Instituto de Investigación de Recursos Biológicos
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Investigación en biodiversidad y servicios ecosistémicos para la toma de decisiones

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Bogotá necesita un respiro: ¡Vamos a los cerros orientales con el Humboldt!

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Bogotá, D.C. 05 de junio de 2018

 


Foto: Instituto Humboldt.

 

•   En el Día Mundial del Medio Ambiente (DMMA)¸ el Instituto Humboldt reanuda sus recorridos temáticos, guiados y gratuitos por senderos ubicados en predios de su sede Venado de Oro, en los Cerros Orientales bogotanos, para fomentar prácticas y estudios de fauna, flora, restauración ecológica y educación ambiental.

 

•   El recorrido es de 1,5 kilómetros, tiene una duración de dos horas, permite observar la ciudad y los cerros cubiertos por vegetación nativa y foránea; también, evidenciar el proceso de restauración ecológica que desde hace más de cuatro años se implementa en asocio con el Jardín Botánico José Celestino Mutis.

 

•   Niños desde los 7 años de edad, estudiantes escolares, universitarios, grupos de amigos familias o turistas pueden unirse a esta experiencia a través de las convocatorias publicadas en redes sociales o previa inscripción al correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..

 

Este 2018, el mundo se une a la celebración del DMMA bajo el lema Un planeta sin contaminación por plásticos, iniciativa que apoyará el Humboldt en Bogotá a través de recorridos guiados por senderos peatonales de este “pulmón verde” que aporta calidad de aire a una ciudad poblada por millares de personas que viven entre la industrialización, la congestión vehicular y la polución asociada a estos factores.

De hecho, en marzo pasado, la Secretaría de Salud emitió una alerta amarilla por altos niveles de contaminación registrados en la ciudad. El índice de calidad de aire 2,5 MP (un polvillo microscópico producto de la contaminación que al entrar a las vías respiratorias causa enfermedades considerables) alcanzó los 55 microgramos por metro cúbicos en 24 horas, cuando no puede superar los 25 µg/m³.

 

Caminar, contemplar, respirar

Los recorridos guiados del Humboldt están diseñados para interactuar con la naturaleza, desde los sentidos, transformando el espacio en un aula viva reveladora. Con algo de suerte, ojos y oídos agudos, el visitante puede toparse con alguna de las 67 especies de aves que habitan la zona, entre ellas búhos, trepatroncos, colibríes, sinsontes y águilas, o maravillarse con especies de nogales de 20 metros de alto, curubas, encenillos, papayuelas, orquídeas, uchuvas, quiches, uva camarona, eucaliptos, acacias y pinos.

Al inicio del recorrido, basta con avanzar unos metros para observar los cerros Monserrate y Guadalupe, también parte del cañón que los divide. Es justo ahí donde se derivan los llanos orientales colombianos y comienzan los relatos del pasado cuando estas colinas, abundantes en vegetación nativa, eran para los muiscas el centro del mundo y del cosmos, residencia de divinidades, cercanía al cielo, motivo de adoración y despensa de alimento y medicinas.

Las casi 14 mil hectáreas que bordean la ciudad de norte (Humedal Torca) a sur (Boquerón de Chipaque) y alturas que alcanzan los 3.575 metros sobre el nivel del mar fueron, además, insumo en la fabricación de viviendas y edificaciones de la naciente Santa Fe de Bogotá, e incluso escondite de fugitivos amantes que huyeron a las profundidades del bosque y por azar tropezaron con el oro de tribus indígenas milenarias que aún permanece oculto, como cuenta la leyenda.

Y es, precisamente, el desconocimiento de esta historia lo que inspira la propuesta de los recorridos: “a la gente se le olvidó que aquí había orquídeas y normalmente las asocia con tierras bajas; la gente olvidó que aquí había robles y cedros que eran sagrados para los indígenas y desaparecieron de nuestra historia cultural”, afirma Wilson Ramírez –coordinador del Programa Gestión Territorial de la Biodiversidad– que busca y recolecta material nativo de los cerros que, tras fortalecerse en viveros, es sembrado en lugares estratégicos para su dispersión y atracción de especies de polinizadores.

Al continuar el trayecto aparecen, como cicatrices, vestigios de una incontrolada deforestación de especies nativas que sumada a construcciones civiles, prácticas agrícolas y ganaderas no sostenibles acarrearon un desequilibrio ecológico que intentó resolverse con un plan de reforestación con especies foráneas de pino, eucaliptos, retamo o acacia negra. Lejos de solucionar los inconvenientes ecológicos, estas especies –conocidas también como invasoras por su rápido crecimiento, dispersión y producción de semillas– dejaron los suelos llenos de hojarasca y semillas de sus árboles, también áridos al drenarles el agua necesaria para su crecimiento.

Menciona Wilson que al principio “se hizo un muestreo de lo que había en flora y fauna, así como un mapeo de actores sociales de los alrededores con el fin de entender cómo se asentaron aquí y su relación con el entorno para entender la historia de degradación de este lugar. Finalmente, y entendiendo esa línea base social y ecológica, se diseñó una línea de restauración”. Más adelante, el tramo propone un ejercicio de observación del sitio para comprender que la diversidad biológica se presenta no solo en zonas desprovistas de presencia humana sino también en las ciudades. Es así como parques, jardines, humedales, flores ornamentales, perros, palomas o chulos se integran al concepto de biodiversidad urbana.

Finalmente, y en contraste con las abundantes plantaciones de especies invasoras, los visitantes se enteran del proceso de restauración ecológica que le ha devuelto vegetación nativa a los cerros: bejuco lechoso, anturio bogotano, piñuela, angelito blanco, botoncillo y té de Bogotá. También se encuentran otros árboles olvidados del antiguo bosque maduro de estas colinas como el amarillo, el pino hayuelo, el nogal, el ruache y otros géneros más veloces de hierbas, trepadoras y arbustos que a lo largo de un año florecen y producen semillas que terminarán dispersas por el terreno.

“El ciudadano no identifica los cerros como lo eran hace 100 o 200 años, sino como son hoy, poblados de grandes plantaciones de eucaliptos y pinos. La gran ventaja es que estos cerros aún contienen mucho material nativo que si lo sabes rescatar lo puedes volver a propagar”, enfatiza Wilson. Los árboles más lentos, por el contrario, tardarán por lo menos dos o tres décadas en producir la primera semilla, pero esta particularidad no desmoraliza, por el contrario, estimula para continuar con la reintroducción de especies que, a futuro, devuelvan la identidad ecológica, eleven la cifra de flora nativa del lugar a más de 300, un número que se estima es similar al de bosques endémicos bien conservados y de áreas equivalentes a la del Venado de Oro y permitan observar aves no comunes en los bosques de la ciudad como la pava andina.

En una de las ciudades más pobladas de América Latina, y a escasos kilómetros del centro y sur urbanos se imponen los Cerros Orientales, postales vivas en el paisaje capitalino que hospedan fuentes hídricas y bosques altos andinos que garantizan calidad y disposición de servicios ambientales para casi ocho millones de capitalinos, 20 especies de mamíferos, 121 de aves y 479 de plantas; tres familias de reptiles y cuatro de anfibios; además, son la conexión ecológica regional de municipios vecinos. Conservar y aumentar estos registros depende de iniciativas como las implementadas por el predio Venado de Oro, que apuestan por la revitalización de la historia natural de estos gigantes vitales que, más que brújulas de ubicación geográfica en la ciudad, cobijan vida en múltiples formas.

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Estudiantes de colegios bogotanos se unen para proteger cerros

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Bogotá, D. C., 18 de Octubre de 2016

 
IAvH 2058
 

• Instituciones educativas públicas y privadas realizan el primer encuentro de la Red de Colegios Cerros de Bogotá (RCCB) el miércoles 19 de octubre de 2016, de 8:30 a.m. a 1.00 p.m., en las instalaciones del colegio Gimnasio Femenino, ubicado en la Carrera 7 no. 128 – 40.

• Durante la jornada, los estudiantes recorrerán la reserva natural Mano de Oso y elaborarán propuestas con metas y compromisos. Además de lo anterior, se darán a conocer una serie de acuerdos para la promoción y conservación de los cerros de la ciudad.

La Red de Colegios Cerros de Bogotá (RCCB), creada desde 2015 por la Fundación Cerros de Bogotá, el colegio Gimnasio Femenino y la Organización para la Educación y Protección Ambiental (OpEPA), con el apoyo del Instituto Humboldt, integra instituciones educativas para colaborar y generar actividades y programas que beneficien a los cerros capitalinos, patrimonio cultural y ambiental de la ciudad.

La idea inicial surgió a partir de la necesidad de articular actores del borde de los cerros, dentro de los cuales las instituciones educativas, más de 75, son protagonistas pues disponen de porciones importantes de estos terrenos en sus linderos. Los estudiantes de estos colegios son potenciales gestores del cambio en el futuro de estas colinas.

OpEPA, organización que ha trabajado con colegios, estudiantes y maestros desde su fundación, trae a la RCCB un enfoque de educación que une el conocimiento académico, las experiencias vivenciales y el fomento de la empatía ambiental a través del uso de aulas al aire libre y contacto directo con la naturaleza. Dice su director ejecutivo, Luis Camargo, que “el enfoque de OpEPA es reconectar a niños y jóvenes con la Tierra para que actúen de manera ambientalmente responsable”.

Con una visión de trabajo colaborativo, los estudiantes integrantes de la RCCB son claves para articular, fortalecer, posicionar y desarrollar proyectos ambientales encaminados a la conservación, apropiación y uso sostenible de los cerros de Bogotá y de los servicios ecosistémicos que proveen.

Esta Red reconoce el rol de los niños y jóvenes como actores de cambio para la restauración y conservación de este patrimonio local, por esta razón los forma como multiplicadores de buenas prácticas y comportamientos éticos para enfrentar los desafíos ambientales y sociales por venir. Así lo confirma Diana Weisner, directora de la Fundación Cerros de Bogotá: “La Red de Colegios Cerros de Bogotá es un proyecto innovador que permite incluir a los colegios de Bogotá en la gobernanza de los cerros de la ciudad, de tal forma que los niños y niñas que hagan parte de dichas instituciones formen competencias y conocimientos para la sostenibilidad ambiental y un efectivo manejo de los recursos ecológicos”.

Hasta el momento, las actividades de la Red incluyen talleres de formación en restauración ecológica, jornadas de siembra de especies nativas junto a colegios vecinos –como la Fundación Ana Restrepo del Corral y el Instituto de Educación Distrital de Usaquén–, charlas virtuales para profesores, concursos de dibujo y la gestión para que otras instituciones afines se vinculen al proyecto. “Para noviembre próximo, y en alianza con el Gimnasio Moderno y el Colegio los Nogales, ambos de la Red, estamos organizando un encuentro teórico y práctico de educación para la sostenibilidad, dirigido a educadores, que contará con expertos nacionales e internacionales”, confirma Juana Figueroa, del Gimnasio Femenino y coordinadora de la RCCB .

Este año, además, con el apoyo de centros de investigación, universidades, instituciones distritales y organizaciones sin ánimo de lucro, la RCCB continuará su énfasis en la problemáticas de los cerros, la restauración ecológica, la apropiación y uso sostenible del territorio y sus servicios ecosistémicos, la ciencia participativa y el desarrollo de comportamientos éticos y competencias cívicas.

Sin planes, por ahora, de extenderse a otras regiones del país –pues la solicitud de instituciones educativas de la ciudad por integrarse a la RCCB aumenta–, Diana Weisner considera indispensable presentar la Red de manera formal a entidades oficiales para “que puedan apoyarla y alcance una importante repercusión en la realidad de la ciudad, dado que los ecosistemas no han sido prioridad desde hace mucho tiempo, salvo por los fallos del Consejo de Estado que ha puesto en relieve su manejo.”

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A los Cerros Orientales no les dé la espalda, recórralos con el Humboldt

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A los Cerros Orientales no les dé la espalda, recórralos con el Humboldt

Bogotá, D. C., 11 de julio de 2016

 
IAvH 2058
 

- El Instituto Humboldt realiza recorridos temáticos, guiados y gratuitos por senderos ubicados en predios de su sede Venado de Oro, en los Cerros Orientales bogotanos, para fomentar prácticas y estudios de fauna, flora, restauración ecológica y educación ambiental.

- El recorrido es de 1,5 kilómetros, tiene una duración de dos horas, permite observar la ciudad y los cerros cubiertos por vegetación nativa y foránea; también, evidenciar el proceso de restauración ecológica que desde hace dos años se implementa en asocio con el Jardín Botánico José Celestino Mutis.

- Niños desde los 7 años de edad, estudiantes escolares, universitarios, grupos de amigos familias o turistas pueden unirse a esta experiencia a través de las convocatorias publicadas en redes sociales o previa inscripción al correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Los recorridos guiados del Humboldt están diseñados para interactuar con la naturaleza, desde los sentidos, transformando el espacio en un aula viva reveladora. Con algo de suerte, ojos y oídos agudos, el visitante puede toparse con alguna de las 67 especies de aves que habitan la zona, entre ellas búhos, trepatroncos, colibríes, sinsontes y águilas, o maravillarse con especies de nogales de 20 metros de alto, curubas, encenillos, papayuelas, orquídeas, uchuvas, quiches, uva camarona, eucaliptos, acacias y pinos.

Al inicio del recorrido, basta con avanzar unos metros para observar los cerros Monserrate y Guadalupe en su inmensidad, también parte del cañón que los divide. Es justo ahí donde se derivan los llanos orientales colombianos y comienzan los relatos del pasado cuando estas colinas, abundantes en vegetación nativa, eran para los muiscas el centro del mundo y del cosmos, residencia de divinidades, cercanía al cielo, motivo de adoración y despensa de alimento y medicinas.

Las casi 14 mil hectáreas que bordean la ciudad de norte (Humedal Torca) a sur (Boquerón de Chipaque) y alturas que alcanzan los 3.575 metros sobre el nivel del mar fueron, además, insumo en la fabricación de viviendas y edificaciones de la naciente Santa Fe de Bogotá, e incluso escondite de fugitivos amantes que huyeron al espeso bosque y por azar tropezaron con el oro de tribus indígenas milenarias que aún permanece oculto, como cuenta la leyenda.

Y es, precisamente, el desconocimiento de esta historia lo que inspira la propuesta de los recorridos: “a la gente se le olvidó que aquí había orquídeas y normalmente las asocia con tierras bajas; la gente olvidó que aquí había robles y cedros que eran sagrados para los indígenas y desaparecieron de nuestra historia cultural”, afirma Wilson Ramírez –coordinador del Programa Gestión Territorial de la Biodiversidad y líder de la expediciones¬– que busca y recolecta material nativo de los cerros que, tras fortalecerse en viveros, es sembrado en lugares estratégicos para su dispersión y atracción de especies de polinizadores.

Al continuar el trayecto aparecen, como cicatrices, vestigios de una incontrolada deforestación de especies nativas que sumada a construcciones civiles, prácticas agrícolas y ganaderas no sostenibles acarrearon un desequilibrio ecológico que intentó resolverse con un plan de reforestación con especies foráneas de pino, eucaliptos, retamo o acacia negra. Lejos de solucionar los inconvenientes ecológicos, estas especies –conocidas también como invasoras por su rápido crecimiento, dispersión y producción de semillas– dejaron los suelos llenos de hojarasca y semillas de sus árboles, también áridos al drenarles el agua necesaria para su crecimiento.

Menciona Wilson que al principio “se hizo un muestreo de lo que había en flora y fauna, así como un mapeo de actores sociales de los alrededores con el fin de entender cómo se asentaron aquí y su relación con el entorno para entender la historia de degradación de este lugar. Finalmente, y entendiendo esa línea base social y ecológica, se diseñó una línea de restauración”. Más adelante, el tramo propone un ejercicio de observación del sitio para comprender que la diversidad biológica se presenta no solo en zonas desprovistas de presencia humana sino también en las ciudades. Es así como parques, jardines, humedales, flores ornamentales, perros, palomas o chulos se integran al concepto de biodiversidad urbana.

Finalmente, y en contraste con las abundantes plantaciones de especies invasoras, los visitantes se enteran del proceso de restauración ecológica que le ha devuelto vegetación nativa a los cerros: bejuco lechoso, anturio bogotano, piñuela, angelito blanco, botoncillo y té de Bogotá. También se encuentran otros árboles olvidados del antiguo bosque maduro de estas colinas como el amarillo, el pino hayuelo, el nogal, el ruache y otros géneros más veloces de hierbas, trepadoras y arbustos que a lo largo de un año florecen y producen semillas que terminarán dispersas por el terreno.

“El ciudadano no identifica los cerros como lo eran hace 100 o 200 años, sino como son hoy, poblados de grandes plantaciones de eucaliptos y pinos. La gran ventaja es que estos cerros aún contienen mucho material nativo que si lo sabes rescatar lo puedes volver a propagar”, enfatiza Wilson.

Los árboles más lentos, por el contrario, tardarán por lo menos dos o tres décadas en producir la primera semilla, pero esta particularidad no desmoraliza, por el contrario, estimula para continuar con la reintroducción de especies que, a futuro, devuelvan la identidad ecológica, eleven la cifra de flora nativa del lugar a más de 300, un número que se estima es similar al de bosques endémicos bien conservados y de áreas equivalentes a la del Venado de Oro y permitan observar aves no comunes en los bosques de la ciudad como la pava andina.

En una de las ciudades más pobladas de América Latina, y a escasos kilómetros del centro y sur urbanos se imponen los Cerros Orientales, postales vivas en el paisaje capitalino que hospedan fuentes hídricas y bosques altos andinos que garantizan calidad y disposición de servicios ambientales para casi ocho millones de capitalinos, 18 especies de mamíferos, 119 de aves y 443 de plantas; cinco familias de reptiles y nueve de anfibios; además, son la conexión ecológica regional de municipios vecinos. Conservar y aumentar estos registros depende de iniciativas como las implementadas por el predio Venado de Oro, que apuestan por la revitalización de la historia natural de estos gigantes vitales que, más que brújulas de ubicación geográfica en la ciudad, cobijan vida en múltiples formas.

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