Instituto de Investigación de Recursos Biológicos
Alexander von Humboldt

Investigación en biodiversidad y servicios ecosistémicos para la toma de decisiones

conexion vital

Administrar Bioseguridad (Columna de Brigitte Baptiste)

Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt
15/10/2015

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En una reunión internacional reciente, el representante de Australia comentó cómo los ministros de agricultura de su país experimentaban una gran sorpresa el primer día de trabajo al encontrar que su tarea no tenía nada que ver con construir política productiva, sino ocuparse fundamentalmente en temas de bioseguridad: garantizar tanto las condiciones de sanidad de granjas y cultivos como la de los encadenamientos económicos dependientes para la producción industrial de alimentos, cada vez más amenazados por la globalización de enfermedades y los riesgos de aparición de nuevas plagas y pestes.

El comercio abierto, que actúa de manera equiparable al cambio climático, ya disparó la reconfiguración biológica del planeta, permitiendo que en las costas del Mar Negro se pueda pasar de producir solo avellanas a varias decenas de productos, aunque ello conlleve gran deforestación y tal vez que las acciones de una conocida marca de crema de chocolate cambien. Miles de especies se moverán (muchas se extinguirán), construyendo nuevas comunidades vivas en un espacio de tiempo evolutivamente muy corto, lo que implicará un ajuste intenso de sus relaciones de convivencia. En general, virus, hongos y bacterias prevalecerán hasta que el planeta adquiera un nuevo nivel de estabilidad inmunológica, lo que puede nunca llegar en el Antropoceno. Entretanto transferimos y liberamos cultivares con genes de otras especies, para protegerlas (los del maíz ya contaminaron las variedades colombianas), y atiborramos a vacas, cerdos y pollos de antibióticos, generando con ello una gran vulnerabilidad.

Los productores optan por traer ratones para espantar los elefantes, el típico caso de las Galápagos y sus gatos y cabras ferales, o de Australia con sus conejos, camellos y mixomatosis, una debacle para sus praderas ovinas. Pronto se hablará de liberación de nanobots para que desarrollen tareas biológicas y servicios ecosistémicos, algo que podría ser muy útil para limpiar el mercurio de los sedimentos de nuestros ríos y ciénagas, siempre y cuando no se coman el hígado de los pescadores.

Colombia ha introducido, con la mejor de las voluntades, numerosas especies que devoran hoy su naturaleza mágica y causan inmensos costos en áreas económicamente perdidas para la producción de comida. Almejas y algas que ocluyen cañerías, ductos y canales en sistemas de ventilación o refrigeración, riego o alcantarillado, se suman a las millones de antiguas ratas convertidas en ciudadanas, aunque tal vez ahora si tengan un enemigo poderoso en el pez basa que algunos insisten en traer. La idea de que las invasiones causadas por la liberación de truchas y tilapias al medio natural ya se estabilizaron es ingenua: apenas vamos por el primer ciclo de colapso de nuestros ríos y represas. Al menos se comen, dicen los optimistas.

La ruptura de las fronteras biológicas planetarias empezó con la invasión de humanos hace unos 20 milenios en América y continuó con el libre y tradicional flujo de semillas entre comunidades hace 6 u 8, que tal vez fue suficientemente pausada como para generar cierta adaptabilidad. Hoy, acelerada a ritmos epidémicos, genera crisis y oportunidades, por supuesto, pero a velocidad de siglo XXI. Por eso hay que resolver rapidito el problema de los subsidios populistas para invertir en el tratamiento de los riesgos ambientales, prevenir mayor vulnerabilidad y definir esquemas de responsabilidad y seguranza. Y eso, apenas para comprar tiempo.

Editorial de Brigitte Baptiste para la República: http://www.larepublica.co/administrar-bioseguridad_311641

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Frankenstein y Bocachico (Columna de Brigitte Baptiste)

Brigitte Baptiste, directora del Instituto Humboldt
09/17/2015

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El lago Leman es el corazón hidrográfico de los Alpes y punto de convergencia de las culturas latina y germana, las cuales, tras centenares de años de disputas acordaron configurar hace 200 la moderna Confederación Helvética, con 26 repúblicas o cantones (1815). En Suiza la noción de democracia se practica con tal respeto y disciplina que las grandes decisiones nacionales, como la construcción de autopistas o infraestructura no se completan si sus habitantes no las aceptan a escala local, ya sea porque van contra su estilo de vida y costumbres o porque consideran que no hay compensación que amerite sacrificar su bienestar. El gobierno federal solo puede esperar a que cambien de opinión; no puede aplastar las minorías donde la búsqueda del bien común es consensual, no dictatorial, como algunos pretenden en Colombia.

El lago también es la patria chica del Dr. Victor Frankenstein, padre de la criatura ensamblada con trozos de difuntos y el cerebro de un criminal que, al despertar, es incapaz de reconocerse y en su angustia destruye a su creador. Mary Shelley (1791-1851), autora de la famosa novela epistolar y sus compañeros Lord Byron y J. Polidori (autor de “El Vampiro”), vivieron una temporada en un gran caserón ubicado en sus orillas, donde seguramente acogieron largas conversaciones sobre el advenimiento de la civilización industrial y el futuro de la humanidad. La promesa del renacimiento prometeico preocupaba.

Recientemente, investigadores de la U. de Lausanne descubrieron en los sedimentos acumulados del mismo lago, a más de 60 m de profundidad, una gran acumulación de metales y junto con ella, millones de endosporas bacterianas inmovilizadas por moléculas tóxicas de cobre, mercurio, cadmio y cromo, en una especie de gel del cual se espera no despierten nunca. Suponen los científicos que tanto los metales como las bacterias se encontraron en las plantas de tratamiento de aguas residuales de las ciudades ribereñas, dentro de las cuales se combinaron residuos industriales con las heces de sus habitantes, propiciando un proceso de selección genética extrema de microorganismos intestinales. Esta situación se repite hoy en la mayoría de alcantarillados, creando ambientes extraterrestres a manera de territorios Frankenstein, tan interesantes como potencialmente letales: de allí probablemente se desprendan nuevos descubrimientos que tal vez nos inciten a proteger sus hábitat como reservas biológicas, sin contar con que además de metales, en estos lugares las bacterias disponen de ingentes cantidades de nuevos fármacos, estrógenos, residuos de cocaína y microplásticos como digestivo.

Si pensamos que la mayoría de humedales colombianos acumula desde hace décadas mercurio, y otros metales, haciendo que sus sedimentos, mucho más someros que los del lago suizo, estén expuestos a procesos metabólicos atizados por el calor ecuatorial, las crecientes de los ríos y el movimiento de la fauna, debemos ocuparnos. Allí los microorganismos no descansan y los metales viajan con ellos de regreso a las tripas de los bagres, las tilapias invasoras, los cangrejos, y siguen al sancocho, con consecuencias letales.

La criatura de Mary Shelley que no era intrínsecamente mala, se perdió en el horizonte del hielo alpino, buscando consuelo a su condición: representaba el drama estético de la creación, de la renovación cultural y de la innovación tecnológica. Tal vez, con el derretimiento de los glaciares y el calentamiento global la encontremos cerca, conversando con un bocachico.

Editorial de Brigitte Baptiste para la República: http://www.larepublica.co/frankenstein-y-bocachico_301976

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