformas para averiguar si estos datos permitirían describir los efectos de la ‘antropopausa’ en la biodiversidad del país, es decir durante la primera cuarentena estricta del año pasado para combatir la pandemia del coronavirus.

“Comparamos la distribución de registros según la huella humana, los comportamientos de muestreo y la composición de especies en ambas plataformas durante la fase más estricta del confinamiento por covid-19 en 2020 y los mismos períodos entre 2015 y 2019”, cita el artículo publicado en la revista Biological Conservation.

Lina María Sánchez Clavijo, Sindy Martínez Callejas, Orlando Acevedo Charry, Angélica Díaz Pulido, Bibiana Gómez Valencia, Natalia Ocampo Peñuela, David Ocampo Rincón, María Helena Olaya Rodríguez, Juan Carlos Rey Velasco, Carolina Soto Vargas y Jose Manuel Ochoa Quintero, fueron los encargados de analizar los registros ciudadanos en ambas plataformas.

“Antes de usar estos datos para probar hipótesis sobre el impacto de las actividades humanas en nuestro ambiente, debemos tener en cuenta los efectos del confinamiento en el comportamiento de los observadores que contribuyen con sus registros a las plataformas”, dice el artículo.


El humedal Córdoba en Bogotá alberga la mayor cantidad de especies de aves. Fue uno de los sitios más observados desde la ventana durante la cuarentena. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


Inicia el análisis

El estudio del Instituto Humboldt inició con el análisis de los registros publicados en Naturalista y eBird durante la cuarentena estricta y obligatoria en Colombia, del 24 de marzo al 11 de mayo del año pasado, cuando se cerraron fronteras internacionales, cancelaron viajes nacionales y estuvo completamente restringida la circulación de personas y vehículos.

“Los datos de Naturalista provienen del proyecto “Naturalistas Urbanos desde Casa (NUC), un bio-blitz llevado a cabo entre el 25 de marzo y 25 de abril que invitó a las personas a registrar la biodiversidad alrededor de sus hogares durante el confinamiento preventivo”, afirman los investigadores.

Para la plataforma eBird, la más importante para reportar observaciones de aves, los expertos tomaron como base los datos recolectados durante el Global Big Day, un evento anual que en 2020 coincidió con la fase más estricta del confinamiento en Colombia, por lo cual muchos observadores de aves debieron pajarear desde sus casas.


Durante el mes más estricto de la cuarentena del año pasado, 1.146 ciudadanos publicaron 8.734 registros de biodiversidad en la plataforma Naturalista. Foto: cortesía Cristian Flores.


“El Global Big Day ha sido muy publicitado desde 2017, lo que ha generado niveles de participación que superan a cualquier otro evento de ciencia ciudadana en Colombia. Este aumento en la participación conduce a picos anuales para la participación en eBird en términos de número de listas de chequeo, registros, observadores, cobertura de sitios y especies”.

Durante el mes más estricto de la cuarentena del año pasado, 1.146 ciudadanos publicaron 8.734 registros de biodiversidad en la plataforma Naturalista. Durante el Global Big Day, 2.574 observadores de aves enviaron 7.699 listas de chequeo.

Aunque los investigadores catalogaron esta participación como sustancial, los análisis mostraron disminuciones comparados con años anteriores en Naturalista, ya que, en el mismo periodo de 2019, esta plataforma registró en Colombia 2.372 participantes con 20.674 observaciones.

Todo lo contrario ocurrió con los “pajareros” en eBird, ya que en el Global Big Day de 2019 participaron 2.313 observadores de aves, quienes enviaron 7.173 listas de chequeo.


Las aves son los animales que más reportan los ciudadanos en las plataformas de ciencia ciudadana. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


Alta participación en zonas transformadas

Las observaciones en Naturalista y las listas en eBird están georreferenciadas, lo que les permitió a los investigadores cuantificar el grado de perturbación asociado a los lugares donde se hicieron los registros.

“Mapeamos estos puntos y extrajimos su valor correspondiente de una capa de Índice de Huella Humana, que combina el uso del suelo, densidad de población rural, distancia a las carreteras y asentamientos, fragmentación de la vegetación natural, entre otros”.

La mayoría de registros durante la cuarentena de 2020 provino de zonas urbanas o altamente transformadas. El análisis del Humboldt mostró menos observaciones en áreas menos impactadas, como las del oriente de Colombia.

“En ambas plataformas, las observaciones realizadas en 2020 provinieron de lugares con niveles altos de transformación humana. Sin embargo, el cambio entre 2019 y 2020 fue mucho más drástico en los registros de eBird que en los de Naturalista”, cita el artículo.

Baja en la cantidad de especies

El número de especies reportadas por los ciudadanos durante la cuarentena estricta de 2020 registró una baja considerable, en especial en la plataforma Naturalista.

“Los científicos ciudadanos contribuyeron registros de 1.292 especies durante la cuarentena en Naturalista, es decir 34 por ciento menos que las reportadas en 2019. Sin embargo, fue un 11 por ciento más que en 2018”.


Durante el Global Big Day de 2020, 2.574 observadores de aves enviaron 7.699 listas de chequeo. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


La disminución de especies en eBird fue menos notoria. En el día analizado de 2020, los “pajareros” registraron 1.435 especies de aves, un 9 por ciento menos que el número de 2019.

El análisis también arrojó una disminución en el número de especies amenazadas y endémicas reportadas entre 2019 y 2020. Para Naturalista, las amenazadas pasaron de 112 a 27 y las endémicas de 257 a 109. En eBird, este panorama fue de 154 a 129 especies amenazadas y de 56 a 47 endémicas.

Es muy probable que estas disminuciones en la cantidad de especies reportadas en ambas plataformas se deban tanto al sesgo por zonas altamente intervenidas en los muestreos, como a disminuciones en el esfuerzo o cambios en el comportamiento de los observadores.

Por ejemplo, en Naturalista los investigadores encontraron que menos participantes registraron más de cinco observaciones de biodiversidad durante el confinamiento con respecto al mismo período durante 2019.

Los usuarios de eBird, hicieron listas más cortas y cambiaron su estrategia de muestreo de conteos en recorridos a conteos estacionarios.

¿Qué dicen los resultados?

Entre los principales hallazgos del estudio están que los registros de biodiversidad en las plataformas de ciencia ciudadana se concentraron en regiones altamente transformadas y que se presentaron menores esfuerzos en el muestreo.

“Aunque algunos lugares remotos fueron muestreados en 2020, evidenciamos un fuerte cambio hacia la observación de aves en áreas urbanizadas en respuesta al confinamiento, algo que coincide con el patrón general encontrado para los datos de eBird durante abril en otras regiones del mundo”.


Aunque la participación ciudadana durante la cuarentena fue sustancial, los análisis mostraron disminuciones comparados con años anteriores. Foto: cortesía Jorge Muñoz.


Para los investigadores, muchos observadores de aves probablemente optaron por seguir la recomendación de hacer sus listas desde casa, reduciendo el alcance espacial de los datos para 2020 en comparación con años anteriores.

A los expertos no les sorprendió encontrar menos especies amenazadas y endémicas en las muestras de 2020, ya que estas generalmente tienen menor detectabilidad y rangos geográficos reducidos.

“Por ejemplo, todas las aves endémicas detectadas durante el Global Big Day de 2019 y no durante 2020 solo se pueden encontrar en localidades de difícil acceso en la Sierra Nevada de Santa Marta, Valle de Magdalena, costa noroeste del Pacífico y Parque Nacional Munchique”.

Según los científicos del Humboldt, estos datos de ciencia ciudadana complementan los estudios de biodiversidad realizados por universidades e institutos de investigación en regiones naturales y vírgenes.


Algunos de los resultados que arrojó el estudio en las plataformas de ciencia ciudadana de los investigadores del Instituto Humboldt.


“Los conjuntos de datos proporcionados por iniciativas de ciencia ciudadana son un gran complemento para estudiar el impacto de la huella humana en las especies comunes y adaptadas a perturbaciones. Sin embargo, todavía existen dificultades tecnológicas asociadas con el uso de plataformas digitales en las regiones rurales, por lo cual necesitamos idear nuevas estrategias para involucrar personas en estas áreas para participar de manera más constante”.

En el artículo recomiendan fomentar una mayor diversidad de actores para crear proyectos que ayuden a responder preguntas ecológicas relevantes en los procesos de toma de decisiones. “Hay que promover mejores prácticas para recopilar, curar, procesar, analizar e interpretar datos de ciencia ciudadana”.

Por último, los 11 expertos precisan que, para aumentar el potencial de la ciencia ciudadana para monitorear especies raras o áreas naturales, se requiere construir y fortalecer redes más diversas de observadores que puedan promover aún más la descentralización, democratización y efectividad en la investigación y monitoreo de la biodiversidad en Colombia.
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Carne de monte: la única alternativa que tienen muchas comunidades rurales e indígenas para sobrevivir

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 08 de abril de 2021

Carne de monte: la única alternativa que tienen muchas comunidades rurales e indígenas para sobrevivir.




Muchas comunidades del país no tienen más opción que obtener alimento de la fauna silvestre. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


  • •  El uso de carne de monte y sus contribuciones a la alimentación de las poblaciones de las áreas más remotas es uno de los propósitos en la gestión de la biodiversidad. Sin embargo, es un tema que aún falta mucho enriquecer en los procesos de investigación en Colombia.
  • •  Una revisión de los estudios sobre el uso de vertebrados silvestres del Instituto Humboldt, estimó cuáles son las especies que más aportan a las dietas de los pobladores rurales, listado que incluye lapas, ñeques, puercos de monte, armadillos, iguanas, tucanes, loros, tortugas y ardillas.
  • •  Este año, el Humboldt y varias entidades publicarán una investigación sobre la caza y pesca de subsistencia en el norte de Sudamérica, en territorios de Colombia, Venezuela y Guyana.


Partes de babillas, tortugas y lapas son exhibidas en carretillas en algunas de las más de 20 casetas con techos de lata de la plaza de mercado El Paujil, ubicada a lo largo de una calle polvorienta de la ciudad amazónica de Inírida, capital del departamento de Guainía.

Los dueños de los restaurantes situados al frente de la plaza figuran entre los principales clientes de la carne de monte, materia prima con la que preparan platos gastronómicos que hacen parte de la idiosincrasia de las comunidades indígenas.

La venta de carne de estos animales silvestres inicia en lo más profundo de la selva, donde los indígenas los cazan para luego transportarlos en canoas y embarcaciones de pequeño porte por las aguas negras y carmelitas de ríos como Guainía y Guaviare.


En la plaza de mercado El Paujil, ubicada en Inírida, se venden varios animales silvestres que han sido consumidos tradicionalmente por las comunidades indígenas. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


Las embarcaciones terminan su largo viaje en el muelle de Inírida, donde los indígenas urbanos y rurales negocian los precios de la fauna silvestre, que también incluye peces como mojarras, bagres, yamus, sierras, palometas, bocachicos, amarillos y cachamas.

A simple vista pareciera que este rústico lugar realiza una actividad ilegal, ya que la normatividad ambiental prohíbe la comercialización, tenencia y transporte de los ejemplares de la fauna silvestre. Pero no es así. La plaza de El Paujil está ubicada dentro del resguardo indígena del mismo nombre, por lo cual es un territorio que se rige por la legislación especial y propia de los indígenas, que permite la caza de la fauna silvestre para su consumo y sustento.

Este consumo de carne de monte no es exclusivo de las tierras del Guainía. Para muchas comunidades de las zonas más apartadas y remotas del territorio colombiano, la fauna silvestre es la única opción que tienen para sobrevivir, debido a la pobreza extrema y a la falta de otras alternativas.


La carne de babilla es uno de los productos más consumidos por los habitantes de la ciudad de Inírida. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


Según Carlos A. Lasso, investigador del programa de Ciencias de la Biodiversidad del Instituto Humboldt, el hambre y las necesidades en ciertas regiones del país no les dan otra opción a sus pobladores que hacer uso de la fauna silvestre.

“En el caso de los indígenas, el consumo de carne de animales silvestres hace parte de su historia y planes de vida, viene de sus ancestros e incluso forma parte de la cosmovisión. En otras comunidades, la carne de monte es en muchos casos, la única oferta que tienen para obtener algo de proteína, es decir que su cacería es un método de subsistencia. Este es un tema álgido que aún requiere de mucha investigación y articulación”.

Punto de partida

La cacería y pesca son las fuentes más frecuentes de proteína en las dietas de las comunidades rurales, una actividad que, a consideración de Lasso, no es mutuamente excluyente sino complementaria.

“La carne de monte es considerada un recurso determinante de las condiciones de seguridad alimentaria, la cual es obtenida tanto a través de la extracción directa como por medio de actividades comerciales”.

Sin embargo, Lasso indica que la métrica de la magnitud o el cálculo de las contribuciones de la carne de monte a las condiciones del bienestar, es aún bastante incipiente en el país, al igual que cifras robustas sobre los volúmenes de especies y el efecto que arroja el uso sobre poblaciones de fauna a diferentes escalas.


Un estudio determinó que por lo menos 140 especies de la fauna silvestre son objeto de caza para las comunidades rurales. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt). Ante los vacíos que hay en el país sobre el consumo ancestral de las especies de fauna en las zonas rurales, el Instituto Humboldt elaboró el documento “Carne de monte y seguridad alimentaria: bases técnicas para una gestión integral en Colombia”, que compila la información contenida en varios estudios y análisis sobre el tema.


A partir de la revisión y análisis de 53 estudios sobre uso de vertebrados silvestres, publicados entre 2001 y 2011 y su mayoría con datos en la región Andina, los investigadores estimaron cuáles son las especies más consumidas en las zonas rurales colombianas.

Según el análisis, liderado por Nancy Vargas Tovar, contratada por el Instituto Humboldt como consultora para el estudio, 140 especies de la fauna silvestre son objeto de caza por las comunidades rurales. “Sin embargo, de 58 especies no se tiene información sobre el aporte de biomasa ni número de individuos cazados”.


Tortugas como la hicotea hacen parte de la carne de monte que es consumida por varias comunidades del país. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


El grupo de los mamíferos es el más consumido en la ruralidad colombiana (45 por ciento), seguido por las aves (23 por ciento), peces (19 por ciento), reptiles (11 por ciento), anfibios (1 por ciento) y crustáceos (1 por ciento).

Las especies más consumidas en términos de número de individuos son: Cuniculus paca (tinajo, borugo, lapa, guagua o conejo), Dasyprocta fuliginosa (picure, guatín, ñeque, chaqueto), Tayassu pecari (manao, puerco de monte, tatabro, cafuche), Dasypus novemcinctus (armadillo, guerre jerre, cachicamo), Iguana iguana (iguana), Ramphastos tucanus (tucán, paletón), Amazona farinosa (loro), Podocnemis expansa (tortuga charapa) y Sciurus granatensis (ardilla).

Las comunidades de la Amazonia y el Pacífico son las que más consumen estos animales silvestres (129 especies). “Esto está relacionado con la diversidad de presas que hay de manera natural en el medio ambiente y al grado de la biomasa de los animales. Por ejemplo, al haber pocas biomasas el cazador tarda en buscar la mayor variedad posible, como monos y pájaros en lugar de una danta”, dice Lasso.


Los mamíferos son el grupo de la fauna silvestre más consumido en la ruralidad colombiana. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


Le siguen la región Andina (100 especies), Orinoquia (78 especies) y Caribe (25 especies). “Hay que precisar que la región Andina incluye gran parte del piedemonte amazónico y orinoquense, además del Magdalena-Chocó. Es decir que estas especies no son solo del altiplano a grandes alturas”, anota el investigador del Humboldt.

Siete especies concentran los mayores registros de captura para la región amazónica: Cuniculus paca (lapa), Dasyprocta fuliginosa (guara), Podocnemis expansa (tortuga charapa), Podocnemis unifilis (taricaya), Chelonoidis denticulata (motelo o morrocoy), Dasypus novemcinctus (armadillo) y Tayassu pecari (puerco de monte).

La mayoría de las especies (75,1 por ciento) no está bajo alguna categoría de amenaza. Sin embargo, el análisis evidenció que 5,4 por ciento está en peligro crítico, 1,8 por ciento en peligro y 9,9 por ciento bajo la categoría de vulnerable.

Tan solo cuatro estudios informaron sobre el consumo diario de carne de monte en Colombia, en especial mamíferos, aves y reptiles, el cual oscila entre los 0,08 y 0,73 kilogramos. Pero estas cifras cambian drásticamente en las poblaciones indígenas de la Amazonia, Orinoquia y Pacífico, que arrojaron valores entre los 15,4 y 78,7 gramos día por persona.


El hambre y las necesidades no les dan otra opción a sus pobladores que hacer uso de la fauna silvestre. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


Mucho camino por recorrer

La carne de monte es un buen ejemplo de la relación existente entre biodiversidad, servicios ecosistémicos y bienestar humano. “Es un servicio de abastecimiento que se relaciona con la oferta de alimentos sanos y de alto valor proteínico, que además provee subproductos utilizados en prácticas medicinales y hace parte de las prácticas culturales y simbólicas”, dice el estudio.

Sin embargo, el tema aún no ha sido abordado a profundidad en Colombia. Aunque organizaciones como la Fundación Tropenbos, Fundación Natura e Instituto Sinchi han trabajado en esta materia, los estudios orientados a entender la relación entre las prácticas de caza y la seguridad alimentaria son muy escasos.

“La mayoría de estudios se restringen a presentar información sobre la captura de especies y descripciones de prácticas de uso en diferentes contextos geográficos y culturales. Este trabajo se reduce a diagnósticos de corto plazo que intentan caracterizar la caza con enfoques biológicos y está enfocado en sugerir propuestas de manejo para reducir la presión que pueda existir sobre la fauna silvestre por la cacería”, afirman los autores del estudio.


Los estudios orientados a entender la relación entre las prácticas de caza y la seguridad alimentaria en Colombia aún son escasos. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


El desarrollo de estudios orientados a evaluar la sostenibilidad de la cacería en todas sus dimensiones y no solo a partir de la biológica, es bastante pobre. “El uso de carne de monte es una actividad que no ha sido suficientemente documentada ni analizada en el país, y no existe una línea de investigación que oriente conceptual ni metodológicamente el desarrollo de estudios”.

Por ejemplo, algunos de los trabajos sobre el uso de fauna silvestre se han construido a partir de las experiencias propias de los investigadores y coinciden en la necesidad de reconocer el saber y conocimiento tradicional, de generar espacios de participación en igualdad de condiciones y desarrollar procesos no acelerados.

Las acciones alrededor de temas de seguridad alimentaria y carne de monte han sido abordadas de manera parcial, sectorial y desarticulada. “El enfoque con el que se aborde un proceso de investigación debe ser sistémico, un punto de partida para entender mejor la relación entre biodiversidad y seguridad alimentaria”.


El consumo de huevos de iguana verde es bastante alto en varios sitios de la región Caribe. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


En conclusión, la carne de monte y sus contribuciones a la alimentación de las comunidades son un valioso campo de estudio que todavía está en construcción.

“Nos hace falta enriquecer los procesos de investigación enfocados en el entendimiento y monitoreo de las relaciones entre los animales silvestres y el bienestar humano, pero desde perspectivas amplias y de largo plazo que consideren el valor integral de la fauna como un servicio ecosistémico cultural y de aprovisionamiento. La articulación de instrumentos legales y normativos también es una prioridad para la gestión”.

Según Lasso, uno de los principales ejercicios para comprender la estrecha relación que hay entre la carne de monte y la alimentación de las comunidades fue un taller regional realizado en 2012 por el Instituto Humboldt, la Universidad Nacional y la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA) en la ciudad de Inírida.


Las comunidades de la Amazonia y el Pacífico son las que más consumen animales silvestres. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


“Por primera vez, nos sentamos a debatir con las comunidades de la Amazonia y Orinoquia colombo-venezolana sobre la búsqueda de alternativas de uso para la fauna silvestre en sus territorios, encuentro que contó con la participación de 64 personas locales y representantes de entidades”.

Las comunidades concluyeron que es necesario generar información básica que permita conocer la historia natural de la fauna silvestre y comprender las dinámicas socioeconómicas y culturales de las comunidades. “Aseguraron que es fundamental generar información que permita aportar datos para la generación de políticas relacionadas con el manejo y conservación, seguridad alimentaria, aspectos sanitarios y fortalecer los procesos de gobernanza local. También concluyeron que es necesario reconocer la importancia del conocimiento tradicional en el desarrollo de investigaciones tanto de la historia natural de las especies como de los aspectos socioculturales asociados a la carne de monte”.

A su vez, resaltaron la necesidad de considerar el conocimiento tradicional para identificar las causas y consecuencias del uso de carne de monte. “Necesitamos alianzas prácticas que rápidamente permitan construir unas bases de conocimiento de mejor calidad y que incorporen en la gestión el conocimiento de los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos de Colombia y Venezuela”.


El uso de carne de monte es una actividad que no ha sido suficientemente documentada ni analizada en el país. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


Caza y pesca de subsistencia, prioridad este año

Carlos A. Lasso, investigador del Instituto Humboldt, anunció que este año serán revelados los principales resultados de una investigación sobre la caza y pesca de subsistencia en el norte de Sudamérica, en territorios de Colombia, Venezuela y Guyana.

“Esta investigación, que será relevada en un libro elaborado por varios investigadores, parte de la carencia de información y datos publicados o disponibles existentes, sobre el aprovechamiento de la carne de monte y los aportes a la alimentación de las comunidades de la región”.


Varias especies de tortugas hacen parte de la dieta de las comunidades indígenas y rurales del país. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


Dicha publicación contará con estudios de casos puntuales y una síntesis y análisis de casos previos, para ver el aporte que realmente tienen las comunidades en cuanto a la pesca de subsistencia y la caza de fauna silvestre, “que para mí es una actividad que no es mutuamente excluyente sino que se realiza de manera complementaria de acuerdo a factores como el clima, las subiendas o migraciones de los peces, la precipitación y los recursos disponibles durante diferentes épocas del año ”, menciona Lasso.

Los expertos ahondarán sobre el estado de la pesca y caza de subsistencia en las cuencas colombianas del Amazonas, Orinoco, Magdalena, Caribe y Pacífico en Colombia; las venezolanas del Orinoco-Golfo de Paria, Maracaibo, Cuyuní (Esequibo), Amazonas (Río Negro), Lago de Valencia y Caribe; y en la Guyana en varias regiones selváticas.


Las comunidades consideran necesario reconocer la importancia del conocimiento tradicional en el desarrollo de investigaciones sobre la carne de monte. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


La publicación estará distribuida en 27 capítulos y una parte que concentrará las principales síntesis y recomendaciones. “Abordaremos temáticas relacionadas con la caza y pesca de subsistencia adelantada por indígenas, afrodescendientes y campesinos en los tres países, además de los acuerdos de uso y aprovechamiento de ciertas especies”, apunta Lasso.

Tropenbos Colombia, Fundación Panthera Colombia, Fundación Omacha, Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico-CDA, Universidad Nacional, Instituto Sinchi, Sociedad Zoológica de Frankfurt y Parques Nacionales Naturales, son algunas de las entidades y organizaciones colombianas que harán parte de esta investigación.

Venezuela estará representada por el Instituto Caribe de Antropología y Sociología y el Museo de Historia Natural de la Fundación La Salle de Ciencias Naturales, Universidad Central de Venezuela y varios investigadores independientes.


Este año, el Instituto Humboldt publicará una investigación sobre la caza y pesca de subsistencia en el norte de Sudamérica. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).


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Pensilvania: la primera hembra de oso andino que será rastreada con un collar de telemetría GPS en Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 30 de marzo de 2021

Pensilvania: la primera hembra de oso andino que será rastreada con un collar de telemetría GPS en Colombia




Pensilvania será liberada hoy en una reserva natural de la sociedad civil. La comunidad de la zona hará parte del proceso de monitoreo. Foto: Corpoboyacá.


  • •  Esta osa adulta rescatada en el año 2020 será liberada en un área protegida del departamento de Boyacá.
  • •  Por medio de un collar de telemetría con GPS instalado en su cuello, se analizará cómo la osa utiliza los diferentes ecosistemas, su área de distribución y el grado de adaptación al bosque.
  • •  Este hito es posible por el trabajo articulado entre Corpoboyacá, Fundación Bioandina, Fundación Wii, la reserva Corazón de la Montaña, Parques Nacionales Naturales, Fundación Juan de Castellanos y el Instituto Humboldt.
  • •  Pensilvania será la primera hembra de esta especie en ser estudiada con esta tecnología en el país, un trabajo que en Colombia hasta ahora solo se ha realizado en dos machos rastreados en Chingaza.


A comienzos del año pasado, la comunidad de la vereda Pensilvania, que hace parte de la zona rural del municipio boyacense de Moniquirá, quedó perpleja por la presencia de una osa andina adulta (Tremarctos ornatus) que deambulaba cerca de las viviendas de la zona.

Durante varios días, los habitantes vieron a este imponente mamífero bastante desorientado. Muchos pensaban que tarde o temprano se cansaría de explorar el territorio y regresaría al Santuario de Fauna y Flora Alto Río Fonce, de donde posiblemente era nativo por la cercanía con la vereda.

De repente, la osa decidió treparse en uno de los árboles de la zona urbana del municipio de Moniquirá para refugiarse. Allí se quedó casi que inmóvil, sin intención de bajar. La vulnerabilidad del animal, catalogado como el guardián de los bosques andinos, hizo reaccionar positivamente a la población.


La osa andina fue avistada el año pasado por la comunidad de la vereda Pensilvania del municipio boyacense de Moniquirá. Foto: Corpoboyacá.


“La gente empezó a comunicarse con diferentes entidades e instituciones ambientales para que ayudaran a la osa andina, una especie que ya está catalogada como vulnerable a la extinción debido a la acelerada pérdida del bosque y a la cacería por retaliación de los campesinos”, informó Nicolás Reyes Amaya, biólogo, mastozoólogo, PhD en ciencias biológicas y curador de la colección de mamíferos del Instituto Alexander von Humboldt.

Funcionarios de la Corporación Autónoma Regional de Boyacá (Corpoboyacá) y la Fundación Santuario del Oso de Anteojos acudieron al llamado ciudadano y en los primeros análisis notaron que la hembra estaba un poco baja de peso, es decir con una condición corporal que no era la más óptima.

“La autoridad ambiental del departamento tomó la decisión de capturar a la osa para luego reubicarla. Ese proceso, que contó con el apoyo activo de la comunidad, duró aproximadamente tres días. No fue fácil porque si era sedada se corría un alto riesgo de que cayera del árbol y se lastimara bastante”, manifestó Reyes.

La razón de la llegada de la osa al casco urbano de la vereda es todo un misterio. Según el biólogo del Humboldt, el animal pudo desubicarse al ser perseguido por perros y terminó llegando a una zona con potreros y una alta presencia humana.

Pensilvania fue rescatada por varias entidades ambientales y luego fue reubicada en el Santuario del Oso de Anteojos de la Fundación Bioandina. Foto: Corpoboyacá.


Hogar de paso

La osa andina, nombrada Pensilvania en honor a la vereda donde la comunidad la rescató, fue reubicada en el Santuario del Oso de Anteojos de la Fundación Bioandina, localizado en el municipio de Guasca (Cundinamarca), donde expertos iniciaron el proceso de rehabilitación.

“En este hogar de paso el objetivo era que la osa pudiera alimentarse bien, subiera de peso y recuperara su masa corporal. Los biólogos y zootecnistas se dieron cuenta que tenía fracturado un colmillo, razón por la cual Corpoboyacá determinó que era necesario realizarle un tratamiento odontológico”, dijo el curador de la colección de mamíferos del Humboldt.

Sin embargo, las prótesis en el colmillo no fueron exitosas, ya que todas se rompieron al poco tiempo de ser instaladas. Con asesoría del Instituto Humboldt y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la autoridad ambiental tomó la decisión de liberar a la osa sin más intervenciones.


Funcionarios de diversas entidades dialogaron de telemetría con las comunidades de la zona. Foto: Nicolás Reyes (Instituto Humboldt).


“Es bastante normal encontrar en vida silvestre osos que han perdido hasta los dos colmillos y aun así viven una vida plena. Es decir que no es un limitante para que en su hábitat natural pueda sobrevivir y encontrar su propio alimento”, afirmó Reyes. Corpoboyacá, Fundación Bioandina, Fundación Wii, la reserva de la sociedad civil Corazón de la Montaña, Parques Nacionales Naturales, Fundación Juan de Castellanos y el Instituto Humboldt, iniciaron un largo trabajo para poder liberar a la osa en predios de la Reserva de la Sociedad Civil Corazón de la Montaña, en inmediaciones del Santuario de Fauna y Flora Alto Río Fonce, de donde posiblemente es nativa.

“Lo ideal es que todas las liberaciones de fauna silvestre sean en los sitios donde hay certeza o sospecha que es nativa. Por su cercanía a la vereda donde fue rescatada, se tomó la decisión de liberar a Pensilvania en inmediaciones de esta área protegida ubicada entre Boyacá y Santander”, dijo el investigador del Humboldt.


Un collar de telemetría con GPS instalado en su cuello, analizará cómo la osa utiliza los diferentes ecosistemas. Foto: Nicolás Reyes (Instituto Humboldt).


Primera hembra con GPS

Mientras Pensilvania cumplía su proceso de rehabilitación, los expertos tomaron la decisión de instalarle un collar de telemetría con GPS para rastrear sus movimientos cuando sea liberada en el santuario Alto Río Fonce, lo que se convertirá en todo un hito en Colombia.

“Pensilvania será la primera hembra de oso andino a la que se le instale un collar de telemetría con GPS en el país, con lo cual esperamos estudiar varios aspectos como su área de distribución, el uso de los ecosistemas y el grado de adaptación en su nuevo hogar: el bosque del santuario”, dijo Hernando García, director del Instituto Humboldt.

Por su parte, Reyes agregó que espera que el ejercicio con esta hembra sea igual de exitoso al llevado a cabo con Apipa Utut, el primer oso andino macho rastreado con GPS en el territorio nacional.


Nicolás Reyes (Instituto Humboldt) y Daniel Rodríguez (Fundación Wii) verifican todos los equipos que se utilizarán para hacerle seguimiento a Pensilvania. Foto: Instituto Humboldt.


Este oso macho fue liberado con un collar de telemetría GPS en Chingaza, herramienta que entre octubre y diciembre de 2013 arrojó varios datos, como que se movió por un área de 238,86 kilómetros cuadrados y prefirió los matorrales de páramo y subpáramo para sus desplazamientos.

A Apipa Utut luego se le unió otro oso macho con collar de telemetría GPS, marcado por la Wildlife Conservation Society (WCS) en Chingaza. “Es decir que Pensilvania sería la primera osa andina rastreada con esta tecnología en el país y el tercer oso andino”, complementó Reyes.

Mientras las autoridades ambientales escogían la mejor fecha para hacer la liberación de Pensilvania, las comunidades vecinas al santuario de flora y fauna fueron capacitadas por expertos. La razón: serán protagonistas en el estudio de telemetría.


La comunidad será la encargada de hacer el seguimiento de la información que emitirá el collar de la osa. Foto: Nicolás Reyes (Instituto Humboldt).


“El pasado fin de semana realizamos una jornada de socialización con las comunidades de la vereda Santa Helena, en Duitama. Esto es de suma importancia porque esta comunidad será la encargada de hacer el seguimiento de la información que emitirá el collar de la osa, en un ejercicio de democratización de la ciencia apoyado desde el Instituto Humboldt”, apuntó Reyes. En estas socializaciones participaron funcionarios del Instituto Humboldt, la Fundación Wii, la reserva de la sociedad civil Corazón de la Montaña y Corpoboyacá, quienes dialogaron de telemetría con las comunidades. “Con el apoyo de las comunidades analizaremos toda la información que se obtendrá de la osa para saber si se adaptó a la zona y revisar cómo avanza su proceso de adaptación en ese bosque que será su nuevo hogar”, dijo García.

Liberación en Semana Santa

Este martes 30 de marzo, en el inicio de la Semana Santa, Pensilvania saldrá del hogar de paso en Guasca para regresar al bosque andino que sobrevive en el santuario de fauna y flora Alto Río Fonce, ubicado en la frontera entre Boyacá y Santander.

Corpoboyacá, Fundación Bioandina, Fundación Wii, la reserva Corazón de la Montaña, Parques Nacionales Naturales, Fundación Juan de Castellanos y el Instituto Humboldt, serán los encargados de liberar a la osa en su hábitat natural.


Pensilvania será la primera hembra de oso andino que será rastreada con un collar de telemetría GPS en Colombia. Foto: Instituto Humboldt.


“La osa, que puede alcanzar a pesar hasta 55 kilos, será sedada para así poder ingresarla en un guacal amplio. Luego será llevada en helicóptero hasta una zona de la reserva de la sociedad civil corazón de la montaña, desde donde partirá hasta un bosque profundo para liberarla”, explicó el investigador Nicolás Reyes.

El proceso de seguimiento satelital y análisis de toda la información que arroje el GPS será liderado por el Instituto Humboldt, en especial por el curador de la colección de mamíferos de la entidad, con el apoyo de la Fundación Wii, pionera en los estudios de esta especie de oso en el país.

La Fundación Wii, con el apoyo del Humboldt, lideró el artículo científico sobre el primer estudio de telemetría en un oso andino en Colombia, Apipa Utut, que fue publicado este año. “Lo más bonito de esta experiencia ha sido la participación de la comunidad, tanto de los habitantes de la vereda Pensilvania que la rescataron como la gente de la vereda Santa Helena que se encargará de monitorearla en su hábitat natural”, finalizó Reyes.

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Primer diálogo virtual con las comunidades del Pacífico: un homenaje a Juana Perea

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 26 de marzo de 2021

Primer diálogo virtual con las comunidades del Pacífico: un homenaje a Juana Perea




El Instituto Humboldt realizó el primer diálogo de saberes sobre biodiversidad con las comunidades del Pacífico de manera virtual debido a la pandemia del coronavirus. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


Corrían los primeros días de diciembre de 2019. Mientras la mayoría de los colombianos armaban sus árboles de Navidad y le daban forma al pesebre para rezar la Novena de Aguinaldos, Carolina Soto, Sindy Martínez y Talia Waldron investigadoras del Instituto Humboldt, tenían la mente en el Pacífico colombiano, una de las regiones más biodiversas y a su vez olvidadas del país.

Las tres investigadoras soñaban con escuchar las voces e historias de varias de las comunidades y líderes ambientales y sociales del Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño que han dedicado sus vidas a cuidar los recursos naturales, además de recorrer los diversos ecosistemas que alberga la zona más lluviosa del territorio nacional, como las selvas húmedas y los manglares.


El Pacífico colombiano es una de las regiones más biodiversas del país que alberga la zona más lluviosa del territorio nacional. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


“El propósito era visitar la región para realizar un diálogo de saberes sobre biodiversidad con las comunidades del Pacífico y varios talleres para realizar un proceso de fortalecimiento de capacidades en ciencia participativa. Nos imaginábamos estar en diversos sitios conversando largas horas con la gente de la región”, aseguran las investigadoras de ciencia participativa del Humboldt.

El primer paso fue crear una ruta de trabajo con el Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP) para identificar las comunidades y los escenarios de los diálogos, que en su inicio no fueron concebidos como los tradicionales salones de clase sino como aulas abiertas en el bosque.

“Convocar a las personas fue todo un reto, ya que nunca habíamos realizado un diálogo de saberes en el Pacífico. Además de incontables llamadas a conocidos que han trabajado en la región, como WWF, lanzamos piezas de comunicación en redes sociales para convocar a la gente y que se inscribiera en un formulario. Queríamos contar tanto con personas del Chocó como de los otros departamentos”, recuerda Soto.


Mientras las investigadoras cuadraban detalles para el primer diálogo de saberes con las comunidades del Pacífico, la pandemia hizo tambalear el evento. Fuente: Instituto Humboldt.


Llega la pandemia

Durante los primeros meses de 2020, Soto y Martínez, con el apoyo de otros investigadores del Humboldt, estuvieron dedicadas de lleno a identificar a las comunidades y pensar en los posibles escenarios para realizar los encuentros presenciales sobre biodiversidad.

A finales de marzo, el esquema original de los eventos y talleres se vino al piso por la llegada del covid-19 a Colombia y las medidas del Gobierno para contener los contagios, como el inicio de la cuarentena obligatoria a nivel nacional.

“La pandemia nos hizo replantear todo, ya que éramos conscientes que un evento presencial con las comunidades en el Pacífico sería casi que imposible y un gran riesgo para todos. Los diálogos debían ser virtuales, algo que es bastante complicado en una región donde el acceso a internet y los medios de comunicación son escasos”, precisan las investigadoras.


Las investigadoras soñaban con escuchar las voces e historias de varias de las comunidades y líderes ambientales y sociales del Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


El coronavirus no desmotivó a las expertas para escuchar los relatos biodiversos de los habitantes del Pacífico. Con la meta de realizar tres talleres a finales de noviembre, siguieron en la búsqueda de las comunidades y empezaron a buscar alternativas para que la población pudiera conectarse a través de sus celulares o computadores.

“Como ya teníamos claro que no íbamos a ir a terreno, decidimos invertir esos recursos en estrategias que permitieran garantizar el acceso a internet de las comunidades. Talia, una de nuestras investigadoras en ciencia participativa, tuvo la brillante idea de destinar dinero para la compra de recargas de internet”, dijo Soto.

La seguridad de la población era uno de los problemas que les robaba horas de sueño a las biólogas. “Estábamos haciendo una convocatoria para líderes en una región con graves conflictos socioambientales, como el caso de la construcción del puerto de Tribugá en Nuquí (Chocó)”, complementó la experta.

Juana Perea, la primera en confirmar

A pesar de la zozobra por la inseguridad de la zona y lo novedoso de un evento virtual, las investigadoras siguieron difundiendo el formulario de inscripción con sus conocidos y por medio de las redes sociales. La fecha del diálogo de saberes sobre biodiversidad quedó para los días 11, 18 y 25 de noviembre.

Juana Perea, una colombo-española que estaba radicada hace dos años en el municipio de Nuquí (Chocó), donde trabajaba en temas como el ecoturismo y alzaba su voz en contra de la construcción del puerto de Tribugá, fue la primera en inscribirse en el formulario del diálogo de saberes del Humboldt.


La pandemia no desmotivó a que Carolina Soto (izquierda) y Sindy Martínez (derecha) escucharan las historias sobre biodiversidad de las comunidades del Pacífico. Foto: archivo particular Carolina Soto y Sindy Martínez.


“Nos llenó de alegría ver el nombre de Juana en el formulario, ya que sabíamos del trabajo que realizaba con las comunidades del Pacífico y su lucha por la protección de la naturaleza. Su inscripción llegó a mediados del mes de octubre”, recuerdan ambas con nostalgia.

El correo de Juana motivó mucho más a las investigadoras. Según Martínez, decía que, aunque no era chocoana, se sentía como si lo fuera. “Nos dijo que quería hacer de Nuquí una región sostenible a través del trabajo con las comunidades, por lo cual creía que nuestros talleres le iban a servir mucho en su proyecto”.

Días después, Martínez le envió un correo a Perea confirmando que había sido seleccionada para participar en el diálogo de saberes, el cual nunca pudo ser contestado. El 29 de octubre, el cuerpo de la mujer de 50 años fue encontrado sin vida a orillas del mar por un disparo en su cabeza.


Aunque la pandemia evitó que las investigadoras fueran a campo a recorrer las selvas húmedas, la virtualidad permitió que realizarán el primer diálogo de saberes en el Pacífico. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).


“Sindy me escribió al celular en la noche. Cuando vi una carita triste con lágrimas me imaginé que había problemas de logística, pero cuando me contó que Juana había sido asesinada enseguida me puse a llorar. Fue un golpe muy duro para todos los que trabajamos por la naturaleza”, afirma Soto.

Con el corazón adolorido por el asesinato de Juana Perea, las biólogas decidieron rendirle un homenaje a la líder ambiental a través por medio del diálogo de saberes.

“Esta tragedia nos hizo reflexionar sobre la seguridad de los líderes ambientales que querían participar en el encuentro, los cuales día a día arriesgan sus vidas para defender los recursos naturales del Pacífico”, dijo Sindy.


Juana Perea, líder ambiental que se opuso a la construcción del puerto de Tribugá, fue la primera en inscribirse en el diálogo de saberes del Instituto Humboldt. Foto: Facebook Juana Perea.


Participación masiva

Martínez, Soto y Waldrón definieron un tope de personas para el diálogo de saberes: máximo 30 líderes ambientales de los departamentos del Pacífico, una cifra ambiciosa debido a los problemas de conectividad y seguridad.

“Al comienzo teníamos dudas de que la comunidad participara. Pero pasó todo lo contrario, ya que la convocatoria superó el número trazado, más de 50 personas entre afrodescendientes, indígenas y campesinos”.

Sin embargo, debido a lo complejo de la virtualidad y el miedo por la seguridad, seleccionaron solo 30. “Muchos nos decían que estaban dispuestos a desplazarse hasta sitios como Quibdó para conectarse, pero no podíamos correr el riesgo de que algo malo pasara”, apuntó Soto.


30 líderes ambientales de los departamentos del Pacífico se inscribieron en el diálogo de saberes sobre biodiversidad. Fotos: Instituto Humboldt.


Los 30 líderes ambientales seleccionados habitan en 12 municipios del Pacífico: Bahía Solano, Bajo Baudó, Buenaventura, Dagua, Juradó, Lloró, Medio Atrato, Nuquí, Quibdó, Riosucio, Timbiquí y Tumaco.

El diálogo de saberes se dividió en tres módulos: el primero sobre lo que es la ciencia participativa, el segundo de inventarios participativos y el tercero de monitoreo participativo como una estrategia de gestión del territorio.

“Quedamos sorprendidas con las ganas de la comunidad por participar. Por ejemplo, Anderson, un chocoano amante de la naturaleza, asistió a las clases con su bebé en brazos, y una vez nos mostró con el celular cómo se había inundado su casa por los fuertes aguaceros de noviembre; parecía un río”, comenta Soto.


Por un grupo de WhatsApp, las comunidades del Pacífico enviaban fotografías de sus territorios. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


La lluvia fue uno de los comunes denominadores durante los tres días del diálogo. Según Martínez, la gente decía a través de su celular o portátiles que llevaban tres semanas inundados, “pero aquí estamos para aprender”.

Un grupo de WhatsApp fue el principal medio de comunicación para difundir la agenda de los talleres y conocer un poco más sobre la vida de los participantes. “Durante todo noviembre nos conocimos a través del celular”.

Rompiendo barreras

Los diálogos de saberes sobre biodiversidad del Instituto Humboldt distan de las clases magistrales de los colegios y universidades, ya que las comunidades son las protagonistas y las que más conocen sobre los ecosistemas.

“Son espacios donde el diálogo siempre está abierto para que cuenten sus experiencias y formas de pensar. Los investigadores no tenemos el objetivo de evangelizar a los participantes, sino de aprender de su conocimiento; la gente nos da sopa y seco, son increíbles”, anota Soto.


Las comunidades hablaron de la biodiversidad presente en los principales platos típicos de la región. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


Por ejemplo, en uno de los talleres del encuentro virtual, que fue realizado a través de la plataforma Zoom, un grupo de profesores alzó su voz porque no escuchaban nada de las charlas e intervenciones de los demás.

“Eran tres maestros de Timbiquí conectados en un solo celular que tenían problemas de audio por los audífonos. Les dimos la palabra a Domansio, Licenia y Marila, quienes nos contaron todo lo que están haciendo con los estudiantes para que se enamoren de la naturaleza”, dice Sindy.

¿Qué es la ciencia participativa?

Cuando la conexión era buena, los 30 líderes ambientales prendían la cámara para mostrar sus rostros sonrientes. “Así lo hicieron todos antes del inicio de los talleres. Para romper el hielo, les dijimos que nos contaran sobre los platos típicos en cada una de sus regiones”, afirma Martínez.

La comida tradicional causó una algarabía en el encuentro virtual porque todos querían intervenir. “Con la comida entra cualquiera y se rompe la timidez. Esto saca tanto sonrisas como experiencias e historias, ya que cada plato representa la biodiversidad de las regiones. El chontaduro y el pescado fueron protagonistas en este ejercicio”.


Los habitantes del Pacífico también mostraron varias especies de animales que habitan cerca de sus viviendas. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


Con la timidez en el olvido, las expertas dieron inicio al primer taller del diálogo de saberes, que empezó con preguntarle a la comunidad a qué les sonaba el término de ciencia participativa.

A la mayoría les sonaba a conocimiento y construcción, pero ninguno lo aterrizaba. María Paz, una docente de Bahía Málaga en Buenaventura, tomó la vocería y nos contó una experiencia cien por ciento enmarcada en ciencia participativa.

“Esta mujer lleva años trabajando con niños y jóvenes en el monitoreo comunitario de tortugas y piangua, una concha que crece debajo de los mangles y que en el Pacífico solo es cosechada por las mujeres. Cuando terminó le dijimos que eso es ciencia participativa, algo que dejó perplejos a los participantes porque todos de alguna manera lo han realizado”, dice Sindy.


Varios proyectos que tienen a la biodiversidad como protagonista, fueron presentados por las comunidades del Pacífico. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


El intercambio de platos típicos y acciones de ciencia participativa duró aproximadamente tres horas, un espacio en donde las comunidades empezaron a construir lazos para trabajar mancomunadamente.

“Algo muy bonito del primer taller es que la comunidad empezó a enlazar sus proyectos con los de los demás, una sinergia que podría arrojar trabajos a futuro. Algo que les llamó mucho la atención fue el cultivo de naidí que algunas poblaciones trabajan desde hace varios años”, menciona Soto.

Al final del primer taller, las investigadoras del Humboldt les pusieron una tarea a los participantes: tomar fotografías de alguna especie o un ecosistema cercano a sus casas, la cual debía ser enviada al grupo de WhatsApp.


Foto 13: La comunidad del Pacífico es una gran conocedora de la biodiversidad de su región. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


Biodiversidad en el plato

Durante toda una semana, las comunidades del Pacífico inundaron el chat grupal con imágenes de la vasta biodiversidad que habita cerca de sus viviendas. “Fotos de rayas, tortugas marinas, armadillos y el naidí mandaron la parada, las cuales sorprendieron a todos porque muchas no las conocían”, dice Martínez.

Según Soto, este ejercicio fue el abrebocas para empezar a hablar de los inventarios participativos. “Primero les presentamos algunas cifras de la biodiversidad de la región, los datos de los BioModelos del Humboldt e incluso un mapa de vacíos de información en la región, de diferentes grupos biológicos”.


En el diálogo de saberes, las comunidades escribieron sobre la biodiversidad que conforma los platos típicos de sus municipios. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


La comunidad empezó a charlar sobre la flora y fauna presente en cada una de las regiones. “Resaltaron que los principales investigadores de la biodiversidad son las comunidades, algo que se complementa con el trabajo de los investigadores”.

La biodiversidad en los platos típicos fue retomada en el segundo taller a través de un ejercicio que consistió en desmenuzar detalladamente lo que conforma una de sus comidas más tradicionales: el encocado de camarones.

“Klaudia Cárdenas, antropóloga del Humboldt, les mostró una foto de langostinos con plátano y hierbas de azotea, bañados con leche de coco (Camarón munchillá) para que los participantes compartieran de dónde venían los recursos para preparar el plato y describieran los espacios de uso”.


Con los platos típicos es posible construir inventarios de biodiversidad. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


Según Soto, el mensaje de Klaudia era: “un plato nos permite hablar de la cultura, de los recursos, de las prácticas, de los espacios de uso, de las festividades y de los medios de vida de las personas de nuestras comunidades. Por esto debemos ser conscientes y responsables de lo elegimos para comer, porque desde esta decisión estamos transformando nuestros modos de vida y nuestros paisajes. La fuerza de la boca transforma los paisajes”.

La nueva tarea fue dibujar todo el proceso que conlleva preparar un plato típico, desde que son extraídos los ingredientes hasta que está servido en la mesa. “Dibujaron plátanos, pescados, camarones y las hierbas para sazonarlos. La profesora María Paz fue una de las más juiciosas, ya que dibujó hasta las artes de pesca en su municipio”, complementó Martínez.


La cocina es una perfecta representación de la biodiversidad que encontramos en los diferentes ecosistemas del país. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


Las expertas recuerdan la descripción de un ceviche típico del Pacífico. “El plato contiene biodiversidad como el camarón mochila que se captura con ganchos artesanales; plátano que crece en la sombra; hierbas, condimentos, cilantro, orégano y poleo, especies que las matronas siembran en las azoteas; y verduras, cebolla, ajo y coco”.

Para Soto, luego de estos relatos las comunidades empezaban a cuestionarse sobre varios aspectos de los ingredientes, como que el plátano no es de la región o que algunos recursos están sobreutilizados. “Fue muy bonito ver cómo desde la cocina podemos meternos en el mundo de los inventarios y hacer un rastreo de la biodiversidad y la cultura de la zona”.

Monitoreos desde la nevera

El último día del diálogo de saberes, realizado el 25 de noviembre, estuvo enfocado en el monitoreo participativo de la biodiversidad, un tema que las investigadoras también abordaron a través de los alimentos que hay en la cocina.

“Arrancamos con hacer un inventario de lo que tenemos en las neveras, un ejercicio que revela aspectos como cada cuánto debo hacer mercado, ir al río o a la selva por alimentos y los recursos que me hacen falta para preparar la comida y por qué está escaseando”, menciona Martínez.


Varios habitantes del Pacífico ya realizan monitoreos de la biodiversidad con las comunidades. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


Las biólogas, con el apoyo virtual de Yenifer Herrera otra experta del Humboldt, contaron varias experiencias de monitoreo comunitario, como en el bosque seco tropical de los Montes de María en el Caribe donde la comunidad trabaja con aves y cultivos.

“Las comunidades del Pacífico afirmaron que ya trabajan en monitoreos comunitarios de especies como el naidí y la piangua, y en algunos proyectos de ecoturismo con las aves que habitan en la región”, recalca Soto.

Los tres talleres fueron realizados los días miércoles, fechas en las que algunas comunidades no podían asistir debido al trabajo o compromisos familiares. “No podíamos quedar mal con la gente, como algunos miembros de los Guardianes del Atrato, por lo cual decidimos cuadrar un combo para dos sábados, una versión compacta del diálogo de saberes”.

En esas jornadas extra apareció una profesora de la Universidad del Valle con un proyecto de monitoreo comunitario sobre insectos enfocado en enfermedades tropicales. “Un profesor de Dagua se conectó desde un bus en las charlas, algo que nos demostró el gran interés que tienen las comunidades por ser escuchadas”.


Los participantes evidenciaron que cada uno de los platos típicos reúne gran parte de la biodiversidad del Pacífico. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


Cosechas biodiversas

El 2 de diciembre, los 30 líderes ambientales del Pacífico participaron en un intercambio de experiencias sobre los tres días del diálogo de saberes, algo que Soto y Martínez definen como una sesión de cosecha, es decir lo que recoges y te llevas.

“Dialogamos sobre cuál fue la cosecha de este encuentro y las semillas que arrojó. La comunidad concluyó que siguiéramos con el chat grupal para seguir intercambiando información sobre la biodiversidad, y así en el futuro poder cocrear proyectos de ciencia ciudadana”.

Reconocieron que la defensa de los recursos naturales del territorio debe ser una prioridad, pero no hay muchas garantías para el trabajo de los líderes por los problemas de inseguridad que hay en todo el país.


En varios escritos, las comunidades plasmaron lo que representa la biodiversidad para cada uno de ellos. Fotos: participantes del diálogo de saberes.


“Les encantó conocer cosas de su propio territorio a través de las historias de sus compañeros, por lo cual forjaron lazos que se están convirtiendo en una red comunitaria. El ponerle nombre a lo que hacen les permitió saber que llevan años haciendo ciencia, pero recalcaron en que su trabajo es poco valorado”.

Las comunidades del Pacífico aseguraron que se llevaban muchos conocimientos sobre la investigación participativa y que todo se debería hacer en trabajo de equipo. “Hicieron énfasis en que el Instituto Humboldt puede ser la sombrilla para seguir conectados y que esperan participar en otros encuentros que sean presenciales cuando mejore la situación de salud pública.

Todos los participantes recibieron un kit de regalo de parte del Instituto Humboldt como reconocimiento a todas las experiencias contadas, que incluyó la publicación impresa del Animalario, una agenda, una botella de aluminio y una bolsa de tela.


Los participantes recibieron un kit de regalo que incluyó la publicación impresa del Animalario, una agenda, una botella de aluminio y una bolsa de tela. Foto: Instituto Humboldt.


Para las biólogas, las principales lecciones vinieron por parte de las comunidades. “No solo en todo el conocimiento que tienen sobre biodiversidad, sino en esas ganas de sacar a flote sus iniciativas a pesar de las adversidades. La sonrisa de la gente del Pacífico no se marchita”.

En el corto tiempo, las investigadoras del Humboldt tienen pensado hacer una publicación con todas las historias recopiladas en este diálogo de saberes, un documento con crónicas, imágenes, fotografías y relatos biodiversos.

“En el repositorio del Humboldt están publicadas las memorias del evento, pero queremos ir mucho más allá y llevarles la publicación didáctica a las comunidades del Pacífico, donde sin lugar a duda vamos a seguir trabajando. Las 30 personas del diálogo serán nuestros investigadores potenciales”.
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Conozca las 10 tortugas terrestres o de agua dulce más amenazadas en Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 25 de marzo de 2021

Conozca las 10 tortugas terrestres o de agua dulce más amenazadas en Colombia




El Instituto Humboldt revela las principales características de las 10 especies de tortugas continentales que más peligran en Colombia. Fotos: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt) y Germán Forero.




Todo indica que aparecieron hace al menos 220 millones de años, a finales del periodo Triásico en la era Mesozoica, aunque pudo ser mucho antes. Existen varias hipótesis sobre su origen, como que podrían ser un grupo hermano de los arcosaurios, hoy representados por las aves y cocodrilos.

Se trata de las tortugas: reptiles pertenecientes al orden de los Testudines que se caracterizan por su longevidad, movimientos lentos, un fuerte caparazón, patas cortas, rostros carismáticos y la ausencia de dientes, a pesar de que algunas son omnívoras, carnívoras o herbívoras.

322 especies de tortugas han logrado sobrevivir al paso del tiempo en el planeta, de las cuales siete son marinas y 315 continentales terrestres o de agua dulce. Sin embargo, este linaje antiguo y carismático está en alto riesgo de desaparecer, como ya le sucedió a ocho especies y dos subespecies.

Estos animales están considerados como uno de los grupos de vertebrados más amenazados en el mundo, ya que más de la mitad de las especies sobrevivientes está en vía de extinción por diversas actividades impulsadas por el hombre.


Colombia alberga más de 30 especies de tortugas, cifra que lo convierte en el séptimo país con mayor riqueza de estos animales en el mundo. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), estos reptiles cuentan con un grado de amenaza superior al 58 por ciento, muy por encima del de los anfibios, mamíferos y aves.

Colombia, junto con Myanmar y Vietnam, es considerado el séptimo país con mayor riqueza de tortugas en el planeta, al albergar más de 30 especies: 29 continentales (de agua dulce, semiacuáticas o terrestres) y cinco marinas.

Lamentablemente, ese título biodiverso peligra por cuenta de acciones antrópicas. Del total de especies de tortugas continentales, que tienen su mayor distribución en las cuencas del Amazonas y el Orinoco, 10 corren un alto riesgo de extinción: dos están Peligro Crítico (CR); tres En Peligro (EN) y cinco son Vulnerables (VU).

La charapa (Podocnemis expansa) y la tortuga del río Magdalena (Podocnemis lewyana), están en Peligro Crítico; mientras que la terecay (Podocnemis unifilis), la carranchina (Mesoclemmys dahli) y la inguensa (Rhinoclemmys diademata), están en Peligro.


De las 29 especies de tortugas continentales que hay en Colombia, 10 corren un alto riesgo de extinción. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


En la categoría de vulnerable a la extinción están la chipiro (Podocnemis erythrocephala), la cabeza de trozo (Kinosternon dunni), la hicotea (Trachemys callirostris), el morrocoy (Chelonoides carbonarius) y la swanka (Kinosternon scorpioides albogulare).

Aunque la mayoría de las especies de tortugas continentales tienen algún uso en Colombia, las acciones que generan una mayor presión sobre las poblaciones son el deterioro y contaminación de los ecosistemas, el desarrollo económico sin una planeación y manejo adecuados, el tráfico ilegal de fauna silvestre y el calentamiento global.

Los casos más preocupantes en Colombia son los de la tortuga de río del Magdalena, la carranchina y la cabeza de trozo, ya que son especies endémicas o únicas de las tierras nacionales y que corren un alto riesgo de desaparecer.

Según Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt, las tortugas cumplen un importante papel a nivel ecosistémico, ya que son consumidoras de semillas y ayudan a la dispersión y propagación de las especies vegetales de gran interés ecológico.

“También proveen sustento a las comunidades como fuente proteica. Para las comunidades indígenas, las tortugas tienen un papel relevante en la cosmogonía de su cultura”, precisó García.

En 2002, el Ministerio de Ambiente publicó el “Programa nacional de conservación de tortugas marinas y continentales en Colombia”, que incluyó el plan de acción para la conservación de las tortugas continentales y arrojó estrategias como la hoja de ruta para el manejo de la hicotea en el Caribe.


En 2002 fue lanzado el “Programa nacional de conservación de tortugas marinas y continentales en Colombia”. Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).


Nueve años después, la Asociación Colombiana de Herpetología, la Universidad de Antioquia, el Instituto Humboldt y otras instituciones, se unieron para estructurar la primera fase del plan de conservación para las tortugas continentales, que inició con la investigación de cada una de las especies.

“Cerca de 30 investigadores nacionales trabajamos en generar información sobre las tortugas continentales, que incluye la historia evolutiva, biogeografía acuática continental, filogenia, biología y ecología de los individuos, anidación, desplazamientos, genética de las poblaciones, distribución geográfica y amenazas”, afirmó Carlos A. Lasso, investigador del programa de ciencias de la biodiversidad del Instituto Humboldt.

A mediados de 2015, más de 27 investigadores de 17 organizaciones participaron en el segundo taller para la conservación de las tortugas, donde se gestaron varios documentos y lineamientos que indicaron varias necesidades, como contar con un grupo coordinador para hacerle seguimiento a las acciones y gestionar recursos económicos.

“Es fundamental contar con la asignación de recursos económicos anualmente por parte de las autoridades ambientales respectivas, además de elaborar proyectos para que sean financiados por fuentes externas y cooperación internacional”, mencionó Lasso.

Un tesoro que palidece

Con el propósito de que los colombianos tomen conciencia y conozcan uno de los mayores tesoros de las selvas, bosques, sabanas y ríos del país, el Instituto Humboldt revela la historia y principales características de las 10 especies de tortugas continentales más cercanas a la extinción.

“Uno de los mayores desafíos en la gestión de la biodiversidad es generar una conciencia colectiva sobre la problemática asociada al uso de las tortugas, la transformación de sus hábitats y la necesidad de tomar medidas urgentes para su aprovechamiento sostenible”, aseguró Hernando García, director del Humboldt.

Las principales características, amenazas y estrategias para proteger a las tortugas están plasmadas en los libros “Biología y conservación de las tortugas continentales de Colombia” y el “Libro Rojo de los Reptiles”, en los que el Instituto Humboldt participó activamente.

Tortuga del río Magdalena (Podocnemis lewyana): EN PELIGRO CRÍTICO

Las cuencas del Caribe y Magdalena de Colombia son sus únicos hogares en todo el mundo. Podocnemis lewyana o tortuga del río Magdalena, ha sido registrada en Antioquia, Atlántico, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cesar, Córdoba, Cundinamarca, La Guajira, Magdalena, Santander, Sucre y Tolima.

Esta tortuga endémica de Colombia cuenta con tamaños medianos y grandes y un caparazón ovalado y aplanado con escamas que varían de gris a marrón oliva, ocasionalmente con puntos oscuros. Tiene la cabeza más alargada de todas las especies del género, que es de color marrón, y el cuello y las extremidades son grises o verdes oliva.

“Las hembras alcanzan hasta 50 centímetros de longitud. Es una tortuga acuática que se encuentra en ríos, caños, ciénagas y áreas inundadas, la cual se asolea individualmente o en grupos en las playas o barrancos, al igual que sobre árboles caídos”, dijo Mónica Morales Betancourt, investigadora adjunta del programa de Ciencias Básicas de la Biodiversidad del Humboldt y editora del Libro Rojo de los Reptiles.

Anida durante los meses de sequía en playas arenosas o de gravilla expuestas, así como en barrancos y potreros a menos de 15 metros de la orilla. El tamaño promedio de las posturas es de 22 huevos, que varían de forma y son de color rosado pálido cuando están frescos.


La tortuga del río Magdalena (Podocnemis lewyana) es un reptil único de las cuencas del Caribe y Magdalena de Colombia que está catalogada en Peligro Crítico de extinción. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


“Esta especie tiene alta fidelidad de sitio. Recorre distancias muy cortas y cuenta con patrones de movimiento diferentes. Las hembras se mueven más durante la temporada reproductiva”, precisa la experta.

La tortuga del río Magdalena avanza a pasos agigantados hacia la extinción. La UICN la tiene listada como una especie en Peligro Crítico de extinción debido a la destrucción y contaminación del hábitat, consumo, explotación comercial y construcción de represas.

“Los huevos, neonatos, juveniles y adultos son aprovechados para el consumo. También la capturan para tenerla como mascota y su área de distribución no coincide con ninguna zona de protección privada o estatal”, cita el Libro Rojo de los Reptiles.

Según Lasso, estas tortugas son importantes en la medicina tradicional de algunos pescadores, quienes creen que su carne ayuda a las madres a recuperarse del embarazo, cura enfermedades de la piel y ojos, confiere longevidad y fortaleza y es afrodisíaca.

“En Semana Santa se incrementa su caza para satisfacer las demandas locales y regionales de carne blanca. En el Magdalena bajo y río Sinú, algunos pobladores se dedican exclusivamente a la captura, transporte y venta de huevos e individuos”.

Los adultos de esta especie se venden entre 10.000 a 25.000 pesos y los huevos entre 700 a 1.200 pesos cada uno. Cuando los neonatos eclosionan son capturados con el objeto de venderlos en el mercado ilegal de mascotas.

Sin embargo, los expertos del Humboldt consideran que sus mayores amenazas son la degradación del hábitat, el secado de los cuerpos de agua, la sedimentación, invasión de plantas acuáticas, contaminación con mercurio y la construcción de represas grandes.

“Existe mucha información biológica de la especie y hay varios planes, programas y estrategias en zonas como la cuenca del río Sinú, río Claro Cocorná Sur (Antioquia), el departamento del Atlántico y Magdalena medio”.

Lasso y Morales indican que los planes de manejo y conservación para esta especie deben tener en cuenta las características de su historia de vida, tasas de sobrevivencia específicas, estructura genética, tendencias poblacionales, uso diferencial de hábitat, desplazamientos y migraciones.

“Hay evidencia de al menos tres extinciones locales recientes. Análisis cuantitativos indican que existe una posibilidad mayor del 50 por ciento de que la especie se extinga en estado silvestre dentro de tres generaciones, es decir aproximadamente 30 años”, revela el Libro Rojo de los Reptiles.

Charapa (Podocnemis expansa): PELIGRO CRÍTICO

Imponentes ríos como el Orinoco y Amazonas, además de sus tributarios y bosques inundables, le sirven de hogar a la tortuga de agua dulce con el caparazón más grande del Neotrópico, que puede llegar a medir 89 centímetros.

Podocnemis expansa, llamada por los pobladores de la manigua como charapa, jipú, arrau, tartaruga y bawe, habita en ocho países de Sudamérica. En Colombia se le puede ver en los ríos de aguas oscuras y claras del Amazonas, Arauca, Caquetá, Casanare, Guainía, Meta, Putumayo, Vaupés y Vichada.

Tiene un caparazón aplanado de colores que varían entre gris oscuro, café y verde oliva, con cinco escamas vertebrales y varias escamas. Su cabeza es ancha, el hocico puntiagudo y cuenta con una membrana timpánica grande.

Las crías y juveniles cuentan con manchas amarillas y pecas negras en la cabeza, aunque esa coloración desaparece con la edad. Los machos adultos tienen el caparazón en forma circular, con una muesca anal muy pronunciada en forma de “U”, y la cola larga.

Según Morales, la charapa es una tortuga acuática que se encuentra en sistemas de aguas blancas, claras o mixtas. “En periodo de aguas altas habita en zonas inundables y en aguas bajas se desplaza a los ríos grandes y medianos para reproducirse. Es omnívora, aunque en etapa adulta es frugívora”.


Podocnemis expansa o tortuga charapa habita en ocho países de Sudamérica. Debido a la acción del hombre, está listada como una especie en Peligro Crítico de extinción. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


Anida solitaria o en grupos de forma simultánea una vez al año en playas arenosas y elevadas. “Desovan 80 huevos en promedio, con una variación entre 50 y 172 por nidada. Es una especie altamente migratoria, llegando a desplazarse hasta 420 kilómetros entre los sitios de anidación y alimentación”, anotó Morales.

Este reptil ha sido usado a gran escala por los humanos desde hace más de cuatro siglos. Por ejemplo, el aprovechamiento masivo de sus huevos fue utilizado para proveer de aceite e iluminar las calles de las principales ciudades de Europa.

“En 1670, por una bula papal se incluyeron a las tortugas y peces dentro de las especies que se pueden consumir durante Semana Santa, se fomentó el aprovechamiento de la especie. Hacia los años 70 se reportó el comercio ilegal de tortuguillos exportados a Estados Unidos”, revela el libro de tortugas continentales del Instituto Humboldt.

Según la publicación, en 1980 había 330.000 hembras adultas en el río Orinoco (Venezuela), cifra que en 2010 no superó las 800. La explotación de este reptil también ha sido intensa desde la colonia en la Amazonia: en el río Caquetá fueron extraídas 2.387 hembras ponedoras en 1997 y en el Parque Nacional Cahuinarí se registró un consumo de 213 charapas entre 2008 y 2009.

La charapa está listada como una especie en Peligro Crítico de extinción en el Orinoco colombiano y En Peligro en el Amazonas. Sus principales amenazas son la caza, saqueo y comercialización de adultos y huevos.

Aunque se han desarrollado varias estrategias en el país, como el Plan charapa, los esfuerzos de conservación de la Corporación Araracuara y Fundación Puerto Rastrojo y el programa de investigación y manejo a lo largo de los ríos Meta, Bita y Orinoco (Fundación Omacha con apoyo de Ecopetrol y el Instituto Humboldt), el futuro de esta tortuga sigue en vilo.

“Es necesario hacer estudios enfocados en la estimación de poblaciones y el conocimiento de la distribución de la especie, al igual que declarar áreas estratégicas para su protección, acuerdos con comunidades y la vigilancia y protección de los nidos. Los canales de comunicación entre los locales y corporaciones autónomas son urgentes”, indicó Morales.

Terecay (Podocnemis unifilis): EN PELIGRO

Sus más de 40 centímetros de largo la convierten en la segunda tortuga de agua dulce más grande de Colombia. La ciencia la llamó Podocnemis unifilis, pero es más conocida como terecay, taricay, taracayá, peta de río o tortuga de puntos amarillos.

En el país habita en las cuencas del Amazonas y Orinoco y en Sudamérica hay registros en los ecosistemas selváticos y sabanas de Bolivia, Brasil, Ecuador, Guayana, Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela.

Su caparazón es ovalado, de colores marrón a verde grisáceo y con 12 escudos. La cabeza es alargada, coloreada de gris, oliva marrón o negra y con manchas amarillas y naranjas. Tiene ojos verdes y un hocico sobresaliente.

La cabeza de las hembras posee una coloración marrón clara, mientras que la de los machos es más oscura y retiene las manchas amarillas típicas de los neonatos y juveniles. La terecay usa gran variedad de ambientes acuáticos, como ríos de aguas blancas, claras y negras, madreviejas, lagos, pozos, lagunas y bosques inundados.

“Aunque es fundamentalmente acuática, la terecay también se asolea. Es herbívora y frugívora, aunque también se le ha visto alimentarse de peces y crustáceos. Al alcanzar la madurez, sus hábitos alimenticios son más amplios y consume peces, carroña, frutas, semillas y plantas”, afirma Lasso.


Podocnemis unifilis, más conocida como tortuga terecay, habita en las cuencas del Amazonas y Orinoco. Por ser la segunda especie más traficada a nivel nacional, está En Peligro de extinción en Colombia. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


Las hembras desovan al inicio de la temporada seca, cuando los bancos de arena quedan expuestos a lo largo de los ríos. “Estudios con radiotelemetría en el bajo Caquetá arrojaron que las hembras se desplazan hasta seis kilómetros poco después de anidar y desovan al año siguiente en la misma playa”, complementa el investigador del Humboldt.

Cada sitio de anidación puede albergar entre dos hasta 46 hembras simultáneamente, pero nunca en congregaciones masivas. La actividad de postura ocurre en la noche, proceso que puede tomar alrededor de 30 a 60 minutos. Para la construcción del nido, con un promedio de 24 huevos, la terecay humedece el agujero con orines para ablandar la tierra y seguir excavando.

La terecay perdió más del 50 por ciento de su población en las últimas tres generaciones, razón por la cual está En Peligro de extinción en Colombia. Según el Libro Rojo de los Reptiles, ha sido objeto de explotación comercial y consumo masivo de huevos y adultos. “Hoy en día, en la Amazonia y la Orinoquia colombiana, ocupa el segundo renglón de importancia alimenticia después de la charapa”, cita la publicación.

Morales precisa que, debido a la disminución de las poblaciones de la charapa, la presión de caza se ha dirigido cada vez más hacia la terecay. “Es la segunda especie a nivel nacional más decomisada por las autoridades, con 3.850 registros entre 2006 a 2011. La presencia de ganado en las playas en el río Amazonas conlleva a que las tortugas pierdan territorio para el desove”.

La terecay es cazada para elaborar aceites y ungüentos medicinales con su grasa. Es un símbolo para las comunidades indígenas, ya que es protagonista de mitos, leyendas y su caparazón sirve como instrumento musical en ciertos rituales.

En el bajo Caquetá, una docena de huevos de esta tortuga tiene un costo de 5.000 pesos en la comunidad de Curare y entre 12.000 y 19.000 en La Pedrera. La cacería comercial está dirigida a las hembras reproductoras, ya que son más grandes y tienen mayor valor monetario que los machos.

Según Lasso, la terecay está priorizada en el Programa nacional para la conservación de las tortugas marinas y continentales de Colombia, y para las cuencas del Amazonas y Orinoco está en los planes de acción para su manejo y conservación.

“El Parque Nacional Tinigua la considera especie objeto de conservación y está incluida en el plan de manejo y conservación de especies amenazadas en la Reserva de Biosfera El Tuparro. También cuenta con el programa de conservación Atsapani, que abarca el río Meta desde Orocué hasta Puerto Carreño y a lo largo del río Bita”.

Morales considera que es necesario adecuar e implementar la legislación para que esté acorde con las propuestas de los planes de conservación de las tortugas. “Hay que apoyar los planes de conservación existentes mediante la asignación anual de recursos económicos a largo plazo”.

Carranchina (Mesoclemmys dahli): EN PELIGRO

Mesoclemmys dahli, más conocida como tortuga carranchina, montañera o cabeza al lado, es una especie única de los remanentes del bosque seco del Caribe colombiano. Es decir que no hace parte de ningún otro ecosistema del planeta.

Es una tortuga acuática pequeña, con tamaños que no superan los 28 centímetros. Su cabeza es gris, grande y aplanada y sus extremidades son amarillas, a veces con un tinte rojo naranja.

La carranchina habita en los pequeños pozos, quebradas y arroyos temporales o permanentes de los bosques secos del Caribe. Cuando va a terreno seco, permanece entre la hojarasca o raíces de los árboles.

Es omnívora y se alimenta en el agua durante la noche de caracoles, crustáceos, insectos, renacuajos, ranas, alevinos y pequeños peces. También come carroña y ocasionalmente material vegetal.

Es de hábitos nocturnos, aunque en días soleados puede salir a asolearse en los bordes del cuerpo de agua o sobre troncos caídos. En la noche puede salir y deambular en tierra en busca de otros cuerpos de agua.


La tortuga carranchina (Mesoclemmys dahli) es una especie endémica de los remanentes del bosque seco del Caribe colombiano. Esta joya caribeña está En Peligro de extinción por múltiples amenazas. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


“Hay indicios de que se puede desplazar varios kilómetros en una noche a través de tierra firme. Cuando hay lluvias fuertes se generan grandes corrientes en los arroyos que arrastran las tortugas, por lo cual se presentan grandes desplazamientos”, según el Libro Rojo de los Reptiles.

Según el Libro Rojo de los Reptiles, la especie es abundante en ciertos sitios de Córdoba, con densidades de 20 a 60 tortugas capturadas por hectárea. “En algunos humedales artificiales estos valores fueron de hasta 500 individuos. En Cesar las densidades no superaron las 10 tortugas”.

Esta joya del Caribe colombiano está En Peligro de extinción por múltiples amenazas como la transformación de su hábitat, la pérdida de la cobertura vegetal, quemas, contaminación química de las aguas, urbanización, agricultura y ganadería.

“El bosque seco del Caribe es uno de los ecosistemas más transformados del país. Se estima que el bosque de la parte plana del norte del Caribe, donde habita la carranchina, puede haber perdido más del 80 por ciento de su cobertura original”, dice Lasso.

En todos los lugares donde se han detectado poblaciones de esta tortuga, su hábitat está deteriorado y sometido a quemas regulares que provocan una alta mortalidad de individuos adultos y nidadas.

“La carrachina tiene una extensión de presencia reducida, de aproximadamente 4.137 kilómetros cuadrados. Los ecosistemas que habita se han transformado, reducido y degradado de manera notable en un 80 por ciento, lo que ha causado una reducción poblacional e inclusive la desaparición de la especie en algunas localidades”, precisa el libro de los reptiles.

La carranchina no cuenta con ninguna medida de conservación, por lo cual Morales considera necesario realizar actividades de restauración ecológica en las distintas localidades donde se conocen poblaciones, proteger áreas contiguas a los cuerpos de agua y desarrollar mecanismos para evitar que los individuos mueran durante las quemas.

Por su parte, Lasso indica que es urgente designar un área protegida de orden regional o local para la conservación de la especie, ya que es endémica de Colombia. “También son necesarios estudios detallados sobre su ecología reproductiva, los efectos de las actividades humanas sobre sus poblaciones y la viabilidad de estas a largo plazo”.

Inguensa (Rhinoclemmys diademata): EN PELIGRO

Tortuga única de Colombia y Venezuela. En el territorio nacional ha sido reportada en Norte de Santander, en la subcuenca del Catatumbo. Rhinoclemmys diademata es más conocida como inguensa, galápago negro, palmera, chibigüi, bijaoguera, cabeza pintada o galápago de Maracaibo.

Es un reptil de tamaño mediano (22 centímetros en Colombia y 28 en Venezuela), con un caparazón de color café oscuro a negro, cabeza negra con una “V” amarilla, crema o naranja y extremidades largas.

“Es una tortuga semiacuática que habita en lagos, pozos y remansos, aunque también se le ve caminando sobre tierra firme. Es una especie omnívora que se aparea todo el año, produciendo entre seis y 18 huevos anuales que pone sobre el suelo y los cubre con plantas”, afirma Morales.

Se alimenta de plantas acuáticas, insectos, caracoles, gusanos y otros pequeños invertebrados, y su reproducción se ve afectada cuando hay escasez de alimentos o en años muy secos.

A la fecha no hay información poblacional sobre la inguensa en Colombia. Sin embargo, en el Parque Nacional Catatumbo-Barí se hace referencia a la especie como frecuente. “Se conoce muy poco sobre sus hábitos y requerimientos”, complementa Lasso.


La tortuga inguensa (Rhinoclemmys diademata) es un reptil único de Colombia y Venezuela catalogada en Peligro de extinción en el territorio nacional por su distribución restringida. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


Es consumida por los indígenas del Catatumbo-Barí y es capturada para tenerla como mascota en Cúcuta y El Zulia. Su mayor amenaza es el alto grado de afectación de la cuenca del Catatumbo, panorama desatado por los desarrollos agrícolas, pecuarios y cultivos ilícitos.

“La subcuencas de los ríos Zulia y Tibú son las más afectadas en comparación con los ríos Sardinata y Catatumbo. También hay una contaminación de los ecosistemas por los derrames de petróleo”, cita el Libro Rojo de Reptiles.

La inguensa o galápago negro está catalogada como una especie En Peligro de extinción, estampa que tiene su explicación en su distribución bastante restringida (1.465 kilómetros cuadrados) y la falta de control de sus amenazas.

“En la cuenca del Catatumbo hay numerosos canales construidos para el riego que no se sabe si han perjudicado a la especie, y dentro de su área de distribución se realiza extracción de petróleo”, menciona Lasso.

Morales indica que esta tortuga no cuenta con ninguna medida de conservación y carece de información referente a su historia natural, demografía y uso. “Es necesario fortalecer las estrategias con el Parque Natural para incluirla entre las prioridades de investigación”.

Aunque en 2002 se propuso crear un área protegida para su conservación, hasta la fecha no se han llevado a cabo acciones para tal fin. “Al ser una especie restringida a una cuenca compartida con Venezuela, se requieren acuerdos binacionales para su conservación”.

Morrocoy (Chelonoidis carbonarius): VULNERABLE

Es una tortuga terrestre grande, de hasta 50 centímetros de largo, con unas extremidades macizas y sin dedos visibles, similares a las patas de los elefantes. Chelonoidis carbonaria, conocida como morrocoy, morroco o morrocón, cuenta con un caparazón similar a la forma de una guitarra.

Habita en 10 países de América Latina, y en Colombia es una de las especies con mayor distribución en las cuencas de Caribe, Magdalena, Orinoco y Pacífico.

Los machos tienen escudos anales muy puntiagudos. El fondo del caparazón es negro y en el centro de cada escudo hay una mancha amarilla, naranja o rojiza. La cabeza posee escudos amarillos simétricos.

El bosque seco tropical es el principal hogar del morrocoy, donde se refugia en cuevas formadas por la acumulación o afloramiento de grandes rocas en diferentes áreas del terreno, y entre montículos de maleza o rastrojos.

Se alimenta de frutos del bosque, en especial los rojos y amarillos. Las flores constituyen cerca del 30 por ciento de su dieta, alimento que complementa con plantas vivas o muertas como hojas, raíces y hojarasca. También consume insectos, caracoles, lombrices y carroña.


Chelonoidis carbonarius o morrocoy es una tortuga terrestre que es capturada en el Caribe para tenerla como mascota. Por eso está listada en la categoría de Vulnerable a la extinción. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


Según Lasso, debido a la gran diversidad de frutos que consume, los grandes desplazamientos y la capacidad de retener semillas en su organismo, el morrocoy es considerado un dispersor de semillas muy efectivo.

“Es diurno y totalmente terrestre. Se entierra en el fango o refugia bajo piedras o vegetación y se desplaza muy lento, a una tasa estimada de 84 metros por hora. Los machos recorren largas distancias en la temporada de apareamiento, que corresponde a la época de lluvias”.

Esta tortuga está a punto de desaparecer en Colombia debido a múltiples amenazas y enemigos potentes. Primero fue categorizada En Peligro Crítico, especialmente por su situación en la región Caribe, y ahora está listada en la categoría de Vulnerable.

“Si bien sigue existiendo una disminución en el tamaño de su población, área de ocupación y extensión de presencia, la especie tiene una amplia distribución que incluye zonas mejor conservadas que la región Caribe”, cita el Libro Rojo de los Reptiles.

Es uno de los animales más capturados por los habitantes del Caribe para tenerlos como mascotas. Según Lasso, algunos consideran al morrocoy como un símbolo de buena suerte, lujo y prosperidad para las familias.

“En el Caribe las mantienen en encierros de numerosos individuos, lo que para las comunidades incrementa la suerte en las familias. Adicionalmente, en algunos sitios se cree que su consumo aumenta el vigor sexual”.

Aunque su gran enemigo es la extracción de las poblaciones naturales, algo que en los Llanos Orientales está relacionado con el consumo de su carne y tráfico hacia Venezuela, la deforestación y pérdida de hábitat también la tienen en apuros.

“La ganadería, quemas, minería ilegal y extracción de madera constituyen una amenaza para la especie, dado que su baja movilidad las hace muy susceptibles a la muerte o captura cuando se destruyen sus hábitats”, informa Morales.

Los expertos del Humboldt consideran que es urgente localizar poblaciones naturales mejor conservadas que las que hasta el momento se han registrado, para así adelantar estudios que permitan ampliar su conocimiento.

“También es necesario adelantar estudios genéticos que permitan aclarar si hay más poblaciones genéticamente estructuradas, al igual que declarar áreas protegidas donde habita esta tortuga”.

Hicotea (Trachemys callirostris): VULNERABLE

Trachemys callirostris, más conocida como hicotea, galápago o morrocoy de agua, es una tortuga mediana con un tamaño máximo de 35 centímetros y siete kilogramos de peso. Tiene un caparazón con cinco escamas vertebrales, una cabeza grande, plana o cóncava y un hocico cónico.

Su rostro y extremidades están pintados con líneas y manchas amarillas, verdosas y naranjas. Es un reptil que solo habita en Colombia y Venezuela, con una distribución en el territorio nacional en las cuencas del Caribe y Magdalena.

“Es semiacuática, generalista y omnívora. Ocupa una gran variedad de cuerpos de agua y pone sus huevos en suelos húmedos y con vegetación herbácea entre diciembre y mayo y julio y agosto. Las posturas varían de uno a 25 huevos”, afirma Morales.

En la Depresión Momposina, algunos expertos documentaron que las hembras de mayor tamaño se encontraban en sitios con menor intensidad de caza y mayor precipitación, es decir que las condiciones ambientales y la cacería están afectando las poblaciones.


La tortuga hicotea (Trachemys callirostris) es uno de los animales más consumidos en el Caribe colombiano. Sumado a otras amenazas como la pérdida de hábitat, este reptil está listado como vulnerable a la extinción. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


La hicotea está listada como una especie Vulnerable a la extinción debido a la reducción mayor o igual al 30 por ciento de su población en los últimos 20 años, una hecatombe generada por los altos niveles de explotación y degradación de su hábitat.

“Las causas de esta disminución no han cesado y algunos de ellos, como la pérdida del hábitat, se consideran irreversibles”, complementa Morales. Es una de las especies más consumidas en el Caribe colombiano. Según el Libro Rojo de los Reptiles, dos amenazas son sus grandes enemigos: la captura y la degradación del hábitat.

“Se estima que más de un millón de hicoteas son cosechadas anualmente en la región de La Mojana en Sucre. El impacto de esta presión sobre las poblaciones es evidente si se considera que el promedio del tamaño de las hembras en poblaciones con mayor extracción es menor”.

La hicotea es la tortuga más decomisada del país, con el 50 por ciento de los registros solo entre 2005 y 2009: de los 5.922 registros de incautación o decomiso de tortugas en Colombia, 40,4 por ciento fueron hicoteas.

La otra gran amenaza es la alteración de las ciénagas y otros cuerpos de agua dulce. Según Lasso, en los últimos 20 años el 56 por ciento de la zona de la cuenca del río Magdalena fue transformada.

“La desecación de los humedales, actividad común en el Caribe, probablemente aumentará en el futuro cercano. Las hicoteas también se ven afectadas por proyectos hidroeléctricos, quemas de los pastizales durante la época reproductiva, pérdida de nidos por el ganado y contaminación por mercurio y otros metales pesados”.

Varios análisis han registrado mercurio en las yemas y embriones de los huevos de hicoteas del Magdalena, mientras que las de la cuenca del río Sinú han presentado mayores niveles de daño cromosómico.

Las únicas zonas donde habita la hicotea que han sido declaradas como áreas protegidas son los Santuarios de Fauna y Flora Ciénaga Grande de Santa Marta y el Corchal del Mono Hernández. Sin embargo, cuenta con un plan de manejo nacional orientado a su uso sostenible desde 2009.

“Se ha avanzado en el planteamiento de un modelo de aprovechamiento con las comunidades rurales, pero hay que avanzar en programas de educación ambiental para advertir de los riesgos de consumir esta especie en las zonas afectadas por mercurio”, enfatiza Morales.

Los expertos del Humboldt advierten que es urgente modificar la legislación ambiental para que quede prohibida la cosecha comercial de hembras mayores de 10 centímetros, al igual que crear áreas protegidas donde habita y realizar actividades de restauración ecológica en las áreas donde las poblaciones son sometidas a extracción.

Cabeza de trozo (Kinosternon dunni): VULNERABLE

Es una tortuga única del Chocó colombiano. Su caparazón y cabeza son de color café, esta última con algunas reticulaciones amarillas. La llaman cabeza de trozo por el hocico bulboso de los machos adultos, quienes a su vez son de mayor tamaño que las hembras.

Kinosternon dunni se diferencia de las otras especies de la familia por características como un caparazón sin quillas, parches de escamas rugosas en el interior de los muslos y ausencia de bandas distintivas en la cabeza.

“Es una tortuga pequeña que alcanza al menos 18 centímetros, con un caparazón café oscuro o claro. Los machos presentan un mayor tamaño que las hembras y tienen un hocico bulboso”, cita el Libro Rojo de los Reptiles.

Según Morales, es una tortuga semiacuática que habita en áreas pantanosas y pequeños riachuelos. “Es principalmente herbívora. Las comunidades del Chocó han informado que se reproduce durante todo el año, con múltiples posturas de dos a tres huevos”.

Recientemente se encontraron 17 individuos en el Atrato y durante los últimos años la especie ha sido registrada en más de seis localidades en la cuenca del Atrato y una más en la cuenca del San Juan.


La cabeza de trozo (Kinosternon dunni) es una tortuga única del Chocó colombiano que padece por la contaminación y transformación de los ecosistemas. La ciencia la tiene listada como una especie Vulnerable a la extinción. Foto: Germán Forero.


La cabeza de trono, también llamada truenito o tapaculo, fue categorizada como Vulnerable a la extinción debido a que es una especie rara (poco abundante, distribución restringida y de hábitats particulares) y porque su hábitat está siendo reducido, fragmentado y la calidad del mismo está disminuyendo.

“Además de contar con una distribución restringida, también es consumida en algunas localidades de las cuencas del Baudó y San Juan. La deforestación, el uso de los ríos y quebradas para extraer madera y la actividad minera, la amenazan cada día más”, menciona Morales.

No existen registros de explotación comercial de la especie, probablemente por su rareza. “Sin embargo, un individuo fue encontrado en una calle de Cali y luego entregado al Zoológico de Cali en el 2008”, informa el libro de reptiles.

Por tratarse de una especie endémica para el Pacífico colombiano y estar amenazada por la minería y deforestación, Lasso y Morales indican que debe consolidarse un área protegida de carácter local o regional para su conservación. “Se requiere continuar con estudios demográficos de la especie y determinar el efecto de las perturbaciones humanas como la deforestación y contaminación del agua por minería”.

Chipiro (Podocnemis erythrocephala): VULNERABLE

Solo habita en Brasil, Colombia y Venezuela. En el territorio nacional, Podocnemis erythrocephala, conocida como tortuga chipiro, chipire, chimpire o chimpiro, hace presencia en las cuencas del Amazonas (río Negro) y Orinoco.

Esta especie es la más pequeña de su género, ya que no sobrepasa los 32 centímetros. El registro máximo para Colombia fue en Guainía, donde se observó una hembra de 24 centímetros.

La cabeza de los machos es de fondo café con coloraciones naranja o habano. “En ningún ejemplar observado en Colombia se ha encontrado la tonalidad rojiza como se ha registrado para Venezuela, donde los machos tienen manchas rojo bermellón en la cabeza”, dice Lasso.

Las hembras son más grandes que los machos, pero estos últimos cuentan con una cola más gruesa y extensa. Habita en los ríos pequeños, caños y aguas negras, y en la Estrella Fluvial de Inírida es abundante en el cauce principal del río Inírida y Atabapo.

“Es una tortuga acuática, omnívora y predominantemente diurna. Los nidos de las hembras son excavados en sustrato arenoso, donde ponen de dos a 12 huevos”, apunta Morales.


En Colombia, la tortuga chipiro (Podocnemis erythrocephala) habita en las cuencas del Amazonas (río Negro) y Orinoco y está categorizada como una especie Vulnerable a la extinción. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


La tortuga chiripo está catalogada como una especie Vulnerable a la extinción debido a su reducción poblacional y amenazas que aún no han sido controladas, como el sobreaprovechamiento y disminución de la calidad del hábitat.

“En la región del bajo río Inírida y en el bajo Atabapo en Colombia, es aprovechada para el consumo y comercio ilegal. Las crías son capturadas y mantenidas en cautiverio hasta que alcanzan un tamaño apropiado para su sacrificio. Sus huevos e individuos adultos son consumidos localmente”, informa el Libro Rojo de Reptiles.

Según Morales, esta situación se agravó con la llegada de la minería ilegal, especialmente para la extracción de oro. “Esta actividad, además de contaminar con mercurio los cuerpos de agua, aumentó la demanda por carne de monte, entre estas la de tortuga”.

En el río Inírida se ha incrementado la cantidad de sedimentos por la minería ilegal, y desde 2014, existe una actividad minera de gran envergadura con la presencia de numerosas balsas en el río Atabapo.

Lasso asegura que en la frontera colombo-venezolana, la chiripo también es sometida a una fuerte extracción, siendo la segunda especie de tortuga más importante después de la cabezona.

“Es indispensable realizar estudios básicos sobre aspectos como la historia natural, demografía y uso, al igual que programas de protección y manejo con las comunidades indígenas. La minería la tiene en alto riesgo”, concluyen los investigadores del Humboldt.

Swanka (Kinosternon scorpioides albogulare): VULNERABLE

Es una tortuga de tamaño pequeño que solo habita en algunas zonas de Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y El Salvador. En el territorio nacional es exclusiva del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

Los tamaños máximos registrados en Colombia de Kinosternon scorpioides albogulare o swanka fueron un macho de 15,8 centímetros y una hembra de 15,3. Cuenta con un caparazón con tres quillas que se hacen menos evidentes cuando envejecen.

La cabeza de esta tortuga tiene puntos o reticulaciones amarillas, crema o naranja sobre un fondo café o gris. La mandíbula inferior es amarilla y el color del caparazón varía de café claro a oliva oscuro.

“Esta subespecie se encuentra en ecosistemas lénticos como arroyos de poca corriente, pantanos y manglares internos. Es omnívora y ocasionalmente carroñera, al alimentarse de frutas, moluscos, artrópodos, larvas de insectos y ranas”, asegura Morales.

Según la investigadora, en Colombia no se han realizado estudios sobre la reproducción de la subespecie. “Es probable que en San Andrés la temporada de anidación ocurra entre febrero y marzo, cuando los niveles de los manglares bajan. Ponen hasta seis huevos por nidada y pueden recorrer más de 68 metros en dos días”.


En el territorio nacional, la tortuga swanka (Kinosternon scorpioides albogulare) es exclusiva del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Es una subespecie Vulnerable a la extinción. Foto: Mónica A. Morales (Instituto Humboldt).


En 2002, la población de esta tortuga en San Andrés fue estimada en 4.343 individuos, con poblaciones abundantes en los manglares Sound Bay, Smith Channel y Salt Creek. En 2011, Lasso observó una población grande en Sound Bay.

“La población de la isla está compuesta por diferentes subpoblaciones (siete) bien establecidas y separadas entre sí. Las personas que viven en cercanía de los manglares afirman que en años anteriores se observaban más individuos de esta tortuga”, dice el Libro Rojo de los Reptiles.

Esta subespecie está categorizada como Vulnerable a la extinción por la distribución restringida y bajo número de localidades. “También existen amenazas actuales y proyectadas a futuro que podrían afectar el área de ocupación, con lo cual aumentaría también la categoría de amenaza”, precisa Morales.

Swanka es consumida ocasionalmente en la isla de San Andrés. Algunos pobladores le atribuyen poderes medicinales, pero esto es muy esporádico. “Suelen ser capturadas para tenerlas como mascotas”.

Sus hogares, como lagunas de tamaño pequeño y manglares, presentan un alto grado de transformación, fragmentación por pérdida de la cobertura vegetal, quemas y contaminación por residuos sólidos y líquidos.

“La presencia de especies introducidas en el archipiélago representa una amenaza, ya que se alimentan de sus huevos, juveniles e incluso individuos adultos. Entre las invasoras están Caiman crocodilus fuscus, Boa constrictor, Tupinambis teguixin, Mus musculus y Rattus norvegica”, indica el libro de los reptiles.

Lasso y Morales consideran que es necesario realizar estudios sobre la población de esta tortuga en el archipiélago para comparar con estudios anteriores. “Se requiere de un programa de monitoreo de la subespecie y continuar con las actividades de restauración ecológica en los manglares y humedales”.
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Instituto Humboldt lanza bitácora de las plantas que embellecen los páramos de Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 19 de marzo de 2021

Instituto Humboldt lanza bitácora de las plantas que embellecen los páramos de Colombia




El Senecio formosoides, más conocido como “Arnina”, es una hierba de hasta un metro de altura con flores fucsias y violetas.


Además de los emblemáticos frailejones, en los páramos de Colombia habitan cerca de 4.000 especies de plantas, una magia biodiversa que corresponde al 15 por ciento del total de especies registradas en el territorio nacional.

Sin embargo, reconocer las plantas del páramo no es una tarea sencilla, por lo cual el Instituto Humboldt elaboró una herramienta de fácil consulta y acceso para que aficionados, expertos y ciudadanía puedan acercarse más al universo de la botánica.

Se trata de la segunda edición de la Bitácora de Flora de los páramos colombianos, una guía visual de esos cuadernos en donde los científicos anotan avistamientos de especies, características del espacio, los objetos que están analizando o incluso como una guía de datos e ideas para sus investigaciones.

En este caso, en la Bitácora de Flora se presentan fichas con información sobre las diversas plantas de páramo, sus formas de crecimiento, familia, especie, autor que describió la planta por primera vez, nombre común con el que se conocen en los territorios, una breve descripción física que permite hacer la correcta identificación, su distribución geográfica y categoría de amenaza - un dato adicional para esta edición.

Según Hermando García Martinez, director del Instituto Humboldt, esta guía es un insumo clave para consulta de investigadores, autoridades ambientales, turistas y población local interesada en profundizar su conocimiento acerca de la flora del páramo, su distribución e interacción con otras plantas y animales.

"Incluye además las principales especies de plantas invasoras, con el ánimo de que sus usuarios puedan dar alertas tempranas sobre su presencia e iniciar las labores de control y posterior mantenimiento de la regeneración vegetativa".


Roseta acaule (Paepalanthus lindenii) con inflorescencias alargadas y flores de color blanco, grisáceo. Foto :César Marín


Las plantas de páramo, por las bajas temperaturas y alta radiación solar, han desarrollado estrategias de adaptación como vellosidades para mantener el calor y reducir la pérdida de humedad, así como la producción de ceras o pequeñas escamas.

"La mayoría tiene hojas pequeñas y rígidas y son comunes las formas como rosetas o individuos leñosos, muy eficientes al capturar la niebla e infiltrar el agua que va a alimentar los nacimientos de quebradas y ríos de las que se surten poblaciones que habitan en las partes bajas de la montaña", precisó García.

Esta biodiversidad se ve amenazada a escala local, principalmente por la expansión de la frontera agrícola, la minería, la aplicación de agroquímicos, la introducción de especies de plantas invasoras como el pino, la acacia, el retamo, y por fenómenos globales como el incremento de temperaturas debido al calentamiento global.


Retamo liso o blanco (Genista monspessulana) es una arbusto de hasta tres metros de alto que se le conoce como una especie invasora por su rápido crecimiento y expansión que inhibe el desarrollo de las plantas nativas. Foto: César Marín


¿Cómo se usa la Bitácora de Flora ?

La bitácora está disponible para descarga libre en el portal del Repositorio del Instituto Humboldt; puede visualizarse sin ningún problema en el celular o tableta y así llevarla en las salidas al páramo.

En su versión impresa, la Bitácora de Flora, segunda edición, cuenta con un pequeño cuadro de texto en el que se puede hacer anotaciones para que luego el usuario pueda retomarlas en casa y complementar los datos que obtuvo en campo.

Para ampliar esta información y conocer la guía de lectura, haz clic en este enlace “Paso a paso de Bitácora de Flora”



“Esperamos que esta publicación siga contribuyendo a una mayor apropiación social de este ecosistema y a qué todos los interesados, especialistas y aficionados se enamoren del páramo. Esperamos que esta guía se convierta en una herramienta útil para los diferentes actores que trabajan en pro de su conservación y desarrollo sostenible”, dijo César Marín, autor de la Bitácora de Flora.

Esta segunda edición fue lanzada con el apoyo del proyecto Páramos: Biodiversidad y Recursos Hídricos en los Andes del Norte, financiado por la Unión Europea y coordinado por el Instituto Humboldt.

Para consultar y descargar esta publicación haga clic en el enlace “Guía Visual de Plantas de Páramos. Segunda edición”.
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Así fue el primer rastreo con telemetría GPS a un oso andino en Colombia

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Por: Prensa Instituto Humboldt | Bogotá D.C., 18 de marzo de 2021

Así fue el primer rastreo con telemetría GPS a un oso andino en Colombia





Apipa Utut (“oso fuerte y valiente” en lengua colima) es el primer oso andino en Colombia al que se le instaló un collar de telemetría GPS. Foto: Fundación Wii.




Alcanza a medir hasta dos metros de alto y pesar cerca de 180 kilogramos. Solo habita en los Andes de Sudamérica y la mayoría cuentan con manchas blancas y amarillas en su rostro, cuello y pecho, una huella digital distinta en cada individuo que en la cara se asemeja a un antifaz.

Se trata del oso andino o de anteojos (Tremarctos ornatus), un mamífero diurno con una gran habilidad para trepar en los árboles y que es llamado por algunas comunidades indígenas como wii, uix, manoba, manoba, saibaidaku, tabudá, mashiramo o ucumarí.

Habita en los bosques andinos, páramos y zonas semiáridas, con una alta preferencia por los pisos montanos ubicados entre los 500 y 3.800 metros sobre el nivel del mar. En Colombia se ha reportado en las tres cordilleras en que se dividen los Andes al ingresar al país.



Cinco científicos dieron marcha a una investigación sobre los movimientos del oso andino en Colombia. Foto: Fundación Wii.


Según Nicolás Reyes Amaya, investigador y curador de la colección de mamíferos del Instituto Humboldt, en Colombia este mamífero habita hasta el extremo norte de la serranía del Perijá colombo-venezolana, “la distribución más nórdica de este oso para todo el continente”.

Por alimentarse principalmente de frutas silvestres, bulbos y bromelias, es una de las especies más importantes para la regeneración de los bosques, ya que se encarga de dispersar semillas en todas las áreas donde habita. “También consume carroña y eventualmente puede atacar la ganadería extensiva de poco cuidado”, anotó Reyes.

A pesar de su importancia ecosistémica y de la estampa sagrada que tiene para varios grupos indígenas, el único oso de Sudamérica ha sido víctima de las actividades del hombre, como la deforestación para ampliar la frontera agropecuaria, el desarrollo de obras de infraestructura, la cacería y la transformación de sus hábitats.



Así se movió el oso andino macho por Chingaza. Fuente: estudio científico.


“Por estas acciones antrópicas, el oso andino está catalogado como una especie vulnerable a la extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) a nivel global y por la resolución 1912 de 2017 del Ministerio de Ambiente en Colombia. Además, hace parte del Apéndice I de la Convención Sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora silvestre (CITES)”, informó el curador de mamíferos del Humboldt.

El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) informó que en Colombia podría haber hasta 8.000 osos andinos, una cifra que viene en descenso por la fragmentación de sus poblaciones, así como la pérdida acelerada de los bosques y las tensiones que hay por el consumo de ganado o cultivos en las zonas donde convive con los campesinos.

Estudio pionero

Durante décadas, la telemetría con GPS ha proporcionado grandes cantidades de información ecológica para varias especies de osos en el mundo. Sin embargo, para el caso del oso andino solo tres estudios cuentan con información disponible de sus movimientos, realizados únicamente en Bolivia y Ecuador.

Ante los vacíos de información sobre el uso del espacio por parte de esta especie en Colombia, cinco científicos dieron marcha a una investigación sobre los movimientos de este oso en el país, estudio que hizo parte de un convenio entre la Fundación para la Investigación, Conservación y Protección del Oso Andino (Fundación Wii), Nexen Petroleum Colombia Ltd y la Corporación Autónoma Regional Del Guavio (Corpoguavio).



Por primera vez en Colombia se midió el uso del espacio para el oso andino con un espécimen macho rastreado con telemetría GPS. Foto: Fundación Wii.


La publicación del estudio contó con la asesoría y apoyo científico del investigador y curador de la colección de mamíferos del Instituto Humboldt (IAvH), Nicolás Reyes.

“Por primera vez en Colombia se midió el uso del espacio para el oso andino con un espécimen macho rastreado con telemetría GPS, en un área de paisaje fragmentado del macizo de Chingaza, en la cordillera oriental de los Andes colombianos”, cita el artículo de los investigadores publicado en Notas sobre Mamíferos Sudamericanos, una revista científica de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM).

Un oso andino macho adulto, con 130 kilogramos de peso, capturado e inmovilizado previamente siguiendo las pautas de la Sociedad Estadounidense de Mamíferos y bautizado como Apipa Utut (“oso fuerte y valiente” en lengua colima), fue el escogido para instalarle un collar de telemetría GPS.

Reyes precisó que al oso se le realizó una evaluación veterinaria para conocer su salud, que incluyó muestras de sangre y mediciones morfométricas. “Finalmente, se equipó al individuo con un sistema de telemetría dual VHF-GPS”, informa el artículo.



El GPS del oso macho arrojó un total de 348 ubicaciones durante parte de la estación seca en Chingaza. Foto: Fundación Wii.


El mamífero fue liberado en una zona de Chingaza ubicada entre los 2.241 y 3.980 metros sobre el nivel del mar, un vasto terreno de los departamentos de Cundinamarca y Meta conformado por bosques montanos andinos, bosque altoandino, matorrales de subpáramo y páramo y pastos para ganado.

Los muestreos obtenidos a través de telemetría fueron realizados durante parte de la estación seca, entre los meses de octubre y diciembre de 2013, insumos que fueron analizados por Daniel Rodríguez y Adriana Reyes (Fundación Wii), Andrea del Pilar Tarquino Carbonell (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina), Héctor Restrepo (Fundación Wii) y Nicolás Reyes Amaya (Instituto Humboldt).

¿Cómo se movió el oso andino?

El GPS del oso macho arrojó un total de 348 ubicaciones durante parte de la estación seca, justo antes de que el collar de telemetría dejara de funcionar. Esta información fue traslapada con imágenes de satélite Landsat, Rapid Eye y Spot del Ideam.

La telemetría arrojó que según la metodología del polígono mínimo convexo (MCP) el oso andino se movió por un área de 238,86 kilómetros cuadrados entre octubre y diciembre, en lo que se conoce como rango de acción. Según los investigadores, este rango fue el más diferente con respecto a lo reportado en estudios previos de Ecuador, ya que lo quintuplicó.

Por su parte, el rango de acción con la metodología del estimador de densidad del núcleo (KDE) fue de 98,58 kilómetros cuadrados y el área núcleo con esta metodología fue de 20,91 kilómetros cuadrados, medidas que ligeramente superan y duplican a las de Ecuador”, afirman en el artículo.



El oso andino se movió por un área de 238,86 kilómetros cuadrados entre octubre y diciembre. Foto: Fundación Wii.


“El área núcleo es la zona más fuertemente utilizada por el individuo dentro de ese rango de acción que tiene el oso”, complementó Reyes.

Durante el día, el GPS registró 227 ubicaciones del oso andino macho, 25,5 por ciento dentro de los bosques andinos y altoandinos. 62,5 por ciento se ubicaron en los matorrales de páramo y subpáramo, 10,5 por ciento en pastizales de páramo y 1,3 por ciento dentro de la ganadería con pastizales.

“Registramos 121 ubicaciones nocturnas con el GPS: 31,4 por ciento en la zona andina y altoandina y 68,6 por ciento dentro matorrales de páramo y subpáramo, zonas con altitudes entre los 3.117 y 3.637 metros”, revelan los investigadores.

Según los expertos, el oso andino prefirió los matorrales de páramo y subpáramo para sus desplazamientos diurnos y lugares de descanso nocturnos, seguido por el bosque andino y altoandino.



El oso andino prefirió los matorrales de páramo y subpáramo para sus desplazamientos diurnos. Foto: Fundación Wii.


“El mamífero hizo un uso intenso del ecotono entre páramo y bosque, que durante la estación seca incluyó muchos arbustos frutales de las especies Ericaceae Macleania rupestris y Cavendishia bracteata, plantas que hacen parte de la dieta del oso andino”, cita la publicación.

La distancia diaria recorrida por este oso adulto varió entre 0,51 y 12,07 kilómetros, con una media de 3,39 kilómetros.

¿Qué dicen los resultados?

Los científicos informaron que el macizo de Chingaza se caracteriza por la presencia de actividades humanas que han causado un alto impacto a nivel del paisaje, como la transformación de los bosques en tierras de cultivo y pastos para ganado y la infraestructura de construcción (carreteras, presas y minas).

“El uso del espacio para una especie puede variar según la disponibilidad y la fragmentación del hábitat. Por ejemplo, para estudios sobre mamíferos pequeños y medianos, los lugares con menos coberturas naturales demandan mayores movimientos para obtener recursos suficientes”.

Para los investigadores, el rango de acción del oso andino en Chingaza, como los 238,86 kilómetros cuadrados, apoya la hipótesis de que los paisajes más fragmentados demandan mayores movimientos por parte de los animales para obtener recursos suficientes.



La distancia diaria recorrida por este oso adulto varió entre 0,51 y 12,07 kilómetros. Foto: Fundación Wii.


“Estudios previos indicaron que los osos andinos prefieren los bosques andinos, pero usan el páramo cuando está presente. Sin embargo, nuestros resultados sugieren que al menos en la estación seca en el macizo de Chingaza, los osos pueden hacer un uso intensivo del páramo y los matorrales de subpáramo”.

Por último, Reyes y los otros expertos concluyen que se necesitan de más datos durante períodos largos de seguimiento, para comprender el uso del espacio por parte del oso andino. “La información obtenida en el macizo de Chingaza es un valioso aporte a la ecología y conocimiento de esta especie, insumos que serán útiles para su manejo y conservación”.

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Avances y resultados de proyectos ganadores convocatoria Futuro y Biodiversidad



La exhibición Gigantes Extintos y las Rutas de bioconocimiento: protección de las plantas medicinales que caminan el territorio ancestral Nasa de Tierradentro, Cauca, fueron los proyectos ganadores de la convocatoria Futuro y Biodiversidad 2017 del Instituto Humboldt, que otorgó estímulos económicos por 10 millones de pesos para el desarrollo de iniciativas de tipo creativas/artísticas desde cualquier área del conocimiento, empírico o académico, para la reflexión en torno al futuro del patrimonio natural colombiano, la promoción de perspectivas innovadoras, y la aplicación de conceptos que involucraran a los ciudadanos en estos procesos. A continuación, presentamos los resultados y avances de ambas propuestas:


Un plan en vacaciones: conocer a los “Gigantes Extintos”




Foto: Cortesía Andrés Chaparro

Gigantes Extintos es la exhibición de 35 esculturas en cerámica, pinturas e ilustraciones de especies prehistóricas que habitaron Colombia y Suramérica, elaboradas por el artista bogotano Andrés Chaparro.

Entre las figuras que conforman la exhibición están animales temerarios por su tamaño y fuerza: el cocodrilo carnívoro más grande de la época del Mioceno; una tortuga gigante con un caparazón del tamaño de un mesa de ping-pong; la titanoboa, ejemplo espectacular de gigantismo en reptiles; pájaros apodados “aves del terror”; roedores enormes como un buey; o armadillos del porte de un automóvil pequeño.

La muestra hace parte de la oferta capitalina para la temporada de vacaciones, y todos los públicos pueden visitarla de manera gratuita del 13 al 27 de diciembre de 2018, en la Sala B de la Galería Crispeta, ubicada en la carrera 9 #61- 84, de lunes a sábado a partir de las 11:00 a.m. y hasta las 7:00 p.m.

El bestiario prehistórico que conforma la exhibición abarca 8 reptiles, 3 aves y 25 mamíferos, representados en modelos a escala que van desde titanes súpercarnívoros descomunales que tuvieron el tamaño de un bus de Transmilenio, cazadores letales que propinaban golpes como hachazos a sus presas utilizando largos picos, hasta herbívoros con colmillos de al menos un metro de largo, y otros, que aunque pesados, eran buenos trotadores en cortas distancias.

Entre los reptiles representados está la mayor especie de cocodrilos corredores terrestres, también carnívoros, y líderes de la cadena alimenticia; la familia de caimanes más grande hasta ahora conocida y que da indicios de la presencia de ecosistemas de ríos y humedales en la región amazónica, hace aproximadamente 15 millones de años; y serpientes con dos toneladas y media de peso y 13 metros de largo, que al igual que las constrictoras actuales, asfixiaban a sus presas enrollándose a su alrededor y ejerciendo una presión descomunal gracias a un cuerpo tan grueso como una ceiba.

Las figuras de aves incluyen pájaros terroríficos y corpulentos, que alcanzaban hasta dos metros y medio de altura, y surcaban los cielos aprovechando las corrientes de vientos provenientes del océano Atlántico sur, que chocaban con la entonces naciente cordillera de los Andes. Y en los mamíferos se destacan animales semejantes a los elefantes, rinocerontes e hipopótamos actuales; roedores que se presume llegaron hace cerca de 50 millones de años durante el período Oligoceno, flotando en balsas naturales de vegetación ¡Desde África!; tapires rechonchos de cabeza gacha, enormes colmillos, cuyo peso apoyaban en la totalidad de la planta de sus patas traseras; felinos dientes de sable que desangraban presas con una letal mordida en la garganta; marsupiales parecidos a demonios de Tasmania del tamaño de una hiena, capaces de triturar huesos, robar comida a otros animales, oportunistas y carroñeros; perezosos y lobos gigantes, entre otros.

El proceso para llegar a la exhibición tomó un año, comenzando con la investigación en la literatura científica de las especies prehistóricas y los biomas que habitaron, luego con la selección de los animales, el boceto de los diseños anatómicos, la producción de pinturas, la documentación de las fichas que acompañaban cada figura, para finalizar con la elaboración de las piezas en cerámica, con dos cocciones en horno a 1150 grados centígrados, y luego los acabados.

Como criterio para elegir las especies, Andrés Chaparro tuvo en cuenta muestrear la mayor cantidad de familias posible e individuos con pesos alrededor de los 200 kilogramos o superiores, y un rango temporal que iba desde el Paleoceno hasta el presente.

Respecto a su proyecto, el artista aclara que “a pesar de que muchas especies se conocen bien por sus restos esqueléticos, con el material orgánico (partes blandas y tejido) ocurre distinto porque no se conserva; por lo tanto, parte de las reconstrucciones tienen que basarse en la anatomía ósea y muscular de los animales; pero en lo relacionado a los acabados y aspectos finales, que tienen que ver con el paleo arte, hay buena parte de libertad creativa (especulación)”.

Aunque la intención fue resaltar las especies colombianas, también se representaron otras que si bien no habían sido registradas para el territorio nacional, sin duda alguna estuvieron presentes durante el Gran Intercambio Biótico Americano (GABI) o vivieron en el sur del continente en el período conocido como Mioceno. Sobresalen los fósiles animales hallados en Santander, la Formación de la Venta (desierto de la Tatacoa) y el Cerrejón (La Guajira), así como “infaltables” de la megafauna suramericana.


Protegiendo plantas medicinales del pueblo Nasa




Foto: Colectivo del Semillero de Investigación en Etnobiología SIE

Otra de las propuestas seleccionadas fue la presentada desde la Universidad del Cauca, por el Colectivo Semillero de Etnobiología, y titulada: Rutas de bioconocimiento: protección de las plantas medicinales que caminan el territorio ancestral Nasa de Tierradentro, Cauca, región prioritaria de posconflicto y sitio de paso obligado entre las selvas del Pacífico y la Amazonia colombiana.

Este proyecto de investigación se propone incentivar la creatividad, imaginación y sensibilidad con relación a la protección y siembra de las plantas medicinales y algunas espirituales de uso de los The´wala (médicos tradicionales), presentes en el territorio ancestral Nasa, del Resguardo San Andrés de Pisimbalá en Tierradentro.

Como resultado del desarrollo del proyecto se elaboró un mapa parlante (instrumento metodológico que recoge de forma gráfica la percepción de una comunidad sobre el territorio local para así fortalecer su identidad) que da cuenta de las rutas de las plantas, construcción de obras artísticas (cosmogramas, ilustraciones y prototipos de planos seriados) y la implementación de un jardín de bioconocimiento en el colegio Yuç Kwet Zuun.

En el proceso, se realizaron reuniones de socialización con el Cabildo Territorio Ancestral Resguardo Indígena de San Andrés de Pisimbalá – Wedx Yu- (Municipio de Inzá-Cauca), para acordar compromisos con las autoridades.

En reuniones con directivos de la Institución Yuç Kwet Zuun se buscó revitalizar el pensamiento Nasa desde la tulpa o fogón, y fortalecer la implementación del jardín de bioconocimiento en la Institución, a partir del trabajo que realizan en la huerta de plantas medicinales.

Hubo recorridos por los Tul - espacios de cultivo tradicional de plantas medicinales- de los The`Wala (médicos Nasa tradicionales), cuyas rutas fueron mapeadas con el fin de ubicar los elementos representativos del territorio (montañas, lagunas, sitios sagrados y universo cosmogónico) desde la perspectiva de los sabios y mayores, haciendo énfasis especial en los estilos propios de pintura., cosmogramas e ilustraciones.

Por medio de una limpieza espiritual y armonización con la madre tierra, basada en plantas medicinales en la montaña de sagrada El Tablón, se realizó una visualización del futuro de la biodiversidad en el territorio Nasa de Tierradentro, cuyos aspectos relevantes fueron plasmados en un boceto elaborado por los The ‘Walas.

A hoy se continúa en el proceso de construcción y montaje del mapa parlante que reúnen los saberes propios, en diálogo con los académicos, en cuanto a cómo ve el futuro de la biodiversidad el pueblo Nasa. Finalmente, la obra pictórica será socializada en asamblea y entregada, de manera oficial, al cabildo como evidencia y resultado de la experiencia.

El desarrollo de este proyecto, con enfoque participativo desde lo comunitario, ofrecerá a los involucrados una mirada amplia de lo ambiental, así mismo de la conservación de la biodiversidad, integrando la dimensión sagrada a la valoración que del territorio y de la naturaleza hace la cultura Nasa.

Gracias a la acogida en la primera convocatoria, en la cual se recibieron más de 50 propuestas provenientes de todo el país, y debido a todo el potencial creativo identificado, el Instituto Humboldt confirma que lanzará una nueva versión de estos estímulos económicos. Su comunicación y difusión será a través de la web y canales digitales institucionales. Les invitamos a permanecer atentos.
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Eventos Notas Humboldt 2016

  • ¿Y dónde están las especies?: el trabajo de BioModelos

    Durante 4 sesiones de trabajo dedicadas cada una a un grupo biológico, el Laboratorio de Biogeografía Aplicada del Instituto Humboldt se esfuerza en la consolidación de modelos de distribución de especies para el fortalecimiento de la gestión ambiental en Colombia.

    biomodelos jorge

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  • Los futuros entomólogos de nuestro país: visita a la Reserva Agroecológica Santa Librada del Líbano (Tolima)

    Desde hace más de 35 años, Danilo Gutiérrez, un enamorado de la conservación, se ha encargado de proteger un ecosistema de bosque ubicado en  las montañas de la cordillera Central.

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  • Todo un éxito la Primera Conferencia Regional del Ecosystem Services Partnership –ESP en Latinoamérica y el Caribe

    Este evento resultó ser uno de los escenarios más importantes para abordar el tema de los servicios ecosistémicos en América Latina.

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  • El ‘Repositorio Institucional de Documentación Científica’, un nuevo servicio de información disponible para todos

    Esta es una de las estrategias para la visibilización de la producción científica del Instituto Humboldt. Su implementación, ha permitido salvaguardar y preservar la producción científica institucional y poner a disposición de usuarios a nivel nacional e internacional los resultados de nuestro quehacer.

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  • Acuerdos, diálogos y propuestas: resultados del Primer Encuentro de Ciencia Participativa sobre Biodiversidad

    Por primera vez y durante 2 días, miembros de más de 25 organizaciones colombianas que trabajan en proyectos de ciencia participativa se reunieron para dialogar, reconocer y generar articulación frente al desarrollo de este tipo de iniciativas.

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  • Regiones prioritarias para dinamizar proyectos de conservación en Colombia

    La ONG Naturaleza y Cultura Internacional (NCI) y el Instituto Humboldt adelantaron taller para identificar regiones que requieren la implementación y fortalecimiento de estrategias de conservación.

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  • Gran acogida del Diplomado en Bienestar, Territorio y Cambio Global

    Cerca de 100 habitantes de los municipios de Acacías, Castilla la nueva, Guamal y San Carlos de Guaroa (Meta) participan activamente de esta iniciativa académica.

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  • La Biblioteca del Instituto Humboldt en su primer año de integración en la ciudad de Bogotá

    Desde octubre de 2015 se trasladó la biblioteca de la sede de Villa de Leyva a Bogotá y esto supuso retos y esfuerzos importantes que ahora nos permiten proveer  productos y servicios de información más consolidados a disposición de todos los visitantes a nuestras instalaciones.

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  • Múltiples Valores de la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos

    Con un balance positivo, el grupo de trabajo en Valoración del Programa Ciencias Sociales y Saberes de la Biodiversidad del Instituto Humboldt, finalizó en Palmira, Valle del Cauca, este taller diseñado en el marco de IPBES.

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  • Nuevo proyecto de investigación relacionado con uno de los ecosistemas más amenazados del país: el bosque seco tropical

    Son 4 los países elegidos para el desarrollo de esta investigación encabezada por la Universidad de Minnesota.

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  • En busca de los Gigantes Invisibles

    Esa mañana de domingo, el parque del barrio Belén de Medellín parecía el de un pueblo. Las bancas estaban llenas de abuelos viendo pasar la gente que iba de un lado a otro, así como las bicicletas que fueron llegando poco a poco para la cita que tenían con los Gigantes Invisibles de la ciudad.

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Instituto Humboldt y Colciencias se refieren a controversia por Expediciones BIO Putumayo

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Instituto Humboldt y Colciencias se refieren a controversia por Expediciones BIO Putumayo

Bogotá, D. C., 31 de mayo de 2016

F Villegas FLP9088 Foto: archivo. Felipe Villegas, fotógrafo de expediciones.

Tras la reclamación por parte de las autoridades tradicionales del pueblo Inga por su derecho a la consulta previa para la primera Expedición Colombia BIO en el sitio Tigres del Alto y Salado de los Loros, el Instituto Humboldt y el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias) ofrecen un contexto de los acontecimientos ocurridos durante el proceso de selección geográfica del proyecto, su socialización con las comunidades y anuncian las decisiones que ambas instituciones tomarán al respecto.

En lo relacionado con la selección del Putumayo, como franja inaugural de la Expedición, se examinaron los siguientes criterios:

- Su riqueza en biodiversidad y el escaso conocimiento e información de la misma, con la intención de fortalecer decisiones para la conservación   y mitigación de amenazas.

- La relevancia de la zona ante un eventual escenario de posconflicto.

- Las iniciativas en promoción ambiental que se adelantan en la región.

- El respaldo de autoridades departamentales, locales y ambientales al proyecto.

- La Expedición Putumayo BIO tuvo un amplio proceso de socialización y promoción con las entidades y comunidades, entre los que sobresalen   la Asociación Ambiental Salado de los Loros, Corpoamazonia y la Gobernación de Putumayo, por su interés y relevancia en la selección de los     sitios.

La socialización ocurrió en varios momentos de 2016 con miembros de instituciones regionales y locales como la Gobernación del Putumayo, la Alcaldía de Mocoa, Corpoamazonia y el Instituto Tecnológico del Putumayo (ITP), quienes identificaron las posibilidades de la iniciativa y crearon así el Comité Interinstitucional Putumayo BIO.

La Asociación Ambiental Salado de los Loros fue presentada al Comité Interinstitucional como un grupo comunitario capacitado para participar en la Expedición y, en acuerdo entre los participantes del Comité, se eligió a Altos del Tigre y Salado de los Loros como zonas objeto de las exploraciones científicas.

Los representantes, delegados y presidentes de las juntas de acción comunal de las 15 veredas de Villagarzón que integran la Asociación Ambiental Salado de los Loros– convocados por autoridades locales– representantes del Instituto Humboldt, Colciencias, la Alcaldía de Villagarzón, Corpoamazonia y el ITP socializaron el 6 de mayo los alcances y limitaciones de esta iniciativa.

En dicha reunión se resolvieron las inquietudes de los asistentes relacionadas con los objetivos de la Expedición, entre ellos importancia, temas centrales, desarrollo, resultados, cronograma de trabajo y equipo humano de la investigación, así como los beneficios para las comunidades y su forma de participación en la misma. Las comunidades dieron su consentimiento a la Expedición Putumayo BIO para realizar las investigaciones en sus áreas de influencia.

En este mismo mes, un derecho de petición interpuesto por la Asociación de Cabildos Indígenas del Putumayo (Villagarzón) denuncia una supuesta intención de Expediciones BIO para hacer bioprospección, es decir, la búsqueda de compuestos derivados de plantas, animales, hongos y organismos microscópicos con propiedades útiles en la industria y la medicina.

Al respecto, el convenio de cooperación firmado entre el Humboldt y Colciencias es claro en su objetivo de “aunar esfuerzos para caracterizar la biodiversidad en áreas de interés científico y con baja información biológica, para el fortalecimiento de colecciones científicas y la generación de información genética de la biodiversidad colombiana, en el marco del programa Colombia BIO”, por lo cual esta Expedición no tiene los alcances ni el interés en lo que lo que la Asociación de Cabildos afirma.

Sumado a lo anterior, Sorrel Parisa, gobernadora del Putumayo, Yaneth Giha, directora de Colciencias, y Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt, firmaron una declaración que corrobora la intención de elaborar un inventario de biodiversidad con fines científicos exclusivamente, para conocer e identificar la composición y estructura de plantas, hongos y fauna.

De la misma manera, este documento confirma la participación de expertos regionales y actores locales conocedores del área y los grupos biológicos, la publicación de los datos de las especies halladas y sus características a través de la plataforma digital del Sistema de Información sobre Biodiversidad (SiB Colombia) y el no envío de muestras o tejidos colectados al extranjero.

Por todo lo anterior, el Instituto Humboldt y Colciencias estudiarán una respuesta al derecho de petición para ser presentada al pueblo Inga de Villa Garzón, de acuerdo con la normatividad del país y las posibilidades establecidas en el convenio entre ambas instituciones.

Finalmente, deciden posponer la Expedición en Putumayo por tiempo indefinido hasta tanto estén asegurados los componentes sociales y políticos en dicho territorio. Mientras tanto, el convenio continuará desarrollándose en otras áreas del país con interés para la conservación de la biodiversidad, la generación de conocimiento científico y el fortalecimiento de nuevas identidades, basadas en la diversidad biológica, en territorios de postconflicto.

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