“Perder un solo cóndor de los Andes es una tragedia ambiental”: Instituto Humboldt
El cóndor de los Andes cumple importantes funciones en la naturaleza. Foto: cortesía Fernando Castro.
• Dos cóndores de los Andes fueron hallados muertos ayer cerca del páramo Almorzadero en Santander, una pérdida que al parecer fue por envenenamiento.
• El primer censo nacional de esta ave insignia de Colombia, realizado en febrero de este año, arrojó la presencia de 63 cóndores en varios puntos del país, una cifra bastante inferior a lo que se esperaba.
• Según el segundo volumen del Libro Rojo de las Aves de Colombia, publicado en 2017, se estiman 100 a 150 individuos en vida silvestre en el país.
• El Instituto Humboldt rechaza cualquier atentado o agresión contra la fauna silvestre nacional, en especial de una especie insignia e importante como el cóndor de los Andes, catalogada En Peligro Crítico de extinción.
La biodiversidad colombiana está de luto. Ayer, en horas de la mañana, dos cóndores de los Andes, una especie exclusiva de Sudamérica, fueron encontrados sin vida en zonas rurales del municipio de Cerrito en Santander, cerca al páramo Almorzadero.
Un cóndor macho adulto fue hallado en la vereda Platera Baja, y una hembra en la vereda Tinaja en el sector de Siote. Según informó la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) hay una alta probabilidad de que hayan muerto a causa de envenenamiento. Los cuerpos de estas aves fueron trasladados a Medellín donde se les practicarán los exámenes pertinentes para determinar la causa de su muerte.
“Por años, esta especie ha estado amenazada por un conflicto humano con la fauna que ha sido difícil de resolver, y que está llevando a su extinción pese a los esfuerzos que se han hecho de repoblamiento”, aseguró la CAS en un comunicado de prensa.
El primer censo del cóndor de los Andes, realizado en febrero de este año, reportó 63 de estas aves en varios puntos del país. Foto: cortesía Fernando Castro.
El Instituto Humboldt, como entidad encargada de investigar y estudiar la biodiversidad colombiana, lamenta la muerte de estas aves emblemáticas del país.
“Estamos perdiendo una de las especies de aves más reconocidas del territorio nacional. En Colombia, el cóndor de los Andes (Vultur gryphus) está considerado como una especie En Peligro Crítico de extinción, situación que se agrava mucho más con hechos como los registrados en Santander”, dijo Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt.
Este hecho se suma a los preocupantes resultados del primer censo del cóndor de los Andes, que reportó tan solo 63 cóndores avistados. El censo, realizado en febrero de este año y liderado por la Fundación Neotropical en colaboración con diversas organizaciones e investigadores, desplegó un esfuerzo sin precedentes para buscar estas enormes aves en 84 localidades del país.
“Aunque es un resultado parcial, este número es inferior al estimado previo al censo. Si consideramos las proyecciones del Libro Rojo de las Aves de Colombia, que estima entre 100 a 150 individuos en estado silvestre, la pérdida de estas dos aves representaría casi el 2% de la población colombiana quizás más, una verdadera tragedia ambiental”, enfatizó el director del Humboldt.
El cóndor de los Andes es el único representante de la fauna colombiana que hace parte de un símbolo patrio. Foto: cortesía Fernando Castro.
Por su parte, David Ocampo, ornitólogo y curador de la colección de aves del Instituto Humboldt, mencionó que esta especie de la familia Cathartidae, a la cual también pertenecen los chulos, gualas y gallinazos, cumple importantes funciones en la naturaleza a través de su dieta basada en carroña.
“En el caso de especies tan grandes como el cóndor, se asume que los tamaños poblacionales son pequeños y los requerimientos de territorio y alimentación son gigantescos. Para contrarrestar esto, estos animales son muy longevos para reproducirse y mantener las poblaciones. Por eso, cuando se pierde un solo individuo el impacto es gigante en la población”.
Ocampo añade que cuando se impacta la biodiversidad en términos de poblaciones saludables de una especie, también se pierden importantes funciones y servicios ecosistémicos que proporcionan. “Es fundamental documentar el estado poblacional del cóndor en Colombia y los aspectos de su historia natural, lo que requerirá avanzar en esfuerzos de monitoreo, conservación y educación involucrando a las comunidades rurales que tienen contacto directo con la especie en su día a día”.
De acuerdo con Juan Sebastián Restrepo-Cardona, ornitólogo y consultor para National Audubon Society, los cóndores cumplen un papel fundamental en los ecosistemas al reducir la probabilidad de dispersión de enfermedades que pueden afectar la salud pública. “También tienen una gran importancia socio-cultural ya que hacen parte de la cosmovisión de diferentes culturas a lo largo de los Andes”.
Restrepo-Cardona precisó que, en Colombia la mayoría de los casos de cóndores que fueron envenenados o recibieron disparos en años recientes ocurrieron en Santander, “por lo cual es necesario incrementar los esfuerzos para la conservación de la especie en ese departamento, principalmente para prevenir y mitigar el conflicto humano-cóndor. Con la Fundación Neotropical y la Fundación Cóndor Andino Ecuador, estamos cuantificando las amenazas del cóndor de los Andes en el norte de Suramérica”.
El páramo Almorzadero, ubicado en Santander, es uno de los ecosistemas donde más hace presencia el cóndor de los Andes. Foto: cortesía Fernando Castro.
El cóndor andino es además una especie ‘objetivo’ para cientos de avituristas que visitan y recorren el país en busca de esta increíble ave. De acuerdo con un estudio de Conservation Strategy Fund y Audubon de 2016, se calcula que el aviturismo podría generar hasta 8 500 empleos en zonas rurales en Colombia.
El Instituto Humboldt hace un llamado a la ciudadanía de las áreas rurales para conservar este representante de la avifauna colombiana y símbolo patrio. “Si continuamos con esta práctica nefasta de ataques contra el cóndor de los Andes, la única parte donde apreciaremos su belleza será el Escudo nacional. Debemos unirnos como sociedad para evitar que eso suceda” enfatizó García.
Información de contexto: Acorralado por el hombre
El cóndor de los Andes es un ave única de Sudamérica que se distribuye a lo largo de la cordillera de los Andes, desde el sur de Chile y Argentina hasta el occidente de Venezuela. Aunque habita en zonas desde el nivel del mar hasta las nieves perpetuas, prefiere los sitios entre los 1800 y 5200 metros de elevación.
Según el Libro Rojo de las Aves de Colombia, volumen II, documento editado por la Universidad Javeriana y el Instituto Humboldt, su distribución en Colombia es discontinua y se puede observar en los nevados, páramos, zonas secas, bosques altoandinos, potreros y mosaicos de hábitats naturales e intervenidos.
“Aunque sobrevuela una gran diversidad de hábitats, el cóndor de los Andes presenta una baja tolerancia a la transformación del paisaje por sus requerimientos de vuelo, alimento y reproducción. Debido a su gran tamaño, depende de corrientes de viento ascendentes para poder planear”, cita el libro.
El hombre es el protagonista indiscutible de la cercanía a la extinción de esta ave que puede alcanzar una longevidad de hasta 75 años en cautiverio. Entre sus principales amenazas están el deterioro y transformación de sus hábitats como consecuencia de los asentamientos humanos y la expansión de la frontera agropecuaria hacia los bosques andinos y páramos.
A esto, según el Libro Rojo, se suma la cacería por parte de los campesinos, ya que consideran equivocadamente al cóndor como una amenaza para el ganado. “Indirectamente, los cóndores mueren al consumir restos de animales envenenados que se usan para controlar depredadores del ganado, como zorros, pumas y perros”.
El Libro Rojo de las Aves de Colombia también revela que estas aves mueren al consumir animales que fueron atacados por los cazadores, ya que consumen restos que quedan contaminados con el plomo de las balas. “Otra fuente de mortalidad, principalmente en los juveniles, es la colisión con estructuras como líneas de transmisión eléctrica y torres de comunicación”.
Sus amenazas también llegan al ámbito cultural. En algunas partes del país los cazan por la creencia de que su cuerpo tiene propiedades curativas, “lo que ha conducido a la captura de individuos. Pero actualmente no hay información que indique que en Colombia todavía se lleva a cabo este tipo de actividad”, afirma la publicación de la Javeriana y el Humboldt.
En el inicio de la década de los 80 la población de cóndor andino en Colombia había quedado restringida al nororiente, en sitios de la Sierra Nevada de Santa Marta, Serranía de Perijá y el páramo de Cáchira. Sin embargo, a partir del 2000, y de la mano de programas de reintroducción, se han evidenciado registros de la especie en nuevas localidades, en donde la especie había estado ausente por lo menos durante 10 años”, afirma el libro.
La carrera contrarreloj de tres especies de caimanes en Colombia
El caimán llanero (Crocodylus
intermedius) está catalogado como una
especie En Peligro Crítico de extinción. Foto: Mónica Morales
(Instituto Humboldt).
•
El
caimán llanero (Crocodylus intermedius), el caimán aguja (Crocodylus
acutus) y el caimán negro (Melanosuchus niger) están en alguna
categoría de amenaza en el territorio nacional.
•
La comercialización ilegal de sus pieles durante la
primera mitad del siglo XX, el tráfico de fauna silvestre, la pérdida y
contaminación de los ecosistemas, el calentamiento global y las malas
prácticas de pesca los tienen cada vez más cerca de la extinción.
•
El Instituto Humboldt, basado en varias publicaciones como el Libro
Rojo de los Reptiles, presenta la historia de estos tres representantes
de la biodiversidad colombiana, especies fundamentales para el
funcionamiento de los recursos naturales y fuente de alimento de las
comunidades indígenas y rurales.
Todo indica que aparecieron hace más de 240 millones de años. Son tan
antiguos como los dinosaurios, pero con el paso del tiempo los que no
se extinguieron fueron evolucionando sus formas, tamaños, aspectos y
comportamientos. Algunos pasaron de gobernar los mares y alimentarse de
plantas hasta convertirse en depredadores terrestres y semiacuáticos.
Se trata de los cocodrilos, reptiles que tuvieron origen en África y
arribaron al continente americano a través del océano Atlántico en el
Eoceno Medio. En la actualidad existen 23 especies reconocidas de estos
vertebrados de cuerpo robusto, mirada penetrante, excelentes nadadores
y con una piel gruesa y cubierta por escamas.
Con un total de seis especies, Colombia y Brasil son los países con
mayor riqueza de cocodrilos en el mundo, una cifra que incluye cuatro
de los ocho géneros y dos de las tres familias que constituyen el orden
Crocodylia. En el territorio nacional, la Formación La Venta, ubicada
en el desierto de la Tatacoa (Huila), fue uno de los sitios que más
ayudó a comprender la evolución de estos vertebrados en Sudamérica.
La cuenca del Orinoco es el único sitio
en el planeta donde habita el caimán llanero (Crocodylus intermedius).
Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
Según ‘Biología y conservación de los Crocodylia
en Colombia’, libro publicado por el Instituto Humboldt en
2013, la riqueza de crocodílidos en La Venta no tiene comparación en el
marco del Cenozoico sudamericano.
“La abundancia y excelente estado de conservación de los vertebrados
fósiles está asociada a la tasa de acumulación de sedimentos volcánicos
en el piedemonte de la cordillera Central, y a paisajes con presencia
de sabanas y selvas cálidas y de galería”.
Carlos A. Lasso, investigador senior del Humboldt y uno de los autores
del documento, asegura que en Colombia la familia Crocodylidae está
representada por un género y dos especies: el caimán aguja (Crocodylus
acutus) y el caimán llanero (Crocodylus
intermedius). “El primero se
encuentra distribuido en las cuencas Caribe, Magdalena y Pacífico, y el
segundo es endémico de la cuenca del Orinoco”.
Por su parte, cuatro especies de tres géneros de cocodrilos de la
familia Alligatoridae habitan en el territorio nacional: el caimán
negro (Melanosuchus niger),
cachirre o babilla (Paleosuchus
trigonatus), cachirre morichalero (Paleosuchus palpebrosus) y babilla
(Caiman crocodilus).
Colombia cuenta con tres subespecies de babillas: Caiman crocodilus
fuscus en las cuencas del Caribe, Magdalena y Pacífico; Caiman
crocodilus apaporiensis en la cuenca del río Apaporis; y Caiman
crocodilus crocodilus en Amazonas y Orinoco.
Los cocodrilos tienen el papel de
depredadores topes en el control de las poblaciones de las especies
presas. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).
“Las cuencas del Amazonas y Orinoco son las de mayor riqueza en el
país, ya que en cada una habitan cuatro especies de cocodrilos o
crocodílidos. Entre tanto, las del Caribe, Magdalena y Pacífico
registran dos especies”, precisó Mónica Morales Betancourt,
investigadora del Humboldt y autora del documento sobre cocodrilos.
Estos reptiles son fundamentales en el funcionamiento de los
ecosistemas por su papel como depredadores topes en el control de las
poblaciones de las especies presas. “En Bolivia y Brasil, la
desaparición del caimán negro arrojó el incremento de especies
herbívoras como el capibara (chigüiro) y otros roedores pequeños”, dice
esta publicación que hace parte de la Serie de Recursos Hidrobiológicos
y Pesqueros de Colombia.
También cumplen un papel primordial en el ciclo de nutrientes. Según
Morales, los restos de alimento que dejan estos reptiles se incorporan
al medio acuático y fomentan el desarrollo de algas y otras plantas que
soportan toda la cadena trófica. “Su disminución poblacional trae como
consecuencia una pérdida de nutrientes y por ende una baja en la
productividad pesquera”.
Los humanos que habitan en la manigua también dependen de estos
animales antiguos, ya que son fuente de alimento para muchas
comunidades rurales e indígenas en áreas remotas. “Hacen parte de la
dieta de las poblaciones que no tienen más recursos para alimentarse”,
manifestó la investigadora.
Curtidos de amenazas
De las seis especies de crocodílidos o cocodrilos que engalanan
Colombia, tres mermaron alarmante sus poblaciones durante la primera
mitad del siglo XX debido al desmedido comercio de pieles a nivel
mundial.
El caimán negro (Melanosuchus niger),
el caimán llanero (Crocodylus
intermedius) y el caimán aguja (Crocodylus
acutus) llegaron a un grado preocupante de disminución e incluso
desaparecieron en algunas zonas.
Colombia y Brasil son los países con
mayor riqueza de cocodrilos en el mundo, con un total de seis especies.
Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
“Por su gran tamaño y las características de su piel, estas especies
eran las que tenían mayor valor comercial y por lo tanto las de mayor
demanda. Son reptiles en alto peligro por tener poblaciones pequeñas
menores de 250 individuos maduros, una disminución que continúa”, dijo
Morales.
Aunque la cacería de estos cocodrilos disminuyó bastante en toda
Sudamérica, hoy en día siguen amenazados de una forma indirecta por
actividades como las malas prácticas de pesca, la reducción y
degradación de los hábitats, el tráfico de fauna silvestre, el
calentamiento global, entre otras.
Colombia ha desarrollado diferentes estrategias para proteger a estos
reptiles, como normativas, convenios internacionales, planes o
programas de conservación y creación de áreas protegidas.
Tres especies de caimanes en Colombia
están cada vez más cerca de la extinción. Una de ellas es este caimán
negro. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).
El Instituto Humboldt, entidad encargada de estudiar la biodiversidad
nacional, revela los principales aspectos, características e historia
de vida de estos tres caimanes emblemáticos amenazados, información que
hace parte de insumos como el Libro
Rojo de los Reptiles y Biología y conservación de los Crocodylia en
Colombia.
“Muchos ciudadanos aún desconocen la riqueza extrema que alberga
nuestro país. El primer paso para conservar los tesoros naturales de
Colombia, catalogado como el territorio más biodiverso del planeta, es
conocer los representantes de la flora y fauna silvestre”, informó
Hernando García Martínez, director del Humboldt.
1. Caimán llanero:
En Peligro Crítico
A inicios del siglo XX, el caimán llanero (Crocodylus intermedius), un reptil
endémico de Colombia y Venezuela, fue llevado a sus niveles más bajos
de densidad a causa de la cacería indiscriminada debido al rentable
negocio de exportación de pieles a nivel mundial entre 1929 y 1950.
En esa época de bonanza y matanza, según entrevistas realizadas por
Federico Medem, se extrajeron cerca de 254 000 pieles de esta especie
en los sistemas fluviales de Colombia, como Arauca, Capanaparo,
Cinaruco, Meta, Casanare, Vichada, Guayabero-Guaviare y Ariari.
Caimán llanero encontrado muerto en el
río Guayabero. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).
Antes de los años 30, el caimán llanero abundaba en los ríos Arauca,
Casanare y Meta, una riqueza que fue mermando con el paso del tiempo.
Un censo realizado por Medem entre 1974 y 1975 estimó 780 individuos en
la Orinoquia colombiana, pero la especie ya había desaparecido casi por
completo en los ríos Casanare y Meta.
Un segundo censo entre 1994 y 1996 detectó muy pocos individuos en las
playas de anidación. “Otros trabajos no han evidenciado tendencia
alguna al aumento de la población, razón por la cual este caimán desde
julio de 1997 está en la categoría nacional y mundial de En Peligro
Crítico de extinción”, revela el Libro Rojo de los Reptiles de Colombia.
El caimán llanero, también conocido como cocodrilo del Orinoco, es una
de las especies de crocodílidos más grandes, con tamaños que en los
machos alcanzan los siete metros de largo. Tiene un hocico alargado y
delgado y un cuerpo con coloraciones grises, amarillas y verdes oscuras
en edad adulta.
Crocodylus
intermedius, una especie endémica del Orinoco, es el caimán más
crítico en Colombia. Foto: Jhon Barros (Instituto Humboldt).
Antes de la cacería masiva, habitaba en los cursos de agua de las
tierras bajas de la cuenca del Orinoco, con mayor abundancia en los
grandes ríos y caños. Es una especie carnívora que caza a sus presas
mediante una estrategia de espera o cacería al acecho, especialmente
dentro del agua.
“En Colombia se ha observado que se alimenta de vertebrados, entre los
que se encuentran tortugas, aves, mamíferos, peces de cuero como los
bagres y ocasionalmente consume carroña. También puede cazar animales
domésticos como cerdos, perros y becerros pequeños que se acercan a las
orillas de los ríos”, apuntó Morales, una de las autoras del libro rojo.
Las hembras pueden establecer sus nidos en el mismo lugar durante
varios años. Durante las noches de la estación seca, cavan un agujero
de aproximadamente 50 centímetros donde ponen hasta 70 huevos y luego
los tapan compactando la superficie.
El caimán llanero ha sido fuertemente impactado por los cazadores para
comercializar de manera ilegal su piel. Foto: Mónica Morales (Instituto
Humboldt).
Aunque la cacería masiva ya
desapareció de sus dominios, los pocos caimanes llaneros que sobreviven
se ven amenazados al quedar atrapados en las mallas de pesca o cuando
son atacados directamente por los habitantes ribereños, quienes ven en
ellos una amenaza ante el posible ataque a sus animales o a personas.
“También se ven afectados por la degradación o destrucción de su
hábitat, el aumento de la intervención antrópica en sus hábitats, la
recolección de huevos para consumo local y venta de crías para tenencia
como mascotas”, indica el libro Biología y conservación de los
Crocodylia en Colombia.
Según Lasso y Morales, el caimán llanero sigue en la categoría de En
Peligro Crítico porque sus poblaciones no han mostrado señal de
recuperación. “Están severamente reducidas y fragmentadas y se estima
que hay menos de 250 individuos maduros en Colombia en el medio
natural. Por otra parte, las amenazas a la especie no han cesado”.
Antes de los años 30, el caimán llanero
abundaba en los ríos Arauca, Casanare y Meta. Foto: Mónica Morales
(Instituto Humboldt).
2. Caimán aguja: En
Peligro
Crocodylus acutus, más
conocido como caimán aguja o del Magdalena, se distribuye tanto en el
territorio costero continental como insular de 20 países del continente
americano, desde el sur de los Estados Unidos hasta Perú.
En Colombia habita en las cuencas del Caribe, Magdalena y Pacífico, en
ecosistemas como la desembocadura de los grandes ríos en las zonas
costeras, manglares, lagunas costeras de agua dulce y salada, jagüeyes
y ciénagas.
Es uno de los cocodrilos de mayor talla en el Neotrópico. Los machos
adultos pueden llegar hasta los siete metros de largo y las crías miden
alrededor de 25 centímetros. Este caimán tiene un hocico corto y
puntiagudo y una verruga lisa en punta al frente de cada ojo.
“Cuentan con membranas entre los dedos de las manos y un par de quillas
o filos sobre el dorso del cuerpo, que se prolongan hacia la cola entre
las crestas laterales sin fusionarse en la línea media. Los adultos
tienen un color verde-grisáceo, verde oliva o café grisáceo con franjas
oscuras sobre el dorso y la cola”, cita el libro Biología y
conservación del Humboldt.
Crocodylus
acutus, más conocido como caimán aguja o del Magdalena, habita
en las cuencas del Caribe, Magdalena y Pacífico de Colombia. Foto:
Mónica Morales (Instituto Humboldt).
Algunos de estos caimanes deambulan por el mar cerca de las costas y
penetran por la noche de manera rutinaria en las bahías en busca de
alimento. Sin embargo, en Colombia se ha registrado su presencia en
aguas interiores alejadas del mar, como en los ríos Bogotá y Magdalena.
“El caimán aguja suele excavar grandes madrigueras y socavones en los
bancos de los ríos con entradas sumergidas muy cerca de la zona de
anidamiento. Los neonatos prefieren áreas protegidas, como raíces de
manglar o cuerpos de agua someros”, dice la publicación.
Los neonatos y juveniles se alimentan de insectos acuáticos, cangrejos,
peces pequeños y anfibios, mientras que los adultos tienen una dieta
basada en moluscos, crustáceos, peces más grandes, tortugas, iguanas,
otros caimanes, aves y mamíferos.
El periodo de puesta de huevos en Colombia se extiende durante los
meses secos (entre enero y abril). Según Morales, las hembras recorren
la zona de anidación antes del desove, tiempo en el que remueven el
suelo y hacen excavaciones hasta que escogen el mejor lugar.
“Los huevos tienen cáscara dura y son de color blanco y rugosos. Cada
hembra pone en promedio entre 20 y 80 huevos por nidada y la
determinación sexual depende de la temperatura. La humedad,
inundaciones y animales como la iguana afectan sus huevos”.
El mayor verdugo del caimán aguja es el deterioro del hábitat, tanto
así que en algunas zonas de Colombia ha desaparecido totalmente. La
deforestación, vertimientos humanos e industriales, contaminantes y el
cambio del uso del suelo, los agobian cada día más.
Bancas artificiales para postura del
caimán aguja en la bahía de Cispatá. Foto: Mónica Morales (Instituto
Humboldt).
Sin embargo, también se ve afectado por la caza y recolección de
huevos, el desarrollo turístico en áreas costeras y los ataques de los
seres humanos. “Algunos subproductos son utilizados en la medicina
tradicional como la grasa y los huesos, y su piel es de alto valor
comercial en la industria peletera debido a la irregularidad de su
escamaje”, precisa Morales.
La captura incidental con artes de pesca, como redes o mallas de
ahorque en el Caribe colombiano, representan otra amenaza. Según el
Libro Rojo, en algunas zonas estos caimanes son objeto de caza de
retaliación bajo el argumento de que se alimentan del ganado de las
comunidades.
“En el Magdalena medio se han observado grupos de pescadores que
realizan faenas de caza del caimán aguja porque los consideran una
amenaza, no solo para el ganado sino para las personas que hacen uso
del río”.
El caimán aguja estaba catalogado como una especie En Peligro Crítico
de extinción. Sin embargo, gracias a algunas medidas de conservación y
al descubrimiento de nuevas poblaciones, bajó a la categoría de En
Peligro.
“No obstante, las poblaciones siguen estando reducidas y fragmentadas
con una reducción de su hábitat mayor al 50 por ciento. Estas amenazas,
junto con la caza, no han cesado o mitigado, ni está proyectado a que
esto ocurra”, anotan Lasso y Morales.
3. Caimán negro:
Vulnerable
Habita en aguas tranquilas del cauce principal de los ríos y en lagos,
bosques inundados y pantanos poco profundos de Bolivia, Brasil,
Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa y Perú.
En Colombia, el caimán negro (Melanosuchus
niger) hace presencia en varias zonas hidrográficas de los
departamentos del Amazonas, Putumayo y Vaupés, donde se camufla entre
la vegetación por los tonos negros, amarillos y cafés oscuros de su
cuerpo.
El caimán negro (Melanosuchus niger) habita en
varias zonas hidrográficas de los departamentos del Amazonas, Putumayo
y Vaupés. Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).
“Es un predador generalista y oportunista. Su dieta incluye a
invertebrados para alimento de las crías, y vertebrados cuando son
subadultos y adultos. Las hembras ponen hasta 50 huevos en época de
aguas bajas, preferiblemente en zonas donde no llegue directamente la
luz del sol, es decir en bosques inundados o vegetación flotante”, dice
el Libro Rojo de los Reptiles.
Cría de un caimán negro en Colombia.
Foto: Mónica Morales (Instituto Humboldt).
Es uno de los reptiles más amenazados por la caza para consumo y uso de
subproductos con fines medicinales y ornamentales. En 1971, científicos
evidenciaron que la especie había casi desaparecido del territorio
colombiano y que sus últimos reservorios estaban localizados en la
laguna La Paya (Putumayo) y en lago Tarapoto (Amazonas).
En los últimos años ha sido capturado para usarlo como carnada para
pescar la mota en el Trapecio Amazónico y en el medio río Putumayo. “Se
ha documentado el tráfico ilegal de caimán negro en algunas zonas de la
Amazonia, donde se comercializa su carne como pescado seco. Tiene una
gran importancia cultural en la cosmovisión de las comunidades
indígenas”, indica el Libro Rojo.
Pareja de caimán negro en cautiverio.
Esta especie es Vulnerable a la extinción en Colombia.
Según Lasso y Morales, el caimán negro estaba categorizado como una
especie En Peligro de extinción. “Sin embargo, fue recategorizada como
Vulnerable dado que hay indicios de recuperación poblacional en algunas
localidades. No obstante, el tamaño de la población es aún reducido y
el número de individuos maduros en cada subpoblación no supera los 1
000”.
En el Trapecio Amazónico y la parte media del río Putumayo, en Puerto
Leguízamo, el aprovechamiento de subsistencia de la especie en
poblaciones muy reducidas o inestables causa un fuerte impacto.
“La utilización de nuevas y variadas artes de pesca como espineles,
mallas y trampas para capturar el pirarucú, ha aumentado la captura
incidental de estos reptiles. En el Trapecio Amazónico, la caza del
caimán negro para usarlo como carnada puede estar generando una fuerte
presión sobre la población, al igual que los ataques de seres humanos”,
puntualizan los investigadores en el Libro Rojo.
El Libro rojo de reptiles de Colombia (2015) es una iniciativa que se llevó a cabo con el aval del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Fue liderado por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt y la Universidad de Antioquia,con el apoyo técnico de la UICN. Se contó con la participación de más de 50 investigadores y 30 instituciones de índole nacional e internacional.
Colombia es el cuarto país más diverso en reptiles a nivel mundial. Para actualizar la evaluación del riesgo de extinción de los reptiles en nuestro país, se aplicaron los criterios de categorización UICN a 510 especies y dos subespecies de reptiles, incluyendo tortugas (32 sp. y dos subespecies), crocodílidos (6 sp.), lagartos (211 sp.) y serpientes (261 sp.), de las cuales el 10% (50 sp.) se listaron bajo alguna categoría de amenaza: 11 en peligro crítico, 16 en peligro y 17 vulnerables. Las tortugas y los lagartos fueron los grupos con el mayor número de especies amenazadas. Sin embargo, los más afectados –porcentaje de especies amenazadas sobre el total de especies para el grupo- fueron los crocodílidos con el 50% de especies amenazadas, seguidos de las tortugas con el 37%. Las amenazas a este importante grupo biológico aún persisten y el panorama es poco alentador, por lo que se requieren medidas urgentes para garantizar su conservación.