Instituto de Investigación de Recursos Biológicos
Alexander von Humboldt

Investigación en biodiversidad y servicios ecosistémicos para la toma de decisiones

conexion vital

El Conocimiento en Otra Parte - Gente Humboldt

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Muy al inicio de su carrera, Carlos Tapia trabajó en un documental sobre colonización, coca y guerrilla en el Caquetá. Muchos años después y ahora como Investigador del Oficina de Asuntos Internacionales Política y Cooperación del Instituto Humboldt, aporta a la construcción de la visión de la gestión de la biodiversidad en el marco del posconflicto, dada la coyuntura nacional. Pensar en términos de país, con las complejidades que Colombia impone es clave para este sociólogo de la Universidad Nacional, quien dice que “el reto no es hacer investigación esterilizada de laboratorio, como en una cúpula de cristal, aislados, sino que hay que hacerla en esta realidad y en los alcances que tiene que tener. Buscar que sea lo más relevante y que se acomode a estas condiciones, no hay otras”.

Carlos lo dice directamente. Ha visto cómo hace unas décadas llamaban a los profesionales de las ciencias sociales cuando ya se habían tomado unas decisiones desde lo puramente biológico. Ahora hemos avanzado en reconocer que es necesario incluir visiones distintas, sin embargo, considera que trabajar en grupos interdisciplinarios sigue siendo un reto. En parte cree que esto se debe a que estamos acostumbrados a pensar en lo que llama “compartimentos disciplinares” y a enfrascarnos en ciertos modos de pensar que no permiten abarcar cosas distintas. Esto esta relacionado con la forma occidental de conocer, que se basa en acumular información, nombrar, categorizar, seguir un método, llegar a unas conclusiones y esperar la validación de los pares. ¿Qué pasa entonces con el conocimiento del pescador en Chocó que conoce su territorio? ¿Qué pasa con el niño que aprendió a nadar solo en el río? ¿Qué pasa con lo que se aprende a través de la percepción? Carlos aprendió de las comunidades negras con las que convivió muchos años que hay otras formas de conocimiento muy distintas a las nuestras y son igual de válidas. “Son unos sabios en su territorio, donde yo soy un ignorante y soy menos que ellos. Y si uno les pregunta que tanto saben, ni siquiera saben cómo explicarlo porque es como si el conocimiento estuviera instalado en otra parte”. Seguramente aprendió esto sentado en una canoa en medio de la selva, lejos de los salones de clase de la Nacional, la Javeriana o la Universidad de Georgia donde Carlos ha estudiado formalmente.

Por las rendijas que dejan los compartimentos del conocimiento occidental, es donde trabaja Carlos. Por allí mismo se ha colado su gusto por la fotografía y el cine. Hizo su tesis de pregrado sobre cine documental, fue miembro de la Revista Arcadia va al cine y ha dado clases de fotografía. “Desde el arte a veces entendemos más que desde el conocimiento científico, académico”, dice.

El culpable de marcar el destino de Carlos hacia lo ambiental fue el gran geógrafo Ernesto Guhl, quien en sus clases llevaba a sus estudiantes a distintos lugares y les transmitió una forma particular de leer el paisaje a través del respeto y la admiración por los distintos ecosistemas colombianos. Siente que el país que le mostró su profesor alemán, quien les llamaba bultos de papa por no entender el país, requiere que estemos más conectados. Tal vez por eso su trabajo consiste en tender puentes, en llamar la atención sobre las comunidades campesinas, negras, indígenas y urbanas, en hacer de bisagra entre visiones distintas y complementarias. “Cómo viven los humanos, cómo se relacionan, cómo tienen decisiones de poder. En la medida en que lo entendamos podemos intervenir de una manera más directa con acupuntura en algunos temas que son críticos. El mejor conocimiento de la biota es muy importante, pero a veces no nos da claves de qué hacer y a veces no actuamos sobre las especies ni los ecosistemas, sino sobre las decisiones que como humanos asumimos para organizarnos, para vivir, para producir, para consumir”.

Por su visión que continuamente traspasa y enlaza caminos, Carlos encuentra sintonía con el quehacer del Instituto que también se reinventa y redirecciona de acuerdo a los retos que el país impone. Le encanta su trabajo en el Instituto, como le encanta reactivar su Conexión Vital pasando tiempo con su familia y amigos, y cargándose con la energía que le da el bosque: “Me hace falta el monte sencillamente para estar ahí, para respirar, para saber que estoy vivo. Eso, muchos lo compartimos en el Instituto y eso es lo que lo hace a uno venir a trabajar acá”.